Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

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En memoria de una amiga payasa sin fronteras

Hoy trato un asunto casi personal. Aunque no lo parezca, éste que lleva el mundo por nariz soy yo. Creo que me puse esa nariz la penúltima vez que vi a la payasa Ana en una Gala de Payasos Sin Fronteras. Aún la recuerdo:

Señora UNESCO: «La risa, patrimonio de la humanidad»

Hace un par de años, fui a recibir a Ana Motta en el aeropuerto de Barajas con algunos globos prestados, con un millón de risas y otro de aplausos. Mañana vamos a recordarla en Madrid a los pocos días de su muerte, tan prematura.

Venía con sus colegas de Payasos sin Fronteras después de haber pasado varios meses, intensos y peligrosos, haciendo reir y enseñando a hacer reir a los niños de los campos de refugiados de Palestina.

Me enteré de su muerte por un mensaje de mi hijo Erik.

Mi más sentido pésame a su familia, a sus amigos y colegas y a todos los niños del mundo a los que Ana hizo reir.

Reproduzco aquí (con su permiso) el mensaje emocionado que me ha enviado mi hijo Erik (Pepino Martinez, Mister Pickles o Falalati) desde su casa en Los Angeles.

Asunto: En recuerdo de Ana Motta

Queridos Compañeros,

Hoy me he enterado del nuevo viaje de Ana y me he quedado impactado y con el corazón compungido. Aún en la distancia de Los Ángeles, la recuerdo con su frescura, espontaneidad y generosidad. La conocí al entrar en Payasos Sin Fronteras y puedo decir que es una persona cuya influencia y huella me han marcado.

Ana siempre ha sido una payasa y maga extraordinaria. Tengo la suerte tremenda de haber coincidido con ella en varias actuaciones y de verla trabajar de cerca.

Tenía más tablas que un carpintero en huelga. Una persona humilde, siempre ante-puso la felicidad de los niños para los que actúa antes que la vanidad de un aplauso. Fue tremendamente generosa compartiendo su arte. En vez de actuar con recelo, protegía con cariño y cuidaba los nuevos payasos, animándonos a mejorar.

Yo soy uno de esos polluelos que Ana protegió bajo su ala y ayudó a ser mejor payaso. Recuerdo que le preguntaba cómo hacía un juego de magia y me respondía, “cúrratelo un poco tío”. Picado por el reto, me encerraba a sacar el juego. Cuando la volvía a ver y, sólo si le había puesto horas de ensayo, trataba de mostrarle la magia y Ana me corregía como buena mentora que era.

Para quién no lo sepa, así es como se trabaja la magia. Y cuando ya me veía volando solo en mis actuaciones, tenía algún comentario constructivo de “que tal si lo haces así” casi siempre mejorando el juego. Detalles suyos colorean mis rutinas como las pinceladas finales de un maestro.

He tenido la suerte de compartir escenario con ella en PSF: en galas y funciones, hospitales, pasacalles y en Palestina. Ana apostaba por los nuevos talentos, por payasos jóvenes, por hacer que Payasos Sin Fronteras no fuese un club selecto de payasos de Barcelona y pocos más, sino una ONG creciente, que aprovecha los recursos de todos sus miembros y artistas, que saca provecho de las nuevas filas de artistas que creen en el proyecto.

Apostó por un equipo de gente nueva para ir con ella a Palestina. Su voto de confianza es un halago que llevaré conmigo el resto de mi vida. Nunca se me olvidará el día que me llamó para ser parte de la expedición. Crecí con ella, no sólo como payaso, sino como persona.

Ana tenía muchas horas de vuelo en el escenario y venía venir las jugadas de lejos. Era una maravilla verla de cerca. Soy testigo de que ha hecho reír a miles de niños (tan sólo 9,000 en Palestina) con, por ejemplo, su número de peluca del príncipe valiente y el embudo mágico trans-orinador. ¡No fallaba nunca! Ni se cuántas sonrisas la he visto hacer nacer con globo-manzanas. De cerca, de lejos, niños, adultos, una artista todo terreno. El público se abría con Ana como las flores al sol.

Ana también tenía ese don de ver y lograr sacar el niño que llevan todos los adultos dentro. En una ocasión, por ejemplo, en nuestro día libre, viajamos todos los payasos de Hebrón a Jerusalén a hacer una actuación en el centro Princes Basra de niños con discapacidades.

Montamos todos los bártulos a la guagua excepto la acordeón granate y maravillosa de Ana, que ella protegía cuidadosamente como el artesano sus herramientas. En la guagua viajaba una mujer con cara de pocos amigos y otros transeúntes más apenados que alegres por el difícil trayecto que nos esperaba hasta llegar a Jerusalén. El chofer de la guagua vio el acordeón y pidió que tocase. Ana aceptó el envite –cuidado de retarla- y procedió a llenar la guagua de música, magia, alegría, palmas y brillo.

Éramos una fantasía cruzando los controles militares. Llenos de risas y alegrías, volábamos a través de Cisjordania. El chofer y los viajantes dábamos palmas y cantábamos “Mustafá o Mustafá, a Jerusalén vamos a llegar …”. Una canción tras otra.

Incluso llegando a la parada final, viendo al conductor entusiasmado, Ana no cedió en darle la alegría de alardear de ser feliz en un trayecto. Ante el asombro del resto de sus compañeros, frente a la puerta de Damasco, el chofer se bajó de la guagua dando palmas y nos abrió la puerta bailando. Ana aceptó su propuesta del “más difícil todavía” para seguir tocando y cantando mientras nosotros, siguiendo su liderazgo, bailamos con el resto de los conductores.

Montamos un espectáculo imposible en la estación de transporte, un momento de inmortalidad en mi vida. El chofer nos abrazó emocionado. No hablaba inglés, pero se notaba que en su vida había viajado así, con Ana de copiloto.

Ana era espontánea, decía lo que pensaba y no se mordía la lengua. Y, aunque en más de una ocasión eso la metió en problemas, eso era también parte de su encanto y su frescura. Tenía integridad. Le molestaba la injusticia y la desigualdad y luchaba por poner lo suyo y más por hacer este mundo mejor.

Ana y su espontaneidad. ¿Qué deciros? Volando a Barcelona, nos metieron en primera clase. Ana me estaba enseñando las técnicas para que inflar un globo a pulmón fuese más fácil (y no me estallasen los tímpanos). La azafata de vuelo se dispuso a dar las indicaciones de emergencia con toda la solemnidad posible que es digna de primera clase y nos mandó callar. En plena demostración de evacuación en caso de emergencia, Ana soltó una pedorreta.

Como se suele hacer cuando se oye un cuesco, los presentes prefirieron ignorarlo para evitar el ridículo. La auxiliar de vuelo continuaba dando explicaciones con cara de póquer, como si no hubiese oído nada. Para vergüenza increíble de mi parte, Ana soltó otra pedorreta aún más grande.

Esta vez, los pasajeros empezaron a reírse tímidamente, no dando crédito a sus oídos. No obstante, la auxiliar de vuelo guarda la compostura. Ya saben, morir por el protocolo. El payaso Fuman, que no se pierde una, devuelve la pedorreta desde otra parte de la cabina. Los pasajeros se están riendo y cuando cesa la risa, Ana suelta una pedorreta enorme que hace que a la propia azafata se destronche de risa y le salten las lágrimas. Así era Ana, libre, juguetona.

Sobretodo, era generosa. En pleno momento de máxima tensión, en Jenin, una ciudad triste y dura donde las haya de Palestina, sin poder salir a la calle, con la fiebre de cabaña acechando, Ana Motta sacó tiempo para enseñarme a coser una camisa que había roto, a enmendar un error, y a hacerlo además con alegría, cantando “es la falta de amor, la que llena los bares …”.

En otra ocasión, uno de los payasos quedó enfermo el día que tocaba actuar en Jericó, ¿y quién se quedó a cuidarlo y no ver el mar muerto? Ana Motta, la madrina y madraza de todos. Así era, generosa.

Las maravillas de la vida están en los detalles: como los globos que se ataba a los zapatos. Doy fe de que seguirá con nosotros. No solamente en el recuerdo, sino de forma activa y militante, como era ella. Seguirá en la memoria de los miles de niños a quién tanto ha hecho reír, a quién tanto ha maravillado y ha hecho sentir felices.

Seguirá en los giros y matices de las magias y payasadas que tanto hemos aprendido con ella. Desde los muchachos de los talleres a los compañeros de escenario y, sobretodo, los polluelos que hemos tenido el inmenso lujo de haber estado cerca suya.

Mi más sentido abrazo a su familia, al resto de sus amigos y compañeros.

Ana ismi Ana”, te echaremos de menos,

Pepino Martinez / Pickles / Jalalati,

Erik

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Bert Gugu escribió:

Hola amigos…ya sé que les llegó la mala noticia, así és la vida…y así hay que vivirla y compartirla.

La payasa Anna Motta nos dejó la semana pasada, cambió de circo, se fué al más pà’llà pà llevar la risa a otras almas…, lo intentó, estuvo luchando contra su enfermedad, no perdió la ilusión por vivir y hacer vivir con su nariz…, pero se fué…,.

Me enteré el sabado, justo antes de salir a actuar en un bolo de PSF dedicado a Palestina y contra el bloqueo de Gaza. Coincidencias de la vida, señales y conexiones payasas. Tuve la oportunidad de regalarle mi actuación.

Así que me puse la nariz y salí con todo el amor del mundo a dedicarle ese instante…, los aplausos y risas fueron para ella.

Me quedo con un feliz recuerdo, con su sonrisa y sus zapatones, su acordeòn y las risas compartidas con los niños palestinos.

Mando un abrazo a todos los colegas y amigos payasos con los que compartimos ese momento mágico en Palestina, y a toda la gente que la conocia y la queria…, ke no pare el circo!.

Anna, un beso con Nariz…feliz viaje!

A L@S AMIG@S, SOCI@S DE PSF Y FAMILIARES DE ANA MOTTA

Se nos fue Ana Motta en la madrugada del pasado sábado 24 de noviembre. Se nos escapó por entre las rendijas de la vida. Estaba aquejada por una grave enfermedad que la obligó a ir, progresivamente, espaciando su actividad profesional hasta tener que abandonarla prácticamente por completo en este último año. Ana era Payasa, una payasa sencilla, nada pretenciosa, como lo son los grandes payasos: tocaba el acordeón, hacía magia, sabía conectar muy bien con los niños y niñas, era tremendamente eficaz en su trabajo diario de hacer reír. Ana era una artista entregada a su oficio y a su alma gemela, los niños y niñas de cualquier parte del mundo.

Más allá de su profesión, Ana era una mujer comprometida con la vida, consigo misma, con la vida de sus hijos, su familia, sus amigos. Su compromiso no tenía fronteras: se ponía en la piel de personas que no conocía, que nunca había visto. Siempre tuvo presente que no le faltase el pan, la dignidad y la risa a los niños, a las mujeres, a las personas necesitadas de cualquier lugar. Ana era una payasa sin fronteras en todos los sentidos de la palabra. No es por casualidad que desde hace muchos años formara parte de nuestra organización.

Ana actuó con Payasos Sin Fronteras para los niños ingresados en los hospitales y fue expedicionaria en Kosovo y Palestina. Con su gran generosidad y entusiasmo colaboró para que fuera posible que se realizaran otros muchos proyectos en los que no participó directamente, pues lo importante era que otros muchos niños y niñas pudieran reír. Trabajó desde el Comité de Operaciones, como miembro de la Junta Directiva y también colaborando en galas, presentaciones y otras muchas actividades de sensibilización. Las personas que hemos conocido a Ana Motta en Payasos Sin Fronteras sabemos de toda la energía positiva e ilusión que ha entregado generosamente al mundo a través de esta organización.

El vacío que nos deja es irrellenable. Va a permanecer mucho tiempo en nuestra memoria el entusiasmo que ponía en todo lo que hacía, su forma directa de decir las cosas, esa manera suya de buscar siempre los aspectos positivos de cada situación y su sabiduría sencilla y práctica. Aunque el recuerdo de Ana lo llevamos en nuestro corazón, también queremos compartirlo en una Gala de Homenaje que por iniciativa de sus amigos tendrá lugar el próximo martes en Madrid y cuyos beneficios se destinarán a sus hijos. A continuación se indican los datos prácticos para poder participar.

GALA DE HOMENAJE A ANA MOTTA

Fecha y hora: Martes día 4 de diciembre a las 20.00 h

Lugar: Pub “Hebe” C/ Tomás García nº 8, Madrid (metro “Nueva Numancia”)

Fila cero: para los que no puedan asistir pero quieran colaborar son su familia, se ha habilitado una fila cero en la siguiente cuenta

Caja Madrid: 2038 1156 69 6000265019,

ingresos indicando como concepto “Ana Motta”

Los que queráis, también podéis hacer llegar vuestros mensajes de apoyo y donativos a cualquiera de las oficinas de Payasos Sin Fronteras:

-Madrid: psfm@clowns.org . T. 915220177

-Barcelona psf@clowns.org T. 933248420

-Zaragoza psfa@clowns.org T. 976344205

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