Hoy no tengo periódicos. Estoy a orillas del Mediterráneo, relamiéndome aún por el buen sabor que me dejó ayer la boda de unos amigos.
Se casaron al atardecer, frente a la Isleta del Moro, en el Parque Natural de Cabo de Gata (Almería).
Varios compañeros hablamos de los novios, de las parejas, en general, del matrimonio y de ese «pálpito del universo» que es el amor.
El escenario era tan embriagador y la atmósfera, tan propicia a la ternura y a la nostalgia, que sufrí un ataque de cursilería y -no lo pude evitar- me dio por leer allí mismo un poema de amor (de Luis Cernuda) que tengo entre mis favoritos. Tuvo tal éxito que algunos de los presentes me pidieron una copia. Para ellos y para quienes no hayan tenido aún la dicha de descubrir este poema, lo copio y pego aquí mismo.
“Si el hombre pudiera decir lo que ama,
si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo
como una nube en la luz;
si como muros que se derrumban,
para saludar la verdad erguida en medio,
pudiera derrumbar su cuerpo, dejando sólo la verdad del amor,
la verdad de sí mismo;
que no se llama gloria, fortuna o ambición,
sino amor o deseo,
yo sería aquel que imaginaba;
aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos
proclama ante los hombres la verdad ignorada,
la verdad de su amor verdadero.
Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina,
por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,
y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu
como leños perdidos que el mar anega o levanta
libremente, con la libertad del amor,
la única libertad que me exalta,
la única libertad por que muero.
Tú justificas mi existencia:
Si no te conozco, no he vivido;
Si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.”
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FIN
Que les aproveche.
¡¡¡Y vivan los novios!!!
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