La insoportable vulnerabilidad

Por Alejandra Luengo Alejandra Luengo

Hace unos días distintos medios de comunicación se hicieron eco de la presentación del décimo Boletín sobre vulnerabilidad Social de Cruz Roja Española que tenía como protagonistas a las mujeres en edad activa que se habían atendido por la organización en el programa de vulnerabilidad social (40.304 mujeres). Para el estudio se tomó una muestra de 1.051 de esas mujeres, de entre 18 y 65 años de edad, de las que casi la mitad eran españolas y más de un 57% extranjeras.

 

Día de lluvia en Madrid. Imagen de Sergio Perea.

Día de lluvia en Madrid. Imagen de Sergio Perea.

Como todos los datos estadísticos se pueden ver en el vídeo adjunto y en el informe, no me voy a centrar en dicho aspecto, sino en las madres, hijas, hermanas, amigas, compañeras, ciudadanas que se encuentran en una situación inquietante de vulnerabilidad social. Si ya de por sí el ser mujer supone enfrentarse a numerosos obstáculos sociales, culturales y económicos cotidianos, las mujeres que son atendidas por parte de dichos programas en Cruz Roja se encuentran ya habiendo rebasado la línea de vulnerabilidad, y por qué no decirlo, de la marginación, que como me decía un día un trabajador social: “es una rueda donde es fácil caer y muy difícil salir”.


Por mi trabajo atiendo a numerosas mujeres que pertenecen a familias donde hay una situación de riesgo o desamparo de un menor. Voy a traer aquí una realidad de una mujer que hace unos meses tuve que atender: Beatriz, una mujer de otra ciudad que vive en Madrid desde hace dos décadas. Una mujer de cuarenta y tres años que fue administrativa durante años en una empresa de máquinas fotocopiadoras. Tras tener dos hijos y cuidar de ellos en su infancia decidió separarse de su marido por la violencia verbal y el control que ejercía sobre ella. Tras pocos años el marido se quedó en paro y alegó su situación para no pasar ninguna cantidad por ninguno de los hijos, ni pagar la hipoteca. Ella siguió trabajando, asumió todos los gastos, y tirando adelante mejor o peor hasta que la empresa cerró cuatro años atrás. Buscaba trabajo y no encontraba, la prestación por desempleo le duró un año y no llegaba a cubrir gastos. Dejó de pagar la hipoteca, y solicitó una ayuda de los servicios sociales que no deja de ser limitada e insuficiente. Su ex pareja consiguió trabajo y pidió la custodia de sus hijos, alegando no perder la vivienda y un mejor cuidado de los menores. Ella, viendo la situación de precariedad y la enorme dificultad de encontrar empleo de administrativa o de cualquier cosa, accedió y se buscó una habitación en un piso compartido. Se hundió anímicamente. Pasaba horas metida en la cama sin saber qué hacer, pues no tenía ningún apoyo con el que contar. Consiguió alguna casa donde limpiar y con eso podía comprar algún capricho de comida cuando sus hijos iban a pasar tiempo con ella. Actualmente Beatriz trabaja cuidando a dos personas mayores pero sigue viviendo pendiente de un hilo y con una situación de dependencia y precariedad. Echa de menos a sus hijos, de doce y catorce años y espera poder volver a vivir con ellos en algún momento, o por lo menos que puedan pasar más tiempo con ella, ya que la habitación donde vive no permite a los niños pernoctar.

He conocido también mujeres que se encontraban solas en España y han entregado la tutela de sus hijos a la Comunidad de Madrid porque no podían hacerse cargo de los gastos y del cuidado de los menores. Madres que no podían pagar el transporte y se llevaban a las niñas andando largas distancias, con neveras vacías, por supuesto sin calefacción, con muchísima ansiedad, deprimidas, estresadas y cargadísimas.

Y es que imaginemos vivir en un hogar cuyos ingresos son inferiores a 450 euros mensuales, pues tres de cada cuatro mujeres atendidas en el programa de vulnerabilidad social lo hacen. Inviable pagar hipoteca, alquiler, calefacción o aspectos que nos resultan básicos. También hay otras muchas mujeres que pertenecen a hogares que no superan los 676 euros al mes, la situación sigue sin permitir salir de la pobreza y menos si hay personas que están a su cargo.

Toda esta precariedad se ceba en la franja de mujeres que tienen entre 25 y 49 años. Precariedad laboral (la mayor parte en el servicio doméstico y cuidado de personas), desempleo, sobre todo de larga duración, son factores claves dentro de la vulnerabilidad de estas mujeres. Muchas de ellas consideran que han perdido su empleo por los embarazos o tener hijos pequeños. Casi la mitad dejaron los estudios para trabajar (sobre todo las españolas), aunque hay licenciadas que se encuentran inmersas en este espacio de vulnerabilidad, trabajaron anteriormente y en un momento dado se vieron expulsadas del mercado laboral y con pocas garantías de volver a sus niveles anteriores. Como muchas de ellas dicen; ‘busco de cualquier cosa…’

Por desgracia un gran número no puede conciliar su vida personal y laboral cargando ellas solas con la responsabilidad familiar del trabajo doméstico y del cuidado de los hijos, pero encima un 34% tienen a personas dependientes a su cargo (mayores, con discapacidad, enfermedades, etc). En resumen, las familias monomarentales son especialmente vulnerables a padecer pobreza y riesgo social ya que el que dos adultos puedan hacerse cargo de la situación familiar y económica que viven reparte tensión y responsabilidad, aunque ésta no sea al cincuenta por ciento.

Uno de los factores de riesgo que creo que es más relevante y así se destaca en el informe es el aislamiento social que tienen estas mujeres; o bien por ser inmigrantes y no tener redes de apoyo, o por tener que estar cuidando  a un familiar dependiente, o por esa falta de tener un espacio personal de ocio y cuidado, etc., Son aspectos que implican que la mujer tenga que soportar una carga tremenda sobre su persona en soledad; los hijos pueden dar más o menos fuerza para luchar, pero no dejan de ser fuente de responsabilidades.

Con toda esta situación por supuesto el estado anímico se ve afectado, derivando o no en sintomatología física: migrañas, anemias, dolor en articulaciones, tensión que soportarán  mejor o peor y psíquica como depresión, ansiedad. Lo grave de todo esto es que en el caso de estas mujeres ni siquiera se pueden permitir dedicarse tiempo para sí, y el nivel de autocuidado es muy bajo, fortalece entonces la sintomatología. Al final al vivir en esa situación de vulnerabilidad permanente más o menos extrema refuerza todas estas muestras de angustia, estrés, tristeza, malestar, sensación de impotencia e incluso agresividad. Frecuentemente toda esta situación se acaban tratando de tapar con antidepresivos, analgésicos y ansiolíticos ya que un médico de cabecera que atiende a una persona que presenta una situación tan dramática se encuentra sin respuestas que dar. Poder acceder a un trabajo digno, justamente remunerado, ayudas sociales , económicas y aborales en los casos de personas cuidadoras son realmente las armas más potentes para luchar contra estas situaciones en cualquier lugar del mundo.

Alejandra Luengo. Psicóloga clínica,  combino la atención psicológica en servicios públicos con la consulta privada. Creo firmemente que se pueden cambiar las cosas y en esa dirección camino. Autora del blog unterapeutafiel.

1 comentario

  1. Dice ser miguelon

    basta ya de victimismo por favor…eso de los obstaculos sociales culturales y economicos por ser mujer…eso podia ser antes,pero ahora?obstaculos economicos,por que?acaso las cosas son mas caras para vosotras?al contrario…seguros mas baratos,discotecas gratis…y lo de los sueldos que os creeis que solo vosotras cobrais poco,trabajo en una mensajeria sabes cuanto pone en mi nomina que cobro?860 euros con extras incluidas…quita el prorrateo de la extra y veras en lo que se queda…por hacer 11 horas muchos dias sin parar…la que esta limpiando escaleras que hubiese estudiado…y te recuerdo que los trabajos mas duros,inhumanos y arriesgados los realizan los hombres,aunque esa noticia nunca salga.fijate que yo pienso todo lo contrario,una mujer lo tiene mucho mas facil…sobre todo si es mona y un poco escotada,solo hay que saber explotarlo como muchas hacen,saludos.

    20 marzo 2015 | 15:51

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