El derecho al orgasmo

Por María Maracas
El placer de un orgasmo ya no es un derecho, es un deber, la mayor consagración de la libertad individual y del respeto por uno mismo, ¡carajo! Soy curiosa e intento ser coherente y patrocinar mi curiosidad, por eso me permito probar; aunque no había llegado a la ocasión de pensar en comprar un vibrador sólo para mí. Había visto más de uno en videos, había conocido algunos de mis amigas y amigos. Y fue justamente uno de mis amigos el que, entre broma y reto, me regaló mi primer vibrador.
Después de haber sido amantes por un par de meses, habíamos decidido ser amigos y, tras un par de ocasiones incómodas, logramos desarrollar una fuerte confianza para convertirnos en confidentes y alcahuetas de nuestras exploraciones socio-sexuales. Nos contábamos nuestras historias, preguntábamos sin temor, leíamos información en internet, reíamos de las buenas cosas y usábamos nuestros hombros para llorar los malos ratos.

Así que el día que llegó a mi casa con una sonrisa resplandeciente, de esas que intentan ocultar la travesura de la mirada, y estiró su brazo para darme una pequeña bolsa negra, no se me hizo raro abrir el paquete y encontrar un vibrador. Para mi gusto, el artefacto era de una rigidez fría y bastante más aséptica de lo natural. Junto a él venía un frasco transparente, un tanto aburrido, de lubricante. Puse a un lado el regalo y para responder a la amabilidad, preparé café mientras obligaba a amigo a explicarme con detalle meticuloso cómo usar el nuevo compañero.
Debo confesar que por la apariencia del vibrador ni pensé en usarlo. Pero bastantes vueltas da el mundo y en una tarde de arrechera instintiva y ansiosa, mi cabeza echó a andar su valentía y terminé corriendo a buscar el vibrador en la gaveta en que lo había puesto para olvidarlo. Más tardé en encontrarlo que en estar en la cama, primero tocando con mis manos para calentar motores y después desvirgando mi historia con los juguetes sexuales. Usé un poco de lubricante para facilitar la penetración y amainar la falta de caricias. Fui paciente para evitar percances.
Primero lo puse entre mis piernas para sentir qué tan fuerte era y excitarme mucho más. Lenta y suavemente lo fui introduciendo, sentí el frío del gel, pero sin parar la mitad del vibrador estaba dentro de mí y a esas alturas ya mi cadera se manejaba a su antojo. ¡Ay de por Dios de la vida! No sé si fue por el conocimiento minucioso que tenía sobre mi cuerpo, si fue por la efervescencia de lo nuevo o por la magnífica y constante rigidez del vibrador, pero unos minutos después estaba llegando a la gloria en una mezcla del más puro y absoluto placer que me ahogaba, me quitaba la fuerza de las piernas y me obligaba a morder mi mano y la almohada que tenía a un lado.
Tuve que respirar unos cuantos minutos, sonreír mirando al techo y agradecer por los buenos amigos. Así empezó mi historia con los juguetes sexuales. El placer de ese día sólo me trajo más curiosidad y tal vez algún día me mate como al gato, pero por el camino me ha dejado buenos, muy buenos orgasmos. Qué pendeja puede verse una persona con sonrisa de oreja a oreja en la cama, pero más pendeja es quien no ha logrado esa sonrisa.
María Maracas es cucuteña, comunicadora, bailarina eterna y yogui occidental. Defiende la vida. El conocimiento es su santo grial y cree en el lenguaje como la máxima evolución humana. Dice que es de foto y texto, no de vídeo. Por último añade que si es de Italia, le gusta; aunque si de Colombia, aún más.

2 comentarios

  1. Dice ser Gala

    Me encanta! Es un DEBER…pues estoy totalmente de acuerdo. Creo que llegar al orgasmo de la forma que sea te hará más feliz, sea con un vibrador, con tu mano o en pareja, etc… Seguro que tiene efectos beneficiosos saludables.

    17 octubre 2019 | 11:34

  2. Dice ser Minerva

    Pero mira qué valiente. Más de una que ni se atreve a tocarse y unas tantas que ni se han mirado de cerca en el espejo, y esta aquí contando todo. ¡Bravo! Orgasmos para todas.

    19 octubre 2019 | 02:13

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