Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

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Concha nos trajo inocencia y bondad a la tele

Ha sido un golpe prematuro, casi inesperado. Lo siento mucho. Concha García Campoy fue una compañera maravillosa en TVE. Nos contagiaba su alegría y su bondad natural sin afectación. Siempre conservó ese aire de pueblo que trajo el día que le hicimos la prueba de imagen en el Pirulí, un sábado de 1985. Sus ojos resplandencían con un brillo de inocencia. Venía de Ibiza, con un vestido sencillo y una rebeca. Creo recordar que la rebeca era amarilla, porque hubo bromas contra el mal fario que algunos artistas atribuyen a ese color.

Concha García Campoy y Manuel Campo Vidal preparando entradillas del TD-1 de TVE en 1985

Concha García Campoy y Manuel Campo Vidal preparando entradillas del TD-1 de TVE en 1985

Concha se comía la cámara. Ramón Colón, subdirector de Informativos encargado alquel día de buscar caras nuevas para los telediarios de José María Calviño, me dio codazo y dijo: «Ya tenemos lo que buscamos».  No lo dudó ni un instante. A continuación, hicimos las mismas pruebas a otras jóvenes bien guapas pero con peor telegenia que Concha. Hasta que le llegó el turno a Angeles Caso. ¡Qué fácil nos lo pusieron Concha y Angeles, dos animales televisivos sin experiencia ante las cámaras!.Ya teniamos las caras del TD-1 y del TD-2. Para el TD-3, el de medianoche, no hubo que hacer ninguna prueba. ¿Quien podría competir con la grandísima Rosa María Mateo?

Luego vinieron las pruebas de los chicos. Nos quedamos con Manuel Campo Vidal (a quien llamábamos Manolo para chincharle) y con el larguirucho Carlos Herrera, con raíces en Cuevas de Almanzora (Almería). Fueron cuatro aciertos de Ramón Colóm. Y a las pruebas me remito. Los cuatro triunfaron en la profesión.

Al salir del parking del Pirulí, casi a las dos de la tarde, me crucé con Concha García Campoy. Iba sola, caminando algo despistada, con su rebeca al hombro y arrastrando una gran bolsa de viaje. Paré su lado y me ofrecí a llevarla hasta una parada de taxi, autobús o metro. Era muy alta y casi no cabía en el asiento del copiloto de mi Peugeot 205. La felicité por las pruebas de imagen que había hecho y le pregunté hacia donde iba. Yo vivía tan lejos de allí (en Villanueva de la Cañada) que era muy posible que pasara cerca de su pensión o por el centro de Madrid. Me dijo que no conocía bien Madrid y que no tenía muy claro donde ir. Lo primero que tenía que hacer era buscar una pensión por el centro si no localizaba a unos amigos. Su viaje había sido muy precipitado.

«¿Dónde vas a almorzar?», le pregunté. No tenía ni idea. «Donde tú me recomiendes; no conozco ningún sitio en Madrid», me replicó.

Durante años, y con grandes risas, muchas veces hemos reproducido ambos esta primera conversación. Tuve un ataque de compañerismo y le dije que el mejor sitio para almorzar a esa hora era en mi casa, donde mi chica estaba haciendo ya los preparativos para una paella. Se apuntó en el acto. En aquella paella, casi multitudinaria, conoció Concha a gente que luego fue muy principal en el periodismo y en la economía (Estefanía, Ontiveros…). Nunca olvidó aquel primer almuerzo en Madrid. Comió mi arroz como si ya no tuviera el nudo en el estómago que suele producir cualquier prueba de imagen. Nunca le dije que yo había invitado a comer a una gran presentadora de Televisión. Cuando subió a mi coche ya no era una simple aspirante. Desde que saludó a la cámara nos cautivó a todos.

Angeles Caso nos dijo hace unos meses a Manolo Saco y mí que Concha había mejorado de su leucemia. ¡Qué alegría! Brindamos con la promesa de visitarla pronto y compartir unas risas con ella. No ha sido posible. ¡Qué lástima!.

Adios Concha. Descansa en paz.

 

 

 

 

 

Elogio de Guerra a Suárez en el país de la ingratitud

El hermano médico del ex presidente Suárez nos dijo ayer que «el estado mental y fisico de Adolfo se deteriora lentamente pero sin pausa». No reconoce a nadie y no pudo saber nada de los elogios recibidos ayer en el homenaje que le brindó la Universidad Europea de Madrid.

Hipólito Suárez y Alfonso Guerra en el homenaje al ex presidente Suárez de la Universidad Europea de Madrid

Lástima. Le llegan demasiado tarde «en el país donde -como dijo nuestro colega Manuel Campo Vidal«la ingratitud es la norma».

«Impactado y emocionado», el doctor Suárez nos regaló algunas anécdotas de la vida que compartió con su hermano en una pensión de estudiantes de la madrileña Calle Almirante en los años 50. «Adolfo ha tenido una vida dura, muy dura, pero en aquellos años yo creo que fue feliz», recuerda Hipólito.

«Siempre fue tolerante, generoso y muy activo y tenía muy claro, al terminar su carrera de abogado, que él sería presidente porque me lo dijo varias veces».

El ex videpresidente Alfonso Guerra también sumó recuerdos emocionados del ex presidente Suárez y negó todas las historias publicadas sobre la animadversión entre ellos.

-«Son falsas», dijo, «le he visto con frecuencia antes de su enfermendad y lamento mucho no haberle creído cuando le pregunté si iba a publicar sus memorias. Me respondió»:

-«No las publicaré porque estoy perdiendo la memoria. De verdad, Alfonso, estoy perdiendo la memoria».

No le creí y fue la última conversación que mantuvimos (el 10 de abril de 2002) antes de que se detectara su enfermedad.

Guerra tuvo palabras de elogio para la vida y la obra de Suárez, su adversario político, como «paradigma de la autoredención; un gran político que combinaba la reflexión con la decisión». Resumió su obra: como numerario de un régimen oprobioso, fue ascendiendo en el edificio que quería derribar, era un desclasado y nadie le comprendió cuando hizo el desmontaje de la vieja estructura del franquismo. Fue valeroso y generoso y no guardaba ningún rencor.

A continuación, Alfonso Guerra hizo una excelente reivindicación de la transición de la Dictadura a la Democracia como fruto de la presión desde abajo y de la liberación desde arriba. Y destacó el papel relevante de estos personajes clave: Adolfo Suárez, Felipe González, Fernando Abril Martorell, Santiago Carrillo, el cardenal Tarancón y, especialmente, el Rey.

Hubo un espiritu de acuerdo hasta la Constitución, en un tiempo marcado por la incertidumbre, la crisis, la violencia, la libertad y el consenso. La clave, a su juicio,  fue que «nadie quedó totalmente satisfecho pero nadie quedó fuera del juego democrático. Se hizo lo que convenía a los españoles (para que los nietos no sufran nunca más una guerra civil ni una dictadura) y se consiguió el punto medio: una transición ni muy rápida ni muy lenta. Y el fruto ha sido un periodo de paz desconocido en la historia de España».

Adolfo Suárez

Guerra recuerda muchos detalles porque los anota. («Lo importante son los detalles, que se olvidan»). Y nos contó su intercambio con Suárez en diciembre de 1981:

Guerra:

«¿Cuál fue el impulso que te llevó a dimitir como presidente del Gobierno?

Suárez:

«Al final, estaba sólo»

Tras un breve silencio, Alfonso Guerra, más poeta que político, nos suelta esta afirmación lapidaria:

«Líder y nada»

«La amistad es una conversación inconclusa entre dos soledades. Y me dijo que nos ayudaría a gobernar. Creo que Suárez no ha dejado ni un día de pensar en España».

Para teminar, Guerra nos dió una exclusiva: nos leyó las notas, no desveladas hasta ayer, que tomó el ujier que el 23-F llevó al golpista teniente coronel Antonio Tejero y al presidente del Gobierno en funciones Adolfo Suárez hasta  una salita del Congreso.

Este fue el relato literal del ujier leído por Guerra:

Suárez y Tejero en Portería General. Suárez me pregunta donde pueden hablar. Está en la puerta M 30.

-Presidente, aquí hay un cuarto.Yo entro detrás de ellos. Suárez está a mi izquierda, Tejero a mi derecha

—-
Suárez a Tejero: ¡Explique qué locura es esta!

Tejero: ¡Por España, todo por España!

Suárez: ¡Qué vergüenza para España! ¿Quién hay detrás de esto? ¿Con quién puedo hablar?

Tejero: No hay nada de que hablar. Solo debe salir.

Suárez: ¿Pero quién es el responsable?

Tejero: Todos, estamos todos.

Suárez: Como presidente le ordeno que deponga su actitud.

Tejero: Usted ya no es el presidente de nadie.

Suárez: Le ordeno…

Tejero: Yo solo recibo órdenes de mi general.

Suárez: ¿Qué general?

Tejero: Milans. No tengo nada más que hablar.

Suárez: Le insisto, soy el presidente.

Tejero: No me provoque.

Suárez: ¡Pare esto antes de que ocurra alguna tragedia, se lo ordeno!

Tejero: Usted se calla. Todo por España.

Suárez: Le ordeno

Tejero: Cállese, siéntese y usted (al ujier que escuchó la conversación y se la facilitó a Guerra) fuera.

—-

No hay grandes novedades en este diálogo porque todos hemos visto en televisión la actitud valerosa de Suárez durante el Golpe de Estado del 23-F pero es, según Guerra, «un detalle más de su compromiso con la libertad»

Antes que el diputado más veterano del Congreso (Guerra lo es desde las primeras elecciones libres en 1977), habló brevemente Belem Hoyo, la diputada más joven (PP de Valencia, 27 años). Y lo hizo para abrazar los valores de la transición: entendimiento, pacto y consenso, y cambiar el tono, la forma y el fondo de la política. «Adolfo Suárez», dijo, «buscó la concordia». Y terminó haciendo un guiño machadiano a Guerra:

«Ni el pasado ha muerto ni está el mañana ni el ayer escrito».

Lástima que Suárez no haya podido oir ni entender que los elogios tan merecidos de ayer iban dirigidos a él.

Un poco tarde, ingrata España.

Tres hurrras por el presidente Suárez.