Mujeres extraordinarias y amores que no lo fueron tanto

Por Lucía Etxebarria

Juana de Castilla no conoce a Felipe de Flandes hasta el día de la boda. Él debía estar esperando en Flandes para hacerle una recepción por todo lo alto. Pero la dejó plantada, no apareció en dos semanas. Y es que no le llamaban El Hermoso por guapo, que no lo era, sino por mujeriego. Casada, Juana tuvo una vida muy triste. Felipe se esforzó en aislarla. No le entregaba el dinero que desde España se le enviaba para que ella pudiera comprar ropa o disponer de camareras y doncellas. Y se exhibía con muchísimas otras mujeres.

Cuando Isabel la Católica fallece, Felipe y Juana van a reinar en Castilla. Pero Felipe muere. Porque bebió un vaso de agua después de un juego de pelota, dicen unos. Porque Fernando, padre de Juana, había envenenado el vaso de agua, dicen otros. El plan de Fernando es casar a Juana con un noble afín a él y hacerse así con el control del reino

En aquella época, una mujer viuda debía casarse con quien su padre escogiera, si es que su padre estaba vivo. Excepto… si el cadáver de su marido permanecía insepulto. Ni corta ni perezosa, Juana mete el de Felipe en un ataúd, lo cubre con cal viva, se inventa la historia de que su marido había pedido ser enterrado en Granada, y hacia Granada que se va. Quiere ganar tiempo para poder reinar junto con su hijo. De vez en cuando va metiendo la mano en el ataúd para asegurarse de que el cuerpo sigue ahí.

Pero Fernando finalmente la intercepta, la declara loca y la encierra en Tordesillas, donde vivirá reclusa de por vida, sometida a torturas. Nunca estuvo loca. De hecho, el Marqués de Denia, su carcelero, avisaba al Emperador Carlos de que no le permitiese hablar con nadie, pues ella era capaz de convencer a cualquiera de que la liberase.

Diego Kahlo es un hombre obsesionado con su trabajo. Lupe, su tercera mujer, le lleva cada día los tamales al andamio en el que pinta los murales, y le tiene la casa hecha un primor. Él tiene otras amantes, la más conocida la fotógrafa Tina Modotti. Pero un día Lupe se harta y le deja por otro. Y Tina no está por la labor de casarse con él.

Diego conoce a una jovencita que ha sobrevivido a un grave accidente. A ella la ha dejado su novio cuando se ha enterado de que ha quedado desfigurada y coja, y tiene la autoestima por los suelos. Diego se aplica la máxima de “la mujer, la pata quebrada y en casa”, literalmente, y se casa con ella. Tan contentas están Lupe y Tina de haberse librado de él que Tina diseña e imprime las invitaciones de la boda  y Lupe cocina para el banquete. El banquete en el que Diego se emborracha, insulta a la que es su cuarta esposa y de un empujón la tira al suelo.

Es el comienzo de una relación tóxica en la que Diego siempre tendrá a su Friducha en casa y a una o varias amantes fuera. Una de ellas es, precisamente, la hermana de Frida, y esta traición a Frida le desgarró el alma. Cuando Frida le amputan la pierna, Diego, no estará a su lado ni durante la operación ni después. Él ya vive con Emma, la que será la quinta y última esposa. Frida se suicida poco después, en su tercer y definitivo intento.

Muy posiblemente tú te habías creído la historia de Juana, loca de amor por su marido, que has visto en tantas películas, obras de teatro y biografías, histéricas más que históricas. Quizá eres de las que piensan que entre Frida y Diego existió una historia de amor. Quizá has entendido como historia de amor lo que no es sino una relación de dependencia enferma y tóxica. El matrimonio Rivera- Kahlo es uno de los ejemplos más obvios de lo engañoso del amor romántico, porque hasta el pacto que crearon era falso. Ella, como bien cuenta en una de sus últimas cartas, sólo aceptó sus infidelidades para no perderle, no porque creyese en las relaciones abiertas.

En mi libro Mujeres Extraordinarias, se cuentan muchas más historias de parejas aparentemente enamoradas que en realidad vivían un infierno. La historia y la leyenda se han encargado de sacralizar el amor romántico y de hacer pasar por pasión lo que era tortura. En pleno siglo XXI festejamos San Valentín en un intento por mantener viva la llama del mito. Pero el amor real es mucho menos intenso y tortuoso. No trata de volverse loca por un príncipe muerto ni de renunciar a la propia vida por un pintor que se cree un genio. Trata de que vivamos nuestra propia vida, por nosotras mismas, y no como apéndice de otros.

Lucía Etxebarria es escritora y cuenta con reconocimientos como el Planeta, el  Nadal, el Primavera, Il Lazio a la mejor novela extranjera concedido por el Ministerio de Cultura Italiano… y el  premio de redacción Coca Cola cuando tenía ocho años. Es autora de más de 20 libros de novela, ensayo, poesía e infantil. También escribe guiones. 

Los comentarios están cerrados.