Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

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La fiscal no ataca a los periodistas. Sólo a ciertos periodistas

Aunque algunos colegas traten de aparentarlo, los periodistas no somos de piedra. Tampoco somos objetivos. Es imposible, pues somos sujetos y no objetos. Ni siquiera -menos mal- somos todos iguales. En mi vieja profesión -la segunda más vieja del mundo- hay buenos, malos y regulares, como en botica.

Por eso, debemos mantenernos en posición de alerta cuando algún mal periodista, o ex periodista, trata de meternos a todos el mismo saco miserable del corporativismo interesado para meter la cuchara a su favor.

Ni Jordi Pujol es Cataluña ni Aznar es España ni Pedro Jota y F. J. Losantos son el Periodismo.

A mi que me registren. Ni ética ni profesionalemente tengo nada que ver con esos perpetradores de la teoría de la conspiración, que tratan por todos los medios de lavar la cara al trío Pinocho del 11-M (Aznar-Acebes-Zaplana) de tan triste memoria.

No me gusta que El Mundo titule con que:

«La fiscal ataca a los periodistas…»

Pues no. Yo me dedico a esta noble y hermosa profesión, desde hace décadas, y no me siento atacado para nada por la fiscal Olga Sánchez, en el juicio dle 11-M.

La fiscal se refería expresamente a los inventores del bulo de la conspiración, que ha sido desmontado en el sumario y en el jucio oral del 11-M. O sea:

«Quien se pica, ajos come»

Basta ya de la patente de corso que reclaman para sí algunos falsos periodistas. Nadie está por encima de las leyes. La pena es que, en España, las leyes parecen simples orientaciones. Esa es la tercera pata -fundamental- que le falta a nuestra democracia: todos deberíamos ser iguales ante la ley. Incluidos -sí- los periodistas.

Juicio por el mayor atentado en España – 11-M

La vara de medir

Gómez Bermúdez censura a la fiscal en un juicio en el que se han vertido los mayores disparates

PABLO ORDAZ en El País

13/06/2007

Ella estuvo allí. Aquella mañana de hace tres años, tres meses y dos días, ella bajó por las escaleras mecánicas de la estación de Atocha, tan silenciosas ya a esa hora, y lo primero que vio fue el rostro sereno de una mujer joven y guapa, elegantemente vestida, tal vez de su misma edad, tal vez como ella madre de niños pequeños. A aquella mujer tan bella la explosión de los trenes le había arrebatado la cabeza desde la frente hacia arriba, pero le había dejado el rostro intacto, el gesto sereno, el vestido impoluto.

A Pilar Manjón se le salta una lágrima. También la fiscal está a punto de llorar

Olga Sánchez trata de explicar de forma atropellada su trabajo de los últimos tres años

-A las cinco y media de aquella tarde, el juez Juan del Olmo y yo levantamos el último cadáver de la matanza. Fue en la estación de la calle Téllez. Desde allí nos fuimos al pabellón de Ifema, y empezamos a pensar en cómo organizaríamos el sumario.

Tres años. Tres meses. Dos días.

Y por fin, después de tanto tiempo, todo está a punto de terminar. Es la una de la tarde del 12 de junio de 2007 y ella, la fiscal Olga Sánchez, lleva casi dos horas hablando, tratando de explicar -a veces de forma atropellada- su trabajo de estos tres años, su lucha codo con codo con el juez Juan del Olmo por reunir las pruebas necesarias para condenar a los que ella considera, fuera de toda duda, autores de la matanza. Se le nota cansada, muy cansada. Su exposición es a veces farragosa, trufada de infinidad de datos, de fechas, de nombres, de números de teléfono y de matrículas de coches. Los acusados guardan silencio en el interior de la habitación de cristal blindado. Algunos, como Rafá Zouhier y Antonio Toro, incluso toman notas. Pero fuera, en la sala, el respeto no es unánime. Cada vez que la fiscal Sánchez trastabilla en algún nombre, el abogado defensor José Luis Abascal y tres militantes de la Asociación de Víctimas del Terrorismo intercambian guiños, risas y cuchufletas. Es, curiosamente, la tónica de estos tres años, de estos tres meses, de estos dos días. Un juez instructor y una fiscal que intentan construir un edificio trabajosamente, a contrarreloj, y una oposición inusitada, construida a base de esa alianza obscena entre defensores y acusadores, que se parten de risa -o de insultos- cuando a ese edificio le sale una gotera.

-Quiero acordarme ahora de Isabel Casanova, que perdió a su hijo Jorge. De Laura Vega, que quedó postrada en una silla de ruedas; de Laura, que está en coma vegetativo, de Yolanda, que perdió a su marido y a su hija Patricia, un bebé precioso de nueve meses… De Miguel Ángel López Ramos, que perdió a su hermana y a su cuñado y se hizo cargo de sus dos sobrinos, Alberto y Eduardo… De Eulogio Paz y de Pilar Manjón, que perdieron a su hijo, Daniel…

A Pilar Manjón se le salta una lágrima al final de la sala. También parece que la fiscal Sánchez está a punto de llorar, pero se sobrepone. Quiere terminar su alegato final. Cuando lo acabe, atrás habrán quedado para siempre esos tres años tan difíciles para ella. Pero no quiere irse sin decir algo.

-Tengo que poner de manifiesto que la dignidad de los afectados y la memoria de las víctimas no han sido merecedoras del tratamiento de algunos medios de comunicación, por personas que a lo mejor en su momento pudieron aprobar la carrera de periodismo pero que no tienen la altura ni la grandeza de una profesión tan importante en una sociedad democrática…

El juez Gómez Bermúdez la interrumpe en ese momento:

-Creo que ya se han excedido los límites de lo que es un informe jurídico. Reconduzca su informe.

-Con la venia de la sala. Se han publicado y hablado cosas de este ministerio fiscal y de otras partes que hemos trabajado…

Gómez Bermúdez le corta el micrófono y la vuelve a reconvenir con dureza:

-Pues podrá usted ejercer las acciones o hacer lo que le parezca más oportuno, pero entenderá que no podemos dedicar en esta sala tiempo a los reproches.

Se produce un momento de gran tensión en la sala. Hay quien no entiende que en un juicio donde algunos abogados han llegado a sostener que los suicidas no se suicidaron o que ETA está relacionado con el atentado del 11-S en Nueva York, Gómez Bermúdez le haya puesto esa mordaza preventiva a la fiscal. Pero Olga Sánchez opta por aceptar la reprimenda y terminar su informe con un recuerdo a las víctimas. El juez interrumpe la sesión y se acerca paseando al final de la sala. Se detiene junto a los abogados Emilio Murcia y José María de Pablo, dos de los patrocinadores de la conspiración. También participan en la tertulia dos de los militantes de la AVT que se intercambiaban guiños con el abogado Abascal durante la intervención de la fiscal Olga Sánchez. Todos sonríen complacidos. La fiscal se ha metido en su despacho. Dicen que iba llorando.

FIN