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¿Desigualdad natural?

Por Irantzu Varela Irantzu Varela n

No es que todas las mujeres vivamos todos los días situaciones de violencia explícita, o que nos vayan discriminando descaradamente por la vida, como si estuviéramos en un sistema de apartheid, no.

Pero todas las mujeres, cada día de nuestra vida, estamos expuestas a la posición de desigualdad en la que nos coloca el sistema patriarcal, que es universal y omnipresente, y se manifiesta en innumerables formas, algunas de ellas tan sutiles que ni siquiera nos damos cuenta.

http://es.wikipedia.org/wiki/Kathrine_Switzer

Un comisario intenta expulsar a Kathrine Schwitzer del Maratón de Boston en 1967

En los medios de comunicación aparecemos como víctimas, consortes, modelos irreales de belleza y objetos sexuales. La publicidad utiliza nuestros cuerpos como vallas en las que promocionar sus productos, trata nuestras características físicas normales como defectos y nos ofrece productos para limpiar mejor, cocinar mejor, cuidar mejor, aparentar mejor.

En la cultura somos la excepción. Eternas “pitufinas” que no protagonizan historias, sino que las complementan, dando un toque bello, malvado o sentimental a las historias importantes, las de ellos. Como creadoras, hacemos “cine de mujeres”, “literatura de mujeres”, como si las obras de los hombres fueran las normales y las nuestras un subgénero, destinado a un público minoritario.

En el mercado laboral, trabajamos casi dos meses más para cobrar lo mismo, se nos imponen dificultades para ascender y se nos considera las únicas destinatarias de las medidas de conciliación.

En la política, somos menos y se nos valora menos. Se nos trata como a infiltradas, que ocupan el espacio que correspondería a un hombre, si la valía prevaleciera sobre las cuotas. Y se espera de  nosotras que nos ocupemos de la salud, la educación o el bienestar, como si la economía, la política internacional o la guerra no fueran cosa nuestra.

En la calle, en los bares, se opina sobre nuestro cuerpo, nuestro aspecto, nuestro comportamiento… como si fuéramos de propiedad colectiva, como si la sociedad pudiera decidir sobre lo que hacemos y cómo lo hacemos.

Porque todavía se nos considera una excepción, una excentricidad, un complemento a la medida de quien es referencia de todas las cosas: los hombres. Se nos trata como a figuras que tienen que saber cuál es su sitio: cuidar, adornar, acompañar… u osadas que se meten donde no las llaman.

Cada día, a todas las mujeres del mundo, se nos recuerda que, para nosotras, hay el doble de reglas y la mitad de derechos.

Los piropos, las miradas condescendientes, los comentarios paternalistas, los controles disfrazados de cuidado, los cuestionamientos a nuestra profesionalidad, las exigencias de autocontrol, presentarnos como fuentes de tentación, sexualizarnos, infantilizarnos, silenciarnos, quitarnos importancia… todas esas cosas -o muchas de ellas- nos pasan cada día, hasta el punto que hemos aprendido a asimilarlas como normales.

Pero no lo son. Son la prueba y la herramienta de un sistema de desigualdad que nos pretende personajes secundarias y que quiere convencernos de que esas pequeñas cosas, esas sutiles desigualdades “no son para tanto”. Pero sí lo son. Son el alimento de esa creencia dictadora y opresora que nos pretende convencer, a unas y a otros, de que la desigualdad es el estado natural de las cosas.

Pero no lo es.

 

Irantzu Varela es periodista, feminista, experta en género y comunicación, y (de)formadora en talleres sobre igualdad en Faktoría Lila.

Sudán del Sur: ser mujer en un país nuevo

Por Laura HurtadoLaura Hurtado

Hoy se cumplen dos años desde la independencia de este nuevo Estado y no puedo evitar recordar lo que escuché hace unos meses en una charla de Ingrid Kircher, investigadora austríaca que pasó dos meses y medio en dos regiones remotas de Sudán del Sur para realizar un estudio para Oxfam. En concreto, recuerdo esta frase: “En Sudán del Sur, una niña de 15 años tiene más probabilidades de morir durante el parto que de finalizar la escuela”.

Los derechos de las mujeres en Sudán del Sur son vulnerados (c) Pablo Tosco

En Sudán del Sur, los derechos de las mujeres son vulnerados (c) Pablo Tosco / Intermón Oxfam

Según nos contó Kircher, especializada en la protección de derechos humanos en zonas de conflicto, un tercio de las niñas son casadas antes de los 18 años en los Estados de Lakes y Warrap donde ella centró su trabajo. Matrimonios tempranos que tienen graves consecuencias a largo plazo para las mujeres, como el abandono de la escuela (y del acceso a la educación) o los embarazos precoces que ponen en peligro su salud. La tasa de mortalidad materna es elevadísima, con 1 de cada 7 mujeres fallecidas por complicaciones durante el embarazo o el parto.

Una realidad que me pareció aterradora y que no termina aquí puesto que las mujeres de estas zonas rurales, donde la tradición está fuertemente arraigada, no tienen derecho a tener propiedades ni a tomar decisiones aunque carguen con la mayor parte del trabajo productivo y doméstico. Además, la violencia doméstica es generalizada. La familia del novio, cuando negocia el matrimonio, debe pagar a la familia de la novia varias vacas, que son distribuidas entre los hermanos de ella, que a su vez, dependen de esas vacas, para poder casarse. “Por ello, muchos hombres piensan que las mujeres son de su propiedad. Creen que tienen derecho a pegarlas porque han pagado por ellas”, relató Kircher que se entrevistó con 22 grupos de hombres y mujeres y más de 70 informantes clave para realizar su investigación entre octubre y diciembre de 2012.

El contexto no ayuda. Después de décadas de guerra, el nuevo Estado se enfrenta a enormes desafíos con más de la mitad de la población viviendo por debajo del umbral de la pobreza, numerosos conflictos internos y graves dificultades para acceder a servicios sociales básicos (en todo el país hay menos de cien kilómetros de carretera asfaltada). La inseguridad y la falta de infraestructuras afectan especialmente a mujeres y niñas que, en algunas zonas, tienen que caminar tres y cuatro horas para llegar a un centro de salud. Eso si el marido accede, tal como nos explicó Kircher: “En el pueblo de Wardiot me contaron que si le pides dinero al marido para ir al médico responde que ya ha pagado muchas vacas por ti y que no va a vender otra ahora. Hasta que estás tan enferma que no puedes andar tu marido te forzará a trabajar”.

Por suerte, al finalizar la charla, Kircher quiso transmitir algo esperanza. Nos contó que las mujeres empiezan a asociarse. Que empiezan a surgir organizaciones que defienden sus derechos. Que algunas niñas logran quedarse en la escuela en lugar de casarse. Son pequeñas resistencias, cambios que se producen lentamente, pero que sirven de ejemplo para las demás y que, sin duda, son semillas para un futuro mejor para los y las habitantes de este nuevo país.

 

Laura Hurtado es periodista y trabaja en Intermón Oxfam.

A vueltas con el mundo

Por Gema Castilla Gema Castilla

El mundo está del revés. Y en muchas de sus acepciones semánticas: como infortunio, como golpe con la mano vuelta, como parte opuesta de algo… pero a los problemas se les puede dar un giro. Y así, convertir la enfermedad, en salud. La desigualdad, en integración. Los conflictos, en paz. El analfabetismo, en educación. La pobreza, en bienestar.

Soy testigo del dolor en la mirada de las personas más gravemente excluidas que pasan cada día por @RAISfundacion. Si esa mirada calase, seguro que el giro sería más contundente. Porque cada euro invertido en solidaridad tiene un impacto real sobre el futuro de millones de personas tanto en nuestro país como en todo el planeta. Cabe destacar que, según un estudio de la Asociación Española de Fundraising y Bain & Company, los fondos donados a las ONG tienen una repercusión en la sociedad nueve veces superior a su valor, es decir, por cada euro recibido, las organizaciones pueden llegar a generar una media de nueve euros de impacto económico a largo plazo.

Por eso, quiero agradecer a la ciudadanía sus donaciones, y en especial a las contribuciones de sus socios regulares, que en los últimos dos años han crecido un 10%, alcanzando los 3,5 millones. Una cifra que representa el mayor colectivo de personas que colaboran con una aportación económica al sostenimiento de su organización, por delante de sindicatos, partidos políticos o clubes de fútbol. Porque en un momento en el que la economía es el ojo del huracán y los fondos públicos se han visto cercenados contundentemente, es cuando más valor tiene la participación ciudadana y su compromiso con los más vulnerables. Así que por pequeña que sea la aportación, sin lugar a dudas, todo suma.

7,5 millones de personas colaboraron con las organizaciones sociales españolas en 2012

Infografía de la campaña SOMOS sobre el apoyo económico a las ONG en España

El seleccionador nacional Vicente del Bosque, el campeón del Mundo de moto GP Jorge Lorenzo, el deportista Juanma López Iturriaga, la periodista Ana Pastor, los presentadores Christian Gálvez, Carlos Sobera, Sandra Sabatés y Anne Igartiburu, las actrices Marta Etura y Macarena Gómez o los músicos Antonio Carmona y Carlos Jean son algunos de los ciudadanos que han querido demostrar su compromiso. Pero tú también puedes hacerlo. El próximo 24 de mayo todos podemos salir a la calle con una prenda del revés para celebrar el Día SOMOS o bien participar en las quedadas a las 12 de la mañana de ciudades como Badajoz, Guadalajara, Huesca, Madrid, Palma de Mallorca o Pamplona.

Gracias en nombre de los beneficiarios de programas de empleo para personas en riesgo de exclusión, gracias por contribuir a la investigación en la leucemia, gracias por dar asistencia a personas con discapacidad, gracias por contribuir a aquella catástrofe del otro lado del océano, gracias por dar acceso a la educación a cientos de niños. GRACIAS eterno y en mayúsculas. Porque estoy convencida que unidos podemos cambiar el mundo, entre todos vamos a darle la vuelta a los problemas y hacer de este planeta un lugar mejor para vivir.