La revolución de la lectura

Por Eloisa Molina

A Beta Dindzio, de 46 años, no le preocupa el entorno que le rodea, ni sentarse en el tronco de un árbol, ni que no haya pupitres, ni paredes… Crecer en Sudán del Sur durante la década de 1970, en plena guerra, significó vivir el horror de un conflicto en primera persona, una infancia rota y que no tuviese muchas oportunidades para ir a la escuela. Lo realmente importante para ella es escuchar y aprender.

Por eso, cuando al comenzar las clases de alfabetización de adultos, aprendió a escribir su nombre por primera vez en un libro de ejercicios, vivió un momento que nunca olvidará. “No pude dormir antes de mi primer día de escuela. Tenía emociones encontradas sobre lo importante que era para mí la educación y el valor que eso suponía. Pero al tiempo, también me asustaba”, sostiene la sudsudanesa.

La formación resulta una herramienta fundamental para la igualdad de las mujeres en África.

Las consecuencias del trabajo infantil

Una guerra supone enfrentarse a la vida en muchos frentes. En su caso, la confrontación acabó con cualquier esperanza de recibir una educación: para escaparse de la violencia su familia tuvo que huir a un país vecino. En esas circunstancias extremas, sus padres no tuvieron la posibilidad de inscribirla en una escuela y la enviaron a vivir con un pariente que la tenía en casa para encargarse de las tareas domésticas. Era la mejor de las opciones en ese momento. Así, mientras ella trabajaba veía a los hijos de sus familiares con los que convivía ir al colegio todos los días; ella no podía… No obstante, siempre soñó con que ella también podría formarse en un futuro.

Los conflictos, guerras y las crisis migratorias provocan, entre otras muchas cosas, un aumento del trabajo infantil entre los niños refugiados, desplazados internos y otras poblaciones vulnerables, especialmente en Oriente Medio, Asia y en el norte de África. Niños y niñas que lejos de la protección de sus padres se enfrentan a una vulneración constante de sus derechos y a tener que dedicar su infancia a la venta ambulante en la calle, la servidumbre, los matrimonios precoces, la explotación sexual o el reclutamiento por parte de grupos armados.

Una segunda oportunidad para Beta

Han pasado algunos años desde entonces y ahora Beta Dindzio es madre de 6 hijos y trabaja por su cuenta. Ahora el árbol de mango que veía cada mañana al llevar a sus hijos al colegio sirve como aula para la clase de alfabetización para adultos a la que asiste dos veces por semana. Una oportunidad que no piensa desaprovechar. Estas actividades forman parte de un proyecto mayor de formación gestionado por World Vision. Su objetivo: capacitar al personal de entidades locales y organizaciones de la sociedad civil en habilidades profesionales. Beta y otras 50 mujeres fueron seleccionadas para un proyecto específico de educación básica con perspectiva de género. Su paso por la escuela le cambió la vida. 

Eloisa Molina es  coordinadora de Comunicación en Sudán del Sur de World Vision

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