Me niego a ser asesinada en nombre del amor

Por Mercedes Hernández y Magda Lasheras

El amor romántico daña gravemente la autonomía de las mujeres y es, en la gran mayoría de los casos, la antesala del feminicidio. Que el amor romántico mata es una afirmación que no admite matices, así lo demuestran las cifras: más de 60.000 mujeres son asesinadas cada año, según la Declaración de Ginebra, y su asesino es, en al menos el 50% de los casos, su pareja o un miembro de su propia familia (UNODC).

El 24 de noviembre pasado, con motivo del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, cinco mujeres vestidas de novia recorrieron la Gran Vía de Madrid con ‘sus’ corazones encerrados una jaula, en una performance que, desde la Asociación de Mujeres de Guatemala AMG, titulamos «Atrapadas. Del amor romántico al feminicidio». A pesar de que sus semblantes no inspiraban ternura alguna y aunque hubo cientos de interacciones como: «¡Qué fuerte, llevan el corazón enjaulado!” También hubo otras reacciones, las menos, pero muy significativas, del tipo: «¡Qué guapas!», «¡Vivan las novias!» y otras evidentes muestras de ilusión. A pesar de las jaulas. A pesar de la dureza e incluso angustia en los rostros de las performers.

Detalle de la performance «Atrapadas. Del amor romántico al feminicidio» organizada por la Asociación de Mujeres de Guatemala AMG. Autora: Mónica García

Esa ilusión es nuestra jaula. «El amor y las mujeres son los fundamentos. Examínalos y amenazarás la estructura misma de la sociedad», decía ShulamithFirestone en La dialéctica del sexo, uno de los textos fundacionales de la teoría feminista. De hacerlo, quizá podamos penetrar la bruma de esa ilusión, atreviéndonos  a confrontar nuestros propios anhelos, nuestro deseo tras el compás de ese conjunto de mandatos llamado amor romántico.

¿Qué hay de romántico en el amor? A sangre, literalmente, y fuego, se ha romantizado la renuncia: romántico es dejarse llevar; dejarse arrastrar; no poder pensar en otra cosa que no sea en los deseos de ese otro; anteponer sus necesidades, ritmos y opiniones a las nuestras. De románticos incluso nos han pintado los celos, ese no querer ser sino para esa persona, querer que esa persona no sea sino para nosotras. Romántico nos ofrecen el control y dejarse controlar. Perderse. Romántica es también la entrega: complacer, donarse, entregar el cuerpo en la cama y en la casa, en el sinfín de los cuidados. Convertirse en mujer-madre, en madre-esposa y no esperar nada a cambio. Ya lo dijo Anna G. Jónasdóttir: “Así, los hombres pueden apropiarse continuamente de la fuerza vital y la capacidad de las mujeres en una medida significativamente mayor que lo que les devuelven de ellos mismos… Si el capital es la acumulación del trabajo alienado, la autoridad masculina (frente a la influencia de las mujeres) es la acumulación del amor alienado”.

Detalle de la performance «Atrapadas. Del amor romántico al feminicidio» organizada por la Asociación de Mujeres de Guatemala AMG. Autora: Mónica García

“Vivimos en una sociedad donde el amor romántico o apasionado se ha convertido en la base predominante de la vida doméstica y social y donde las relaciones de pareja son dotadas de una gama de significados sin precedentes respecto a nuestros deseos de identidad personal, realización emocional, satisfacción sexual y seguridad existencial…” (Langford, 1999). El  enemigo no es el amor, sino ese tipo de amor que nos empuja a querer al enemigo. Esa clase de amor en la cual nos aferramos a la idea de esa única persona como el hogar, la seguridad, el sustento… la jaula. Esa idea romántica del amor que nos desposee de nuestro cuerpo y de nuestro juicio, que nos aprisiona y aliena, que nos mata.

Contra nuestras ejecuciones físicas o simbólicas, Firestone nos conminó a poner a una revolucionaria en cada dormitorio porque así sería imposible no transformar el statu quo. Lo sabemos hoy más que nunca, en una era que Eva Illouz ha bautizado como de la «mercantilización de las emociones», y no está de más asumirlo como mantra, si queremos realmente re-significar aquél otro largamente adoptado sobre que “lo personal es político”: la revolución empieza por los afectos. Y nada hay más revolucionario que reorganizarnos como centro de nuestros deseos, amarnos a nosotras mismas por encima de todo. Abrir nuestra afectividad a una red diversa que sí sustente nuestras necesidades sociales. Compartir con todas esas personas los cuidados, abrir puertas y ventanas, sí, pero también renovar cerraduras y alarmas para proteger nuestro espacio, ese en el cual jamás volver a sentirnos atrapadas. Para proteger nuestra vida. Para nunca más ser asesinadas en nombre del amor.

Este post forma parte de una serie de entradas creadas específicamente por diversas expertas, en el marco de la campaña #MeNiegoA  de Oxfam Intermón.  Tienen como objetivo sensibilizar y generar debate acerca de la gravedad de las violencias machistas en nuestra sociedad durante los 16 Días de Activismo contra la violencia de género.

Mercedes Hernández es la directora de la Asociación de Mujeres de Guatemala (AMG) y Magda Lasheras responsable del Área de Comunicación de la Asociación Mujeres de Guatemala.

2 comentarios

  1. Dice ser Dos mujeres

    Entro para ver quién ha escrito el artículo: claro, dos mujeres.
    ¿Creen ustedes que los hombres quieren ser puteados en su matrimonio «en nombre del amor»?
    Porque cada uno utiliza su fuerza: el hombre, la fuerza física; la mujer, la astucia.
    Pero ya se está admitiendo que «putear» a tu pareja no es violencia porque no deja huellas físicas. Las que deja son mucho más difíciles de curar que las físicas.
    Y de esto se dan cuenta muchas mujeres cuando sus hijos varones comienzan a sufrirlo en manos de sus esposas/parejas.
    Por último, espero que este comentario claramente en contra de la opinión de la mayoría de mujeres no sufra las consecuencias de la censura de este panfleto.
    Gracias.

    21 diciembre 2017 | 10:22

  2. Dice ser Otra mujer

    Para al comentario de «dos mujeres»:
    Claro que nadie quiere ser puteado en nombre del amor. El hombre que se sienta así lo mejor que puede hacer es huir de esa relación, dejarla.
    El maltrato psicológico deja huellas difíciles de borrar, pero nadie sufre matrato físico sin haber sufrido antes psicológico. Y durante. Y después.
    Y claro que muchas suegras piensan que sus nueras son malas. Y muchos suegros piensan que sus yernos son unos gañanes que no merecen a sus hijas. Y eso no quiere decir que sea verdad: es amor de madre/padre

    21 diciembre 2017 | 15:49

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