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"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

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Las teorías conspiratorias se autoalimentan. No tienen fin

Varios comentarios recibidos hoy, de distintos colores, me incitan a matizar de nuevo la explicación que traté de dar ayer, a toda prisa, sobre las teorías conspiratorias en la prensa.

Para empezar, debemos reconocer que los españoles no somos originales. El fenómeno se da en todos los países y en todas las épocas. Y hay Pedro Jotas por doquier. Spain no es diferente.

Cada día tenemos nuevas pruebas de cómo se autoalimentan las teorías conspiratorias, lo que me lleva a pensar que no tienen más final que el del olvido, obligado por el cambio generacional. Y aún así, surgen y resurgen a lo largo de la historia, mediante revisiones interesadas que sirven para alimentar otra presunta conspiración. Basta con preguntar ¿quién mató a Kennedy? o ¿quién mató a la princesa Diana de Gales? y ya la tenemos liada.

Pero si nos vamos hacia atrás y preguntamos, por ejemplo, ¿quien mató al general Prim o a Julio César? obtendremos menos respuestas. El tiempo lo cura todo.

Hoy tenemos en portada, como de costumbre, alimento para los creyentes en esa estravagante conspiración inventada y auspiciada por el interesado triángulo formado por El Mundo, la COPE y el PP.

Como vemos, El Mundo destaca como sujeto a uno de los acusados por la terrible matanza del 11-M pero nos lo pone con su nombre de familia (Harrak) y le adjudica un verbo tan potente como «niega» que habrá sido muy del gusto de su abogado defensor.

El País va por otro camino y destaca como sujeto a otro acusado (Rachid Aglif) pero no nos da su nombre en el titular (¿quién los recuerda?) y le adjudica un verbo mucho más frío: «relata».

El titular de El Mundo niega la versión contenida en el sumario mientras que el titular de El País la confirma.

Lo más grave, en estos casos, es que la teoría conspiratoria suele ser más interesante, espectacular e, incluso, verosímil que la propia propia realidad, que puede ser más vulgar, azarosa, aburrida y, a veces, inverosímil.

El gran problema es que las teorías conspiratorias, pese a su gran verosimilitud, suelen resultar completamente falsas.

Vuelvo a mi tesis de anoche: ¿Acaso puede morir toda una princesa tan famosa como Lady Di en un accidente de automóvil, a causa simplemente de un conductor borracho?

¿Es posible que los seres humanos vulgares y corrientes puedan aceptar que la Princesa de Gales haya muerto, sin más, como cualquiera de nosotros? Cada día mueren miles de personas en parecidas circunstancias a las de Lady Di. Pero la teoría conspiratoria sólo aparece necesariamente, como decíamos ayer, para explicar la compleja y gran causa que ha podido producir este tremendo efecto.

No nos basta con un conductor borracho, de madrugada, a la salida de una discoteca. Eso nos bastaría para cualquier hijo de vecino, pero nunca para toda una Princesa. Un tercio de los británicos se lanza entonces a devorar en la prensa sensacionalista todo tipo de patrañas inventadas al estilo de Pedro Jota para satisfacer esa necesidad imperiosa de explicación verosímil, aunque falsa:

una causa tan grande como el efecto que produce

Y así nos enfrentamos a la teoría conspiratoria que implica a la propia reina Isabel de Inglaterra, al centro de espionaje británico M-5, a la CIA, a los inexistentes doctores que nunca certificaron (anque se dijo) que la Princesa de Gales estaba embarazada de su novio árabe, etc. etc. etc.

Sobre la teoría conspiratoria en torno al 11 de septiembre de 2001 (y ésta debe tener algún alimento de izquierdas) abundan los ricos matices que implican al presidente Bush, a la CIA, al ejercito USA y a todo el complejo militar-industrial como coautores de la destrucción de las Torres Gemelas para calentar a la opinión pública contra Irak, y preparar el camino de la invasión, y contra todo el mundo árabw en general.

Hay teorías para todos los gustos. Otros atribuyeron la matanza de las Torres Gemelas a los judíos, concretamente al Mossad, el servicio de espionaje de Israel. Y lo justifican diciendo que así mueven a la opinión pública contra los árabes en Oriente Medio. Llegaron a decir que una prueba palpable es que habían avisado a los judíos norteamericanos para que el 11-S no fueran a trabajar a las Torres Gemelas. Naturalmente, eran falsedades verosímiles para mentes simples o enfermas. En las Torres Gemelas murieron muchos judíos.

Lo más terrible es que tanto en Estados Unidos como en Gran Bretaña o en España hay un porcentaje muy elevado de personas (incluso cultas y de apariencia sensata) que se creen las teorías conspiratorias por estravagantes que sean. Buscaré los datos sobre Lady Di y el 11-S.

Comentario de Sayonara:

El problema de las conspiraciones es que no tienen por qué acabarse con el juicio. Seguro que una condena a los acusados sólo servirá para azuzar la teoría con argumentos tales como: «el juicio fue una farsa en la que los moritos se comienron el marrón de ETA, protegida por un Gobierno sibilino que deja matar a 200 personas con tal de llegar al gobierno». Y si no, al tiempo…

lo dijo Sayonara · 22 Febrero 2007 | 01:15 PM

Comentario de Derem:

Desde lo del GAL, el fondo de armario de credibilidad de El Mundo es muy grande. Va a tener que caerse con todo el equipo y de forma escandalosa -por ejemplo, que el juicio valide de forma clara y contundente la «versión oficial» y despeje todas las dudas- para que la gente pierda su fe.

lo dijo Derem · 22 Febrero 2007 | 06:02

Comentario de Esteban Rosador:

Para perder la credibilidad es suficiente con todas las portadas a 5 columnas que «El Mundo» ha dedicado a la patraña conspiranoica. Pero yo no me cansaré de recordar dos portadas antológicas:

1- La del 13 de marzo de 2004, ¡jornada de reflexión! en la que se daba una reseña de una entrevista interior a Rajoy. En la reseña, el ínclito Rajoy aseguraba su convicción moral de que había sido ETA la autora del atentado. Desde entonces, El Mundo está atrapado en la misma mentira que la banda de los 4.

2.- La portada del día en que se extraditó a España a Chapote, el asesino de M. Á. Blanco. Ese día «El Mundo» consideró que esta noticia no merecía aparecer en portada, no fuera a ser que eso ayudara a pensar que la lucha antiterrorista iba bien.

lo dijo Esteban Rosador · 22 Febrero 2007 | 06:53

EDITORIAL de El País

Confundir al tribunal

22/02/2007

Se sabía que la teoría de la conspiración sobre el 11-M, uno de cuyos apartados es la implicación de ETA, tenía defensores a ultranza sentados en estrados de la sala de audiencia en la que se celebra el juicio oral sobre el atentado, pero era difícil sospechar que llegaran hasta el extremo de amagar con confundir al tribunal. A los intentos esperpénticos de involucrar a ETA, como los del ácido bórico o la orquesta Mondragón transmutada en el grupo industrial vasco del mismo nombre, llevados a cabo durante la instrucción sumarial, se han añadido en la vista oral comportamientos profesionales de dudosa práctica forense.

Quienes buscan desesperadamente puntos de conexión de ETA con el 11-M creen haber encontrado uno de ellos en el temporizador hallado en el domicilio de un procesado, que ellos consideran, contra toda evidencia, del tipo de los usados por la banda terrorista en sus atentados. Y han aprovechado la primera ocasión que han tenido a mano, en este caso el interrogatorio de este procesado, para intentar dar carta de naturaleza procesal a su obsesión, presentando por sorpresa la fotografía de un temporizador incautado tiempo ha a ETA por la Guardia Civil, como si fuera idéntico al intervenido al procesado que se sienta en el banquillo.

Otro aspecto llamativo es que esa fotografía figura en el escrito de calificación presentado al tribunal por el actual abogado particular que recientemente se ha hecho cargo de la defensa de Zougam y Ghalyoun, en sustitución de su antiguo abogado de oficio, mientras que quien primero ha intentado utilizarla procesalmente ha sido el letrado de una de las acusaciones. El juicio sobre el 11-M pasará a la historia, entre otras cosas, por la simbiosis y perfecta sincronización con que actúan algunas acusaciones y defensas, como si su distinta posición en el proceso no fuera obstáculo para compartir el mismo objetivo.

Hay que alabar, en todo caso, el comedimiento con que reaccionó el tribunal a la maniobra con que se le intentó confundir. Ordenó de inmediato retirar la fotografía, por la simple razón de que no figura en el sumario, sin inquirir sobre los motivos e intencionalidades de su presentación, concediendo que entraba dentro de los amplios márgenes del derecho de defensa. También los letrados implicados se han justificado asimilando sin más su extraño proceder a «una estrategia de defensa». Sin duda, el derecho de defensa debe ser lo más amplio posible, y así lo está reconociendo el tribunal que juzga el 11-M. Pero los abogados, más que nadie, saben que tiene unos límites, tanto penales como éticos, que nunca deben traspasarse.

FIN