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"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

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Por la libertad: Una de las páginas más bellas de la Historia

El País publica hoy este artículo-homenaje a las Brigadas Internacionales que lucharon por la libertad y contra el fascismo en España. Como creo que es de pago, y estoy suscrito, lo copio y lo pego ahora mismo, con permiso de Juan Luis Cebrián.

Escrito en España

RÉMI SKOUTELSKY

Setenta años después del estallido de la guerra civil, un puñado de supervivientes de las Brigadas Internacionales llegados de todo el mundo participan estos días en ceremonias de homenaje en varias ciudades españolas. Desde su creación, las Brigadas tuvieron una dimensión mítica, ya fuera positiva o negativa. Sus combatientes no eran los primeros que cruzaban la frontera de los Pirineos ni los primeros en llegar a Barcelona o a Alicante. Refugiados políticos, en su mayoría italianos y alemanes, habían participado en la resistencia al golpe. Durante todo el verano de 1936, se incorporaron otros militantes, formando centurias que se integraron en las columnas anarquistas, en las del POUM o en las del 5º Regimiento comunista.

Los partidos políticos en el exilio animaban a sus miembros a que se incorporaran. Cuando la URSS tomó la decisión, sólo a finales de agosto, de ayudar a la República, no se planteó enviar tantos contingentes como Hitler o Mussolini. Habrá cerca de 2.000 soldados soviéticos durante toda la guerra: 40 veces más en el otro bando, sin contar con los Regulares marroquíes. Puesto que en el mundo entero miles de voluntarios estaban dispuestos a ir a España, más valía contar con ellos: así nacieron las Brigadas Internacionales. La Internacional comunista, el Komintern, encauzó, organizó y también reclutó cerca de 35.000 combatientes, todos voluntarios que no pedían retribución. Este movimiento es único en la historia por su dimensión.

Se ha considerado a las Brigadas Internacionales como un grupo de intelectuales, artistas y poetas. Quizá para algunos la realidad es demasiado vulgar. Se trataba de un ejército de obreros: el metalúrgico parisiense salido de la huelga general de mayo-junio, el minero galés curtido en las marchas contra el hambre, el sindicalista negro de Estados Unidos, el obrero italiano refugiado en Bélgica, el sastre judío de Whitechapel acostumbrado a meterse en peleas con los marineros del fascista Mosley, el parado de Montreal…

Estos hombres fueron masacrados en Madrid, en la ciudad universitaria, en el Jarama, en la espantada de Aragón y cuando cruzaron el Ebro. Uno de cada cuatro descansa bajo el suelo español y la mitad de los que volvieron quedaron marcados de por vida.

Se oponían a los ejércitos profesionales de Franco con su bravura, de la que no tenían el monopolio, y también con la fuerte convicción de que el destino de la humanidad dependía en aquel momento de su capacidad de resistencia. El fascismo les parecía una amenaza que se combatía a escala internacional: la mundialización no es de hoy. Para los veteranos italianos que habían luchado contra las camisas negras de Mussolini, se trataba de trasladar el frente de lugar. Para los judíos de la Europa Central, expulsados de Francia y luego de Bélgica, para los exiliados alemanes condenados a vivir de la caridad de los comités, España representaba también la oportunidad de poner fin a un sinfín de humillaciones. Para los franceses, que eran mayoría, o los ingleses, el compromiso era la respuesta directa a la no intervención de sus gobiernos democráticos. Muchos también veían la oportunidad de participar en la revolución española.

En febrero de 1939, cerca de 5.000 voluntarios cruzan la frontera francesa mezclados entre las columnas republicanas. Eran ciudadanos huidos de potencias fascistas que, al no poder regresar a sus países, se quedaron combatiendo tras la retirada oficial de las Brigadas Internacionales, cinco meses antes. Saben que al otro lado les esperan los campos de internamiento. Marty les dedica su último discurso retomando las palabras de la Pasionaria: «¡Habéis entrado en la historia!». Pero un muchacho de Varsovia le espeta: «Muy bien, pero ahora, ¿cómo salimos?».

Jefes de la resistencia nacional o que inmigraron a Francia, aunque también a Italia y a Yugoslavia, comandos de los ejércitos americanos, pilotos de la RAF, serán otra vez diezmados. La guerra fría les sorprenderá de nuevo: en Estados Unidos, ¿cuántos lograrán escapar de las garras del FBI? Idéntica a sí misma, Suiza los llevó ante los tribunales cuando volvieron. Pero lo peor ocurre en el Este. Son ex brigadistas muchos de los condenados por la caza de brujas estalinista, con las autoinculpaciones seguidas de ejecuciones inmediatas, que manchan de sangre a principios de los cincuenta las flamantes «democracias populares». No es una casualidad.

La recuperación de la democracia en la península y el hundimiento de la dictadura soviética tienen también consecuencias para los veteranos. En España, les conceden la nacionalidad a título honorífico a finales de los años noventa. En Francia, tras años de amnesia, incluso del Partido Comunista, les reconocen la condición de excombatientes.

Como creación del Komintern, totalmente sometidos a su control, los brigadistas no podían ser definidos en cambio como «su ejército». Es cierto que los códigos del universo comunista de entonces estaban en vigor, como «la espionitis», agravada en España por las derrotas militares. Sin embargo, esta atmósfera era propia de todo el ejército republicano, y los «500 fusilados» de Marty, a los que todavía se aferran algunos autores, son una falsedad inventada por los franquistas, como ya se ha demostrado ampliamente. Los mitos tienen una vida prolongada.

¿Habría incluido un ejército del Komintern a centenares de socialistas y republicanos italianos, a un 50% de franceses que, tal vez, no pertenecían al Partido Comunista o a los miles de voluntarios -la mayoría antimilitaristas convencidos- que no sabían utilizar un fusil cuando llegaron a España?

Las Brigadas Internacionales fueron aún menos «el brazo armado del NKVD» (el antiguo KGB): quedaron al margen de las luchas fratricidas de la República, en concreto las de los días de mayo de 1937 en Barcelona.

¿Puede calificarse en cambio a los brigadistas como «voluntarios de la libertad»? Muchos no hubieran retomado la frase insuperable de Rosa Luxemburgo según la cual la libertad de pensamiento es la libertad de quien no piensa como uno mismo. No hay que negar tampoco que fueron los primeros en implicarse en el combate que liberaría a Europa del fascismo y del nazismo, para convertirla en el lugar de la democracia y la libertad que es hoy. Su gesta constituye una de las páginas más bellas de la historia del siglo XX. Y se escribió en España.

Rémi Skoutelsky es historiador francés. Su última obra es Novedad en el frente. Las Brigadas Internacionales en la Guerra Civil (2006). Traducción de Martí Sampons.

Y este es uno de los poemas más duros que jamás he leído contra las matanzas de civiles por el fascismo en la Guerra Civil española. Este poema de Pablo Neruda sobre el bombardeo naval nazi de la ciudad de Almería -que mi padre intentó defender con un sable que le dieron en el cuartel- es para mi equivalente al Guernica de Picasso en pintura.

En la historia de las guerras de la humanidad hay un antes y un después de los bombardeos contra la población civil de Guernica (desde el aire) y de Almería (desde el mar).

Ahora estamos tristemente acostumbrados a esta barbarie. Sin embargo, durante la Guerra Civil española, Guernica y Almería fueron una terrible novedad mundial, un ensayo cruel de la aviación y la armada de Hitler al servicio de Franco.

Y transtornó a muchas personas, entre ellas a los dos grandes Pablos (Picasso y Neruda). Picasso vomitó su rabia sobre el lienzo y Neruda sobre el folio. También transtornó al tercer gran Pablo del siglo pasado, Pablo Casals, (me lo dijo él mismo), que convirtió su rabia en un bellísimo Himno a la Paz.

Copio y pego aquí el poema de Almería de Pablo Neruda -como un pequeño homenaje a los brigadistas y a la memoria de mi padre. Acabo de encontrarlo entre mis papeles viejos y no quiero volver a perderlo. Dice así:

Almería

Poema de Pablo Neruda

Un plato para el obispo, un plato triturado y amargo,

un plato con restos de hierro, con cenizas, con lágrimas,

un plato sumergido, con sollozos y paredes caídas,

un plato para el obispo, un plato de sangre de Almería.

Un plato para el banquero, un plato con mejillas

de niños del Sur feliz, un plato

con detonaciones, con aguas locas y ruinas y espanto,

un plato con ejes partidos y cabezas pisadas,

un plato negro, un plato de sangre de Almería.

Cada mañana, cada mañana turbia de vuestra vida

lo tendréis humeante y ardiente en vuestra mesa:

lo apartaréis un poco con vuestras suaves manos

para no verlo, para no digerirlo tantas veces:

lo apartaréis un poco entre el pan y las uvas,

a este plato de sangre silenciosa

que estará allí cada mañana, cada

mañana.

Un plato para el Coronel y la esposa del Coronel,

en una fiesta de la guarnición, en cada fiesta, sobre los juramentos y los escupos, con la luz de vino de la madrugada

para que lo veáis temblando y frío sobre el mundo.

Sí, un plato para todos vosotros, ricos de aquí y de allá,

embajadores, ministros, comensales atroces,

señoras de confortable té y asiento:

un plato destrozado, desbordado, sucio de sangre pobre,

para cada mañana, para cada semana, para siempre jamás,

un plato de sangre de Almería, ante vosotros, siempre.

FIN

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