Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

Entradas etiquetadas como ‘roto’

¿Por qué nuestra derecha tira al monte?

Me lo temía. El PP ha conseguido su objetivo: abuchear al presidente del Gobierno de España mientras solemnemente honraba a nuestros muertos.

Bueno, no hay que ser muy fino para interpretar los movimientos de nuestra derecha cavernaria. Quien siembra vientos recoge tempestades.

¡Qué vergüenza de derecha! ¡Qué mala suerte hemos tenido en los últimos quinientos años en manos de la derecha!

¿No tendrán en el PP un libro de urbanidad democrática?

¿Acaso no tienen memoria? O, quizás, precisamente porque la «españa negra» tiene pánico a su propia memoria no quiere que nadie se la recuerde.

¡Qué torpes son los separadores dando oxígeno a los separatistas!

¿Qué podemos hacer para nuestra derecha se civilice y no tire siempre al monte?

Se admiten sugerencias pacíficas.

No por mucho rezar amanece más temprano

Manolo Saco en Público

Se nos acumulan los homenajes. El PP ha hecho descansar toda la carga simbólica de la unidad de la patria (nación, en palabras de Rajoy, aunque como habla raro no sé si dice en realidad nazión) en la bandera roja y gualda. Una nación que sólo existe como tal desde el siglo XVIII, con los Decretos de Nueva Planta de Felipe V, pero que él la vive en sus sueños imperiales como una nación instaurada por los abuelos mismos de Viriato.

El día 12, fiesta nacional, Rajoy se ha empeñado en convertirlo en fiesta nazional. Y lo hace como siempre, apoderándose con descaro de los símbolos de todos, como expendedor exclusivo de carnés de patriota. Ya tiene bandera, actúa de monarca en televisión, pero le falta himno. Mariano busca desesperadamente un poeta que le ponga una letra más digna que la inventada por José María Pemán (“alzad los brazos hijos”), pues a él, como a su mentor el centrista hombrecillo insufrible, sólo se le pone tieso el brazo en la intimidad.

El presidente de su partido era muy aficionado a cantar en su juventud el Cara al Sol de los fascistas de Falange. Un himno que tenía un disparate de letra que no soportaría el más amable análisis de textos, compuesto en comandita por los poetas de la camarilla de José Antonio Primo de Rivera, pero con una música soberbia del maestro Tellería. En él decían aquello de que “en España empieza a amanecer”. ¿Dónde habré oído últimamente eso del amanecer?

Ya sé. La Conferencia Episcopal Española también buscaba con urgencia un himno destinado a ser cantado en la plaza de san Pedro con motivo de la elevación a los altares de los mártires de la Guerra Civil. Los de un sólo bando. Tras un concurso muy disputado han elegido uno que se titula “Como los mártires”, cuyo estribillo reza (es lo suyo) lo siguiente: “Como los mártires, nuestros hermanos, de tierra hispana queremos ser: dar nuestras vidas, unir las manos, y prepararnos para un nuevo amanecer”.

Un nuevo amanecer… No quiero ni pensar lo que suele ocurrir cuando la derecha se prepara para ver un nuevo amanecer.

Más negro, más, que la noche, el cura verdugo argentino

Manolo Saco en Público

Al sacerdote católico Christian Von Wernich acaban de condenarle en Argentina a cadena perpetua, por delitos de lesa humanidad cometidos durante la dictadura militar (1976-1983). Los jueces le acusan de haber participado en siete homicidios, 31 casos de tortura y 42 privaciones de libertad ilegales.

En Argentina hubo un intento de extender “el olvido” sobre los delitos cometidos por los colaboradores de la dictadura asesina, mediante una ley de Punto Final. También allí, como aquí, la extrema derecha consideraba que no era conveniente poseer demasiada memoria histórica, que la memoria es un estorbo para la reconciliación, que abría innecesariamente las heridas de la lucha fratricida. Por fortuna, jueces incontaminados por aquella barbarie tumbaron semejante aberración jurídica, y poco a poco acabaron desfilando por la silla de los acusados los culpables de los crímenes.

El cura Christian (cuyo nombre mismo es un sarcasmo) había puesto al servicio de los represores los secretos arrancados en confesión a los detenidos, convertidos así, a pesar suyo, en delatores.

En España, al término de la guerra civil, cientos, si no miles, de curas como éste colaboraron con el régimen golpista desde sus confesionarios, tejiendo una red de chivatos, formando parte de los piquetes de torturadores, bendiciendo con su presencia las ejecuciones sumarísimas y los asesinatos en la cuneta. Por desgracia no hubo juez que declarara ilegal nuestro Punto Final de la Transición. En España sólo pudieron ejercer los jueces adictos al Movimiento Nacional y a la Iglesia que había bendecido el golpe militar, y durante décadas fueron transmitiendo sus genes ideológicos a las siguientes generaciones de jueces que ellos mismos examinaban y formaban.

Muchos de sus muertos yacen todavía en cunetas y fosas comunes. Nunca merecerán estar en la lista de los asesinados por la barbarie “del otro bando” que la Iglesia católica quiere elevar a los altares el 28 de octubre.

Ese día, mientras la otra España eleva al cielo sus plegarias a un dios que no existe, yo rezaré al dios de los laicos, y recitaré en voz alta, a modo de oración, los versos de Miguel Hernández, escritos a hurtadillas en la cárcel de Ocaña poco antes de que lo dejaran morir como un perro, versos referidos a otro cura sádico, el conocido como “El verdugo de Ocaña”:

Muy de mañana, aún de noche,

antes de tocar diana,

como presagio funesto

cruzó el patio la sotana.

¡Más negro, más, que la noche,

menos negro que su alma,

el cura verdugo de Ocaña!

(…)

Cobarde y cínico al tiempo

tras los civiles se guarda…

Trampas en elpais.com:
Nielsen apuesta por la transparencia

No quiero ni pensar en la cara que se les habrá puesto a los directivos de PRISA, implicados en las trampas de elpais.com, cuando se hayan visto descubiertos «in fragantti» (o sea, con las manos en la masa) sumando audiencias pecaminosas a su número de usuarios únicos.

El escándalo ha sido mayúsculo. Menos mal que Nielsen, la empresa que mide la audiencia de las webs ha apostado -como no podía ser de otra manera- por la transparencia y por mantener su nombre libre de toda sospecha.

Mis felicitaciones a Nielsen.

Supongo que Nielsen publicará las próximas cifras de audiencia con una nota cautelar que informe al mercado publicitario de que la correspondiente a los usuarios únicos de elpais.com (con su correspondiente asterisco) están bajo el escrutinio de los investigadores internos de la principal auditora del mundo en Internet.

(Declaro solemnemente que, al escribir sobre las trampas de PRISA, no me mueve ningún deseo (consciente) de venganza. Más de una vez, he manifestado mi afecto personal y mi admiración por los dueños y empleados de este imperio mediático que, al término de la ominosa dictadura de Franco, puso a España en el mapa mundi de la libertad de expresión. (Yo mismo fui, en cuatro ocasiones, uno de esos empleados).

En cuestiones de medición de lectores y ejemplares, tengo ciertas cuentas pendientes con los viejos diarios de pago.

Afortunadamente, nuestros lectores de oro han coronado a 20 minutos con el liderazgo absoluto de la prensa española gratuita y de pago. Hoy, 20 minutos es el diario más leído en la historia de España. El éxito cura muchas heridas aunque abre otras, quizás, más peligrosas.

Soy vengativo, como el que más, pero conscientemente trato de dominar esa baja pasión cada vez que se me ofrece en caliente. No siempre lo consigo. ¡Es tan dulce la venganza cuando se sirve en plato frío!

Sinceramente, lamento mucho lo ocurrido y lo siento no sólo por elpais.com sino por todo el sector on line. La credibilidad en las herramientas de medición en Internet se construye muy lentamente, en años, y con mucho mimo. Sin embargo, se destruye en un segundo con un simple zarpazo que le demos a la integridad ética que debe presidir el buen hacer profesional.

Ojalá no se repita esta pecaminosa y triste hazaña de elpais.com contra la credibilidad de Nielsen en Internet ni aquella otra tan vergonzosa y estrafalaria aventura de la cadena COPE y Abellán contra el EGM.)

Esta es la tabla que nos regala el autor de La FraguaToño Fraguas (uno de los fundadores de www.20minutos.es, hoy en PRISA) sobre la guerra de medios. Es un buen apunte, muy en bruto, para empezar.

Zapatero «compensa» (El País) o «remata» (El Mundo)

Irak: Greenspan «acusa», Greenspan «afirma»

Con un poco de retraso, el prestigioso (y cobardica) Alan Greenspan, ex gobernador de la Reserva Federal de los EEUU, «el amo del dólar», se ha soltado el pelo para decir en sus memorias una obviedad que casi todo el mundo con uso de razón daba por sabido desde el primer día: que Bush hizo la guerra de Irak por el petróleo.

Bush padre la hizo principalmente por el petróleo y Bush hijo la volvió a hacer por el petróleo y por otras muchas espurias razones que la historia juzgará (sólo si pierde).

Lo que me sorprende es que el gran Greenspan no haya dicho lo del petróleo cuando tenía el poder sobre el banco emisor norteamericano y era respetado por medio mundo como un hombre creíble que no tenía pelos en la lengua.

En mi pueblo dicen: «A la vejez, viruelas»

Un cagao. Eso es lo que es este Greenspan.

Si lo hubiera dicho desde el primer día, a lo mejor se hubieran evitado muchos miles de muertos innecesarios en Irak y hubiera impedido o reducido la creacción, por el más infame de los presidentes norteamericanos, del mayor vivero de terrorismo del mundo islámico.

¡Qué lastima!

«Queman», en El Mundo; «tranquiliza», en El País

«Posible OPA», en El País

«Falso rumor de OPA», en El Mundo

El fracaso del catolicismo español

SUSO DE TORO en El País 14/09/2007

Es común dar por hecho que la religión, heredada del tiempo de nuestros mayores y ancestros, decae históricamente y que, siendo extemporánea, ya no juega un papel significativo en nuestro tiempo. Y esto a despecho de que la principal potencia económica y militar, Estados Unidos, tenga en su Constitución y en su moneda, que es el patrón de la economía mundial, la invocación al dios cristiano, manifestando así prácticamente la confesionalidad del Estado. Y de que todos sus presidentes se declaren creyentes públicamente y hagan de ello bandera política. A despecho también de que el Estado de Israel, que juega un papel tan importante en la política norteamericana y mundial, viva verdaderamente como Estado confesional; de que países como Irán, que juega un papel cada día más activo en el escenario internacional, sea beligerantemente confesional; de que la religión musulmana esté siendo desde hace unas décadas un instrumento de afirmación identitaria para una parte importante de la juventud árabe, creando un nacionalismo radical religioso transversal a los Estados existentes, árabes o europeos.

En realidad, la religión, basta considerarla en su dimensión ideológica, es, en nuestro tiempo, un instrumento principalísimo en el conflicto entre intereses y visiones del mundo. No el comunismo, es la religión el fantasma que recorre Europa y el planeta. Y donde la religión no se manifiesta de forma clara aparece en sus formas más seculares: en ideologías místicas comunitarias. Pues los humanos seguimos buscando y hallando credos y fes en las que disolver nuestro insoportable yo en algún nosotros. Buscamos argumentos que nos sitúan no sólo en el espacio sino también en el tiempo, que nos dan memoria y futuro, o sea trascendencia a nuestras vidas. Y de este modo encontramos algo de sentido a nuestra vida individual y solitaria.

Lo que en la inteligencia europea es minusvaloración de la religión, que le impide ver la realidad, en España es un desprecio intelectual absoluto. Quizá ese desprestigio de la religión en general se deba entre nosotros a algo más que al esquematismo de epígonos tardíos de la Ilustración, es la repulsa hacia la Iglesia católica que ha condicionado tanto nuestras vidas y la sociedad. Pues el catolicismo para nosotros tiene rasgos propios, es la ideología nacional, y nacionalista, española. El nervio del argumento de la nación española fue escrito por clérigos y el supuesto continuo histórico católico-castellano se basa en la continuidad de la Iglesia católica española. Las crónicas medievales de Ximénez de Rada pretenden continuarse ahora en el discurso de Rouco Varela. Es lógico que frente a ese argumento de la esencia de España exista un contradiscurso comunitario nacional en las diócesis vascas y catalanas.

Y es que no hablamos de fe, hablamos de política, la lucha por el poder es lo que hay tras la beligerancia de la Iglesia española. Cuando presionan para imponer su doctrina a todos los ciudadanos, cuando intentan que su ideario religioso sea la ideología del Estado y la sociedad, intentan mantener su papel histórico. La Iglesia católica española, los obispos, creen ser la esencia de España, los que coronan reyes o casan príncipes, hablan literalmente en nombre de España.

Evidentemente es falso, intentan usurpar el poder y negar la existencia a la ciudadanía, pero la Iglesia es dueña de los símbolos que articulan la vida política toda, incluso los ministros juran su cargo ante un crucifijo. Y hasta ahora ha sido dueña de los ritos de la vida social y personal, del bautizo al entierro, pasando por la boda. El debate político que la Iglesia católica le plantea a la sociedad española es profundo, le disputa a la ciudadanía la propiedad del Estado y, en su sentido más profundo, la misma autoridad.O mandan los obispos o mandan los ciudadanos.

Los obispos reclaman el poder que se les escurre entre los dedos y por eso remarcan los rasgos de su ideología, su integrismo frente a una cultura laica que la sociedad ya ha interiorizado hace tiempo de un modo natural. Los cambios sociológicos e ideológicos han sido profundos, esta Iglesia ya no expresa a esta sociedad. La representaba ideológicamente después del golpe contra la República, de la represión de posguerra y durante el franquismo: cuando la Iglesia tenía su cupo en las Cortes franquistas, cuando para ser obispo había que tener el plácet de Franco. Entonces la Iglesia sí era dueña ideológicamente de España, o sea de los españoles. Hoy, no.

La violencia de la Cope es el canto del cisne de lo que fue. El integrismo católico hoy es un tigre o más bien un fantasma de papel, la prueba es su agresividad, síntoma de su impotencia. La sociedad simplemente no querría vivir encerrada en su utopía reaccionaria. La Iglesia se reclama dueña de la historia española pero es su esclava, atada a ese pasado que tuvo su fruto granado en el nacional catolicismo franquista. Incapaz de romper con su pasado, de asumir errores, cargando con su integrismo, ha perdido su hegemonía sobre la sociedad. Su fracaso ideológico es patente, la Iglesia española tendrá aún mucha parroquia pero está sectarizada. Sólo una facción, esta derecha en su búnker, acepta su liderazgo moral.

Ese fracaso histórico es clamoroso, pues el nacional catolicismo fue un régimen totalitario en el que Ejército e Iglesia no sólo controlaron la vida pública, también modelaron el yo de generaciones de españoles. Tal fue su poder.

Y precisamente es en España, debido al fracaso del catolicismo, donde se da de un modo más acusado que en otras sociedades europeas la pérdida de todo el crédito de la religión. Al no adaptarse a nuestro tiempo histórico resulta un obstáculo, lo que el catolicismo nos dice no tiene nada que ver con lo que vivimos y sentimos. La ley de los obispos resulta extemporánea e inhumana, carece de sentido de la realidad. Así, excepto en Euskadi y Cataluña, donde el catolicismo se ha pegado más a la comunidad y todavía es un referente con un papel aceptado en la vida social, se puede decir que la sociedad española es hoy irreligiosa. La corrupción del mensaje cristiano que fue el nacional catolicismo ha merecido la censura política e incluso moral de la mayoría de la sociedad y el empecinado integrismo, su alejamiento. Así, el fracaso de la Iglesia ha ayudado a que la católica y tradicional sociedad española, paradójicamente parezca ser la más «moderna» de las europeas.

Cabe preguntarse qué consecuencias está teniendo para la moral social, hay signos de anomia en nuestra sociedad. Si la moral católica tradicional no es válida para esta sociedad, ¿qué moral social existe? ¿Cuál es el consenso moral? ¿Lo hay? ¿Quién tiene legitimidad o capacidad para establecer un nuevo consenso que nos diga lo que está bien y lo que está mal? ¿O soportaremos vivir sin un orden que nos diga lo que está bien y lo que está mal? Si es así, no podremos educar a nuestros hijos en una ética personal. Sin moral, qué ética. La ética es dinámica y ágil pero la moral tiene que tener consistencia y estabilidad, no se levanta sobre pilares relativos. ¿Podemos tener moral sin fundamento religioso? Es decir, sin fundamento, sin mito fundacional. No creo que las ideologías puedan fundar moral, sólo lo hacen cuando se transforman en mito comunitario, como el comunismo, el fascismo o algunos nacionalismos. Es el mito, la religión, quien da el orden último al mundo. Pero como no parece posible tener una fe religiosa simplemente porque nos convenga quizá debamos afrontar hoy este vivir desmoralizados, pues es nuestra realidad. ¿O sabe alguien una manera de cimentar valores comunes indiscutidos y aceptados?

O eso o repensar la religión, y tendría que ser un pensar distinto, un pensar sintiendo. En ese caso deberíamos mirar hacia atrás, al principio, y volver a preguntarnos por el final, la muerte. La muerte es una fuente de preguntas sobre la vida. ¿Es la vida humana sagrada? Antes de contestar podríamos detenernos para siempre en discutir lo que es «sagrado», pero también podemos contestar sí o no simplemente. Si no es sagrada es un bien tangible y tasable, si es sagrada quizá podamos sobre eso levantar moral para nuestro vivir. Que es un vivir cada vez más ensanchado, o achicado, por el espacio que crean los mass media, ese mundo vigoroso creado por nosotros pero que parece haberse emancipado y tener vida propia: resultó que nuestra civilización apolínea incubó el huevo del monstruo dionisíaco. Es un mundo nuevo, una nueva dimensión, donde la moral pinta muy poco y manda el deseo.

En este tiempo nuevo las generaciones adultas conservamos, aunque no lo reconozcamos, la moral judeocristiana que nos trasmitió de grado o por fuerza la Iglesia, aunque ella no la siga. Ésas son las nociones que muy malamente intentamos transmitir a los que vienen, ¿pero ellos qué heredarán? ¿Una discoteca, una pantalla?

Suso de Toro es escritor.

Las trampas de la derecha (francesa) sólo salen en El País

«Prohibido colgar anuncios».
Rajoy… ¡pillín!

Me ha llamado la atención leer esta mañana -durante mi ración diaria del blog «Saco sin fondo«– un comentario de Fétido en el que nos recuerda el lema muy oportuno que han pintado en un muro que hay cerca de su casa:

«Prohibido colgar anuncios»

Menos mal.

Ayer oí lo que dijo el Nuncio por la radio. Y me quedé de piedra. La verdad es que el representante en España del jefe de los católicos no ha lucido dotes para la diplomacia, especialidad en la que su empresa lleva triunfando más de 2.000 años.

Si esa es la diplomacia vaticana, en asuntos tan escandalosos como la protección perversa que la jerarquía esclesiástica da a los curas pederastas y delincuentes violadores, es una señal, desde luego bastante clara, de que su «espiritu santo» anda pluriempleado por otros pagos y ha abandonado a su iglesia. A los curas delincuentes les han dado una protección de vómito (demoníaca, diría yo, si creyera en sus demonios).

La Iglesia emplea el cepillo de sus fieles para pagar a sus víctimas, con el fin de ocultar los delitos, evitar la transparencia, el examen de conciencia, el propósito de enmienda, etc., y, por supuesto, el juicio público y la pena de cárcel que, según la Ley, correspondería a los verdugos de tantos niños abusados.

Cuando oigo a un desvergonzado como este nuncio del Papa diciendo barbaridades tan graves, se me cae la cara de vergüenza con sólo pensar que fui católico hasta la adolescencia (cuando la razón ganó la batalla a la fe).

Supongo que, si no se disculpa immediatamente por su presunto lapsus, el Papa expulsará a este miserable monseñor Monteiro de la carrera diplomática eclesiástica. Si le mantiene en este puesto, sin castigo alguno por sus vergonzosas -y creo que delictivas- palabras, sobre los abusos sexuales y las violaciones a menores por parte de los curas pederastas (que él califica de «accidentes»), ya sabemos hasta dónde llega la complicidad farisaica de estos «sepulcros blanqueados».

El Mundo, que nunca consideró noticia de portada el pago de 500 millones de dólares a las más de 500 víctimas de abusos sexuales (sólo en la archidiócesis de Los Angeles), publica hoy este benévolo resumen de la intervención del nuncio del Papa en favor de los curas delincuentes y -¡como no!- en contra de la prensa que «se ensaña con la Iglesia«.

Me ha extrañado que El País, que ha dado dos días en portada este escabroso asunto de sotanas y violencia sexual, no haya recogido ni una sola palabra de las pronunciadas ayer por el nuncio del Papa.

¿Se habrá asustado El País tras oir las quejas y denuncias del Nuncio?

Prefiero no escribir más de este asunto, por ahora, porque me llevan los demonios

En base al «Caso Bono/Caso Hidalgo», El País publica hoy este artículo del magistrado J. A. Martín Pallín, altamente recomendable para lectores del blog interesados por lo que el autor llama la «malversación» del papel de la prensa.

Este artículo del magistrado Martín Pallín complementa bien al que publicó hace unos días Javier Pradera, también en El País:

Un intento ¿inútil? de hacer pedagogía judicial

JOSÉ ANTONIO MARTÍN PALLÍN

19/07/2007

El llamado caso Bono contiene los ingredientes necesarios para buscar una receta que pueda servir de pauta a la información sobre tribunales.

Una sentencia es la respuesta que un órgano judicial da a un conflicto que, por una u otra causa, ha llegado a su conocimiento. Previamente se lleva a cabo una tarea de investigación de los hechos que están en el origen del litigio. La tarea es más o menos compleja según la multiplicidad de casos que suceden en la vida real. Cuando el conflicto merece la atención del derecho penal, nada se puede hacer sin depurar las versiones, normalmente confrontadas, entre la persona que denuncia e imputa y la postura, rotunda o parcialmente contradictoria, de quien se ve acusado y sometido a un proceso de investigación.

Si el caso judicial por sus protagonistas atrae el interés público, la función de juzgar se coloca en el foco de atención de los medios de comunicación. En nuestro mundo informativo se toman posiciones apriorísticas, es decir, previas al debate, dando por sentado que los hechos son tal como cada uno, desde su visión y óptica política, los declara, sin admitir la versión contradictoria y lo que es más grave, sin respetar la actuación de los jueces únicos a los que corresponde llevar las riendas del litigio.

Se hacen juicios paralelos con una ligereza y persistencia que resultaría llamativa y escandalosa en otras latitudes y culturas democráticas y judiciales. Aquí se pretende marcar los caminos al juez importunándole e incluso amenazándole, velada o directamente, si no recorre el camino que previamente le han trazado o no dicta una sentencia que se acomode a las pretensiones de los informantes u opinantes.

A nadie le importa, salvo si alguna vez les llega el turno de sentarse en el banquillo de los acusados, que el juez realice su trabajo con serenidad de ánimo, pausa, racionalidad y sentido de búsqueda de la verdad material, es decir, la única que se puede alcanzar en un proceso penal.

Los jueces ven la realidad como en un espejo reflejada en las versiones de los acusados y testigos, opiniones de los peritos y demás pruebas complementarias. Los reportajes gráficos son de gran utilidad, pero en ningún caso, puede suplantar la evaluación judicial sobre su mayor o menor exactitud, realidad o credibilidad. La valoración de las pruebas corresponde a los jueces, sometidos constitucionalmente a criterios de racionalidad y explicación lógica y fundada de los motivos por los que estiman unas pruebas más consistentes que otras y por qué desvalorizan argumentos y testimonios contrarios.

En esto es, precisamente, en lo que se plasma la tarea de juzgar que nos encomienda la Constitución. Nadie, sin bordear la agresión al derecho del acusado a un juicio justo, puede apropiarse de la pretensión de juzgar de forma paralela y de rebelarse, sin esgrimir causas ni motivos, contra la decisión del juzgador.

Volvamos al caso Bono. El tribunal competente celebró un juicio oral seguido con expectación por los medios. Una vez que terminó el juicio, realizó la valoración de las pruebas disponibles. Los hechos, más o menos sintéticamente recogidos en la sentencia, reflejan un incidente en el curso de una manifestación en la que el ministro de Defensa fue abucheado, sin que sufriera agresión física, aunque a continuación reconoce la existencia de un zarandeo. Un inspector de policía presente en la manifestación redactó una nota informativa en la que negó la agresión física pero admitió que fue imposible evitar los zarandeos. A partir de este momento, se dedican 14 folios a relatar lo sucedido durante la confección del atestado que se envía a la autoridad judicial.

La siguiente tarea consiste en analizar si esos hechos constituyen los delitos que las partes acusadoras le han indicado. En este caso, detención ilegal y falsedad en el atestado de la policía.

Dictada la sentencia, los condenados acuden a un tribunal superior pidiéndole que la anule o la modifique. Cuando se llega a esta fase, el recurrente puede estar en desacuerdo con los hechos que se le imputan o simplemente rechazar su carácter delictivo. En el primer caso tratará de poner de relieve que las pruebas son nulas, son insuficientes o se han manejado erróneamente. Pretende que se corrija el hecho de que se le imputa y se sustituya por otra versión más favorable a sus intereses o que se declare su absolución por falta de pruebas.

En el caso que nos ocupa, los incidentes notorios de la manifestación, y las consecuencias o derivaciones posteriores -detención y traslado a la comisaría de policía de los sospechosos-, no fueron cuestionados.

Hasta tal punto existía conformidad sobre los hechos, que el Tribunal Supremo al conocer del recurso los ha mantenido intactos y sin tocar una sola coma.

La cuestión, por tanto, se redujo a dilucidar si esos hechos eran constitutivos de los delitos que había declarado la Audiencia Provincial o, por el contrario, por su propio contenido y por la forma en que se relatan, los acontecimientos carecían de toda relevancia penal.

El debate adquiere así unos perfiles exclusivamente jurídicos. Los que trabajan en los medios de comunicación deberían extremar su cautela a la hora de enfocar la decisión del Tribunal Supremo. El Tribunal Supremo no ha legitimado la detención ilegal como editorializó el diario El Mundo. Espero que conocido el contenido de la sentencia, explique a sus lectores los motivos de su gruesa descalificación.

La cuestión es más simple, el Tribunal Supremo ha dicho que los hechos que declaró probados la Audiencia Provincial no constituyen delito alguno.

Es muy complejo concentrar en un titular e incluso en una más amplia información, los entresijos de una sentencia. Ahora bien, el análisis se desvirtúa y se ilegitima la crítica cuando se relata solamente el resultado de la decisión y se desprecian los argumentos que en este caso ignoraban, pues no se había publicado. Los ciudadanos tienen derecho a conocer, aunque sea sintéticamente, cuáles han sido las razones que han llevado a la adopción de una determinada decisión.

Una sentencia puede gustar o no gustar, pero vale lo que valen sus razonamientos. Si se ocultan a la información, cuando se hacen públicos, se hace un mal servicio a los lectores y se malversa el papel de los medios de comunicación en una sociedad democrática, que no es otro que transmitir información veraz, añadiéndole, ¿por qué no?, unas dosis de pedagogía ciudadana.

José Antonio Martín Pallín es magistrado emérito del Tribunal Supremo.

¿Información u opinión? Pedro J. nos da gato por liebre

El Mundo titula a cuatro columnas, en portada, una opinión interesada como si se tratara de una información sobre hechos que han ocurrido. A esto se le llama en castellano dar gato por liebre.

Cuando Pedro Jota titula «… para compensar las cesiones a ETA…» está dando por hecho que Zapatero ha cedido ante ETA , ha dado concesiones a la banda terrorista.

Como opinión de El Mundo, expresada en su comentario editorial de la página 3, o en un artículo o análisis con tipografía en cursiva, podría valer este titular, por falsos que sean los hechos que da por supuestos sin prueba alguna.

Pero darlo como títular de una información, en el lugar más informativo del diario y con tipografía correspondiente al relato de hechos y no de opiniones es, simplemente, engañar al lector.

Con esta portada tan deplorable, desde el punto de vista puramente profesional, yo supendería hoy al director de El Mundo en un examen de primer curso de Periodismo.

¡Lástima de profesión!

Nostálgicos del Trono y del Altar

JUAN GOYTISOLO 09/07/2007

La lectura del reciente Foro de Debate de El Mundo en torno a la figura del cardenal-arzobispo de Toledo, Antonio Cañizares, me llenó de estupor. Tras dar la bienvenida al ilustre prelado, el director del diario madrileño le pidió disculpas por haber podido ofender a la Iglesia con motivo de una entrevista publicada en sus páginas con el escritor Álvaro Pombo, en el que éste zahería su beligerancia antilaica y su anatema contra el matrimonio homosexual. El homenaje de pleitesía a quien mejor encarna posiciones que en otros tiempos eran denominadas ultramontanas y que hoy lo son de integristas tiene al menos el mérito de dejar las cosas claras: para algunos la sociedad española, liberada al fin de siglos de tutela eclesiástica, debería someterse de nuevo a los preceptos y prerrogativas que la actual jerarquía religiosa añora y reclama en su peculiar guerra santa contra el «laicismo radical» y la, en verdad inocua, asignatura de Educación para la Ciudadanía, en la que «Dios no cuenta» y «la dimensión trascendente del ser humano queda reducida a la esfera de lo privado».

¿Disculpas? ¿Cabe excusarse con una institución que jamás lo ha hecho por los crímenes y brutalidades que jalonan su larga y poco piadosa historia? ¿Se ha disculpado la Iglesia por los tormentos y hogueras del Santo Oficio que acabaron con la vida de decenas de millares de españoles, acusados de judaizantes, luteranos, sodomitas, hechiceros y una larga lista de herejías reales o supuestas? ¿Por la condena de quienes se arriesgaron a pensar por su cuenta y a vivir de acuerdo con su naturaleza y creencias? ¿Por su reiterada excomunión de liberales, masones, republicanos, comunistas, etcétera, desde el absolutismo fernandino hasta hace unas cuantas décadas? ¿Por su intervención directa en las guerras civiles del XIX que frenaron la modernización de España y por su vergonzoso apoyo al pronunciamiento militar contra la República, calificada nada menos que de Cruzada en la Carta Colectiva del Episcopado de 1937? ¿Por el exterminio planificado de «los rojos» por ese mismo dictador católico a quien recibían bajo palio en sus tiempos y que acuñaba con su asenso las famosas monedas de «Caudillo de España por la Gracia de Dios»?

El actual e imparable proceso de apertura de la sociedad hispana eriza los cabellos de nuestros santos tonsurados. Sus iglesias se vacían, un creciente número de jóvenes se proclaman agnósticos y, pese a las apariciones carismáticas de los dos últimos Pontífices y la espectacular mercadotecnia a su servicio, la grey se aleja de ellos y no atiende a sus diatribas contra el funesto radicalismo que «niega la libertad religiosa». Podrían dar un ejemplo de humildad y de espíritu evangélico, pero no lo dan. Llenan sus arcas con el dinero del Estado, esto es, del bolsillo del contribuyente, ya sea católico o no, y no obstante de eso sueñan en el retorno a la alianza del Trono y el Altar. Presiden bodas principescas y de celebridades del orden de la hija del ex presidente Aznar en El Escorial, mientras privan de la facultad de decir misa a quienes se inspiran en las enseñanzas de Jesús de Nazaret en la medida en que su ejemplo pone al descubierto el fariseísmo propio y el afán de acumular poder y más poder.

Las leyes adoptadas en la actual legislatura responden a las realidades del cambio social y a las expectativas de la gran mayoría de españoles que les da la espalda. La simplificación de los procedimientos para abortar, la legalización del divorcio, la ley de parejas de hecho y el matrimonio homosexual no son los cuatro jinetes del Apocalipsis que amenazan, según ellos, los fundamentos de la sociedad. Quiebran tan sólo la sujeción de la conciencia de los fieles a los mandamientos de la Iglesia de Roma a través del confesonario y de la imposición de preceptos de imposible cumplimiento, como pueden ser el celibato de los clérigos y la castidad de los jóvenes. ¡No importa que el anatema contra los anticonceptivos condene a millones de africanos a una muerte lenta, víctimas del «monstruo de las dos sílabas», si sus sufrimientos en este bajo mundo le redimen de sus pecados (o de los de sus padres) y facilitan su acceso a la gloria eterna en el Más Allá!

Las tesis de Huntington sobre el choque de civilizaciones no concierne por ahora a nuestros dómines. La Iglesia de Roma no busca la confrontación con el islam: secretamente, lo admira y envidia. ¿Cómo se las arregla para mantener la fe de sus fieles y para congregarlos en sus templos en tanto que los suyos cierran por falta de público y las ovejas de su antiguo rebaño se entregan al hedonismo más descarado? El culpable es el laicismo, ese laicismo que permite vivir a cada cual conforme a su conciencia.

El proselitismo expansivo de las iglesias evangélicas en Iberoamérica, con la consiguiente deserción de una parte de la propia grey, agrava su angustia y dispara todas las alarmas. ¿Por qué las otras creencias se robustecen y la suya amengua? Y, en vez de proceder a un examen de su vida y conducta y a corregir su muy poco cristiana ostentación de riqueza, nuestros obispos vuelven la mirada hacia atrás. A la bendita época de Fernando VII y del generalísimo Franco, a esos centenares de mártires beatificados por Juan Pablo II en Valencia, a quienes el actual arzobispo de la ciudad, Agustín García-Gasco, quiere erigir un templo a imitación del excavado en el Valle de los Caídos. Pues, al tiempo que truenan contra la Ley de Recuperación de la Memoria Histórica de las víctimas de Franco, se aferran al recuerdo de las persecuciones religiosas evocadas machaconamente durante 40 años por los servicios de propaganda del Régimen y cuyo testimonio se perpetuaba (y a veces se perpetúa aún) en las lápidas que ornaban (u ornan) las fachadas de sus templos.

Lo que aprendieron duramente los españoles de derechas o de izquierdas tras 150 años de guerras civiles -acabar de una vez por todas con los hechos, situaciones y doctrinas que las provocaron- choca frontalmente con el programa de Rouco, Cañizares y de los portavoces de la cadena episcopal. Si no hay clima de guerra civil, habrá que inventarlo. España agoniza, vuelven los tiempos en los que será necesario defender los principios que sustentan con peligro de sus personas (y de las de los demás). Tales dislates, repetidos a diario, no responden, para desdicha suya, a realidad alguna. Los españoles nunca han vivido tan bien como hoy, aunque quizá el porcentaje de quienes salvan su alma haya descendido un tanto desde los tiempos felices de Arias-Salgado. La tolerancia y el respeto a la libre conciencia de los ciudadanos no matan a nadie. Son los fanáticos e intolerantes de toda laya quienes manchan sus manos de sangre. Menos de la suya, claro, que de la de los demás.

Juan Goytisolo es escritor.

¡Parad las máquinas! La piscina de Pedro Jota, en portada

Sin comentarios. Lo siento. Esto me supera.

Ahora caigo… en la piscina, claro.

Hace poco me sorprendió muchísimo el tratamiento, a mi juicio, desorbitado que Pedro Jota dio en El Mundo al cambio de voto de un partido minoritario balear que antes apoyó al PP y ahora apoya al PSOE para gobernar las Islas Baleares.

Para El Mundo, Maria Antonia Munar pasó de la noche a la mañana de ser una santa a ser una presunta corrupta pecadora, de heroina a villana.

La portada de hoy me aclara muchas otras portadas:

«Cherchez la piscine…»

Oportuno artículo de Jordi Borja a favor de uso del humor en la vida política. Frente a la crispación interesada no hay nada mejor que el humor…propio.

La broma como resistencia política

JORDI BORJA en El País

06/07/2007

Hace 40 años exactamente Kundera publicaba su primera novela. En la Praga que anunciaba la primavera el libro obtuvo un éxito fulgurante, cada página era leída como una afirmación de libertad. Si la juvenil broma conducía al personaje a un irremediable descenso al infierno kafkiano de la Checoeslovaquia staliniana la lectura que se hizo en la anunciada primavera política fue de feliz celebración de la vida que renacía. La cara contrapuesta al absurdo cotidiano que mostraba el libro se estaba rompiendo en mil pedazos.

Unos meses después, cuando el Ejército soviético había invadido el país y restablecido el aberrante orden represivo, el libro se publicó en Europa. El éxito fue también inmediato pero distinto. La lectura que hicimos entonces fue explícitamente política, la denuncia de un socialismo que pretendía hacer felices a las gentes a pesar de ellos y que socializaba principalmente la infelicidad. La broma se había convertido en resistencia. El humor es probablemente el arma política cargada de futuro más firme, variable y duradera.

A principios del pasado mes de junio, en París, pude asistir al estreno de una obra insólita, La Verfügbar en los infiernos, subtitulada Una opereta-revista en Ravensbrück. La autora, Germaine Tillon, cumplía 90 años esos días. Prestigiosa etnóloga, resistente y sobreviviente del campo de concentración, presente en todos los combates importantes en defensa de los derechos humanos y de los pueblos, innovadora analista de la situación de la mujer en los países mediterráneos, fue una sorpresa descubrirla como autora de opereta. Y más sorprendente aún saber que la obra fue escrita en otoño de 1944 en el campo de concentración, cuando ella y sus compañeras temían con razón que la muerte les llegaría antes del fin de la guerra y de la esperada liberación por parte de los ejércitos anglo-americanos y rusos.

La obra hace reír y se ríe del campo, incluso de ellas mismas, las Verfügbar, las deportadas que se habían negado a trabajar para las empresas nazis y que estaban «disponibles» para realizar los trabajos más duros o desagradables del campo, sometidas al maltrato permanente y sin otro futuro que la muerte. «En el campo de concentración no se piensa en el futuro. Allí el futuro no existe», escribe su compañera Anise Postel-Vinay recordando su estado de ánimo en aquel triste otoño del 44.

Tillon escribe su obra, que recuerda al Brecht de Santa Juana en el matadero, con humor ácido y distanciado, destinado a levantar el ánimo de sus compañeras que participan en el proceso de producción de la obra (especialmente proporcionando músicas, casi siempre alegres, procedentes de las canciones populares de la época) y al mismo tiempo contemplan desde el exterior el campo, a los nazis y a su propia situación.

El producto final ofrece además una información y una denuncia del absurdo criminal y de la locura brutal que se concentra en el campo y en la relación de los nazis con las Verfügbar, definida por Tillon como el resultado de «la conjugación entre un gestapista macho y una resistente hembra». Pero este resultado aparecerá más tarde y para ello ante todo hay que vivir, resistir. La resistencia es para «sobrevivir, nuestra última acción de sabotaje». Por cierto es curioso constatar cómo términos que ahora se entienden con connotación negativa, como «sabotaje» o «terrorismo», en aquella época se consideran positivos. Recordemos el emotivo final de Esta tierra es mía, de Jean Renoir, en la que el modesto y miedoso maestro protagonista, que interpreta el genial Charles Laughton, termina su alegato ante los jueces colaboracionistas de la Francia ocupada con una rotunda defensa del «derecho al sabotaje».

Tillon nos dice algo más. La obra divierte para informar, para afirmar la fe en la capacidad de los hombres y mujeres de luchar por su dignidad, para mantener la esperanza en el futuro, para afirmar la vida. Y para ello el humor es un arma para sobrevivir, para resistir, para denunciar y para enfrentarse a la barbarie aunque la practiquen los Estados. Y con humor nos transmite «la memoria, sin ella no podemos imaginar el porvenir».

En España también hay humor frente a la política monopolizada por instituciones cuya representatividad está hoy cuestionada (véase la importancia de la abstención) pero es un humor que se sitúa entre la obscenidad y la ingenuidad, que contribuye a la pasividad ciudadana y a la debilidad de la democracia. Las recientes elecciones han significado un fracaso de la democracia. En Cataluña es una evidencia empírica. La abstención no sólo es importante en cantidad (más del 50% en Barcelona) también es significativa en cualidad. El análisis por barrio y las encuestas coinciden: los que menos votan son los sectores de bajos ingresos y los jóvenes. Es frecuente encontrar que la abstención en barrios populares es el doble o más que en barrios de rentas altas. Y que la abstención de los jóvenes triplica o cuadriplica la de las personas mayores. El fracaso de la democracia no es la abstención y el crecimiento significativo del voto en blanco (son síntomas) pues podría interpretarse que los que no votan es porque no necesitan políticas públicas. Pero no es así, no votan los sectores que sí las necesitan y aquellos que deberían tener esperanzas respecto al futuro.

La democracia no es un simple instrumental para crear y mantener instituciones representativas. Es un marco político-jurídico cuya legitimación y vocación es promover políticas, y por lo tanto valores y comportamientos, destinados a aumentar las libertades, a reducir las desigualdades y a reforzar los lazos solidarios. Pues bien, si la democracia está flacucha parece imponerse la crítica a los que contribuyen a ello y la resistencia de los que no quieren morir con ella. Y el humor podría ser importante.

En muchas partes de España, si nos atenemos a lo que muestran radios, televisiones y espectáculos, el humor político se confunde con la obscenidad, la descalificación grosera de los políticos, el lenguaje grosero, escatológico, pornográfico. En Catalunya triunfa un programa de humor, Polonia, que divierte mediante la caricatura amable de los políticos. Pero en ambos casos, nos gusten más o menos estos programas, ni los unos ni los otros son muy útiles a la democracia. La crítica a los partidos es fácil, se les pide mucho más de lo que pueden dar, y es cierto que podrían dar un poco más, pero como la abstención también ellos son más un síntoma que una causa.

La perversión de la democracia reside en otros centros de poder: las multinacionales, la banca, la cúpula de la Iglesia Católica, algunos personajes de los medios de comunicación, los que promueven el racismo y la xenofobia, los que difunden una retórica ultra securitaria, etc. Y, curiosamente, éstos raramente son objeto de la crítica mediante el humor.

Somos más ricos que antes, no mucho más educados, y en humor político me parece que hemos retrocedido respecto a otras épocas. Y ante el páramo del debate de ideas en serio, buena falta nos hace una buena dosis de humor inteligente, radical y sin temor a enfrentarse a los poderes fácticos.

Jordi Borja es urbanista. FIN

Mario Benedetti decía algo así (y cito de memoria):

«Un torturador que se suicida no se redime. Pero algo es algo»

Los obispos vuelven a mear (con perdón) fuera del tiesto

Los obispos están, otra vez, crecidos, envalentonados y meando fuera del tiesto. La situación me parece gravísima para cualquier demócrata que se precie. La Iglesia vuelve a las andadas. Protesta contra la enseñanza de una asignatura obligatoria. acorde con la Constitución, que trata sobre los valores de tolerancia, libertad y convivencia en una socidedad democrática.

Unos recomiendan la «objeción de conciencia» contra la asignatura «Educación para la Ciudadanía» y otros hablan de darla «por imperativo legal«, fórmula utilizada por los batasunos para jurar sus cargos. Pero ninguno de ellos se digna rechazar el dinero que los colegios católicos concertados y la propia Iglesa Católica reciben – y no se por qué- del Estado aconfesional español, es decir, de los impuestos de todos los españoles.

Hasta ahora, el Gobierno de Zapatero se había mostrado asustadizo y temeroso ante cualquier resoplido de los monseñores. Y eso, me consta, le cuesta votos de muchos laicos honrados. Menos mal que la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega salió ayer al rescate del presidente Zapatero (que parece alelado, un poco gaznápiro, en cuanto oye gritar pamplinas o amenazas a los obispos) y avisó a los purpurados (y a los colegios que chupan del bote del Estado) que quien no apruebe esta asignatura no tendrá título y «que vaya a los tribunales quien no esté de acuerdo con ella».

Por su parte, El Roto también le echó ayer una mano al Gobierno, y a los ciudadanos respetuosos con los valores democráticos, con un dibujo que supera a todos los editoriales que he leído hasta ahora sobre la materia.

Creo que la vicepresidenta aún se quedó corta. En mi opinión, le faltó decir, con toda claridad, lo que no deja de ser una verdad de Perogrullo:

Si algún colegio católico, musulmán, judío o busdista concertado no cumple la Ley, se le quita el dinero, que tan graciosamente le da el Estado, y sanseacabó.

¿Acaso puede el Estado dar dinero público a presuntos delincuentes que se saltan la Ley a la torera, por mucha sotana negra o morada o turbante o kepa que lleven?

¡Qué vigencia tiene aún nuestro Cervantes!:

«Con la Iglesia hemos topado, amigo Sancho…»

Soy respetuoso con todas las creencias religiosas, paracientíficas o mágicas que no hagan daño a terceros. Pero me preocupa -en realidad, me alarma- la caradura que muestran hoy algunos jerarcas de la Iglesia Catolica española, tan irreverentes con las creencias legítimas de los demás y tan bravucones y antidemócratas como para amenazar con incumplir las leyes vigentes, apobadas por los representantes de los españoles.

Tengo la impresión de que han perdido el apoyo de su Espiritu Santo o de que su mismísimo Diablo les tiene engañados. No puedo comprender a qué viene ahora sacar tanto pecho y poner a prueba la paciencia de un montruo histórico español -felizmente dormido- como es el anticlericalismo. Yo creo que estos purpurados no han leído la Constitución española o, peor aún, la Historia de España y, por eso, no saben donde se están metiendo.

Me consta que hay muchos católicos muy sensatos y respetuosos con la Democracia y creo que deberían recomendar prudencia y/o disimulo a ciertos obispos anclados aún en la España negra.

Me gustó también lo que dijo la vicepresidente de la Vega:

«… no se puede objetar contra la Educación para la Ciudadanía como no se puede objetar tampoco contra las Matemáticas»

Me recuerda, con tristeza, una frase de nuestro ilustrado padre Feijóo, a finales del XVIII. Algo así como:

«Las Matemáticas y la Física son extranjeras en España»

He ahí una de las causas del atraso científico y económico de España. Y temo que se repita aquella penosa experiencia, a manos de los mismos culpables. Si dejamos que la Iglesia aplique, contra la Ley, la objeción de conciencia para que sus clientes no cursen la «Educación para la Ciudadanía«, ¿cual será el siguiente paso de los voraces e insaciables obispos trabucaires?

Si tienen algún éxito, pueden objetar contra la Fisica y la Química o contra la Literatura

¿Acaso no van las ciencias experimentales contra las creencias religiosas que atribuyen a un dios (¿diseño inteligente?) la creación del primer hombre sobre la Tierra? ¿Acaso no contradice la ciencia moderna, desde Charles Darwin hasta hoy, las teorías mágicas del creacionismo divino de Adán y Eva o del mundo en seis días?

¿Quién, si no la Iglesia, frenaba o preseguía en España el estudio de las ciencias experimentales en el siglo de las luces?

En tiempos del padre Feijóo, el primer ministro ilustrado de Carlos III, el ilustre reformador Jovellanos, fue expulsado del Gobierno, perseguido por la ¿Santa? Inquisición y encerrado en un castillo de Menorca sin derecho a papel, tinta ni pluma. El papa Pío VI (¿a quizás Pío VII?) había pedido al rey Carlos III -otro cobardica- que se librara de esos hombres que (cito de memoria) «imbuidos de una falsa ciencia llevaban a la católica España por caminos de perdición«.

Aquel rey pusilánime cedió y entregó a la España negra a uno de los hombres más insignes de aquel siglo y con ello dió una señal para frenar el progreso, retrasar nuestra civilización y ampliar la brecha que nos separaba ya de la emergente Ilustración europea.

¿Se imaginan a los obispos más rebeldes predicando contra la inclusión de Miguel Hernández o de García Marquez en la asignatura de Literatura por sus tendencias comunistas o ateas o a Mario Vargas Llosa por su liberalismo?

Me echo a temblar al pensar que mis hijos o mis futuros nietos tuvieran que volver algún día, como yo hacía de joven a escondidas, a la trastienda de la librería Fuentetaja para comprar libros prohibidos por la Iglesia.

La situación es tan preocupante que me atrevo a a pedir al maestro Fernando Savater que vuelva a publicar, aunque sea a multicopista, sus certeros artículos en los que, con enorme clarividencia, separaba el delito del pecado. Por ejemplo: ser homosexual puede ser considerado pecado por la Iglesia católica pero, según nuestras leyes, no es un delito. Y nuestros hijos tienen el derecho y el deber de saber distinguir una cosa de la otra.

¡Basta ya, por favor, de tanto lavado de cerebro eclesiástico!.

Habemus libertas. Somos ciudadanos libres. Que cada uno elija libremente, y por supuesto fuera de la escuela pública, la religión que le plazca.