Refugiadas sirias en Jordania: la vida en un polvorín

Por Rosa Tristán

Ha sido el Día Mundial de las personas refugiadas. Si algo tienen en común todas ellas es que sólo sueñan con  recuperar la vida.  Por ello, la mayoría se quedan cerca de lo que sigue siendo su hogar, en las fronteras de la guerra: ‘Aquí lo tenemos cerca, casi lo vemos, ¿cómo nos vamos a ir más lejos?’, me decían cuando las visité en la ciudad jordana de Mafraq. En Líbano, en Jordania, en Turquía o Irak se calcula que hay 5,4 millones de personas refugiadas. Más de la mitad son mujeres. Más de la  mitad son menores de edad.

Llevan casi 8 años soportando una situación vital de anormalidad. Las menos, en campos de refugiados; las más, intentando sobrevivir en las sociedades de acogida, donde su presencia cada día es menos tolerada. Y Europa mira desde la otra orilla.

Regugiadas en el campo de refugiados de Zaatari, por Rosa Tristán.

Desde Amman, me escribe Layla Haffa, la directora de programas de la Asociación de Mujeres Árabes (AWO) en Jordania. Me cuenta que la situación cada vez se complica más, aún cuando aquí pareciera que la guerra siria ha acabado. Nos conocemos. AWO y Alianza por la Solidaridad colaboran desde hace años en servicios de atención sanitaria para las mujeres, lugares donde se pueden detectar cambios familiares poco visibles en una sociedad que mira a otro lado: el maltrato de las parejas, el acoso en las calles, los matrimonios precoces…  ‘La ausencia de oportunidades económicas para las mujeres les genera mucha inseguridad, depresión y una mayor dependencia de los mecanismos negativos para hacer frente  a su situación’, explica Haffa.  Mientras, se observa cómo cada día aumenta el matrimonio de las niñas, única salida que dicen las familias encuentran para tener una boca menos que alimentar, una salida que les expone a una mayor violencia.

Mientras el FMI presiona al Gobierno jordano para que acabe con el déficit público, las tensiones internas en el país están a punto de explotar. Hoy, casi 15 de cada 100 de sus habitantes llegó buscando refugio procedente de Siria y el 80% de ellos fuera de los campos de refugiados porque allí reciben lo mínimo para vivir pero el futuro está preso detrás las vallas. Las familias quieren, tras siete años de conflicto, normalizar sus vidas. Pero los jordanos sienten agudamente el impacto de esta crisis en sus vidas cotidianas, particularmente en las comunidades de acogida donde la proporción de refugiados sirios y su presión sobre la prestación local de servicios, los recursos naturales y el mercado laboral es máxima. Que la comunidad internacional impusiera, además, medidas como una reforma fiscal, ha desatado un descontento que sólo se ha calmado, en apariencia, con la retirada de la reforma, pero que sigue latente.

En 2016,  bajo la presión de la comunidad internacional, Jordania creó el Jordan Compact, un acuerdo cuyo objetivo era proporcionar 200.000 permisos de trabajo para la población siria en su territorio. A finales de 2017, se habían emitido 46,000, así que la mayoría sigue viviendo de la escasa ayuda humanitaria y de trabajos ilegales, de bajo salario, que están colapsando el mercado laboral local.

Por otro lado, los servicios sociales jordanos no dan abasto y las dificultades exacerban las tensiones. Desde marzo, después de que el gobierno derogara las ayudas, las familias refugiadas tiene que pagar las tasas oficiales para acceder a lo servicios de salud, como cualquier otro extranjero, una decisión que está teniendo un impacto grave en la salud en general y en los servicios de Salud Sexual y Reproductiva de las mujeres en particular. Ya en 2017, un 17% las mujeres sirias tuvo problemas para recibir atención prenatal, frente al 9% del año anterior y disminuyó también el número de partos atendidos de manera gratuita en los hospitales públicos (tan solo un 30%). Con una media de ingresos de 260 euros,  hoy unos 110 euros se gastan en la atención médica.

Este es el contexto en el que la violencia de género y sexual está en alza. Una investigación de Alianza por la Solidaridad reveló que una de cada tres refugiadas en Jordania y Líbano sufren violencia de género y hasta un 10% agresiones sexuales desde que abandonaron sus hogares. Son violencias que se han incrementado desde 2011. Layla Haffa recuerda que es importante empoderar económicamente a las mujeres si se quiere mejorar su situación  y reducir su vulnerabilidad.

Pero no puede hacerse sin un flujo de ayuda internacional que permita mantener los programas de asistencia humanitaria y de desarrollo, tanto para los refugiados sirios como para los más necesitados entre el pueblo jordano. Las ONG internacionales y locales están tratando de paliar el impacto de un conflicto y un postconflicto que es y será demasiado prolongado, pero los llamamientos de Naciones Unidas a los países no tienen la respuesta deseada. En mayo de 2018, apenas se ha recogido el 54% de lo solicitado a nivel general (el 57% en el caso de Jordania) para atender a esta crisis humanitaria, según datos OCHA (Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU).

Es necesario recordarle al mundo que los jordanos se están «rebelando» contra las presiones económicas dictadas por el FMI o el Banco Mundial, mientras hacen frente a más de un millón personas huidas de la guerra en Siria. Y es necesario subrayar que sin ayuda ‘están solas’, como recuerda la campaña de Alianza por la Solidaridad. https://www.alianzaporlasolidaridad.org/campanas/sin-tu-ayuda-las-refugiadas-sirias-estan-solas

Rosa M. Tristán; es periodista y colabora con Alianza por la Solidaridad. 

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