Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

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Aznar ya va por rutas imperiales y Pedro Jota… ¡no veas!

Este no es mi Aznar. Me lo han cambiado. O, quizás, está simplemente avanzando hacia el pasado, volviendo a sus orígenes adolescentes.

Ha cambiado su indumentaria, sus gestos (¿han visto como se envuelve en la bufanda?), su melena (¿se ha desmelenado?), sus carcajadas chillonas, sus pulseras y -¡cómo no! su discurso de macho valiente joseantoniano.

Con esta exibición de «nervio moral» contra la «debilidad«, no es de extrañar que la Falange haya salido de la caverna y se haya unido a la manifestaciones patrioteras del PP.

No me gusta hablar de este regreso al pasado del ex presidente Aznar, entre otras razones, porque me da miedo. Me revuelve el estómago y me trae malos recuerdos.

Ayer solo nos enseñó una patita de su ideología profundamente reacionaria, al hablar de la necesidad de «revivir Occidente«, de la doctrina del papa Ratzinger contra la «dictadura del relativismo«, de la «falta de creencia en los valores básicos» o de la «debilidad del nervio moral«.

El general Franco estaría muy orgulloso del nuevo estilo que va luciendo el nieto de su Manuel Aznar, después de salir, con las mentiras del 11-M, por la gatera de la Historia.

¡Que miedo!

Aznar ha elegido como maestros intelectuales a Ronald Reagan y a Margaret Thatcher y, en un alarde de sofisticación política, presagia que ve a España bajo la ley islámica si hay una retirada de Afganistan.

¿Y Pedro Jota?… ¡no veas!

Solo la fe ciega en los dogmas del trío Pinocho (Aznar, Acebes y Zaplana) permite tolerar las dosis de cinismo que nos ofrece cada día el director de El Mundobórico.

Las mismas declaraciones de la Policía, que para La Vanguardia o El País tumban o desmontan la teoría conspirativa del PP sobre ETA en el 11-M, le sirven a Pedro Jota para afirmar todo lo contrario.

Ya no se trata de distintos matices o diferencias sutiles sino de la noche y el día, a partir de las mismas frases, pruebas e informes policiales.

Da la impresión de que cada uno escribe y borra lo que le conviene de todo lo dicho en este juicio. Pero aquí, a estas alturas del juicio, no vale la equidistancia. Entre otras cosas, porque no todos los diarios, políticos o jueces son iguales.

El País titula a una columna:

La policía descartó desde el principio que la dinamita del 11-M fuera la usada por ETA

¿De qué manga se sacó, entonces, el trío Pinocho que el 11-M fue obra de ETA?

Mentían y sabían que mentían. No era una mentira pisadosa (para ganar las elecciones y salvar a España) ni tampoco se trataba, creo yo, de reserva mental o «al taquiya» (disimulo o encubrimiento). Era, pura y simplemente, mentira con premeditación y alevosía. Para que nadie pudiera relacionar la masacre de Atocha con la invasión de Irak por la tropas del trío de las Azores.

¿Quien paga al abogado de las Víctimas de Alcaraz? Incomprensible.

Juicio por el mayor atentado en España – 11-M

Abogado de víctimas acosa a policía

El juez amonesta al letrado de la AVT por no buscar la verdad en su feroz interrogatorio a un testigo

PABLO ORDAZ en El País

Madrid – 15/03/2007

Hay paisajes muy reveladores a los que sólo se puede acceder por carreteras secundarias. Ayer, el periodista llega al juicio algo tarde y un poco despistado. Un hombre de pelo canoso está sentado de espaldas al público, en la misma silla que días antes han ido ocupando sucesivamente los supuestos autores de la matanza. Uno de los abogados de la acusación particular, en concreto el que representa a la AVT de Francisco José Alcaraz, le está dirigiendo preguntas muy duras, en un tono desabrido, violento a veces, acompañado de gestos que denotan muy poca consideración con el declarante. El periodista ocupa su lugar y le pregunta a un colega el nombre del atribulado individuo de pelo gris, deduciendo por la escena que debe de tratarse de un delincuente de la peor calaña.

-¡Qué va! Es un policía. Se llama Sánchez Manzano. Era el jefe de los Tedax (expertos en desactivación de explosivos) la mañana de la matanza…

El abogado continúa con su zafarrancho, pero una vez perdido el estado de inocencia mental transitoria provocado por la impuntualidad y el despiste, todo encaja. Incluso demasiado bien. No es la primera vez desde que empezó el juicio que uno de los abogados de la acusación se desentiende de su legítimo fin -buscar la condena de los que se sientan en la habitación de cristal blindado- para aplicar fuelle a las brasas de la conspiración. De hecho, el pasado lunes 5 de marzo, el juez Gómez Bermúdez reconvino muy duramente a uno de los abogados suscritos a esa teoría, José María de Pablo Hermida, y le dijo que, según la ley, o buscaba con sus preguntas la condena de los acusados o tendría que retirarse del juicio. Ayer, durante un rato que pareció una eternidad, Gómez Bermúdez permitió que el abogado de la AVT, Emilio Murcia, arremetiera sin piedad contra el policía. Visto desde detrás de la culpa y el cristal blindado, el espectáculo tuvo que ser alucinante: el señor abogado de la acusación olvidándose de ellos y emprendiéndola a mandobles con un jefe de la madera. Ni Rafá Zouhier llegó a flipar tanto en sus confesadas noches de pastillas y desenfreno.

Pero todo tiene un límite, y Murcia se pasó tanto que Gómez Bermúdez tiró del artículo 683 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal y le paró los pies. Le dijo que lo hacía porque era su deber «impedir las discusiones impertinentes que no conduzcan al esclarecimiento de la verdad». No debe ser demasiado agradable para un abogado -sea cual sea la transparencia de sus intereses- que el presidente del tribunal lo amoneste así en un juicio que además está siendo televisado. Así que Murcia pidió tiempo muerto como en el baloncesto. Durante ese descanso, todo el que quiso pudo ver cómo otro de los abogados del frente conspirativo, José Luis Abascal, se reunía con los representantes de un grupo de la ultraderecha para perfilar el interrogatorio del policía. Sus preguntas tampoco suelen ir enfocadas a exculpar a Jamal Zougam -el dueño del locutorio de Lavapiés a quien en teoría defiende-, sino a pretender demostrar que una mano negra ya empezó a actuar a las ocho de la mañana del 11 de marzo con el fin de exculpar a ETA, que como todo el mundo sabe fue la verdadera autora de la matanza.

Para estos abogados, el inspector jefe Sánchez Manzano siempre ha sido una perita en dulce. Y aunque en aquel tiempo ostentase la jefatura de los Tedax, ni sus conocimientos de explosivos ni su verbo eran ni son su fuerte. Así que por las rendijas de sus imprecisiones se han ido colando durante estos tres años los ratones negros de la conspiración. Hay uno que se ha hecho grande y gordo y que ya parece un gato: la idea de que aquella mala gestión policial -la que no supo ver la amenaza terrorista, la que tal vez no fuese demasiado cuidadosa en la custodia de las pruebas- hay que ponerla en el debe del PSOE, cuando era el PP de Acebes y Rajoy -los últimos ministros del Interior- quienes llevaban ocho años mandando antes del atentado y hasta un mes después.

La sesión de la mañana termina con Sánchez Manzano y su verbo atropellado de policía de salón. Por la tarde, llegaron al juicio los policías que aquella mañana escucharon por la radio la noticia de las explosiones y se fueron sin formularios para Atocha o para El Pozo, se olvidaron de los cuarenta mil duros mal contados de sueldo y se fajaron a pelo con las bombas porque sus perros adiestrados, confundidos con los olores cruzados de la dinamita y de la muerte, no les servían ya. Fueron ellos, con sus acentos de Cádiz y de Vallecas, los que les terminaron dando una lección de experiencia y de sentido común a los letrados maledicentes y a los jefes que no están a la altura. Por eso, en medio de tanta sospecha negra, uno de los abogados acusadores, José María Fuster, consiguió llevar un punto de emoción a la sala cuando dijo algo muy sencillo, muy cabal, muy obvio:

-Señor agente, en nombre de las víctimas que yo represento, muchas gracias por su trabajo de aquella mañana.

FIN

Zapatero «arremete»; senadores del PP «insultan y abuchean»

Después de oir ayer el triste espectáculo de sus maleducadas señorías en el Senado, no me extraña que El Roto diga hoy, de manera tan expresiva, que ya estamos en campaña.

Las portadas de los diarios siempre están campaña, como es natural, al servicio del gusto de sus lectores.

Por eso, no es de extrañar que la información sobre la bronca que le montaron ayer al presidente de Gobierno en el Senado tenga distintas versiones según el color del diario con se mire.

El País:

Senadores del PP insultan y abuchean a Zapatero mientras exponía su versión del «caso De Juana»

Titular de El Mundo:

«Por primera vez, un partido se atreve a decir que un Gobierno ha cedido al chantaje de ETA»

Sumario:

Zapatero arremete contra el PP para tratar de superar el «caso De Juana» y Rajoy le llama «hooligan»

–El titular principal de El Mundo, a cuatro columnas, le presta altavoz a al confidente «Cartagena» e insiste en su eventual enredo con la Policía. Acaba con este sumario muy del gusto de Pedro Jota y su teoría conspiratoria, adelantada por el trío Pinocho tres días antes de perder las elecciones generales del 14-M :

Dice que tenía la consigna de no contarle al juez lo que averiguó sobre los vínculos entre islamistas y ETA y que el 3 de abril le pidieron que fuera al piso del Leganés

El País titula a cuatro columnas con una cita textual de la primera entrevista -muy bien escrita, por cierto, por Pablo Ordaz– a la viuda del jefe del comando del 11-M:

«Jamal me dijo desde Leganés que era mejor morir, que no se entregaría»

Sumario:

La testigo protegida relata momentos clave del atentado y del suicidio colectivo

ENTREVISTA: Juicio por el mayor atentado en España – 11-M ENTREVISTA CON LA ESPOSA DE JAMAL AHMIDAN, ‘EL CHINO’, JEFE OPERATIVO DEL ‘COMANDO’ DEL 11-M

«Jamal me dijo desde Leganés que era mejor morirse, que no se iba a entregar»

PABLO ORDAZ – en El País. Madrid

08/03/2007

Se llama Rosa, tiene 29 años y lleva tres viuda y en silencio. La tarde del sábado 3 de abril de 2004, su pareja de toda la vida, un marroquí de 34 años llamado Jamal Ahmidan, le telefoneó dos veces seguidas desde un piso de Leganés. La primera vez, Rosa sólo escuchó sus sollozos mezclados con rezos y cánticos. La segunda, ella le pidió que se entregara y él le contestó: «Si me entrego os arruino la vida a tí y al niño. Perdóname. Sólo te pido una cosa. Que cada vez que mires al niño a los ojos te acuerdes de mí».

«La que peor lo pasó fue su madre. Estaba hablando con ella cuando estalló»

«El día del atentado me llamó para decirme: ‘Que me voy, que me voy, que me voy»

«El jefe de todos y el que montó todo era el ‘comecocos’ Serhane, ‘El Tunecino»

«Me llamó desde la cárcel de Marruecos y me dijo: ‘Es que están matando a muchos inocentes, el pueblo español se tiene que levantar»

«Yo sé que ha matado a todas esas personas y ha herido a un montón más, pero yo no sé hasta dónde llegaba su mente»

«Mi hijo sabe más que todos esos juntos, más que el juez, más que todos, porque se ha pasado fines de semana enteros en la finca de Morata»

«Él me dijo: ‘Si me entrego, te arruino la vida a ti y al niño. Perdóname todo»

«Le dije: ‘Cualquiera puede pensar que has sido tú’. Y se quedó de piedra»

«Si los hermanos Oulad han muerto, ha sido por seguir a Jamal, porque eran sus recaderos»

Rosa supo después que, tras esa llamada, su marido aún tuvo tiempo de telefonear a Marruecos para despedirse de su madre. Una explosión cortó la comunicación. Jamal Ahmidan se acababa de suicidar junto a otros seis de los terroristas que participaron en la matanza del 11-M. Ésta es la primera vez que Rosa, mujer de El Chino y testigo protegido en el juicio que se sigue en la Casa de Campo, cuenta su vida.

Todo empezó hace 15 años. Ella acababa de salir del reformatorio y se sentó a llorar en una plaza del centro de Madrid. Un muchacho árabe, enclenque y feo, se sentó a su lado y le preguntó qué le pasaba. «Yo lo mandé a la mierda». Pero luego se hicieron inseparables. Compartieron muchas dosis de droga y temporadas en la cárcel, tuvieron un hijo que ahora tiene 12 años y hasta estuvieron separados un tiempo. Desde principios del año 2000 al verano del 2003, él permaneció recluido en la prisión de Tetuán a la espera de un juicio por asesinato. Hablaban por teléfono de vez en cuando. En una de aquellas conversaciones, Jamal le dijo: «Cuando salga, me voy a Irak». No se marchó, pero sí fue el principio de una deriva hacia el fundamentalismo que se acentuó cuando, ya a finales de 2003 y de regreso en Madrid, El Chino conoció a un tipo calvo con barba de chivo y apodado El Tunecino.

– «Vente conmigo, que no te va a pasar nada». «Yo acababa de salir del reformatorio, porque ya desde bien pequeña había empezado a tener problemas con la droga. Estaba en una plaza de El Rastro llorando en un banco, drogada perdida porque no quería volver a casa. No sabía lo que hacer, y entonces apareció un chico feísimo y se sentó a mi lado. Me dijo: ‘niña ¿por qué lloras?’, y yo lo mandé a la mierda. Insistió. ‘Venga, cuéntamente que todo tiene solución’. Él llegó a las siete de la tarde y eran las once de la noche y estaba sentado en el banco preguntándome por que lloraba. Me insistió, ‘vente conmigo que no te va a pasar nada’, y me fui a la pensión donde él vivía en la calle Fuencarral.Pasaron los días. No me tocó un pelo. él en una cama y yo en la otra. Trapicheábamos con bolsitas de droga, es lo que siempre hemos hecho, y al mes y medio le dije: ‘Bueno, ¿tú qué?, eres muy feo pero ya me estás gustando. ¿No me vas a tocar un pelo?’ Yo ya empecé a notar que él era un antisistema total. Estamos hablando del 92 o por ahí, yo tendría 14 años. Era un antisistema, pero muy querido por los amigos».

– «Yo quiero morir, a mí no me importa». A pesar de lo que ha pasado, cuando Rosa habla de Jamal le sigue brillando algo en la mirada. «Si se estaban dos pegando en la calle, se metía y terminaba a bofetadas. Si a algún amigo le pasaba algo, ahí estaba él. Yo le decía ‘¿por qué te metes?’, y él me contestaba: ‘Porque yo quiero morir, a mí no me importa. No te puedo contar más, algún día lo sabrás’. Un día me contó que no iba a poder volver a ver a su madre ni a su familia porque tenía una causa en Marruecos. ‘Me acusan de haber matado a un hombre’, me dijo. ‘¿Pero tú lo mataste?’ Nunca me respondió, jamás. Lo supe por su madre cuando bajé con mi hijo pequeño de seis meses -lo tuve con 17 años recién cumplidos- a Marruecos. Él no podía pisar Marruecos porque lo detenían. Yo iba para que la abuela viera a su nieto».

– La historia del asesinato. Dice Rosa que, técnicamente, no fue un asesinato. «Él iba en un taxi. Venía de una boda y se quedó dormido. Llevaba dos anillos de oro y uno de los ocupantes del taxi le intentó robar uno. Se despertó, se bajaron del taxi y pelearon. El otro saca un cuchillo, este se lo quita y lo apuñala. Pero no fue un asesinato a sangre fría. Él se pasó 18 meses en la cárcel en Madrid. Yo estaba embarazada de nueve meses e iba a verlo a Carabanchel. Cerraron Carabanchel y se lo llevaron a Valdemoro. Salió en libertad, y al tercer día de dar yo a luz, lo volvieron a encerrar. Eso que dicen que cada vez que salía de la cárcel salía radicalizado es mentira. Salía y te decía: ‘Me tengo que portar bien’. Rezaba dos días, pero tenía que buscarse la vida y volvía a las mismas. Yo caí presa en el año 2000, también por tráfico de droga, pero estábamos separados. Él no tuvo nada que ver».

– «Me voy a Marruecos». «Un día que vino a ver a la cárcel me dijo: ‘Me voy a Marruecos, porque he conseguido unos millones y he cogido a uno de los mejores abogados de Marruecos. Quiero arreglar las cosas’. No sé qué hizo, lo que sí sé es que lo detuvieron en el Sáhara. No sé adónde iba. Desde el desierto lo subieron a la cárcel de Tetuán. Vivía como un rey. Hablábamos por teléfono todos los días. Su familia estaba pagando mucho dinero para que él estuviera bien. Cuatro o cinco presos lo protegían».

– «Empecé a notarle raro». Fue en la cárcel marroquí donde Jamal comenzó a hablar distinto. «Empecé a notarle raro. Me decía: ‘Rosa, es que están matando a muchos inocentes, que eso no es justo’, y yo le decía, ‘pero a ver Jamal, que no se te vaya la olla’, y él me respondía, ‘es que los españoles os tenéis que levantar y salir a la calle’. y yo le decía ‘coño, que me he tirado tres horas en una manifestación que casi me da un ataque de ansiedad en la Puerta del Sol, qué quieres que hagamos más. Nosotros no podemos coger metralletas como hacen en Palestina y liarnos a tiros, Jamal, aquí vivimos en democracia. Os tenéis que levantar, os tenéis que levantar’. Y luego otro día me comentó: ‘Cuando salga me voy a ir a Irak’, y yo le decía: ‘¿A Irak, a qué?’ Yo pensaba: ‘Se le pasará, se le pasará’. Y se le pasó… Salió de la cárcel porque le absolvieron. La madre del chico no denunció a Jamal».

– «Sé lo que ha hecho, pero sigo enamorada». Rosa todavía se emociona cuando recuerda el 29 de julio de 2003. «Me llamó por teléfono y me dijo: ‘Baja’. ‘¿Dónde?’. ‘A la puerta’. Me quedé muerta al verlo, me temblaba todo. Estaba enamorada, y sigo… a ver, yo sé lo que ha hecho. Es que es muy duro decirlo. Los sentimientos no se pueden controlar. Yo sé que ha matado a todas esas personas, pero no sé hasta dónde llegaba su mente. Cuando volvió de Marruecos, yo al principio le digo que no me voy a ir con él a nuestra casa de la calle de Villalobos. Yo seguía en tratamiento de metadona. Pero poco a poco, volvimos a ir viviendo juntos. Creí que iba a dejar su mala vida. No le vi hacer ningún trapicheo. Cogía algunos coches, los vendía, se los bajaba de Alemania…».

– «Amistades». «La única amistad que le vi fue un día me parece que fue con Abdelilah, el chiquitito, que está ahora imputado, Ahora es más fácil echar la culpa a todos los que están muertos. Jamal tenía una cosa y es que convencía a todo el mundo, pero no por el miedo sino por su respeto, por su forma de ser. Coño, que yo le he visto llegar a Lavapies cuando salió de la cárcel, coger a todos los yonquis y llevárselos a la mezquita a rezar. Y decía: ‘Pero bueno, osea, ¿dónde vas Jamal?’ Yo muchas veces pienso, ¿sería un psicópata? Pero cómo podía ser dos cosas, lo que yo veía y otra tan distinta…».

– «El tal Serhane». Dice Rosa que la verdadera transformación de El Chino se produjo a finales de 2003. «Cuando llegó de Marruecos, vestía de manga corta y por la calle íbamos agarrados, nos dábamos besos… Pero luego, como en septiembre o en octubre, empecé a oir a hablar del tal Serhane El Tunecino y él ya empezó a cambiar. Ya no me agarraba por la calle. Me decía que me cogiera el pelo en una coleta. La ex pareja de mi madre, que iba con él porque le arreglaba los coches, me decía: ‘Rosa, hay uno que le tiene comida la cabeza, que está todo el día hablando de él. Ten cuidado que le está diciendo que la española…’. Cuando llegaba a casa, yo le daba caña. Y él me decía: ‘Tranquila, que yo sé lo que tengo que hacer’. Por entonces, el niño iba a un colegio de monjas. Tras conocer a Serhane empezó a decir que había que llevarlo al colegio de la mezquita de la M-30, a la madrasa…».

– «Mi hijo sabe más que todos esos juntos». Rosa está orgullosa de su chaval. «Mira, mi hijo sabe más que todos esos juntos, más que el juez y más que todos, porque se ha pasado fines de semana enteros en la finca de Morata. Ha visto a todos… y todo. Él no quiere hablar. Un día vino a casa y me dijo: ‘He visto en la casa de Morata a un tipo que no me ha gustado. Uno calvo con barba de chivo que me ha dicho que yo lo que tengo que hacer es hablar árabe y empezar a rezar, y yo le he dicho: pues reza tú’. Mi niño en ese momento tenía nueve años. Es muy listo mi niño. Jamal quería una casa que estuviera sola, que no tuviera nada por los lados. Uno de aquellos días vino El Tunecino a casa y Jamal me mandó a la habitación. No me dejó salir hasta que Serhane se fue. En Nochevieja, lo llamé para decirle que si iba a venir a cenar, y me dijo que no sabía. Escuché por detrás la voz de Serhane diciéndole: ‘Déjate de fiestas de cristianos y vamos a hacer lo que tenemos que hacer’. Aquel día llegó a las cinco de la mañana, muy alterado, nervioso, cansado, pero pidiéndome perdón. Luego me enteré de que lo acusaban de haberle pegado un tiro a otro en una discoteca de Bilbao».

– «Los fines de semana se llevaba el niño a Morata». «Todos los fines de semana se llevaba al niño a la finca de Morata y en cierta ocasión también a un amiguito, compró unas ovejas, unas cabras… Yo lo que veía muy raro es que estaba todo el día con el Internet, todo el día, con un portatil, y una noche lo vi a las cuatro de la mañana con Bin Laden a toda pantalla, y le dije: ‘Pero bueno, Jamal, ¿qué haces viendo a Bin Laden en Internet?’ Ahí me empecé a mosquear.

Estaba enganchado, pero fue justo antes de los atentados, como dos meses antes.

– «A las doce de la mañana del 11 de marzo me dijo que se iba a Francia».

«Yo vivía al lado de El Pozo. Cuando supe lo de los atentados, salí corriendo de casa con el niño para llevarlo al colegio. Yo ya estaba temblando, aunque le juro que no sospechaba nada. Aquella noche él no durmió conmigo. No sé si pasó la noche en Morata o dónde. Yo cómo me iba a imaginar. Todo el mundo decía ‘la ETA, la ETA…’. El día 12 llegó a nuestra casa de la calle Villalobos y me dijo que se iba a ir a Francia. Y yo le dije: ‘Vamos a ver, alma de Dios, con lo que acaba de pasar y además vienen las elecciones, no tienes documentación… En el primer control te van a parar y tú tienes una busca y captura por haberte escapado de Moratalaz [un centro de internamiento de extranjeros sin papeles]’. ‘Que me voy, que me voy, que me voy…’. Se fue y apagó el teléfono. Yo, nerviosita perdida, venga a llamarle y no me cogía el teléfono. Me fui a la manifestación del viernes 12 por la tarde, aquella en la que todo el mundo gritaba ‘en ese tren íbamos todos’. Yo ahora lo pienso y digo: ‘Qué fuerte, con mi hermana, mojándome, qué fuerte». A Rosa se le humedecen los ojos. «Le seguía llamando y nada, no me cogía el teléfono. Ya por la noche del viernes, me contesta. ‘Oye’, le digo, ‘¿dónde estás?’. Y me dijo: ‘Por ahí…’. ‘¿Pero te vas a ir a Francia?’ ‘No, he cambido de opinión’. Me preguntó qué estaba haciendo yo y le dije que acababa de llegar de la manifestación. Me dijo: ‘Joder, se han pasado los de la ETA’. Le respondí: ‘Sí, pero como has desaparecido así, hasta cualquiera puede pensar que has sido tú’. Y me respondió, ‘¿cómo?’ Se quedó de piedra. Impactado. Colgó el teléfono. Tardé cuatro o cinco días en volver a contactar con él.

– «Ahora van a venir a por todos los moros». «No lo volví a ver hasta que vino a hablar con sus hermanos. Fue el 19 de marzo y yo estaba muy asustada, llorando. ‘Jamal. ¿por qué me haces esto?’ Y él se reía. ‘¿Por qué estabas con el teléfono apagado?’ Su coartada fue que ahora la policía iba a ir a por todos los moros, que estaban hablando de la conexión islamista… Se quedó en casa para celebrar el día del padre y yo quise que nos llevara a la finca de Morata para montarnos en las motos que teníamos allí. Él no quería de ninguna manera. Pero yo le insistí tanto que fuimos a la finca. Fue a la mezquita, compramos carne musulmana y mi padre dijo que nos haría una paella. Nos tiramos toda la tarde en la finca. Su obsesión era que le habían robado las ovejas. Nos fuimos todos en coche a preguntarle a la Guardia Civil por las ovejas. Pero luego hizo una cosa extraña con la basura. Cogió toda la basura, los platos de plástico y todo, los metió en dos sacos blancos y los metió en el maletero. ‘¿Qué haces?’, le dije. ‘Nada’, me contestó, ‘ya la tiraré en Madrid».

– «Encendí la tele, vi que habían detenido a Trashorras. Ya nunca más volví a ver a Jamal». «Llegamos a casa y él se fue a dar una vuelta. Encendí la tele y vi que habían detenido a Trashorras… Ya nunca más volví a ver a Jamal».

El día 21 de marzo, la policía se plantó en la puerta de la casa de Rosa. «Yo tengo mucho olfato para la madera. Me he pasado toda la vida corriendo delante de ellos. Y además, mi abuelo era policía. Y yo decía: ‘Joder, ¿en qué se habrá metido Jamal?’ Me llamó por teléfono y le dije: ‘Oye, que estoy muy cabreada’. ‘Tú tranquila’. Pero un día los policías se pusieron a charlar con el niño y el niño les dijo que su padre tenía un chalé en Morata y se llega por aquí y por allí. Me llamó él y se lo dije. Empezó a reírse con una risa nerviosa. Y luego me dijo: ‘Coge mi pasaporte de Ben Salah [uno falso que utilizaba a veces] y llévalo a casa de [unas personas que no quiero involucrar] y que lo quemen. Y que la agenda la quemen también. Pero tú no quemes nada’. Me intentaba proteger. Luego la policía cogió una segunda agenda en el bar de su hermano Mustafa».

– «Me dijo que era mejor morirse, que no se iba a entregar».

«El 3 de abril, me llamó desde el piso de Leganés pero no era capaz de hablar. Sólo me dijo que era mejor morirse, que no se iba a entregar, que era mejor morir. Yo de fondo oía mucho cántico, mucho rezo y conmigo habló poco. La que peor lo pasó fue su madre. Estaba hablando con ella cuando estallaron las bombas. A su madre le dijo que se iba al cielo con Dios por todos los infieles, que los infieles tendrían que pagar por sus pecados, que los 70 elegidos estuviéramos a su lado el día de nuestra muerte. Y nada más. Y se inmoló. La policía me dijo que encontró en sus bolsillos fajos y fajos de billetes…»

«A mí el 25 de marzo me habían venido a detener ocho polícías. Me llevaron a comisaría, me hicieron maltrato físico, me interrogaron desde las cinco de la tarde a las cuatro de la madrugada. Me decían: ‘Te vas a comer 1.000 años de cárcel, no se cuántos por cada muerto’, y yo les decía ‘que no sé nada, que no sé nada’. Eso los jefes de grupo. Hasta que llegó el comisario gordo y dijo: ‘¿No veis que no sabe nada?

‘ Desde el día 25 hasta el día del suicidio no volví a hablar con él. Porque yo tenía el teléfono apagado. No quería que me llamara nadie ni hablar con nadie. Tenía miedo. Lo encendía, veía que no había nada y lo apagaba. De pronto, aquel sábado escuché en la televisión: ‘Hay unos terroristas encerrados en un piso de Leganés…’. Y pensé: ‘Ya está, es él’. Me llamó mi cuñada, la mujer de Mustafa, y fue ella la que me dijo que eran ellos los del piso, y que iba a intentar que fuese Mustafa para convencerlo de que se entregase… Y ya dejé el teléfono encendido. Y me llamó. La primera vez llorando, llorando, sin poder hablar, y yo le decía: ‘¿Jamal eres tú, Jamal eres tú…?’. Y a la segunda le dije: ‘Por favor entrégate’. Y él me dijo: ‘Si me entrego, os arruino la vida a ti y al niño. Perdóname todo. Sólo te pido una cosa: cada vez que mires a los ojos al niño, acuérdate de mí’. Y me colgó el teléfono. Luego llamó a su madre.

– El ‘comando’ terrorista. «El jefe de todo era el comecocos, Serhane, y el que montó todo, Jamal, de operativo y de todo, pero yo estoy segura de que él no quiso ensuciarse las manos y dejó que fueran otros los que pusieran las bombas… Yo, a los únicos que conocía era a los hermanos Oulad, el Rachid y el Mohamed, y si ellos han muerto ahí ha sido por seguir a Jamal, porque eran sus recaderos…».

– «Lo de ETA son sandeces». Cuando se le pregunta por ETA, Rosa lo tiene claro: «Esos son gilipolleces y sandeces. Él cada vez que ha estado en la cárcel se ha dedicado a ganar dinero, porque ganaba dinero en la cárcel con el trapicheo, con los moritos, pegándose con unos y con otros, protestando por las injusticias carcelarias. A mí nunca me habló de ETA y nada de nada de nada».

«Ahora me siento fatal. La gente de mi trabajo me está apoyando mucho, pero yo sigo en la misma casa. Tengo que aguantar ver cómo los moros en la calle se arrodillan ante mi niño, y le dicen: ‘Tú tienes que ser como tu padre, tú tienes que ser como tu padre…’. Ven a su padre como a un mártir, y el pobre niño alucina, él no quiere estar aquí. Nos vamos los fines de semana por ahí. Lo que yo no entiendo es que si yo soy un testigo protegido qué coño estoy yo en la casa. A mí me dicen los amigos de Jamal: ‘Mira la puta, fumando, con un cigarro en la mano, a tí Bin Laden te tenía que llevar a un campo de Afganistán…’. Ahora se han enterado de que le hemos cambiado el nombre al niño…».

FIN

Buena entrevista, Pablo. Enhorabuena.

«Dos mujeres sin odio», en El País. ¡Enhorabuena, Pablo!
Etarras, en El Mundo, corrupción del PP, en El País

La lectura de este reportaje, en El País de hoy, me ha hecho olvidar el análisis comparativo de las portadas y me ha reconciliado con mi profesión de periodista, tan desprestigiada por los propagadores interesados del odio.

Prefiero que lean a Pablo Ordaz. Dejo mis comentarios para otro día.

¡Enhorabuena, Pablo!.

REPORTAJE

Dos mujeres contra el odio

La madre del etarra De Juana fue cuidada antes de morir por la viuda de un comandante del Ejército asesinado por ETA

PABLO ORDAZ – San Sebastián en El País

– 11/02/2007

Todas las tardes, dos mujeres mayores se sientan frente a frente en el salón de un piso del barrio de Amara de San Sebastián. Son vecinas y consuegras. Una de ellas le va dando con una cucharilla y mucha paciencia un yogur de café a la otra, enferma de Alzheimer. La primera es viuda de un comandante asesinado por ETA en 1977. La segunda es la madre del terrorista Iñaki de Juana Chaos.

Madrid otorgó en 1977 a De Juana un diploma por su «valiente lucha» contra un incendio

El padre del terrorista hizo la guerra con las tropas de Franco y ganó cuatro medallas

La escena se repite cada día durante el último año y medio hasta que, el 27 de enero, Esperanza Chaos Lloret muere. Tenía 83 años y había nacido en Tetuán, donde su padre, un militar del Ejército español, estaba destinado entonces. Luego se casaría con un médico, Daniel de Juana Rubio, oriundo de Miranda de Ebro (Burgos), que también hizo la guerra como teniente asimilado en las tropas de Franco, por lo que fue condecorado con una medalla de campaña, dos cruces rojas y una cruz de guerra. De todo ello da fe un carné de Falange Española y de las Jons expedido el 16 de octubre de 1943 donde aparece sonriente a sus 35 años. Daniel de Juana y Esperanza Chaos tuvieron dos hijos, Altamira y José Ignacio, que nacieron y se criaron en una casona de Legazpia donde el doctor pasaba consulta a los trabajadores de Patricio Echeverría, una de las principales acerías de Guipúzcoa. La vivienda estaba al lado de la casa cuartel de la Guardia Civil y por las tardes José Ignacio jugaba al fútbol con los hijos de los guardias.

-Soy Chacho, hola mamá.

Durante las dos últimas décadas, unas veces los lunes y otras los miércoles, el terrorista Iñaki de Juana Chaos, encarcelado en las prisiones más alejadas de Euskadi por asesinar a 25 personas -entre ellas 17 guardias civiles-, empleaba esa fórmula, casi siempre la misma, para iniciar la conversación con su madre. Los cinco minutos reglamentarios de charla versaban sobre cuestiones banales, el tiempo o un jersey verde que el terrorista quería que su madre le hiciera llegar, pero jamás hablaban de política y mucho menos de ETA. Sencillamente porque Esperanza Chaos, a la que en familia llamaban Nina, nunca justificó los crímenes de su hijo ni formó parte del colectivo de apoyo a los presos de ETA. Tampoco llegó a saber jamás qué o quiénes influyeron en él para que, a principios de los 80, abandonara su trabajo en la Ertzaintza y se fugara a Francia.

Cuentan personas que la quisieron mucho que Esperanza se cayó redonda al suelo el 16 de enero de 1987 cuando le contaron que a su hijo lo acababan de detener en Madrid. La fotografía que al día siguiente vio publicada en los periódicos no se parecía en nada a las que de él guardaba en el álbum familiar. En ellas aparece de corbata en el bautizo de su sobrina o jurando marcial la bandera española tras el periodo de instrucción en Alcalá de Henares. Nada en la trayectoria del hijo hacía presagiar un futuro cercano a ETA. Más bien al contrario. Cuando De Juana regresó del servicio militar llevaba consigo un diploma, expedido por el Ayuntamiento de Madrid el 27 de mayo de 1977, en reconocimiento por su valiente lucha contra un incendio que sufrió la capital entre el 15 y el 20 de abril de aquel año. Más tarde, ingresó en la segunda promoción de la policía autonómica vasca. «Aún faltaban unos años», recuerda un familiar, «para que De Juana, muy propenso siempre a los amoríos, se ennoviara con una enigmática mujer llamada Helena y residente en Bayona».

El caso es que Esperanza Chaos jamás volvió a ver a su hijo en libertad. Ya por entonces viuda, inició una difícil carrera por mantener viva su relación con su hijo al tiempo que rechazaba una y otra vez las invitaciones para integrarse en el colectivo de apoyo a los presos de ETA. La madre del terrorista más famoso recorrió más de 300.000 kilómetros en coche -le aterrorizaba el avión- para ver a su hijo preso. Su llegada a las distintas cárceles, según recuerdan funcionarios de prisiones, nunca pasó desapercibida. «Venía como a una boda, con anillos y collares, elegante y alegre, siempre educada y cordial con nosotros, nada que ver con el carácter frío ni la mirada agresiva del hijo ni mucho menos con la actitud desafiante de la mayoría de los familiares de presos de ETA». En una ocasión, un guardia civil, aun sabiendo a quién iba a visitar, se atrevió a pegar la hebra con ella.

-De Tetuán, ¿eh? O usted es hija de funcionario o de militar.

-De militar, agente.

-Pues permítame que la acompañe.

La última vez que vio a su hijo fue el 7 de julio de 2005, en la cárcel madrileña de Aranjuez. Esperanza ya apenas podía caminar. Había seguido manteniendo la costumbre de mandarle 150 euros mensuales, que rebañaba con trabajo de su pensión, e incluso llegó a hablar con un taxista de San Sebastián para que fuera a recogerlo en cuanto obtuviera la libertad. Pero entre las nieblas del Alzheimer y una mano oportuna que apagaba la televisión en el momento justo, Esperanza se fue alejando de la realidad de su hijo en huelga de hambre.

Las dos ancianas están sentadas frente a frente. Una se quedó viuda el 2 de enero de 1977, a las ocho y media de la mañana. Tres pistoleros de ETA se apostaron frente a su marido, el comandante del Ejército José María Herrera, y lo acribillaron con disparos de metralleta en la misma puerta de su casa. Pasado el tiempo, el hijo del militar se casó con una muchacha llamada Altamira de Juana. La anciana enferma es precisamente la madre de Altamira y de Iñaki de Juana Chaos.

Lo que une a estas dos mujeres, más allá de la familia o incluso de la fatalidad de una vida marcada por ETA, es el interés común, tácito, de que el odio no prolongue el trabajo de las pistolas. El País Vasco también está lleno de historias así. Madres de hijos que matan y mujeres de hombres que mueren tejiendo una red invisible de afecto imposible de fotografiar, indetectable para el radar de los telediarios.

Al día siguiente del fallecimiento de la madre del terrorista, las asociaciones vinculadas a los presos de ETA publicaron en Gara hasta 10 esquelas en su memoria. Una de ellas aparecía firmada por «Helena», la enigmática mujer de Bayona. En todas se refieren a Esperanza Chaos como «la madre de un preso político vasco». Tal vez ignorando, o tal vez no, que la única familia política de Esperanza Chaos era, lo que son las cosas, la viuda de un militar asesinado por ETA.

FIN

Etarras, en El Mundo; «Yihadistas», en El País

Manjón: «Alguien está intentando prender una mecha guerracivilista»

EL PAÍS – Madrid – 11/02/2007

Dos de las asociaciones de víctimas surgidas a raíz de los atentados del 11 de marzo de 2004 coincidieron ayer en expresar su confianza en la Justicia para llegar hasta el final y depurar las responsabilidades penales por los 192 asesinatos, incluido el geo Francisco Javier Torronteras. En entrevistas separadas publicadas por Efe, las presidentas de la Asociación 11-M Afectados de Terrorismo, Pilar Manjón, y de la Asociación Ayuda a las Víctimas del 11-M, Ángeles Domínguez, presentan distintas actitudes ante el juicio, sobre todo en lo que respecta a la calidad de la investigación y la posible implicación de ETA en la matanza.

Manjón sostiene que «alguien está intentando manipular» el juicio «prendiendo una mecha casi guerra-civilista». Manjón afirma que confía en la Justicia: «Si no, me hubiera ido al viaducto y me hubiera tirado. Ya no tengo nada que perder. Y tampoco tengo prisa. Si hubiera dejado de confiar en la Justicia no habría estado siguiendo este sumario día a día y soportando lo que en esta asociación se soporta». De la misma forma, Domínguez responde: «Es lo único que me queda, confiar en la Justicia».

En cuanto a las dudas sembradas por el PP y sus medios afines sobre la posible conexión de ETA con la matanza, Manjón se limita a decir que «quien tenga las pruebas de la implicación de ETA, que las aporte». En este sentido, considera que «alguien aquí está jugando a que cuanto peor mejor. Socialmente se percibe una crispación (…) Desde medios de comunicación hasta partidos políticos, políticos concretos».

Carencias del sumario

Manjón, que perdió un hijo en el atentado, no cree que haya «puntos oscuros» en el sumario, pero sí considera que faltan cosas por saber: «Satisfechos del todo no estamos, nos falta por encontrar a los inductores, nos falta por encontrar a quien pagó el atentado y se está deteniendo a gente permanentemente. Esto no se ha terminado de investigar, ni nosotros lo pretendíamos. El resto, poquito a poco, ¿qué prisa tenemos ya?».

Domínguez sí pone en duda que el sumario haya investigado todo lo necesario: «Se han vertido diferentes informaciones y no entiendo por qué no se investigan. Lo que no se puede es tener dudas. Hay que investigar todas las posibles vías». Preguntada expresamente por la implicación de ETA, responde: «Ni la descarto ni la incluyo. Yo lo único que puedo decir es que los que están ahora en la cárcel no están capacitados. Yo no digo que no hayan participado como mano de obra, pero son personas sin cualificar, son delincuentes comunes, son traficantes de droga…».

Ambas son preguntadas si se sienten manipuladas políticamente como víctimas del terrorismo. Manjón es tajante: «Jamás, por nadie, ni tampoco lo van a conseguir». Domínguez, por su parte, responde: «Yo sí que me he sentido manipulada, se nos ha utilizado de alguna forma, no en beneficio nuestro, sino a nivel político».

FIN

La sociedad dividida

Santos Juliá en El País

11/02/2007

Por vez primera, la sociedad aparece partida ante el terrorismo

YA LO HAN CONSEGUIDO, ya han logrado que la sociedad aparezca partida en dos. La ocasión de visualizarlo no podía ser más propicia: manifestar en la calle la repulsa contra ETA. Contamos con una larga tradición de manifestaciones contra el terrorismo: aquella, tan lejana aunque no han pasado más de treinta años, que reunió en el centro de Madrid a quienes, desafiando el miedo y la pesadumbre, salieron a la calle a despedir los cadáveres de los abogados laboralistas asesinados por la ultraderecha; aquella otra, enorme, bajo la única bandera de las manos blancas que trajeron los estudiantes de la Autónoma cuando los de ETA mataron a su profesor Francisco Tomás y Valiente; y aquella, emotiva y unitaria, de la incredulidad y la rabia contenida por el asesinato de Miguel Ángel Blanco; y en fin, aunque ya se veía venir que en el futuro las cosas serían de otra manera, la convocada por el Gobierno del PP en solitario, pero aceptada por toda la oposición, que salió a la calle en protesta por el atentado islamista del 11 de marzo de 2004.

Los muertos eran gentes de derecha o de izquierda, o ciudadanos que se encaminaban a su trabajo, militares, profesores o concejales; los terroristas podían ser madrileños, vascos o de origen marroquí: no importaba ni la calidad de los asesinados ni la procedencia de sus asesinos. Importaba salir a la calle, manifestar el rechazo, acompañar a las víctimas, apoyar a los diferentes Gobiernos en sus políticas contra el terror. Eso era lo que importaba y, por tanto, sobraban gritos y banderas, bastaba el silencio. Éramos conscientes de nuestra superioridad como defensores de un Estado de derecho atacado por el terror. No hacía falta nada más: una actitud, una presencia. A ningún predicador radiofónico, a ningún medio de información se le ocurría hacer miserable política partidista con ocasión de aquellos crímenes.

Algo se ha quebrado, tal vez de manera irreversible, con la negativa de la oposición a sumarse a la manifestación convocada por los dos sindicatos mayoritarios y asociaciones de ecuatorianos y apoyada por el partido del Gobierno con motivo del último atentado criminal de ETA. Los convocantes accedieron a incluir en las pancartas la consigna reivindicada por la oposición, pero enseguida se vio que la exigencia del PP no era más que una cortina de humo. Su propósito era otro: echar por delante al antes inclusivo Foro Ermua y convocar otra manifestación que sirviera para ahondar la división de la sociedad ante la ofensiva terrorista.

Y en esta ocasión, lo nunca visto: con la excusa de una manifestación contra el terrorismo, un mar de banderas de España agitándose no contra el terrorismo, sino contra el Gobierno y contra quienes salieron a la calle quince días antes. Ante la perplejidad y la fatiga de una buena parte de la opinión, el Partido Popular ha emprendido un camino de no retorno hacia la confrontación mientras el Gobierno parece haber perdido el sentido y el rumbo, incapaz de recomponer un discurso que dé cuenta de lo ocurrido desde que se iniciaron las negociaciones con ETA y saque las consecuencias de una política que despertó tantas expectativas y condujo a tantas frustraciones.

Que los partidos políticos se lleven a matar podría ser recibido por la opinión con un encogimiento de hombros, o con asco y hastío, si no fuera porque los problemas que suscita esa conducta pueden conducir al desastre. De hecho, por vez primera en lo que llevamos de democracia, la sociedad aparece partida ante este resurgir del terrorismo. Y tan grave como esto: instituciones que se creían sólidas dan muestras de emprender el mismo rumbo: magistrados y jueces se han liado la toga a la cabeza y van descendiendo uno a uno los mismos peldaños que los políticos. Por no hablar de los medios de comunicación que se dedican cada mañana a ahondar el abismo de la exclusión y la intolerancia.

Bueno, por ese hueco podemos despeñarnos todos. No es verdad, como acaba de decir el presidente del Gobierno en su más panglosiano discurso, que el «futuro siempre será mejor», como si la historia estuviera regida por una ley de progreso universal. El futuro puede ser peor: de hecho, lo ha sido en ocasión no muy lejana: a la belle époque siguió, casi sin solución de continuidad, la Gran Guerra. Basta con proponérselo. Y hoy, desde jueces que hacen política hasta políticos que utilizan el aparato judicial, desde seudovíctimas del terrorismo que se han edificado un pedestal hasta periodistas que han confundido su oficio con el de agitadores panfletarios, hay demasiada gente que se lo ha propuesto.

FIN

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Sábado, 10 de febrero de 2007

Etarras en El Mundo, corrupción del PP, en El País

Viernes, 9 de febrero de 2007

Más de lo mismo:

Etarras en El Mundo, corrupción del PP, en El País

Mentira sobre mentira

ERNESTO EKAIZER

EL PAÍS

09-02-2007

Aznar ignoró tanto los informes del CNI, sobre las inexistentes armas de destrucción masiva, como los dictámenes de los asesores de Exteriores, acerca de la posible ilegalidad de la guerra. Él sabía muy bien lo que se hacía.

La participación de Aznar en la venta de la guerra, por tanto, no se limitó a ser comparsa. Un aspecto de esa campaña fue aterrorizar a la opinión pública. Sadam, decían, estaba a punto de fabricar bombas atómicas.

Fue el 5 de marzo de 2003 cuando Aznar habló en el Congreso. «Permítanme detallar algunos ejemplos extraídos de los informes de los inspectores [de la ONU]… Con respecto al programa de armas nucleares, Irak ha intentado, en los últimos años, hacerse con tubos de aluminio de alta calidad, aptos para enriquecer uranio. Además, ha intentado hacerse regularmente con stocks de ese mismo mineral». Aznar mintió al Congreso. La realidad: los inspectores nunca afirmaron tal cosa, todo lo contrario. Sí lo sostuvo la Administración de Bush. Aznar manipuló los hechos.

He aquí la prueba. El 7 de marzo de 2003, El Baradei, director de la OIEA, dijo ante el Consejo de Seguridad -en el cual España promovía la resolución de la guerra- que no existían pruebas de que Irak estuviese usando tubos de aluminio. «No hay pruebas de que Irak esté reactivando su programa nuclear. La OIEA ha progresado en su investigación sobre los informes según los cuales Irak intentó comprar uranio a Níger. Basándose en un profundo análisis, la OIEA ha concluido con la ayuda de expertos independientes que estos documentos no son auténticos. Por tanto, las acusaciones son infundadas». La ministra Ana Palacio estaba sentada en la misma mesa de El Baradei.

Nadie es perfecto. La rotunda declaración de El Baradei, en la que también solicitó más tiempo para desarmar a Sadam, podía haber hecho reflexionar a Aznar. ¿Por qué no? Pero Aznar persistió.

Evidencia a la vista. El 16 de marzo de 2003, Aznar pone el rostro en las Azores junto a Bush y Blair. Y la víspera de empezar la guerra, Aznar debate con Zapatero.

«Se equivoca su señoría. Las armas de destrucción masiva existen y las verá. Créame que Sadam no tiene las armas de destrucción masiva para hacer colección, las tiene para poder usarlas, y está dispuesto a utilizar el terrorismo. Además, está dispuesto a acceder en cuanto pueda a elementos con un componente nuclear», insistió Aznar.

Por esto, es mentira sobre mentira afirmar ahora que «cuando yo no lo sabía, nadie lo sabía». El Baradei avisó con tiempo.

¿Y Rajoy? «Toda la comunidad internacional cree que Irak tiene, porque además las ha utilizado, armas de destrucción masiva, salvo el PSOE», declaró el entonces vicepresidente en el Congreso el 11 de junio de 2003. ¡Toma castaña!

FIN