Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

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¡Viva el calor, muera el frío!

¿Es responsable el hombre del frío que hoy padecemos? ¿Y del calor, tan benéfico para la prosperidad? Los enemigos del calentamiento global ya no saben qué inventar para extender la creencia de que el ser humano –esa hormiguita en el universo- es el responsable principal del cambio climático. ¡Qué soberbia!

La diosa Cibeles adornada con carámbanos. ¡Qué frío!

El frío que estamos pasando estos días me ha llevado a repasar el estado de la ya vieja polémica científica (a veces, seudocientífica, casi religiosa) sobre el papel dominante o irrelevante del hombre (frente a los factores solares, espaciales, orbitales, cosmológicos, físicos, meteorológicos, astronómicos, etc.) en el calentamiento global.

Claro que ahora –con el frío que hace – ya no lo llaman “calentamiento global” sino “cambio climático” y atribuyen estas olas de frío a “los extremos climáticos” producidos precisamente -¿lo adivinan?- por el “calentamiento global”.
¿Por qué se empeñan tanto en combatir el calentamiento minúsculo del planeta (que nadie niega) si, en épocas anteriores, el calor -mucho mayor- ha ido siempre asociado a la prosperidad y al bienestar?

¿Será por dinero?

Lo caliente es bueno, lo frío es malo.

En el frío siglo XIV la brujas eran quemadas acusadas, entre otras cosas, de causar el mal tiempo. O sea, el frío.

Un nuevo estudio europeo de anillos de árboles, publicado por P. Gosselin, el pasado 14 de enero, confirma que las épocas mas calientes conducen a la prosperidad y las frías a la muerte y a la miseria.

Los extremos climáticos, según este estudio, eran mayores en el pasado.

A medida que se van quedando sin argumentos científicos –tras el escándalo del “Climagate”, las deserciones, etc.- los enemigos del calentamiento se agarran ahora al actual deshielo del Ártico como a un clavo ardiendo.

Sobre esto, he encontrado otra joya de la hemeroteca. Se trata del alarmismo generado en 1922 por el diario The Washington Post al publicar una noticia de AP sobre la desaparición del hielo en el Ártico.

La desaparición del hielo ártico en 1922 fue más grave que ahora. El artículo, desde luego, no tiene desperdicio.

Según el Washington Post del 2 de noviembre de 1922:

«El  océano ártico se está calentando, los icebergs se hacen más escasos y  en algunos lugares las focas encuentran con que el agua está demasiado  caliente, según un informe del Departamento de Comercio de Consulafft, en  Bergen, Noruega.

Los informes de pescadores, cazadores de focas y exploradores todos señalan un cambio radical en las condiciones  climáticos y temperaturas sin precedentes, jamás conocidos en la zona  ártica. Las expediciones de exploración informan de que no se ha encontrado  casi nada de hielo en zonas tan al norte como 81 grados y 29 minutos.

Los  sondeos a una profundidad de 3.100 metros muestran que la corriente del Golfo aún está muy caliente. Grandes masas de hielo han sido sustituidas  por restos acumulados de tierra y piedras [de glaciales derretidos], según este informe, mientras en muchos puntos glaciales muy  conocidos han desaparecido por completo.

Nevó ayer en Abla (Almería) cerca de Nacimiento, el pueblo de mi madre.

Muy  pocas focas y ningunos peces blancos se encuentran en el Ärtico del  este, mientras grandes bancos de anchoas y “smelts” (un pescado azul  pequeño) que nunca han llegado tan al norte, se encuentran en los  viejos campos de pesca de las focas.  Dentro de unos años se predice que,  debido a la desaparición del hielo el nivel del mar subirá, haciendo  inhabitable la mayoría de las ciudades costeras.»

Esto se publicó el 2 de noviembre de 1922, a partir de una noticia redactada por la agencia Associated Press.  Esta fue la última vez que  tuvimos una alarma del calentamiento global.  Desde entonces, hemos  tenido una alarma de enfriamiento global, que tambien se desvaneció de los  periódicos, y ahora hemos vuelto de nuevo a la alarma del calentamiento global.  Y no  es que la hipérbole haya cambiado mucho en 88 años…

Hoy  en día, cada acontecimientoo natural notable, cada fluctuación del termómetro, cada inundación o sequía se atribuye al calentamiento  global. Un invierno seco y suave –es el cambio clímatico.  Un invierno nevado y gélido – es el cambio climático.  Calentamientos o enfriamientos históricos, sequías o lluvias,  de todo ello podemos echarle la culpa con confianza al cambio climático.”

(Recogido de The Resilient Earth).

¡Vivir -o leer- para ver! La hipérbole mediática o científica (a veces, seudocientífica, casi religiosa) se repite de manera tan cíclica como los cambios climáticos. No se cómo puedo creerme lo que dicen los periódicos si -como decía mi suegro- los hace gente como yo.


Mirando los gráficos de períodos largos -las temperaturas en los últimos 10.000 años- vemos las distintas épocas de calentamiento todas ellas, por supuesto, con pequeños altibajos.

Si las comparamos con la época actual, observamos que la tendencia general es a la baja.

Hace 2.500 años hacía mucho frío y abundaban las catástrofes. Durante el Imperio Romano hizo calor y hubo prosperidad.

¿Alguien ha visto estatuas de romanos con abrigos y bufandas? Las que yo he visto en Roma o en Mérida van con faldilla corta y sandalias. Hacia el siglo IV volvió el frío. Los bárbaros del norte huyeron espantados hacia al sur de Europa en busca de comida y de …calor.

Cayó Roma y se inició un período altomedieval frío, oscuro y lleno de miseria que se prolongó hasta el siglo IX. Con el nuevo milenio se equivocaron los catastrófistas de milenarismo.

En el siglo X cambió de nuevo el ciclo climático y volvió el magnífico calentamiento global. Los vikingos se extendieron por Groenlandia o Greenland (que significa precisamente Tierra Verde), los británicos tuvieron viñas y ¡vino!, floreció el Camino de Santiago y Europa se llenó de bellísimasa iglesias romáticas y, ya en el siglo XII y XIII, de espectaculares catedrales góticas. A ese periodo se refieren los sabios del clima y los historiadores como el «óptimo medieval». Llaman «óptimo», naturalmente, al calentamiento global.

El frío glacial volvió a Europa, desde 1300 hasta 1850, aproximadamente, acompañado de miseria, hambre, peste, caza de brujas, etc.. Este largo y triste periodo se conoce como «pequeña edad galcial«. Hay multitud de pinturas de paisajes europeos del norte que lo atestiguan.  Y los británicos se quedaron, otra vez, sin viñas y sin vino propio.

¿Qué gran experto en marketing -además del hábil predicador Al Gore– ha conseguido convencer a media humanidad -incluso a la ONU- de que el calentamiento global es malo para el ser humano y que debemos combatirlo? Para mí que ese tipo ha superado, en marketing, al mismísimo San Pablo.

Lawrence Solomon

En mi búsqueda de argumentos contra el frío, encontré una joya divertida (o triste, según se mire) en un diario conservador canadiense. Se trata de un artículo sarcástico de Lawrence Solomon, del 30 de diciembre de 2010, titulado así:

75 científicos del clima piensan que los humanos contibuyen al calentamiento global

Intentaré resumir el artículo.

Los resultados dudosos de una encuesta sobre el «consenso científico» burdamente manipulada, y publicada como creíble por grandes diarios como The New York Times y The Washingotn Post, muestran que el 97% de los científicos están de acuerdo en que los humanos hemos causado el calentamiento global.

¿Y el frío? Dicen que se debe a los cambios extremos consecuencia también del calentamiento global: más frío en invierno y más calor en verano.

¿Cómo han obtenido este consenso abrumador de la comunidad científica con un procentaje del 97 %?

Dos jóvenes entusiastas de Illinois sin credenciales hicieron una encuesta de dos minutos on line, nada científica a 10.257 científicos. Decidieron que los méritos no eran un factor importante y optaron por preguntar a empleados públicos y de universidades, no de empresas privadas.

Excluyeron de su lista a quienes eran propensos a dar importancia al Sol, al espacio, a los cosmólogos, físicos, meteorólogos y astrónomos. Dejaron fuera de la encuesta a la Geología, Oceanografía, Paleontología y Geoquímica. Tampoco tuvieron en cuenta el grado académico de los encuestados: preguntaron a 1.000 sin doctorado y a otros muchos sin master especializado.

La mayoría no contestó a la encuesta. Respondieron 3.146, o sea, el 30,7%. Estas fueron las dos preguntas, a minuto cada una.

1.- ¿Piensa que, desde 1.800, las temperaturas medias has subido, han caido o se mantienes iguales?

2.- ¿Piensa que la actividad humana es un factor importante en el cambio de las temperaturas globales medias?

Practicamente todos -hasta los más escèpticos del calentamiento- piensan que, desde mediados del siglo XIX, la Tierra se está calentado un poco -es un hecho medido y bastante irrelevante, si lo comparamos con series largas de ciclos climáticos. También están de acuerdo en que la actividad humana ha podido tener alguna influencia menor e irrelevante en los altibajos  de las temperaturaas locales o regionales por la desforestación, la agricultura, etc. pero cada vez más científicos niegan que el ser humano juegue un papel importante en el cambio climático.

Pues bien, el 82% de los encuestados respondieron que sí a la 2ª pregunta. Uno de cada 5 no le echa la culpa a los humanos. A los autores de la encuesta les pareció poco y buscaron subgrupos distintos. Eligieron solo a los expertos climáticos que había entre los 3.000 que habían respondido y eliminaron a los demás. Así llegaron a la cifra mágica de 75 de 77 (de cualificaciones desconocidas) apoyaron la ortodoxia.

Si dividimos 75 por 77 nos sale la cifra mágica del 97% a favor de la ortodoxia (¡el consenso!) que se publicó, sin rubor, en la prensa seria de pago. Y se quedaron tan panchos en el New Yok Times y el el Washington Post. Así se escribe la historia. Aceptamos como buenos los datos (manipulados o no) que encajan en nuestro esquema ideológico o religioso y rechamos los que no convienen (sean ciertos o falsos) a nuestros intereres.

——-

PS.1

Para quien quiera profundizar en el debate, ahí va este enlace:

http://www.climatedebatedaily.com/

Se trata de una página web que publica diariamente una larga lista de todo lo que sale en Internet (prensa, revistas, blogs, etc.) en los dos lados del debate climático.  A la izquierda, bajo el título de “Llamadas a la acción”, están los artículos del consenso.  A la derecha, bajo el título de “Voces disidentes”, está la lista de articulos que disienten.  Todos vienen con una linea descriptiva del tema y un link al artículo.

P.S. 2:

Sobre el Cabo de Gata

He visto con retraso algunos comentarios al post de anteayer, refridos al Cabo de Gata, a los que me veo obligado a replicar. Ahí va mi respuesta:

Para Rosa, Antoñico, Pelayo, etc.:
Me gusta polemizar, pero no suelo hacerlo con comentaristas de alquiler. Sin embargo, esta vez, lo hago solo para corregir un error de bulto.
Mi post sobre el libro de Antonio Orejudo “Almería, Crónica personal” ha recibido varios comentarios en los que sus autores coinciden con las mismas palabras -espontáneamente o por encargo de alguien- en que disfruto de “la poltrona del Cabo de Gata”, “un cargo tranquilo y bien remunerado”, mientras hay “más de 4 millones de parados”, etc.
No se si lo hacen por mala fe –“mala gente que va apestando la tierra”, diría Machado- o, simplemente, porque “piensa el ladrón que todos son de su condición”.
Me explico:
El “cargo” de presidente de la Junta Rectora del Parque Natural del Cabo de Gata-Níjar –que recibí como una carga, aunque con entusiasmo y por amor a mi tierra- es todo lo contrario a una “poltrona tranquila y bien retribuida”. Ni es poltrona ni es tranquila ni está bien ni mal retribuida.
Esa carga no me proporciona ni un duro. Todo lo contrario. No me importa, ya que tengo la casa pagada y mis tres hijos criados. Si se refieren a dinero, ese cargo me cuesta dinero, pero me da muchas satisfacciones no materiales.
De mi bolsillo pago los viajes a Almería en avión desde Madrid, la gasolina desde Cuevas, las cañas en El Quinto Toro con los colegas de la Junta Rectora y hasta el sombrero de paja que llevo habitualmente con el nombre del Parque Natural en la cinta y que compré en nuestra tienda de Rodalquilar por 3 euros.
O sea, el cargo/carga no está remunerado para nada. Solo percibo la felicidad que me produce poder ser útil a mi tierra después de haber pasado tantos años fuera de ella.
Presumo que estos comentaristas coincidentes con lo de la “poltrona” no lo entenderán pero así es. Es más, la Junta Rectora que presido es un órganos asesor y no tiene ni un duro de Presupuesto. Por tanto, lo hago gratis, por amor al arte y a la belleza del Parque Natural, porque me apetece y porque me siento en deuda con mi tierra desde que partí como emigrante en los años 60.
De niños, en la Calle Juan del Olmo, solíamos decir: “El que lo huele, debajo lo tiene”.
Y en cuanto a los 4 millones de parados, bien que lo siento. Pero he dedicado muchos años de mi vida (vease mi CV en “de qué va y quien soy”) a crear cientos de empleos muchos de los cuales aún siguen dando trabajo y bienestar a muchos colegas. Y estoy orgulloso de mi lucha personal contra el paro y de crear -como Dios, desde la nada- empresas, diarios, semanarios, programas de televisión, etc, -algunos desgraciadamente sin éxito.
También estoy muy orgulloso de mis clases de Economía Aplicada en la Universidad de Almería a las que nunca falté (aunque tuviera que volar desde muy lejos) y donde los alumnos -el tribunal más exigente que pueda imaginarse- me situaron entre los diez mejores profesores de la UAL. Ese es mi mejor título.
Tampoco fue una poltrona tranquila ni bien retribuida mi plaza de profesor titular de la UAL, a la que, por cierto, ya he renunciado por razones personales qeu no vienen al caso.

Saludos

JAMS

24 Enero 2011 | 14:19


Que el frío no quiebre tu fe en el calentamiento…

Hacía tiempo que no oía yo, con tanta frecuencia y admiración, la recomendación de nuestras abuelas de que

«hasta el 40 de mayo no te quites el sayo”.

Lo normal, entonces, era pasar frío hasta el 10 de junio, más o menos.

Hoy (día 45 de mayo) me levanté tarde y me dispuse tomar el desayuno dominguero en la terraza. El sol ya estaba alto, pero hacía fresquito. Llevaba un pijama de franela (de riguroso invierno) y, aún así, tuve que recurrir a un jersey (abierto, eso sí) para poder leer la prensa de pago al aire libre. Chispeó durante unos minutos y pronto volvió a salir el sol, con un espléndido cielo azul madrileño, de los de Velázquez.

Nos acercamos a la noche mágica de San Juan y al día más largo del año, a las puertas del verano, y, sin embargo, aún duermo con pijama de franela, edredón y ventanas cerradas. El campo de Villanueva de la Cañada (Madrid) sigue tan amarillo chillón y morado-violeta como cuando arranca la primavera a finales de marzo. Apenas se ven amapolas, la sangre de los trigales, como las llamaba Gómez de la Serna en los años 20 y 30, durante el último ciclo menor de calentamiento global.

Los niños y, quizás, también los borrachos (“in vino veritas”) nos dirán sin rubor que hace frío en pleno mes de junio. Y que hemos tenido un invierno que, como indica su nombre, ha sido bastante invernal, o sea, frío.

Esos niños y esos borrachos serán los encargados de proclamar, a los cuatro vientos, que el emperador del cuento va desnudo. Ni traje invisible ni leches: sencillamente, va en pelota picada. Los demás, gente sensata que ya ha sentado la cabeza y que vela por su empleo, su salario y su instinto de supervivencia, apenas se atreverán –nos atreveremos- a llevar la contraria a la corriente principal; esa que adora mayoritariamente al nuevo becerro del oro del medioambietalismo acientifico como único dios (y a Al Gore, que es su profeta).

Hay científicos escépticos (sin llegar a ser herejes) que no se atreven a proclamar que el emperador va desnudo, por miedo a perder la subvención, el ascenso o, lo que es más importante, el aplauso.

Temen que les ocurra a sus presupuestos lo mismo que a los del minitrasvase fallido del Ebro a Barcelona. El Gobierno lo aprobó, como respuesta de emergencia frente a la «pertinaz» sequía. En cuanto volvió a llover a cántaros, canceló el proyecto.

Hay científicos que reciben dinero para investigar el calentamiento.

¿Qué será de esos fondos si reconocen que no hay calentamiento sino enfriamiento?

Acurrucado en mi jersey de invierno, me topé esta mañana con la página editorial –la más noble y seria- de El Pais. El titular del comentario editorial no podía ser más actual:

El frío calentamiento

Lo copio y pego aquí arriba, pues, aunque sólo cuenta una parte mínima de la realidad, mi juicio, no tiene desperdicio. El dibujo (pingüinos entre cocoteros) resume bien la contradicción que trata de justificar el editorial. Apoya el contenido incompleto de una doble página interior, presuntamente informativa, sobre por qué el frío actual se debe solo (¡oh contradicción!) al calentamiento global causado por el hombre. O sea, el frío se debe al calor. (¿La gallina?).

Y recurren únicamente a la teoría de la corriente cálida del Golfo y al efecto de las grandes cantidades de agua dulce producidas por el deshielo del Artico. Esa es una de las teorías que tratan de explicar el enfriamiento actual, pero hay muchas otras.

¿Pero de qué deshielo me hablan?

¿Acaso han olvidado esos científicos subvencionados las teorías sobre los ciclos oceánicos Pacífico/Altántico?

¿Habrán estudiado alguna vez el «mínimo de Maurander»(tan temido) y los efectos del llamado cariñosamente «Sol perezoso» (con menor actividad solar?

En ciclos de subida y bajada de actividad solar (y de manchas solares), el campo mágnético de un Sol fuerte y activo nos protege de la radiación cósmica. En cambio, cuando cambia este ciclo desciende la actividad protectora solar y llega más radiación cósmica a la Tierra .

Ahora hay pocas manchas solares y algunos científicos temen que nos estemos acercando a otro «mínimo de Maurander» con el consiguiente enfriamiento de la Tierra. Ojalá vuelvan pronto las manchas solares para que regresemos al calentamiento, que tan beneficioso ha sido siempre para el ser humano. Los nordicos saben muy bien que el calor es bueno y que el frio es malo.

El editorial y el reportaje de El País se refieren sólo a la corriente del Golfo y a la presuntamente abundante agua dulce del Artico para justificar que este frío de ahora está producido, ni más ni menos, que por el calor.

Eso es lo que dicen algunos predicadores de la nueva religión de moda, que atribuye al hombre (a sus pecados y/o excesos) el cambio climático, ya sea hacia el calor, hacia el frío o, ¿por qué no?, hacia los dos a vez.

El titular del amplio reportaje, a toda página y con interrogantes poco profesionales, no es nada informativo. Más bien provocador:

¿Calor o nueva edad de hielo?

¿En qué qudamos?

Habituado a leer y a comparar titulares de prensa, me he percatado hoy de que hace tiempo que no los veo dedicados al famoso “calentamiento global” que nos traía fritos durante todo el verano pasado. Ya se sabe, en verano suele hacer calor y en invierno, frío. Tengo la impresión de que no conviene a los intereses de la corriente principal hablar del calentamiento global cuando hace frío. De hecho, desde el curioso incidente del primo de Rajoy (¿lo recuerdan?, en el pasado otoño), no me he ocupado de este asunto por falta de titulares sugerentes o provocadores.

Desde que acabó el otoño (y empezó el frío) la prensa no suele titular en portada con las palabras “calentamiento global” sino, más bien, y sólo si es necesario, con las de “cambio climático”. Resultan más ambigüas y menos chocantes cuando estamos titiritando de frío.

La prensa de pago es muy hábil para dar o quitar cobertura a lo que quieren o no quieren leer sus feligreses. Y ese es uno de los objetivos principales de este blog. Sacarnos los colores cuando se nos ve el plumero y alertar a los más ingenuos para que no se fíen, a la primera, de lo que leen (y no leen) en los periódicos.

¡Si lo sabré yo!. No se fíen de los titulares de la prensa, porque los hace gente como yo.

He repasado el archivo de este blog y he comprobado que, salvo error, desde octubre pasado no he recogido ningún titular de portada sobre calentamiento global ni he criticado las homilías de Al Gore, profeta apocalíptico y, no sabemos por qué, Premio Nobel.

Pronto volverán los días calurosos (eso que llamamos comúnmente verano) y volveremos a leer titulares llamativos sobre esos pocos pobres ancianos que mueren cada día a causa de la terrible “ola de calor”. Por el calor mueren unos cientos y salen a cuatro columnas. Por el frío, mueren varios miles y apenas les dedicamos un breve y a una columna en página par.

¿Por qué no leemos titulares semejantes en la prensa invernal sobre la multitud de ancianos que mueren a causa del frío?

Sencillamente, porque no interesa a quienes hacen los periódicos ni a sus fuentes de información ni, seguramente, a sus fervorosos lectores, imbuidos de la nueva fe en el papel hegemónico que le atribuyen al hombre en el calentamiento global.

Leo y sigo con interés y curiosidad estos asuntos que definen al hombre como causante principal del frío o del calor (da igual) en la prensa, por lo que tienen de fondo moral o religioso. No soy científico sino divulgador y me interesa sobretodo la cobertura mediática que se da a estos fenómenos, desde el punto de vista científico, para-científico, ideológico, económico o casi místico.

Voy a releer lo que escribí aquí mismo el verano y otoño pasados:

1.- Anti-Gore V: Rajoy se rajó

2.- Anti-Gore IV: Rajoy y su primo van al infierno

3.- Anti-Gore III: Falso consenso. Los científicos disienten.

4.- Anti-Gore II: ¿Calentamos la Tierra? Ni borrachos

5.- Anti-Gore- I: ¿Estamos calentando la Tierra? No te lo creas ni borracho

—-

Intentaré refrescar mis lecturas de censores y apologistas sobre el papel del pobre hombre-hormiga en los cambios cíclicos de nuestro universo descomunal (con todas sus galaxias, radiaciones cósmicas, manchas solares, etc.) que apenas entendemos.

Ya que la prensa tradicional de pago está dando la espalda al debate que mantienen ortodoxos y heterodoxos sobre las causas (¿humanas y/o galácticas) del calentamiento/enfriamiento global, la controversia se ha trasladado -¡cómo no!- a la divina Internet. La prensa antigua o tradicional (estilo siglo pasado) no se atreve aún a contradecir a la corriente oficial. Los escépticos se defienden de los ortodoxos en la web a pixelazo limpio.

La web está ardiendo con cientos de páginas y cientos de miles de comentarios sobre un asunto tan universal como la propia Internet. Y la prensa no se entera.

A los interesados les recomiendo especialmente este enlace sobre «debate climático diario» que recoje argumentos a favor y en contra.

Ahí verán por ejemplo que muy pocos lectores se han enterado de que la temperatura mundial ha bajado persistentemente desde 1998. No lo saben, sencillametne, porque eso ocurre y está probado pero no se publica.

¿Acaso saben los lectores habituales de la prensa de pago que el hielo del Artico ha vuelto a crecer?

Sólo se publica cuando el hielo se reduce, lo que suele ocurrir naturalmente cada verano. Unos colegas míos de la televisión pública canadiense (CBC) se adentraron, hace unos meses, en las tierras árticas de su país para realizar un reportaje («El hielo que se va») sobre la presunta desaparición dramática del hielo en el Polo Norte. Gran sorpresa: regresaron con las manos vacías. Nunca habían visto tanto hielo. Una vez más, la realidad les había destrozado una buena crónica. Se preguntaron:

¿De dónde sale tanto hielo?

El hielo no se estaba derritiendo -como suele titular la prensa- sino que estaba creciendo, formando una capa cada vez más gruesa que impedía el avance del rompehielos. Son cosas del invierno pero no se publican. Naturalmente, si vuelven en pleno verano verán menos hielo. Entonces, nos enteraremos de que «el hielo del Artico se está derritiendo» por culpa del hombre que expulsa tanto CO2 a la atmósfera.

¡Pobre CO2, tan injustamente denostado y perseguido!

Ese maravilloso gran fertilizante, como sabemos todos los almerienses… y quienes hayan visitado alguna vez un invernadero. Viva el CO2 y la madre que lo pario.

Mi conclusión es que, en los últimos años, el frío (sus causas y sus efectos) está muy subestimado (infra-reportajeado) por la prensa. Por el contrario, el calor (sus causas y sus efectos) está sobre estimado (super-reportajeado) por la prensa.

¿Por qué?

¿Qué hay detrás de esta distinta valoración de ambos fenómenos?

¿Tiene algo que ver con la verdad científica, con los hechos probados, o más bien, con el sesgo de los intereses políticos y económicos (la cultura corporativa) de quienes determinan lo que se publica o no se publica en la prensa?

La experiencia nos ha demostrado que la verdad científica, probada, constrastada, no se descubre por votación democrática sino mediante la verificación empírica de las hipótesis. Si una teoria contradice a la realidad, conviene cambiar la teoria y no la realidad que peretendemos describir y explicar. Y no digamos precedir…

Me resulta extraño que algunos científicos puedan argumentar que su teoría es más cierta porque la apoyan más colegas.

El Universo es inmenso y el hombre es pequeño. Hay muchas explicaciones posibles, aunque no todas concluyentes, para los fenómenos que observamos en el Firmamento. Hay muchos ciclos planetarios, solares, galacticos, largos y cortos (de décadas, de miles y de millones de años) que afectan a la Tierra y -nos guste o no- el hombre influye bien poco -casi nada- en ellos.

A pesar de nuestra arrogancia de hormigas, entre millones de estrellas lejanas y descomunales, es muy posible que nunca sepamos por que se enfria o se calienta nuestro querido planeta.

No somos nadie. ¡Qué le vamos a hacer!

(Continuará…)

Mi huerta me reclama.