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Una batalla sobre el cuerpo de las mujeres

Por María José Agejas

Dice Ana que las guerras en Honduras se libran en el cuerpo de las mujeres. Da igual si ese cuerpo es el de la esposa de un millonario o el de una mujer indígena de La Mosquitia, la región más remota, inaccesible y atrasada del país.

Ana es Ana Cruz. Habla con periodistas y visitantes con la soltura de la experiencia que dan 23 años de trabajo protegiendo a mujeres en situación de riesgo. Comenta que, últimamente, con el acelerado repunte de feminicidios que enfrenta el país, la buscan mucho para hacer entrevistas.

Ana Cruz, responsable de la Asociación Calidad de Vida. Fotografía de María José Agejas / Oxfam Intermón.

Ana Cruz está al frente de Asociación Calidad de Vida, que con el apoyo de Oxfam y otras organizaciones mantiene casas refugio para mujeres víctimas de violencia en Honduras.

“Este año llevamos ya 329 feminicidios”, dice tras pensarlo un momento mirando al cielo, puesto que el número cambia cada día. Y esa cuenta incluye sólo una parte, como las mujeres asesinadas por parejas o ex parejas cuyos crímenes publican los periódicos, no aquellas a las que la familia entierra sin que trascienda ni otro tipo de asesinatos cometidos contra las mujeres por su condición de mujer. “A las mujeres las matan los hombres, no las mujeres. Es muy diferente a otro tipo de asesinato”, explica Ana Cruz.

Cerca del 96% de los feminicidios en Honduras queda impune. “Las tiran al río, aparecen desmembradas, sus pedazos a mucha distancia unos de otros, en las carreteras. A veces los maridos recurren a la contratación de sicarios”.  Gobierno, congreso y sistema judicial han aprobado un puñado de leyes, mecanismos o herramientas para la erradicación de la violencia contra mujeres y niñas, pero todo ha quedado en el cajón, sin presupuesto y sin voluntad de ponerlo en práctica.

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Mantay significa madre

Por Alejandra Luengo Alejandra Luengo

Hace unos días he regresado de Perú, país donde viví y trabaje hace catorce años, y que me enseñó gran parte de lo que soy como persona y profesional.

Entre los encuentros que me sentía emocionalmente implicada en hacer era visitar la Casa de Acogida Mantay, que se encuentra a las afueras de la ciudad del Cuzco. Conocí el proyecto cuando ya llevaba meses en Perú y trabajaba en una Defensoría de la Mujer,  Niño y Adolescente. Me acabé enganchando… Eran tantas las posibilidades en las que implicarse que no podía taparme los ojos a esa realidad, así que comencé a colaborar en el acompañamiento psicológico eventual para las madres adolescentes.

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Mantay significa madre. Imágenes de la Casa de Acogida Mantay.

Mantay, que fue fundado por personas españolas y peruanas hace ya casi 15 años, se dedica a dar respuesta a las situaciones dramáticas que vive una adolescente cuando se queda embarazada y está en una situación de riesgo o desprotección grave, o no tiene medios para afrontar la llegada de un bebé. Estamos hablando de historias profundamente dolorosas y traumáticas, en las que generalmente no existe ninguna protección y apoyo desde el ámbito familiar. Además el aborto en Perú es ilegal; excepto en casos donde la salud de la madre peligre.También de situaciones donde no hay sustento material y emocional para hacer frente a la maternidad.  Así que desde los juzgados se favorece el ingreso a un espacio de protección.

Como Jovita que con doce años fue agredida por su padrastro. Supimos del caso por la escuela, cuando ya estaba de cinco meses de gestación. La madre le culpabilizo y maltrató física y emocionalmente por lo sucedido, mientras señalaba que no iba a separarse de su pareja porque éste era el que mayormente traía ingresos a la casa. Desde las instituciones tuvimos que solicitar una tutela urgente y Jovita entró en Mantay.

Estas menores se ven obligadas a asumir una responsabilidad para la que en absoluto están preparadas. Tienen un bebe, por el que frecuentemente no sienten ningún tipo de vínculo emocional, ya que todavía están digiriendo sus propias heridas de abandono y violencia.

La Casa de Acogida Mantay persigue luchar por los derechos de estas jóvenes mujeres para que su vida no quede truncada y puedan seguir siendo adolescentes y asumiendo su maternidad. Así les proporciona un espacio seguro de acogida fuera del ámbito familiar donde poder ir aprendiendo a vincularse afectivamente con su bebe, su familia y con las parejas que puedan tener en el futuro. Les enseñan y apoyan en su promoción tanto formativa como laboral, y posibilitan una guardería cuando estas mamás trabajan. Además Mantay se financia con donaciones de particulares y con la venta de la artesanía que realizan las propias chicas y que luego se venden a través de la web o en tiendas del lugar, por lo que mantiene una independencia que le dota de más estabilidad al proyecto.

No pude ver a Jovita el día que fui, pero sí a su hijo; un pre adolescente lleno de vida, respetuoso y con gran sentido del humor. Su madre, que ya tiene veintiséis años, alquila una vivienda para ella y su hijo, trabaja y está terminando enfermería. Ha podido salir adelante por ella misma gracias al apoyo que durante todos estos años le han ofrecido las personas que forman parte de Mantay.

Por desgracia hay muchas historias como la de Jovita, que no se llegan a conocer y detectar cayendo en una espiral de marginación, inestabilidad y violencia. Estos proyectos favorecen la resiliencia y son sumamente valiosos en su esencia.
Raquel, la directora de la Casa de Acogida Mantay, nos decía estos días que diariamente se juntaban en el comedor 51 personas para almorzar entre madres adolescentes actuales, bebes de estas, hijos de las que lo fueron en su día, etc.

Y es que Mantay es toda una comunidad de apoyo y generosidad.

Alejandra Luengo. Psicóloga clínica,  combino la atención psicológica en servicios públicos con la consulta privada. Creo firmemente que se pueden cambiar las cosas y en esa dirección camino. Autora del blog unterapeutafiel.