Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

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¿Nos deja ETA con síndrome de Estocolmo?

Victoria sobre ETA, sí, pero tan agridulce… El terror nos deja una huella, quizás, indeleble durante décadas. Me alegra el fin de la violencia terrorista pero aún siento un regomello («un disgusto que no se revela al exterior», según la RAE) que no puedo explicarme. La alegría no es tan completa como yo la había imaginado.

¿Nos hemos librado del terror de ETA de manera definitiva?

Etarras leyendo el comunicado del fin definitivo de la lucha armada

No lo creo. No podemos fiarmos ni un pelo de esos nazis y/o enfermos mentales que han matado, secuestrado, torturado, extorsionado, silenciado a miles de demócratas para imponer por la fuerza su proyecto identitario excluyente en el País Vasco: un Estado independiente en un territorio donde jamás existió tal cosa. Y, lo que es peor, los asesinos reconvertidos ahora en lobos con piel de cordero van a querer aprovecharse del eventual síndrome de Estocolmo que dejan dentro de muchos demócratas.

¡Ojo! Deberíamos echarnos todos un sicólogo colectivo para diluir los efectos peversos que nos causa tal síndrome en beneficio de los malvados que han secuestrado nuestra paz y nuestra libertad durante medio siglo.

Habrá mas de uno que querrá pagar con su voto a los sucesores de ETA por el alivio que siente al haber sido «liberado» del miedo a la muerte violenta o, simplemente, del miedo a hablar, a decir lo que piensa. Lo digo por experiencia. Yo creo que no fui el mismo después de haber sido liberado por mis secuestradores y torturadores. Tampoco se si he superado del todo (al cabo de más de 35 años) eso que llaman «síndrome de Estocolmo».

( Según Wikipedia: «El Síndrome de Estocolmo es una reacción psíquica en la cual la víctima de un secuestro o persona retenida contra su propia voluntad, desarrolla una relación de complicidad con quien la ha secuestrado. En ocasiones, dichas personas secuestradas pueden acabar ayudando a sus captores a alcanzar sus fines o a evadir a la policía.)

Por eso mismo recomiendo que estemos alertas ante nuestras propias reacciones, a veces insospechadas, en favor de quienes nos han causado tanto dolor, tando daño.

Hay colegas, muy lúcidos, que pueden ayudarnos a prevenir los efectos colectivos de ese eventual «síndrome de Estocolmo». Hoy recibí el efecto balsámico de Soledad Gallego Díaz, cuyos artículos nunca me canso de recomendar. O sea, que lo copio de El Pais de hoy y lo pego a continuación:

Lo que martirizará a ETA

SOLEDAD GALLEGO-DÍAZ  en El País, 23/10/2011

Siempre se ha dicho que el caso del IRA y el de ETA tenían pocas cosas en común, y es cierto que los dos respondían a escenarios muy diferentes. Aun así, quizás este sea un buen momento para pasar revista a algunas de las cosas que han ocurrido en Irlanda del Norte después de que la organización terrorista firmara los acuerdos de Viernes Santo de 1998 y renunciara al uso de la violencia, y tras el anuncio definitivo del abandono de las armas, que solo se produjo formalmente siete años después, en 2005.

El IRA, Ejército Republicano Irlandés, buscó durante años, mediante el uso de las armas y el terrorismo, el fin del gobierno británico en Irlanda del Norte y la reunificación de la isla. En su historial se registran 1.778 asesinatos así como 293 militantes propios que perdieron la vida de forma igualmente violenta. Casi 80 años después de iniciada su lucha anunció que buscaría esos objetivos por vías pacificas, a través de su partido político Sinn Fein.

Rápidamente se demostró que su principal problema no residía en el gobierno de Londres sino en buena parte de los habitantes de Irlanda del Norte, que no comparten su proyecto, por más que su mensaje haya ido suavizándose y modernizándose.

En las últimas elecciones a la Asamblea de Irlanda del Norte, creada por los acuerdos de 1998 y puesta en marcha en Belfast realmente en 2005, el Sinn Fein obtuvo 28 escaños, de un total de 108, y quedó en segundo lugar, por detrás del Partido Democrático Unionista, fundado en su día por el conocido reverendo protestante y radical probritánico Ian Paisley, que obtuvo 36. Gracias a los acuerdos firmados entre las dos comunidades, el ministro principal es Peter Robinson, unionista, y el viceministro, el antiguo miembro del IRA Martin McGuinness, que controla, además, cuatro de las once carteras el gabinete. Los dos mantienen una estrecha relación personal. En las últimas semanas, McGuinness ha levantado una fuerte polémica al anunciar que presentaría su candidatura a la presidencia de la República de Irlanda.

La única pregunta que los antiguos responsables del IRA se niegan a responder es la siguiente: «¿Hubieran podido alcanzar los mismos objetivos que han logrado hasta ahora, utilizando desde el primer momento medios pacíficos?». Si hacemos caso a la mayoría de los analistas y estudiosos del caso irlandés, se podría haber llegado a la situación actual incluso de manera más rápida y simple si el IRA no hubiera hecho uso del terrorismo. El problema es que los dirigentes del IRA jamás podrán aceptar ese análisis porque dejaría sin sentido a las casi dos mil muertes que provocaron a lo largo de estos años y les colocaría a ellos mismos en una posición moralmente insoportable. Como explica Albert Camus en Los Justos, para alguien que se considera a sí mismo un revolucionario es muy difícil vivir y convencerse de que es un asesino. Si las muertes que ha causado no eran necesarias y ni tan siquiera beneficiaron a sus objetivos, la carga individual podría ser abrumadora.

El problema en el caso de ETA es que tiene delante de sí un espejo nítido que le debería hacer muy difícil ignorar a Camus: Cataluña ha logrado los mismos grados de gobierno propio, la misma autonomía y personalidad nacional de que dispone Euskadi sin disparar un solo tiro y sin provocar la muerte de una sola persona. Los independentistas catalanes, que también rechazan la autonomía, han buscado los mismos objetivos que sus colegas vascos, pero no creyeron tener derecho a defenderlos con el terrorismo. Y no se puede decir que hoy estén más lejos de lograr esos objetivos que los independentistas vascos. Para colmo, los independentistas catalanes han renunciado a lo largo del camino a muchas menos cosas que sus colegas vascos, que se reclamaron en sus inicios marxista-leninistas y que ahora ignoran completamente esa ideología. En fin, sería una pena que los organizadores de la Conferencia de San Sebastian no hubieran leído a Camus.

FIN

Y éste otro artículo excelente (preventivo y curativo) de Fernando Aramburu, en El País de ayer:

No les hagan caso

FERNANDO ARAMBURU en El País, 22/10/2011

Entiendo el júbilo de algunos como reacción de alivio, pero no lo comparto. Aún menos comparto la ingenuidad imprudente de quienes, sin tomarse tiempo para la reflexión, ya están dispuestos a abrazar y, por supuesto, a hacer concesiones a diestro y siniestro a fin de quedarse tranquilos.

Urge impedir que se levante una historia heroica y bucólica de ETA

que convierta los lobos en ovejas

Portada de El País, 20 de octubre de 2011

ETA persiste con sus arsenales, su propaganda, su objetivo férreo y sus pasamontañas. Dicha realidad no cambia un ápice por el simple hecho de que, con grotesca escenografía y verba falaz, tres tipos sin cara hayan anunciado el cese de la única actividad que continuará dando su razón de ser a la banda terrorista mientras esta no se disuelva o sea disuelta: matar y hacer sufrir a la gente para consumar unos fines más o menos políticos. Al verlos pensé de inmediato en el lobo de Caperucita. ¡Qué boina más grande tienes!

ETA no tiene ningún sentido fuera del crimen. No lo ha tenido nunca. ETA no es una asociación deportiva ni una cofradía para el fomento de las bellas artes. Fue fundada para lo que ha hecho. Su mera existencia, aunque sea en grado de congelación (a saber hasta cuándo), implica una potencialidad criminal continua, punteada en el pasado de un sinnúmero de atentados cuyas sangrientas consecuencias todos conocemos y algunos, las víctimas, siguen padeciendo.

Tuvo fuerza hasta que a un juez se le ocurrió un día mirar con lupa el funcionamiento del cotarro. ETA no era, no es, como pensaron muchos, un grupo, mucho menos un grupo cerrado. Era, es, la parte ejecutante de un procedimiento colectivo de actuación encaminado a obtener la conversión en Estado de un territorio. Todo lo que no sea la consumación de dicho objetivo no es democracia. Por eso, dicen (ellos o los que profesan sus mismos ideales), la democracia española, a pesar de sus comicios, sus partidos, sus tribunales de justicia y su prensa libre, no es democracia. En estos niveles de debate nos movemos los vascos desde hace más de 40 años.

El referido procedimiento de actuación no depende directamente de los individuos implicados. Cualquiera podía, puede, incorporarse a él, incluso sin necesidad de entrar en estructura organizativa alguna. Quemar autobuses por cuenta propia, pegar carteles, golpear a un periodista, amedrentar de cualquier manera a la ciudadanía, todo era, es, válido siempre que empujase la causa en la dirección adecuada. Solo la procura de fondos ha mantenido ocupada a mucha gente que, como no empuñaba armas (obtenidas, eso sí, con su recaudación), se considera limpia de delito.

Con una punzada de vergüenza he comprobado en ocasiones que a numerosos ciudadanos españoles ETA les parecía unacosa lejana, de vascos de por allá arriba, sin percatarse de que esta gente brutal ha estado atacando sin descanso el sistema democrático que, con todos los defectos y excesos que se le quieran imputar, disfrutan los españoles desde hace unas cuantas décadas. Hay que estar muy poco versado en historia de España para ignorar la suerte que hemos tenido los contemporáneos de la época actual. Quien albergue dudas al respecto que eche un vistazo atrás.

ETA ha matado en todas partes. En Palma de Mallorca a los últimos. Ha matado a no pocos niños. También a peatones que mejor se hubieran quedado aquel día en casa. Usted mismo, que lee estas líneas, podría estar ahora criando malvas. Quien dice usted, dice un familiar suyo, o un amigo, o un compañero de trabajo. ¿Qué noble causa es aquella cuyo cumplimiento pasa por colocar una bomba en el garaje de un supermercado, matar a cinco niñas en un cuartel o a dos ecuatorianos en el aparcamiento de un aeropuerto, y así hasta 858 personas?

Ahora se hacen los buenos, los políticos, hablan de un nuevo panorama (como si en democracia los panoramas no los decidieran las urnas) y reclaman diálogo para resolver el conflicto. Parecen no haber reparado en que, no bien ha dejado ETA de matar, hay paz.

¿Qué extraño conflicto armado era este en el que solo disparaba una de las partes? ¿O es conflicto armado el que las fuerzas de orden público detengan y lleven ante un juez a quienes vienen de cometer unos cuantos asesinatos?

El conflicto persiste, dicen. ¿Qué mayor prueba de que han sido derrotados? Tantos muertos, ¿para esto? ¿Para estar igual que al principio? Aún peor, ¿para haber hecho del pueblo vasco un pueblo dividido, un pueblo de agresores y víctimas, para trasladar aquel infortunio de las dos Españas a las dos Euskadis?

Llevan tantos años creyéndose sus eslóganes y sus dobleces que aún piensan que van a conseguir, sentándose a una mesa con el ministro del Interior de turno, lo que no les procuraron las bombas ni las pistolas. Amigos, los conflictos, las diferencias, en los sistemas democráticos, se dirimen en los Parlamentos, que para eso están, para discutir y tomar decisiones, y no asesinando congéneres por la simple circunstancia de que vistan de uniforme, militen en la oposición o ejerzan la crítica en los medios de comunicación.

Así y todo, la derrota decisiva les va a venir a los terroristas a partir de ahora, a medida que vayan saliendo a la superficie las mil y una historias de terror y de podredumbre moral a ellos debidas, y a medida que numerosas manos asienten por escrito todo lo que hicieron. El relato histórico y literario de lo sucedido es hoy por hoy una tarea nacional, un gesto ético de primer orden para con las víctimas y una obligación pedagógica encaminada a dar respuestas positivas a las preguntas que plantearán, quieras que no, las futuras generaciones cuando vuelvan la mirada hacia nuestra época y deseen entenderla.

Dicha tarea es, además, necesaria para no ponérselo fácil a quienes en adelante, comprensivos con el terror, se afanarán por minimizarlo, borrar las huellas, expandir el humo denso del olvido y tejer los hilos perversos del revisionismo histórico. No estamos por fortuna en la Edad Media. Abundan el material gráfico y los relatos testimoniales de todo tipo. Urge, no obstante, impedir que sea levantada una historia heroica y bucólica de ETA que convierta los lobos en ovejas. Tiempo de sobra han tenido para saber a qué abismos públicos y privados conduce la maldad.

Fernando Aramburu es escritor.

FIN

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Que les aproveche.