La mitad del poder, o el encanto de la normalidad

Por María Solanas Cardín María Solanas

En su libro “El fin del poder, Moisés Naím defiende que el poder tradicional está sufriendo una transformación profunda, de manera que avanzamos hacia un mundo nuevo en el que ‘el poder está más repartido, es cada vez más difícil de ejercer, más fácil de perder, y más fácil de conseguir’. En definitiva, los líderes actuales tendrían menos poder que sus predecesores, y lo compartirían con nuevos “micropoderes”. Su sugerente tesis afirma que el poder está cambiando de manos: de los actores estatales a los no estatales; de las grandes corporaciones a los emprendedores; de los ejércitos a las guerrillas; de las potencias tradicionales a los países emergentes. Y de los hombres a las mujeres.

Michelle Bachelet en su época como Directora Ejecutiva de ONUMujeres. Imagen: UN Photo/Maria Elisa Franco

Michelle Bachelet en su época como Directora Ejecutiva de ONUMujeres. Imagen: UN Photo/Maria Elisa Franco

Dejando aparte la ironía que representa que sólo cuando el poder es menos fuerte y menos duradero -según la tesis de Naím- se esté produciendo ese nuevo reparto al que están accediendo las mujeres, no cabe duda de que, en los últimos años y con ritmo desigual, las mujeres han ido llegando al poder político, además de al económico.

La candidatura de Hillary Clinton a la presidencia de EEUU -que tendrá que disputar primero en el seno del Partido Demócrata- encarnaría esta tendencia. Según los análisis al respecto de sus opciones para ganar la candidatura y, eventualmente, la presidencia, ser mujer no representa una barrera para su elección. Lo que hasta hace poco tiempo no era posible imaginar, empieza a tomar visos de normalidad.

Algunos ejemplos recientes: las elecciones a la presidencia de la República de Chile, cuya segunda vuelta tuvo lugar el 15 de diciembre de 2013, fueron disputadas, por vez primera, por dos mujeres (Michelle Bachelet y Evelyn Matthei). En febrero de 2014 la prestigiosa economista Janet Yallen fue nombrada presidenta de la Reserva Federal de EEUU, elección que se calificó de hito histórico, al ser la primera mujer en el cargo en los 100 años de historia de la FED.

En la misma línea podemos enmarcar las iniciativas que promueven la elección, en 2016, de una mujer como Secretaria General de las Naciones Unidas, que sería la primera tras 70 años de historia de la organización. Como recuerda una de las organizaciones impulsoras de esta propuesta, Igualdad Ya, el puesto ha venido rotando para que todas las regiones geográficas tengan su “turno” (desde 1945 ha habido 3 secretarios generales europeos, 2 africanos, 2 asiáticos, y 1 latinoamericano, ninguno de ellos mujeres). Igualdad Ya presenta una lista de candidatas excelentes, entre las que se incluye a la neozelandesa Helen Clark, Administradora del PNUD; la mexicana Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de CEPAL; o la Directora de ONU Mujeres, la sudafricana Phumzile Mlambo-NGcuka, entre otras.

Junto a la tendencia de cambio de manos del poder a las mujeres que identifica Naím, hay aún mucho camino por recorrer. Según el Mapa Mujeres en la Política 2015 elaborado por la Unión Interparlamentaria y ONU Mujeres, en enero de 2015 había 10 mujeres Jefas de Estado (de un total de 152, es decir, el 6,6%) y 14 Jefas de Gobierno (de un total de 193, es decir, el 7,3%), lo que no representa avance frente a los datos, muy similares, de 2014. Seguirá tomando tiempo, y políticas activas que consoliden esta tendencia, que el 50% de la población acceda a los espacios de responsabilidad política en el poder ejecutivo, tanto nacional como en el ámbito de las organizaciones internacionales.

Tras 35 años, el Parlamento Europeo está a punto de alcanzar la paridad de género (no más del 60% ni menos del 40%) con un 37% de mujeres en esta legislatura, pero la Comisión Europea, que se había comprometido a aumentar el número de mujeres, está aún lejos, y sólo ha logrado mantener la misma proporción que en su período anterior, esto es un 32% (9 mujeres y 19 hombres). Federica Mogherini, la Alta Representante para la Política Exterior, junto con Kristalina Georgieva, son las dos únicas que ocupan vicepresidencias.

La visibilidad de una mujer contribuye a la visibilidad de todas las mujeres. Pero la de mujeres como Michelle Bachelet, Yanet Yellen, o Hillary Clinton representa un paso más. Ser mujeres no constituyó una barrera, aunque, por su carácter excepcional, en todos los casos se subrayó que lo eran. La próxima vez, que no será ya la primera, es posible que podamos disfrutar del natural encanto de la normalidad.

María Solanas es Coordinadora de Proyectos en el Real Instituto Elcano. Privilegiada en los afectos, feliz madre de una hija feliz.

4 comentarios

  1. Dice ser Antonio Larrosa

    Señoras, no se lo tomen a mal pero yo creo (Y así lo expongo) que ese señor tan sabio esta completamente equivocado y que mientras mas poder alcanzais la mujeres peor estamos.

    Clica sobre mi nombre

    01 junio 2015 | 07:41

  2. Dice ser jorge guias

    Hay que empezar educando a las generaciones presentes y venideras. Las redes sociales es aun un mal ejemplo de ello…

    01 junio 2015 | 09:27

  3. Dice ser Tobor

    Yo me temo todo lo contrario: que el poder sigue estando en manos de las grandes corporaciones, que han tomado el Estado, que su poder es cada vez mayor y reside cada vez en un número menor de personas. Pero sí coincido en que debemos luchar por lo opuesto: por repartir el poder, arrebatándoselo a quienes lo tienen y repartiéndolo entre todos por igual.

    01 junio 2015 | 12:15

  4. Dice ser Ioputa

    Me parece bien que las mujeres tengan hoy más poder o, mejor dicho, más influencia y representación en un mundo antaño patriarcal, autoritario y excesivamente masculinista.

    El problema es qué entendemos por «poder» y por su influencia social. ¿Poder femenino es que una mujer ocupe necesariamente los puestos de liderazgo (que requieren un carácter muy activo, duro, a veces incluso autoritario en el buen sentido) ocupados tradicionalmente por hombres, o más bien que su presencia en los estamentos laborales y políticos sirva para compensar y atemperar ese «salvajismo» masculino? ¿Crear un mundo mejor, donde la mujer acabe con el machismo y la feminidad complemente la masculinidad, es un mundo donde la mujer desempeña las mismas funciones de los «machos alfa» imitando su personalidad y su universo competitivo?

    No se trata tanto, creo yo, de que las mujeres imiten a los hombres como de que la sensibilidad femenina tenga un papel tan importante en los destinos del mundo como la sensibilidad masculina. Esto no se logra simplemente sustituyendo a hombres por mujeres en puestos de gran responsabilidad directiva.

    De hecho, yo pienso que cuanto más se empeña una mujer en imitar los estereotipos masculinos peor y más autoritario es el ejercicio de su liderazgo. Se «desfeminiza».

    Por tanto el acceso de la mujer a nuevas cotas de poder es justo y deseable en sí mismo, pero puede ser un arma de doble filo, así que cuidado.

    01 junio 2015 | 17:46

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