Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

Entradas etiquetadas como ‘yihadistas’

«Dos mujeres sin odio», en El País. ¡Enhorabuena, Pablo!
Etarras, en El Mundo, corrupción del PP, en El País

La lectura de este reportaje, en El País de hoy, me ha hecho olvidar el análisis comparativo de las portadas y me ha reconciliado con mi profesión de periodista, tan desprestigiada por los propagadores interesados del odio.

Prefiero que lean a Pablo Ordaz. Dejo mis comentarios para otro día.

¡Enhorabuena, Pablo!.

REPORTAJE

Dos mujeres contra el odio

La madre del etarra De Juana fue cuidada antes de morir por la viuda de un comandante del Ejército asesinado por ETA

PABLO ORDAZ – San Sebastián en El País

– 11/02/2007

Todas las tardes, dos mujeres mayores se sientan frente a frente en el salón de un piso del barrio de Amara de San Sebastián. Son vecinas y consuegras. Una de ellas le va dando con una cucharilla y mucha paciencia un yogur de café a la otra, enferma de Alzheimer. La primera es viuda de un comandante asesinado por ETA en 1977. La segunda es la madre del terrorista Iñaki de Juana Chaos.

Madrid otorgó en 1977 a De Juana un diploma por su «valiente lucha» contra un incendio

El padre del terrorista hizo la guerra con las tropas de Franco y ganó cuatro medallas

La escena se repite cada día durante el último año y medio hasta que, el 27 de enero, Esperanza Chaos Lloret muere. Tenía 83 años y había nacido en Tetuán, donde su padre, un militar del Ejército español, estaba destinado entonces. Luego se casaría con un médico, Daniel de Juana Rubio, oriundo de Miranda de Ebro (Burgos), que también hizo la guerra como teniente asimilado en las tropas de Franco, por lo que fue condecorado con una medalla de campaña, dos cruces rojas y una cruz de guerra. De todo ello da fe un carné de Falange Española y de las Jons expedido el 16 de octubre de 1943 donde aparece sonriente a sus 35 años. Daniel de Juana y Esperanza Chaos tuvieron dos hijos, Altamira y José Ignacio, que nacieron y se criaron en una casona de Legazpia donde el doctor pasaba consulta a los trabajadores de Patricio Echeverría, una de las principales acerías de Guipúzcoa. La vivienda estaba al lado de la casa cuartel de la Guardia Civil y por las tardes José Ignacio jugaba al fútbol con los hijos de los guardias.

-Soy Chacho, hola mamá.

Durante las dos últimas décadas, unas veces los lunes y otras los miércoles, el terrorista Iñaki de Juana Chaos, encarcelado en las prisiones más alejadas de Euskadi por asesinar a 25 personas -entre ellas 17 guardias civiles-, empleaba esa fórmula, casi siempre la misma, para iniciar la conversación con su madre. Los cinco minutos reglamentarios de charla versaban sobre cuestiones banales, el tiempo o un jersey verde que el terrorista quería que su madre le hiciera llegar, pero jamás hablaban de política y mucho menos de ETA. Sencillamente porque Esperanza Chaos, a la que en familia llamaban Nina, nunca justificó los crímenes de su hijo ni formó parte del colectivo de apoyo a los presos de ETA. Tampoco llegó a saber jamás qué o quiénes influyeron en él para que, a principios de los 80, abandonara su trabajo en la Ertzaintza y se fugara a Francia.

Cuentan personas que la quisieron mucho que Esperanza se cayó redonda al suelo el 16 de enero de 1987 cuando le contaron que a su hijo lo acababan de detener en Madrid. La fotografía que al día siguiente vio publicada en los periódicos no se parecía en nada a las que de él guardaba en el álbum familiar. En ellas aparece de corbata en el bautizo de su sobrina o jurando marcial la bandera española tras el periodo de instrucción en Alcalá de Henares. Nada en la trayectoria del hijo hacía presagiar un futuro cercano a ETA. Más bien al contrario. Cuando De Juana regresó del servicio militar llevaba consigo un diploma, expedido por el Ayuntamiento de Madrid el 27 de mayo de 1977, en reconocimiento por su valiente lucha contra un incendio que sufrió la capital entre el 15 y el 20 de abril de aquel año. Más tarde, ingresó en la segunda promoción de la policía autonómica vasca. «Aún faltaban unos años», recuerda un familiar, «para que De Juana, muy propenso siempre a los amoríos, se ennoviara con una enigmática mujer llamada Helena y residente en Bayona».

El caso es que Esperanza Chaos jamás volvió a ver a su hijo en libertad. Ya por entonces viuda, inició una difícil carrera por mantener viva su relación con su hijo al tiempo que rechazaba una y otra vez las invitaciones para integrarse en el colectivo de apoyo a los presos de ETA. La madre del terrorista más famoso recorrió más de 300.000 kilómetros en coche -le aterrorizaba el avión- para ver a su hijo preso. Su llegada a las distintas cárceles, según recuerdan funcionarios de prisiones, nunca pasó desapercibida. «Venía como a una boda, con anillos y collares, elegante y alegre, siempre educada y cordial con nosotros, nada que ver con el carácter frío ni la mirada agresiva del hijo ni mucho menos con la actitud desafiante de la mayoría de los familiares de presos de ETA». En una ocasión, un guardia civil, aun sabiendo a quién iba a visitar, se atrevió a pegar la hebra con ella.

-De Tetuán, ¿eh? O usted es hija de funcionario o de militar.

-De militar, agente.

-Pues permítame que la acompañe.

La última vez que vio a su hijo fue el 7 de julio de 2005, en la cárcel madrileña de Aranjuez. Esperanza ya apenas podía caminar. Había seguido manteniendo la costumbre de mandarle 150 euros mensuales, que rebañaba con trabajo de su pensión, e incluso llegó a hablar con un taxista de San Sebastián para que fuera a recogerlo en cuanto obtuviera la libertad. Pero entre las nieblas del Alzheimer y una mano oportuna que apagaba la televisión en el momento justo, Esperanza se fue alejando de la realidad de su hijo en huelga de hambre.

Las dos ancianas están sentadas frente a frente. Una se quedó viuda el 2 de enero de 1977, a las ocho y media de la mañana. Tres pistoleros de ETA se apostaron frente a su marido, el comandante del Ejército José María Herrera, y lo acribillaron con disparos de metralleta en la misma puerta de su casa. Pasado el tiempo, el hijo del militar se casó con una muchacha llamada Altamira de Juana. La anciana enferma es precisamente la madre de Altamira y de Iñaki de Juana Chaos.

Lo que une a estas dos mujeres, más allá de la familia o incluso de la fatalidad de una vida marcada por ETA, es el interés común, tácito, de que el odio no prolongue el trabajo de las pistolas. El País Vasco también está lleno de historias así. Madres de hijos que matan y mujeres de hombres que mueren tejiendo una red invisible de afecto imposible de fotografiar, indetectable para el radar de los telediarios.

Al día siguiente del fallecimiento de la madre del terrorista, las asociaciones vinculadas a los presos de ETA publicaron en Gara hasta 10 esquelas en su memoria. Una de ellas aparecía firmada por «Helena», la enigmática mujer de Bayona. En todas se refieren a Esperanza Chaos como «la madre de un preso político vasco». Tal vez ignorando, o tal vez no, que la única familia política de Esperanza Chaos era, lo que son las cosas, la viuda de un militar asesinado por ETA.

FIN

Etarras, en El Mundo; «Yihadistas», en El País

Manjón: «Alguien está intentando prender una mecha guerracivilista»

EL PAÍS – Madrid – 11/02/2007

Dos de las asociaciones de víctimas surgidas a raíz de los atentados del 11 de marzo de 2004 coincidieron ayer en expresar su confianza en la Justicia para llegar hasta el final y depurar las responsabilidades penales por los 192 asesinatos, incluido el geo Francisco Javier Torronteras. En entrevistas separadas publicadas por Efe, las presidentas de la Asociación 11-M Afectados de Terrorismo, Pilar Manjón, y de la Asociación Ayuda a las Víctimas del 11-M, Ángeles Domínguez, presentan distintas actitudes ante el juicio, sobre todo en lo que respecta a la calidad de la investigación y la posible implicación de ETA en la matanza.

Manjón sostiene que «alguien está intentando manipular» el juicio «prendiendo una mecha casi guerra-civilista». Manjón afirma que confía en la Justicia: «Si no, me hubiera ido al viaducto y me hubiera tirado. Ya no tengo nada que perder. Y tampoco tengo prisa. Si hubiera dejado de confiar en la Justicia no habría estado siguiendo este sumario día a día y soportando lo que en esta asociación se soporta». De la misma forma, Domínguez responde: «Es lo único que me queda, confiar en la Justicia».

En cuanto a las dudas sembradas por el PP y sus medios afines sobre la posible conexión de ETA con la matanza, Manjón se limita a decir que «quien tenga las pruebas de la implicación de ETA, que las aporte». En este sentido, considera que «alguien aquí está jugando a que cuanto peor mejor. Socialmente se percibe una crispación (…) Desde medios de comunicación hasta partidos políticos, políticos concretos».

Carencias del sumario

Manjón, que perdió un hijo en el atentado, no cree que haya «puntos oscuros» en el sumario, pero sí considera que faltan cosas por saber: «Satisfechos del todo no estamos, nos falta por encontrar a los inductores, nos falta por encontrar a quien pagó el atentado y se está deteniendo a gente permanentemente. Esto no se ha terminado de investigar, ni nosotros lo pretendíamos. El resto, poquito a poco, ¿qué prisa tenemos ya?».

Domínguez sí pone en duda que el sumario haya investigado todo lo necesario: «Se han vertido diferentes informaciones y no entiendo por qué no se investigan. Lo que no se puede es tener dudas. Hay que investigar todas las posibles vías». Preguntada expresamente por la implicación de ETA, responde: «Ni la descarto ni la incluyo. Yo lo único que puedo decir es que los que están ahora en la cárcel no están capacitados. Yo no digo que no hayan participado como mano de obra, pero son personas sin cualificar, son delincuentes comunes, son traficantes de droga…».

Ambas son preguntadas si se sienten manipuladas políticamente como víctimas del terrorismo. Manjón es tajante: «Jamás, por nadie, ni tampoco lo van a conseguir». Domínguez, por su parte, responde: «Yo sí que me he sentido manipulada, se nos ha utilizado de alguna forma, no en beneficio nuestro, sino a nivel político».

FIN

La sociedad dividida

Santos Juliá en El País

11/02/2007

Por vez primera, la sociedad aparece partida ante el terrorismo

YA LO HAN CONSEGUIDO, ya han logrado que la sociedad aparezca partida en dos. La ocasión de visualizarlo no podía ser más propicia: manifestar en la calle la repulsa contra ETA. Contamos con una larga tradición de manifestaciones contra el terrorismo: aquella, tan lejana aunque no han pasado más de treinta años, que reunió en el centro de Madrid a quienes, desafiando el miedo y la pesadumbre, salieron a la calle a despedir los cadáveres de los abogados laboralistas asesinados por la ultraderecha; aquella otra, enorme, bajo la única bandera de las manos blancas que trajeron los estudiantes de la Autónoma cuando los de ETA mataron a su profesor Francisco Tomás y Valiente; y aquella, emotiva y unitaria, de la incredulidad y la rabia contenida por el asesinato de Miguel Ángel Blanco; y en fin, aunque ya se veía venir que en el futuro las cosas serían de otra manera, la convocada por el Gobierno del PP en solitario, pero aceptada por toda la oposición, que salió a la calle en protesta por el atentado islamista del 11 de marzo de 2004.

Los muertos eran gentes de derecha o de izquierda, o ciudadanos que se encaminaban a su trabajo, militares, profesores o concejales; los terroristas podían ser madrileños, vascos o de origen marroquí: no importaba ni la calidad de los asesinados ni la procedencia de sus asesinos. Importaba salir a la calle, manifestar el rechazo, acompañar a las víctimas, apoyar a los diferentes Gobiernos en sus políticas contra el terror. Eso era lo que importaba y, por tanto, sobraban gritos y banderas, bastaba el silencio. Éramos conscientes de nuestra superioridad como defensores de un Estado de derecho atacado por el terror. No hacía falta nada más: una actitud, una presencia. A ningún predicador radiofónico, a ningún medio de información se le ocurría hacer miserable política partidista con ocasión de aquellos crímenes.

Algo se ha quebrado, tal vez de manera irreversible, con la negativa de la oposición a sumarse a la manifestación convocada por los dos sindicatos mayoritarios y asociaciones de ecuatorianos y apoyada por el partido del Gobierno con motivo del último atentado criminal de ETA. Los convocantes accedieron a incluir en las pancartas la consigna reivindicada por la oposición, pero enseguida se vio que la exigencia del PP no era más que una cortina de humo. Su propósito era otro: echar por delante al antes inclusivo Foro Ermua y convocar otra manifestación que sirviera para ahondar la división de la sociedad ante la ofensiva terrorista.

Y en esta ocasión, lo nunca visto: con la excusa de una manifestación contra el terrorismo, un mar de banderas de España agitándose no contra el terrorismo, sino contra el Gobierno y contra quienes salieron a la calle quince días antes. Ante la perplejidad y la fatiga de una buena parte de la opinión, el Partido Popular ha emprendido un camino de no retorno hacia la confrontación mientras el Gobierno parece haber perdido el sentido y el rumbo, incapaz de recomponer un discurso que dé cuenta de lo ocurrido desde que se iniciaron las negociaciones con ETA y saque las consecuencias de una política que despertó tantas expectativas y condujo a tantas frustraciones.

Que los partidos políticos se lleven a matar podría ser recibido por la opinión con un encogimiento de hombros, o con asco y hastío, si no fuera porque los problemas que suscita esa conducta pueden conducir al desastre. De hecho, por vez primera en lo que llevamos de democracia, la sociedad aparece partida ante este resurgir del terrorismo. Y tan grave como esto: instituciones que se creían sólidas dan muestras de emprender el mismo rumbo: magistrados y jueces se han liado la toga a la cabeza y van descendiendo uno a uno los mismos peldaños que los políticos. Por no hablar de los medios de comunicación que se dedican cada mañana a ahondar el abismo de la exclusión y la intolerancia.

Bueno, por ese hueco podemos despeñarnos todos. No es verdad, como acaba de decir el presidente del Gobierno en su más panglosiano discurso, que el «futuro siempre será mejor», como si la historia estuviera regida por una ley de progreso universal. El futuro puede ser peor: de hecho, lo ha sido en ocasión no muy lejana: a la belle époque siguió, casi sin solución de continuidad, la Gran Guerra. Basta con proponérselo. Y hoy, desde jueces que hacen política hasta políticos que utilizan el aparato judicial, desde seudovíctimas del terrorismo que se han edificado un pedestal hasta periodistas que han confundido su oficio con el de agitadores panfletarios, hay demasiada gente que se lo ha propuesto.

FIN

—-

Sábado, 10 de febrero de 2007

Etarras en El Mundo, corrupción del PP, en El País

Viernes, 9 de febrero de 2007

Más de lo mismo:

Etarras en El Mundo, corrupción del PP, en El País

Mentira sobre mentira

ERNESTO EKAIZER

EL PAÍS

09-02-2007

Aznar ignoró tanto los informes del CNI, sobre las inexistentes armas de destrucción masiva, como los dictámenes de los asesores de Exteriores, acerca de la posible ilegalidad de la guerra. Él sabía muy bien lo que se hacía.

La participación de Aznar en la venta de la guerra, por tanto, no se limitó a ser comparsa. Un aspecto de esa campaña fue aterrorizar a la opinión pública. Sadam, decían, estaba a punto de fabricar bombas atómicas.

Fue el 5 de marzo de 2003 cuando Aznar habló en el Congreso. «Permítanme detallar algunos ejemplos extraídos de los informes de los inspectores [de la ONU]… Con respecto al programa de armas nucleares, Irak ha intentado, en los últimos años, hacerse con tubos de aluminio de alta calidad, aptos para enriquecer uranio. Además, ha intentado hacerse regularmente con stocks de ese mismo mineral». Aznar mintió al Congreso. La realidad: los inspectores nunca afirmaron tal cosa, todo lo contrario. Sí lo sostuvo la Administración de Bush. Aznar manipuló los hechos.

He aquí la prueba. El 7 de marzo de 2003, El Baradei, director de la OIEA, dijo ante el Consejo de Seguridad -en el cual España promovía la resolución de la guerra- que no existían pruebas de que Irak estuviese usando tubos de aluminio. «No hay pruebas de que Irak esté reactivando su programa nuclear. La OIEA ha progresado en su investigación sobre los informes según los cuales Irak intentó comprar uranio a Níger. Basándose en un profundo análisis, la OIEA ha concluido con la ayuda de expertos independientes que estos documentos no son auténticos. Por tanto, las acusaciones son infundadas». La ministra Ana Palacio estaba sentada en la misma mesa de El Baradei.

Nadie es perfecto. La rotunda declaración de El Baradei, en la que también solicitó más tiempo para desarmar a Sadam, podía haber hecho reflexionar a Aznar. ¿Por qué no? Pero Aznar persistió.

Evidencia a la vista. El 16 de marzo de 2003, Aznar pone el rostro en las Azores junto a Bush y Blair. Y la víspera de empezar la guerra, Aznar debate con Zapatero.

«Se equivoca su señoría. Las armas de destrucción masiva existen y las verá. Créame que Sadam no tiene las armas de destrucción masiva para hacer colección, las tiene para poder usarlas, y está dispuesto a utilizar el terrorismo. Además, está dispuesto a acceder en cuanto pueda a elementos con un componente nuclear», insistió Aznar.

Por esto, es mentira sobre mentira afirmar ahora que «cuando yo no lo sabía, nadie lo sabía». El Baradei avisó con tiempo.

¿Y Rajoy? «Toda la comunidad internacional cree que Irak tiene, porque además las ha utilizado, armas de destrucción masiva, salvo el PSOE», declaró el entonces vicepresidente en el Congreso el 11 de junio de 2003. ¡Toma castaña!

FIN

El Mundo titula con el pasado; El País, con el futuro

Actualizado a las 20:10 h:

Acabo de leer el post de PAZ que nos han dejado los Reyes Magos en el blog vecino de Manolo Saco. Ya tengo apuntada esa cita en mi agenda: el sábado 13 de enero a las 18:00 en la plaza Colón de Madrid. Allí nos vemos, Manolo. Y gracias por el aviso.

JAMS

—-

Comprenderán ahora por qué me ha dado un cierto «yu-yu» al ver hoy la portada de El Mundo.

Creo que basta con comparar estas dos fotos: la portada del semanario DOBLON, que yo dirigía en 1975, y el sello que publica hoy El Mundo en su primera página.

O estoy mal de memoria o las imprentas de ambas publicaciones no reproducen muy bien -o confunden- los colores rojo y naranja.

Recuerdo muy bien que agoté todas las fotos en color del dictador que yo tenía reservadas para el día de su muerte. La agonía se prolongaba semana tras semana y el dictador no se moría, no se moría… y yo gastaba sin éxito las fotos de portada.

Cuando, al fin murió, tuve que recurrir a un sobre que encontré sobre una mesa de la imprenta del que recorté y amplié el sello de Franco. Era color naranja y no rojo. Incluso creo recordar, pero no estoy seguro, que se trataba de un sello de 2 pesetas y no de 1 peseta, como el que trae hoy El Mundo.

¿Es posible que el sello de 1 peseta fuera de Franco rojo y, a medida que la inflación galopante de los últimos años del franquismo, fue consumiendo el valor y el color de todas las cosas, se convirtiera en otro sello de un Franco naranja, más descolorido pero el doble de caro?

Lo comprobaré en el album que El Mundo ofrece a sus lectores postfranquistas más nostálgicos.

No sólo mira El Mundo hacia el pasado con la promoción de los sellos de Franco. También lo hace con su gran titular de primera página, a 4 columnas:

Zapatero reúne a su «gabinete de crisis» para analizar qué ha fallado con ETA

Hoy, como casi nunca, ambos diarios coinciden en el sujeto (Zapatero) y en el verbo (reúne) pero difieren en el complemento.

El País:

Zapatero reúne un gabinete de crisis para responder a ETA

Uno «reúne» para mirar al pasado («para ver qué ha fallado») y el otro «reúne» para mirar al futuro («para responder»). Son pequeños y sutiles matices que tienen su importancia para el subconsciente del lector y naturalmente para los intereses de cada diario.

¡Ah! y la pasión de Pedro Jota por las comillas, de las que hablé ayer, vuelve a confirmarse en la portada de El Mundo.

El País no tiene hoy comentario editorial sobre ETA pero sí publica este articulo del catedrático Andrés de Blas sobre el tema:

Las lecciones del proceso de paz

ANDRÉS DE BLAS GUERRERO

06/01/2007

En el momento de la suspensión del llamado, mal llamado, proceso de paz, puede ser oportuno mirar hacia él, buscando sus puntos débiles, tratando de aprender para el futuro. Establecer una negociación con ETA que propiciase el fin definitivo de la violencia era a todas luces una operación razonable.

Venía justificada, en primer lugar, por la búsqueda del fin de una prolongada actividad terrorista. En el supuesto de que no se alcanzase este objetivo fundamental, justificaba la negociación, en segundo lugar, el intento de propiciar un distanciamiento entre la organización terrorista en sentido estricto y su aparato político representado por Herri Batasuna. Una ETA sin Batasuna será siempre objetivo más fácil de combatir que la ETA actual.

El anuncio del alto el fuego por parte de los terroristas, hizo oportuna la elección del momento para la negociación. En este punto, sin embargo, la dirección del Gobierno socialista cometería dos errores de consecuencias fatales para la misma. El primero, la decisión de afrontar la negociación sin arrastrar a ella al Partido Popular. Una decisión tan importante, como es la de intentar poner fin a una larga actividad terrorista, no puede ser afrontada de espaldas a la opinión del principal partido de la oposición. Las razones que pudieron empujar a la dirección socialista a asumir esta exclusión de los populares carecen de justificaciones de recibo. Si se buscaba la exclusión del centro-derecha de una operación de Estado de tan alto calibre, se estaba truncando una regla básica de la democracia. Si se pretendía con la exclusión el aseguramiento de un triunfo electoral, se manifestaba una similar deslealtad a las reglas de juego del sistema, además de un optimismo injustificado en que la operación iba a salir adelante con el fin de la violencia.

El segundo error tuvo que ver con el terreno de la negociación. Desde un primer momento, el Gobierno socialista debía de haber dejado claro que las únicas materias a negociar, a cambio del abandono de las armas, tenían que ver con medidas de gracia para los presos y la legalización de Herri Batasuna. La concesión de estas medidas de gracia implica costes no pequeños. Especialmente, el coste de la injusticia que se puede cometer con las víctimas. El Gobierno debía haber emprendido desde un primer momento la negociación con las asociaciones de víctimas. Había que haber estudiado el calendario de la aproximación de los presos al País Vasco, de las excarcelaciones, del ritmo de incorporación de los presos a la vida civil. Por dolorosas que sean estas decisiones, a nadie se le escapa que deben ser asumidas como respuesta a una decisión de abandono definitivo de las armas. El Gobierno tenía vedado hacer ninguna concesión que afectara al orden constitucional. Este, sin embargo, sería el terreno en que se terminaría planteando la negociación, como consecuencia de la admisión de la mesa de partidos. Al reconocer una eventual existencia a esta instancia política, con inclusión en la misma de la ilegalizada Herri Batasuna, era inevitable que se plantearan cuestiones políticas del calibre del supuesto derecho de autodeterminación, la inclusión de Navarra en Euskadi o la reforma del Estatuto vasco.

Quizá el Gobierno pensó que el tema de las medidas de gracia era un argumento insuficiente para llevar adelante el proceso negociador. Se trataba de un razonamiento pesimista sobre el futuro de ETA. La toma de posición de la sociedad vasca, española y europea ante la violencia, en alianza con los avances policiales y judiciales en la persecución del terrorismo, permitían prever una situación de desconcierto en la dirección etarra. Ese desconcierto hacía especialmente costosa la continuidad de la violencia. Y en este contexto, las medidas de gracia podían haber sido suficiente argumento negociador.

La división entre el PSOE y el PP ante las conversaciones con los terroristas hubo de ser vista por ETA como una oportunidad para elevar el listón de sus demandas ante los enviados del Gobierno. Una vez aceptado el camino político que habría de suponer la mesa de partidos, todo les llevaba a pensar en la posibilidad de que el Partido Socialista aceptase todas o parte de sus de-

mandas políticas. La intervención del Partido Socialista de Euskadi habría de ser un motivo adicional para reafirmar a ETA en que las conversaciones políticas eran posibles. La hipótesis del fracaso mismo de las negociaciones, ante el escenario de desunión entre socialistas y populares reforzaba la capacidad negociadora de ETA, al hacer de los socialistas el interlocutor más perjudicado por ese fracaso. En esta lógica, cabe pensar que el atentado de Barajas no se plantea por parte de ETA como una ruptura de la negociación, sino como un aviso encaminado a vencer las resistencias de los socialistas.

La lección que se desprende de lo hasta ahora sucedido refuerza la necesidad de un entendimiento sustancial del PSOE y el PP en la política antiterrorista. Sustraído el problema de la violencia de la confrontación electoral, parece el momento adecuado para una vuelta al pacto antiterrorista. Si en el futuro se reabren las negociaciones, el Gobierno socialista, como en su día el Gobierno popular, deben saber que el éxito de las mismas no debe ser el fundamento de hipotéticos triunfos electorales. No son los partidos nacionalistas los interlocutores que necesita el PSOE o el PP en el futuro para llevar adelante esas negociaciones. Son los dos partidos nacionales los que deben consensuar el marco para una negociación que necesita la comprensión de la sociedad española y, especialmente, de aquellos sectores sociales que han sufrido en el pasado las embestidas del terrorismo. Resulta indispensable aclarar desde un primer momento la voluntad de excluir de la negociación decisiones de alcance político-constitucional. Si el análisis de las circunstancias que rodean hoy la vida de ETA es correcto, los negociadores en su nombre entenderán esta posición. Es posible, en cambio, que la comprensión de esta situación no alcance el apoyo de los socios menores del actual Gobierno.

Son estos socios menores, unánimemente, partidarios de introducir el tema de las negociaciones políticas en el proceso de diálogo. Ello hace indispensable que el acuerdo se realice entre los dos partidos mayoritarios. La estrategia del PSOE de presentar, en éste y en otros temas, un acuerdo político que solamente dejaría fuera al Partido Popular es una estrategia engañosa, que burla el peso real de las minorías a la hora de buscar el consenso que necesita la sociedad española ante cuestiones de especial gravedad. En este contexto, solamente podría empeorar las cosas la decisión de los populares de responder a Rodríguez Zapatero con una estrategia fiada en las consecuencias electorales del fracaso de la iniciativa gubernamental. Se trataría de una estrategia perversa que, a todas luces, el país no se merece. Pero de una estrategia de la que los dos partidos han manifestado indicios a lo largo de este frustrado proceso de negociación.

FIN