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¿Cómo hablar de la trata de personas para acabar con ella?

Por Nuria Coronado

España tiene una triste alfombra roja: la que se despliega para dar la bienvenida a la trata, la esclavitud del siglo XXI. Somos el país de entrada en Europa en tráfico de mujeres y niñas con fines de explotación sexual. Aquí llegan diariamente cientos de mujeres desde Latinoamérica, África y otros países europeos engañadas por las mafias para convertirse en simple mercancía. Se calcula que hay unas 45.000.

Imagen del rodaje de la película 'Chicas nuevas 24 horas', de Mabel Lozano.

Imagen del rodaje de la película ‘Chicas nuevas 24 horas’, de Mabel Lozano.

Cada una de ellas deja de ser persona para mutar en carne distribuida al peso allá donde sus captores, chulos y proxenetas saben hay demanda. Pasan de ser un yo a una sin nadie. Su explotación mueve en España 5 millones de euros al día y los medios de comunicación cada vez informan más de ello.

Con el fin de que los periodistas contribuyan a informar con rigor y por lo tanto llegar a erradicar este delito, la Comunidad de Madrid, en colaboración con LID Editorial y Apramp, acaban de lanzar el primer manual de estilo en España titulado: Cómo Informar sobre la trata. Nadie mejor para escribirlo que la periodista y experta en comunicación Charo Izquierdo. Más de diez años de esfuerzo para erradicar esta lacra y una novela sobre ella, titulada ‘Puta no soy’, la han llevado a dar un paso más allá y ofrecer a sus colegas algunas pautas eficaces para ser parte de la solución, y no parte del problema.

Por desgracia hay demasiados informativos que siguen hablando de tráfico de blancas, un término propio de siglos pasados cuando se llevaba a mujeres blancas a África o Asia para ser explotadas sexualmente. Hoy la trata afecta a mujeres de cualquier raza. Utilizar el lenguaje correcto es trasladar a la opinión pública la realidad a la que se enfrentan unos 20 millones de mujeres y niñas en todo el mundo’.

Informar con objetividad es el primer escalón para visibilizar y acabar con la lacra, dejar de victimizar a quienes la sufren, animar a la denuncia y proteger de manera más eficaz a las mujeres de un delito que afecta a los Derecho Humanos.

Estas son 10 de las recomendaciones imprescindibles que encontraremos en la guía:

  • No basta con informar. A la hora de dar noticias sobre la trata la cobertura ha de hacerse desde la información ética que huya de victimizar aún más a quienes la padecen. Tampoco hay que hurgar en su desgracia, ni exhibirla con sensacionalismo. Se trata de mostrar el problema desde la perspectiva de los Derechos Humanos.
  • Recordar que la trata de personas es una expresión real de situaciones de violencia más extremas, puesto que desprovee al ser humano de libertad recalcando que es un delito en el que necesariamente se pasa por los estadios de la captación, la privación de libertad y explotación.
  • Diferenciar la localización de la trata y los fines de la misma. Ya que esta puede producirse en el interior del propio país en el que reside la víctima: en él tie­nen su origen y en él, su destino o ser el punto d epartida para ser llevadas después a un tercer país. Además distinguir si es con fines de explotación sexual, trabajos forzosos, delincuencia, servidumbre, matrimonio o para venta de órganos.
  • No confundir trata con tráfico. La trata de personas no es igual que tráfico ya que este suele darse ilícito con migrantes. Hay que vigilar en especial que la trata de personas no se reduzca meramente a un problema de migración, de orden público o de delincuencia organizada.
  • Conciencia y respeto. Se trata de informar para concienciar a la ciudadanía en torno a la magnitud del problema pero respetando en las informaciones o noticias la confidencialidad de las víctimas. Muchas de las víctimas son madres y están amenazadas, tanto ellas como sus familias.
  • No culpabilizar y, menos aún, rechazar. En la transmisión de información no se puede albergar duda alguna sobre la responsabilidad de las víctimas. Dejar claro que los culpables son quienes las engañan, las compran, las trasladan, las alojan y las explotan, convirtiéndolas en esclavas. Tampoco hacer responsables a las familias de la venta de sus hijas. Ellas también son víctimas. Hay que explicar que este delito se produce como fruto de situaciones de absoluta miseria y que está ligada a la pobreza y a la feminización de la misma.
  • Prohibido el sensacionalismo. Huir de dar detalles escabrosos o imágenes en las que se ve a la mujer casi desnuda en un prostíbulo. Utilizar imágenes neutras o que pongan el foco en el culpable de la situación. Hablar de clientes y traficantes que son los que lo provocan el delito. Nunca publicar imágenes de niñas. Lo mejor es aportar cifras y datos que ayuden a situar y a ilustrar la magnitud del problema.
  • Sacar la trata del ámbito de las noticias de sucesos. Si se informa sólo como un suceso estaremos siendo parciales. Informar con regularidad sobre el tema y no sólo cuando se produce una redada para destacar que es un negocio y por eso no se acaba.
  • Destacar el gran trabajo de las fuerzas de seguridad y ongs. Todos ellos trabajan 24 horas y sin descanso para ayudan a todas estas mujeres a salir de la situación. Hacen una labor, muchas veces desconocida, en favor de devolverles no solo la libertad física sino también vital.
  • Promover la denuncia y la esperanza de una vida nueva. Se trata de narrar los hechos haciendo hinca pie en la importancia de que ellas (o cualquiera que conozca de la situación) denuncien para que intervengan las fuerzas de seguridad y se les pueda ayudar a una nueva vida lejos.

Nuria Coronado es periodista, editora en www.lideditorial.com  y responsable de Comunicación de Juan Merodio

¿Para qué sirve un premio?

Por Belén de la Band@bdelabanda

Creo que es mal día para este título, en la resaca de los Oscar y mientras todo el mundo comenta los modelitos de la alfombra roja y lo que pasó por fin con Leonardo. La cosa no va de eso, aunque podría formar parte de la reflexión. Desde hace un par de años, gracias a mi trabajo, estoy descubriendo por la vía de los hechos lo importantísimo que es el reconocimiento.

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Mariam Nana mostrando la tierra en sus manos, durante el encuentro de mujeres en Madrid en 2013. Imagen: Laura Martínez Valero / Oxfam Intermón

Lo que no se encomia no existe, podríamos decir. Y especialmente en el caso de las mujeres, cuyos logros se minimizan con preocupante frecuencia, y a las que que se les adjudican de forma sistemática determinadas tareas, propias de ‘la mano invisible’, a las que no se da valor ni reconocimiento alguno, nunca.

Tengo la oportunidad de estar en contacto con muchas mujeres de distintos lugares del mundo cuyas actividades merece la pena conocer y difundir. Y creo que para ellas, como para cualquier persona comprometida en una causa, la mera posibilidad de que sus luchas se conozcan fuera de sus países es una forma de avanzar en sus logros.

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Una pregunta que rompe vidas

charo_izquierdo_lateral

Por Charo Izquierdo 

Quién iba a pensar que una pregunta tan inocente y buena a priori podría deparar resultados tan negativos:

‘¿Quieres un trabajo?’

Ya, claro; hay que responder en positivo. Un trabajo nunca se rechaza cuando se habita alojado en la miseria. En cambio, hay lugares en el mundo en los que una contestación afirmativa, en busca del cielo prometido, podría conducir a las llamas de un infierno temido. Porque así, sin violencia, con la benevolencia que se le supone a quien brinda un empleo honorable, como camarera, como modelo, como cocinera, como secretaria, así, en ausencia de hecho violento, se está procediendo al reclutamiento de una nueva persona esclava.

Imagen del proyecto 'Chicas nuevas 24 horas', de la directora cinematográfica Mabel Lozano.

Imagen del proyecto ‘Chicas nuevas 24 horas’, de la directora cinematográfica Mabel Lozano.

Así, con la aceptación de un trabajo, en ocasiones bajo el influjo de lo que en algunas culturas es el rito religioso del vudú, tal vez atrapadas por un supuesto novio, los llamados loverboys, son reclutadas las nuevas esclavas, especialmente las destinadas a la explotación sexual.

No es novedoso. Lo he estudiado. Lo he escuchado de mujeres que escaparon de esa esclavitud, que fueron víctimas de trata con fines de explotación sexual. Lo he hablado con rumanas, brasileñas, argentinas, mexicanas, lo he sabido de los labios de una peruana, protagonista principal de mi novela Puta no soy (Lid Editorial), basada en uno de los personajes del documental Chicas nuevas 24 horas, de Mabel Lozano. Siempre se activa el mismo mecanismo.

Sin embargo, leer sobre ello, sobre esa maquinaria, en el informe La trata de seres humanos, el negocio del comercio con personas, investigación de María José Castaño Reyero, para la Universidad Pontificia Comillas de Madrid, me ha interesado, tal y como ella lo explica, como un proceso. ‘De las acciones incluidas en el concepto normativo internacional de trata de personas se deduce que la trata es un proceso. A fin de cuentas la trata de seres humanos constituye un mecanismo mediante el cual conseguir esclavizar a una persona’.Y así es. ¿De qué personas? En su mayoría, de esas que no disponen del dólar diario que las sacaría de la miseria absoluta. De esas que se agarran a cualquier clavo que les acerque al sueño de una vida mejor. Generalmente mujeres, sobre todo cuando hablamos de mujeres y niñas cuyo destino es la explotación sexual. Los tratantes buscan personas vulnerables, y la pobreza es un factor determinante de vulnerabilidad. Como bien recuerda la investigadora, ‘para la Organización de Naciones Unidas, la mayoría de los 1.500 millones de personas que viven con 1 dólar o menos al día son mujeres; en un contexto global de subordinación de las mujeres a los hombres, el predominio de las mujeres entre la población empobrecida apunta al denominado proceso de feminización de la pobreza’.

El caldo de cultivo no puede ser más idóneo para que los tratantes recluten entre esas personas a los 20,9 millones víctimas de trata en el mundo, según datos de la Organización Internacional del Trabajo, de los que se supone que un 55% son mujeres y niñas, siendo el 79% de la trata para explotación sexual (según UNICEF, hasta dos millones de niños en el mundo están sometidos a comercio sexual).

Habla la investigadora de las mujeres que entran todos los años en Europa occidental para ser explotadas sexualmente, que La Organización Internacional de las Migraciones cifra en 500.000, ‘la mayoría –escribe- no son ciudadanas de países ricos y desarrollados, sino que proceden de países que se debaten en el subdesarrollo y el atraso. Los encargados de reclutarlas –que pueden llegar a cobrar hasta 500 dólares por cada una- generalmente lo hacen con falsas promesas de empleo como modelos, secretarias o dependientas en un país rico’. Con ellas se nutren clubs, prostíbulos, saunas, calles…

La autora habla del cruce de fronteras, de ‘traslados que se realizan en el marco del tráfico ilícito de migrantes, de cualquier movimiento de personas extranjeras que trate de burlar la legislación española sobre inmigración’, habla de ‘tratantes que buscan el modo de que las víctimas entren en el país de destino con su situación regularizada, con un visado de trabajo o con uno de turista de duración determinada’. Pero lo cierto es que ya no hay solo una trata de mujeres que provienen de América o de África o de Asia, y que requieren por tanto visados y o pasaportes en regla (que habitualmente el tratante retira a la víctima).

En España el 60% de las víctimas provienen de los Balcanes, de países europeos cuyo visado no es condición para entrar. Y en cualquier caso, recuerda la autora que en la fase de transporte de las víctimas, los instrumentos legales europeos no requieren el cruce de una frontera, de modo que el concepto tráfico de personas con fines de explotación también se aplica cuando se produce en el ámbito nacional.

Este año en el que se celebra por segunda vez el 30 de julio como el Día Internacional de la Lucha contra la Trata de Personas, quince años después de que la ONU adoptara el llamado protocolo de Palermo para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas, especialmente de mujeres y niños, hay que seguir recordando que bajo estas frases, bajo estos términos, imposibles de resumir en una sola palabra, se esconde una realidad que sí puede, en cambio, resumirse en una palabra: esclavitud.

Hablamos de trata de personas (en este término se incluye la laboral, la que tiene fines de explotación sexual y la de venta de órganos) y hablamos de violación de derechos humanos fundamentales. Violación de dignidad. Como dice Castaño Reyero, ‘violación del derecho a la vida, la salud, la libertad y la seguridad, la libertad sexual, la intimidad’…

No podemos, desde mi punto de vista, no debemos olvidar la perspectiva de género, porque como decía anteriormente estamos ante otra manifestación más de la feminización de la pobreza, y además ante una de las mayores manifestaciones de la violencia ejercida sobre las mujeres obligadas a ejercer la prostitución. Y, sin embargo, no puedo estar más de acuerdo con la investigadora en que tanto en el enfoque como en la articulación de las posibles soluciones hay que incluir la perspectiva de los derechos humanos violentados.

Y para quien dude de las magnitudes de este crimen que afecta a más de cuatro millones de personas y que mueve al año 35.000 millones de dólares, un dato escalofriante del informe, que ya adelantaba en el último capítulo de mi novela, con diferente exposición: ‘El comercio trasatlántico necesitó cuatrocientos años para llevar al Nuevo Mundo a doce millones de esclavos africanos’. Pues bien, en apenas diez años, ‘se calcula que cerca de treinta millones de mujeres y niños han sido objeto de trata en el sudeste asiático’.

‘¿Quieres un trabajo?’

Charo Izquierdo es periodista y autora de la novela Puta no soy (Lid Editorial)

Puta no soy: una novela sobre la gran vergüenza de nuestra época

charo_izquierdo_lateralPor Charo Izquierdo 

Llegué a Perú buscando a alguna chica que hubiera sido víctima de la trata con fines de explotación sexual y cuando la encontré su voz cambió mi vida. Era una niña de quince años que había sido engañada en Cuzco y conducida hasta el sudeste del país, hasta la región conocida como Madre de Dios, así nombrada por el río que la circunda. Había sido contratada, en teoría, como mesera, que así dicen allí a las camareras, para encontrarse en un paupérrimo poblado del kilómetro 103 de la carretera Interoceánica cercano a las minas informales de extracción de oro, en uno de esos prostibares que pueblan esa zona de Perú entre los ríos Madre de Dios y Tambopata, en plena selva.

Imagen del proyecto 'Chicas nuevas 24 horas', de la directora Mabel Lozano

Imagen del proyecto ‘Chicas nuevas 24 horas’, de la directora Mabel Lozano

Yandí me sorprendió con su voz de animalillo herido. A mí y al equipo que rodaba el documental ‘Chicas nuevas 24 horas‘, dirigido por Mabel Lozano. Conmovió a Mabel y a la productora de la película en Perú. Conmovió a todos. La directora hizo de Yandí la protagonista peruana de su documental. Y yo me inspiré en su historia para escribir mi novela “Puta no soy”, una recreación ficcionada y libre de la triste existencia de tantas mujeres peruanas engañadas, cosificadas, convertidas en materia prima desechable, en pura carne para divertir a los mineros, para someterse a ellos, para ser obligadas a ser prostituidas. En los prostibares en los que trabajan -y que con ese nombre no dejan lugar a dudas sobre la actividad a la que se dedican-, beben cerveza con los mineros, son forzadas a dejarse tocar por ellos y al final acaban haciendo lo que allí se denominan pases, que no es más que practicar el sexo. Hay niñas y adolescentes entre ellas, porque los clientes la prefieren jóvenes, cuanto más, mejor, en la creencia de que les transmiten menos enfermedades y que las menores de edad les dan suerte para encontrar más cantidad de oro. Escribí “Puta no soy” para dar a conocer la trata de mujeres y niñas en Perú, que no tiene nada que ver con la trata que se produce en otros lugares del mundo, porque allí la mayoría es engañada y vendida sin necesidad de que las saquen del país para ser esclavizadas; lo son in situ. Allí, se cifra en unas 4.000 mujeres víctimas de trata desde que se ha empezado a contabilizar y hasta 2014. De ellas, aproximadamente un 60% son niñas. Y solo con el hecho de escribirlo siento un profundo y triste escalofrío.
Porque yo conocí a una de ellas.
Yandí y Perú han marcado para siempre mi vida. Podría decir que una semana, aquella semana de rodaje, cambió mi vida. Pero mentiría. Porque fueron muchos meses de inmersión en el pueblo peruano y sus costumbres, antes y después de aquellos días, mucho tiempo de documentación, de ver incluso informativos peruanos para sentir a mi manera sus miradas y su mundo.
Pero es que, además, “Puta no soy”, partiendo de Yandí y de Perú, es mucho más que eso. Es un compromiso con el resto de las víctimas de trata en el mundo, cifradas en más de dos millones, de las que aproximadamente un 70% son mujeres y niñas con fines de explotación sexual. Cómo ocultar esa realidad infame que mueve unos 32.000 millones de dólares al año en el mundo. Cómo dejar pasar la oportunidad de dar a conocer que en España hay entre 40.000 y 50.000 mujeres y niñas víctimas, según datos de Save the Children. Es imposible dejar de contarlo una vez que has penetrado en tan telúrica realidad. Es imposible romper el compromiso de gritarlo. Esa es la finalidad de la novela que se mueve entre Perú y España, y con la que pretendo conmover a los lectores y lectoras como antes me he conmovido yo.
Conmueve entender -si es que se puede comprender tanta mezquindad- que estas mujeres son víctimas dos veces. La primera, por haber nacido donde han nacido, por haberse criado en la miseria, de la que queriendo salir son engañadas. La segunda, por ser obligadas a ejercer la prostitución sin ser putas.
Conmueve comprobar que, tras el engaño, son privadas de su documentación. Y, siendo esto importante, no lo es todo. Porque les privan de algo más, de mucho más, les arrebatan su identidad. La capan y una vez que han dejado esa identidad al otro lado de su vida, junto a su carnet o su pasaporte, son desposeídas de cualquier gramo de autoestima, hasta llegar a sentirse nada.
Conmueve saber que son muchos los casos en los que es la propia familia quien las vende creyendo que allá donde van a trabajar vivirán mejor que en sus casas y, desde luego, avaras de un dinero que por poco que sea puede sacarles de la pobreza.
Como para juzgar…
Quiero conmover a las lectoras. Pero también a los lectores. Porque encuentro muy importante que los hombres se conciencien de que sin demanda no existiría oferta y que cuando hablamos de mujeres que ejercen la prostitución podemos afirmar que aproximadamente un 80% son víctimas de trata, ya sean rumanas, brasileñas, colombianas, nigerianas… Y por cierto, España es el tercer país consumidor de prostitución en el mundo, por detrás de Tailandia y Puerto Rico. Y aún hay más: un 39% de hombres en nuestro país confiesa ser consumidores de prostitución.
Mi compromiso con esas mujeres está sellado para siempre. Parte de las peruanas, pero alcanza a las de cualquier país, y desde luego a las que acaban en España, procedan del lugar que procedan. Nunca podré dejar de denunciarlo. Nunca me quitaré de la cabeza la voz de aquella niña ni la de otras víctimas que han conseguido escapar de una esclavitud que, afortunadamente cada día está más presente en las agendas políticas, incluso en la agenda del papa Francisco, que en su mensaje del primer día de enero en la 48 jornada Mundial por la Paz denunció la esclavitud y la trata como uno de los problemas que acosan al mundo y que hay con los que hay que acabar. Y en ese compromiso tiene mucho que ver por supuesto Mabel Lozano, pero también Rocío Mora, coordinadora de APRAMP (Asociación para la Prevención, Reinserción y Atención de la Mujer Prostituta), fundada por Rocío Nieto. Gracias a ella he tenido la oportunidad de profundizar en la vida y en algunas vidas de varias de estas víctimas y en una de las grandes vergüenzas de nuestra época. Su organización lleva más de 25 años ayudando a víctimas, con la reinserción no solo laboral sino, y sobre todo, personal, de mujeres que no solo tienen necesidad de aprender a trabajar, sino, sobre todo, de aprender a vivir. Como también las ayudan las Madres Adoratrices, a través del Proyecto Esperanza. Y es que las víctimas pierden hábitos si es que algún día los tuvieron, pierden la capacidad de moverse solas por la ciudad, a veces desconocen incluso dónde viven, son incapaces de utilizar transporte público y, lo más importante, son incapaces de reconocerse como personas.
Cómo no comprometerse con ellas.

Charo Izquierdo es Licenciada en Ciencias de la Información. Ha sido redactora jefe de las revistas Dunia y Geo, subdirectora de Vogue, directora de Elle, estarguapa.com, Yodona y Grazia. Es miembro del International Women Forum España y socia de la red de mujeres Womenalia.