Berta Zúñiga Cáceres y la lucha contra el ‘desarrollo’

Por Cristina Niell

¿Puede una comunidad, apelando a su cultura ancestral, a su legado, luchar contra el desarrollo? Esta es la pregunta que surge cuando una escucha a la hija de Berta Cáceres, la activista hondureña que fue asesinada el pasado 3 de marzo tras haber dirigido la lucha contra un proyecto hidroeléctrico en el río Gualcarque, en el corazón de la comunidad lenca. Una comunidad donde las mujeres, tradicionalmente han participado activamente en su defensa.

Berta Zúñiga Cáceres recibe el premio Joan Alsina en Barcelona esta semana. ©Casa Amèrica Catalunya/Cristina Rius.

Berta Zúñiga Cáceres, hija de Berta Cáceres, recibiendo el premio Joan Alsina de Derechos Humanos que otroga la Casa Amèrica Catalunya en nombre de la organización COPINH. ©Casa Amèrica Catalunya/Cristina Rius.

Berta Zúñiga Cáceres, siguiendo los pasos de su madre y con apenas 25 años, habla de cómo una región, un país se transforma por el peso de las nuevas ciudades; ciudades dedicadas a la generación de energía; ciudades madereras que talan y exporta; ciudades de maquilas, ciudades privatizadas dedicadas al turismo… Ciudades que para ella no son un foco de riqueza sino una fuente de saqueo y expolio, que son el motivo de ‘las luchas territoriales que los pueblos indígenas llevamos contra el modelo de desarrollo extractivista que en nada beneficia a la comunidad’.

¿Pero esas nuevas ciudades, no son el desarrollo? ¿No van a repercutir en el bienestar del país y de la propia comunidad? ¿No son una apuesta por el bien común? Responde Berta Zúñiga Cáceres con otra pregunta, una pregunta que ha hecho a las compañías que financian y participan en el proyecto hidroeléctrico que afecta a la comunidad lenca: ‘¿Si su proyecto es tan bueno, por qué han muerto tantas personas por él?’

Sobre la mesa y sobre la conciencia de quienes impulsan el proyecto hidroeléctrico de Aguas Zarca en el río Gualcarque, la empresa hondureña Desarrollos Energéticos y, actualmente, financieras de Holanda y Finlandia y empresas proveedoras alemanas, hay, además de planos y presupuestos, los cuerpos de 5 activistas del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (COPINH); entre ellos el de Berta Cáceres. Porque este desarrollo se impulsa bajo el paraguas de un Gobierno impuesto tras un golpe de Estado, en 2009, y amparado por una ley de aguas que deroga la anterior normativa que prohibía los proyectos hidroeléctricos en zonas protegidas. También porque se ha hecho, según los activistas del COPINH, sin consultar ni informar a quienes afecta, el pueblo lenca, y consiguiendo el consentimiento de los muertos y de los vivos. De estos últimos, en ocasiones bajo presión y amenazas.

Cuando el desarrollo es para el bien común, ¿ha de ser para el 100% de la población? ¿O nos conformamos con el 90%, el 80%…? ¿A qué porcentaje de personas estamos dispuestas a dejar al margen? ¿Y qué quiere decir dejarlas al margen, que pierdan sus orígenes y sus medios de vida? ¿Qué les ofrece este desarrollo a cambio?

´Hay que tomar partido −dice la hija de Berta Cáceres− porque no queremos que las instituciones nos den más el pésame‘.

Hay que tomar partido, si desde una visión romántica de la vida creemos que poblaciones como los lencas no pueden perder sus orígenes. O si, convencidos de la necesidad de desarrollo, creemos que este no puede dejar a nadie al margen. Para los románticos, la lucha de Berta Cáceres sigue. Para los fans del desarrollo: aseguremos que no sea injusto.

Cristina Niell trabaja en Oxfam Intermón. Tiene una vida sin emoción y disfruta oyendo, leyendo y escribiendo historias de otros.

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