Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

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Detienen al candidato del PSOE… o bien: aquí hace más calor

El Roto trata de arañar en la conciencia colectiva, destacando alguna de nuestras basurillas. Casi siempre acierta.

Los dos principales diarios de pago destacan el tema de El Roto y coinciden en la ilustración de portada: el presunto asesino del alcalde de Fago.

El Mundo lo lleva con una foto en plano general misterioso, con cejas enarcadas, sepia oscuro y movida. El País nos lo muestra en primer plano claro, celeste Inmaculada, con cara de que puedes comprarle un coche de segunda mano.

Los titulares suelen darnos alguna pista sobre los intereses corporativos del medio.

El Mundo, manda con ello arriba, a cuatro columnas:

Detienen al candidato del PSOE por el asesinato del alcalde de Fago

El País, a media página, como foto noticia:

Primer detenido por el asesinato del alcalde de Fago

En el pie de foto, cuerpo 8, lo identifican como ex candidato socialista:

Santiago Mainar, guarda forestal y ex candidato socialista a acalde, es sospechoso del crimen

Me alegró ver hoy en El País esta carta de mi amiga Teresa García Alba que fue mi jefa en el Servicio Universitario de Trabajo (SUT) en nuestros años juveniles de lucha antifranquista. (¡Hola Teresa!Estoy de acuerdo contigo en casi todo). De hecho, la tertulia familiar ha girado hoy en torno al cambio climático, a las propuestas de Teresa y a las dudas que nos infunden estos informes y contrainformes sobre quién es el causante de tal cambio climático.

En mi casa no solemos creernos, a la primera, lo que dicen los diarios porque sabemos que los hace gente como nosotros. Es una costumbre muy sana y altamente recomendable.

¿Quién se resiste a poner un titular llamativo, sin matices?

Por otra parte, los ecologistas (y no pocos políticos y moralistas) son proclives a creer que la acción de hombre daña irreversiblemente el planeta y que sólo cambiando su comportamiento se puede alterar el rumbo del universo y salvar a la Tierra de un cataclismo apocalíptico.

En el lado opuesto, están las grandes empresas multinacionales contaminadoras (y no pocos avariciosos capitalistas) que minimizan la acción de hombre. Nos consideram hormiguitas minúsculas, aunque soberbias, incapaces de alterar el orden del universo por mucho que nos empeñemos. Sus sabios a sueldo dicen que la erupción durante tres días de un volcán (creo que se refieren al Cracatoa) lanzó más CO 2 a la atmósfera que todos los seres humanos juntos con sus fábricas en los 200 años y pico que llevamos de revolución industrial.

El asunto tiene miga y no está nada claro. Pero, a lo que vamos, el informe polémico y escalofriante de la ONU creo que, nos guste o no, es hoy noticia de primera página, lo diga Pedro Jota o su porquero.

Este informe sobre el cambio climático va a toda página en el International Herald Tribune y sale hoy mandando, como tema principal, en las principales portadas de Occidente que he podido ver por Internet.

El País manda con eso, arriba, a cuatro columnas:

INFORME DE NACIONES UNIDAS SOBRE EL CALENTAMIENTO DEL PLANETA

El cambio climático traerá más calor, más sequías y lluvias torrenciales

Sumarios:

Los científicos dan por cerrado el debate sobre las consecuencias del “efecto invernadero”

La acción del hombre es la causa de un fenómeno irreversible

El Mundo , en cambio, como no tiene por ahora relación con ETA y el 11-M lo considera casi como “no noticia” y da este escalofriante informe de la ONU abajo, escondido en un rincón de su portada, con un pequeño sumario.

¡Jo! Ya es la hora del cine. Nos vamos a ver «Queen» antes de que la quiten.

Y ahí van un par de artículos y editoriales de interés, que no me da tiempo a comentar:

Consenso y diálogo

IRENE ZOE ALAMEDA en El País

03/02/2007

En el último mes, tras el atentado del 30 de diciembre, han tenido lugar numerosos acontecimientos que han reactivado el debate sobre la política antiterrorista. Sin embargo, en cada una de sus comparecencias (ante la prensa, en sede parlamentaria o en encuentros bilaterales), tanto el Gobierno como la oposición se afanan por repetir lo que vienen reiterando desde hace casi dos años, cuando comenzó a intuirse un posible proceso de paz. En vez de mostrarse unidos en un asunto que debería constituir una política de Estado, se reafirman en posiciones que, pese a la evolución de las circunstancias y al intercambio de información entre ambos, no han sido nunca matizadas o reconsideradas por ninguno de ellos.

Que dos personas que se comunican en plenitud no empaticen lo más mínimo la una con la otra es algo que los lingüistas han calculado ser estadísticamente muy improbable. Lo que suele ocurrir en la mayoría de los casos es que, cuando dos partes se expresan con el propósito de alcanzar un acuerdo, sus posturas se terminan allegando, de modo que el conflicto se resuelve por una sucesión de aproximaciones que sitúa la solución en un punto racionalmente satisfactorio para ambos. Por consiguiente, no tiene mucho sentido que PP y PSOE lleven ya años enfrentados en este crucial asunto.

¿En qué casos puede ocurrir que, pese al intercambio de argumentos, los que hablan no se convenzan mutuamente? En los casos en los que al menos una de las partes sea irracional (aunque su discurso guarde la apariencia de racionalidad), y en los casos en los que una de las partes saque réditos de la polémica -esto último se da cuando uno miente deliberadamente acerca de sus verdaderos objetivos: en realidad, no le interesa que se solvente el enfrentamiento pero no quiere, por cuestiones de moralidad o decoro, que se le acuse de rehuir el debate-.

Tras casi dos años de desencuentros entre el partido en el Gobierno y el principal partido de la oposición, y teniendo en cuenta que la postura del PSOE es secundada por el resto del Parlamento, es lícito sospechar que el PP no se mueve ni un ápice de sus pretensiones iniciales por alguno de los motivos aducidos, a saber: que o bien interviene con un discurso demagógico -apelando a los sentimientos irracionales de los ciudadanos-, o bien rentabiliza al máximo entre su electorado la confrontación partidista, al tiempo que acude a entrevistarse con el Gobierno sin voluntad constructiva.

No hay nada en el credo socialista ni en el credo popular que justifique que estos dos partidos no puedan ser capaces de hacer causa común en el modo de poner fin al terrorismo. El PSOE ha defendido el diálogo con ETA, a condición del abandono de las armas. Con violencia no puede haber diálogo, porque hay coacción. El PP, no: hoy prefiere el monólogo de la victoria por aplastamiento, sean cuales sean las circunstancias. No obstante, ambos partidos han dialogado con la banda cuando han estado en el Gobierno, y son conscientes de que a medio o largo plazo tendrán que hablar con ella para afianzar la paz. En cualquier caso, el consenso entre ambos será imprescindible en ese escenario para que la palabra del Gobierno sea también, de forma inquebrantable, la del Estado.

En relación al final del terrorismo, la experiencia histórica demuestra que los problemas se resuelven de manera definitiva cuando ambas partes ganan aparentemente algo en relación con la situación de conflicto. Las aniquilaciones del adversario nunca se dan al completo, siempre quedan rebrotes que al cabo de un tiempo reactivan el problema. Por lo tanto, parece que lo más razonable por lo que respecta al fin de ETA será, tarde o temprano, la vía del diálogo. El PP sabe que esto es así, y aunque a corto plazo le resulte más rentable evitar el consenso, si llega al Gobierno y percibe posibilidades de paz, volverá a dialogar con la banda en cuanto se le presente la oportunidad.

Kant dijo que sólo el diálogo asegura la paz perpetua, y es que mediante el diálogo ambos bandos comparten un porcentaje del éxito global. Tratándose de grupos humanos, de opciones políticas, de identidades nacionales… esa venta política de la victoria es esencial para garantizar una estabilidad que dé paso a una nueva generación, liberada ya de la lucha ideológica de los padres. A nadie se le escapa que, cuando en la Transición se amnistió a los guardianes del régimen, y el régimen a su vez amnistió a sus opositores, hubo diálogo. De ese diálogo surgió una generación que ya ha cumplido treinta años sin violencia, para la que aquel clima de desestabilización y odio resulta algo ajeno y extraño.

El PP opta hoy por el exterminio, seguido de la humillación de ETA; pretende asegurarse de que ningún etarra pueda decir a su hijo que haber sido un asesino ha servido para forjar una Euskadi mejor. Al PSOE y al resto de los partidos de la Cámara, con tal de que se acabe la violencia, les da lo mismo lo que los etarras puedan contar de sí mismos a sus futuros electores. A excepción de los diputados del PP, todos piensan que la paz pasa porque cada parte convenza a los suyos de sus logros respectivos. Hay que darse cuenta de que si no se hubiese permitido a los ministros de Franco y a los exiliados de izquierdas hacer una lectura triunfal de su sacrificio para salvar a España, hoy no viviríamos en una democracia.

Se resuelven los conflictos históricos porque, afortunadamente para nuestros hijos, nos morimos. Porque nos sustituimos. Las generaciones sucesivas carecen del contexto en el que se engendró la violencia, y sin protagonistas, el odio se desvanece. De quiénes son los buenos y quiénes los malos, ya se encarga el tiempo de hacer su juicio en la memoria.

Irene Zoe Alameda es escritora.

ANÁLISIS: La lucha contra el terrorismo – Manifestación en Bilbao con el lema ‘Muévete por la paz’

«Esquiva paz», nuevo estorbo

JUAN G. BEDOYA – en El País

Madrid – 03/02/2007

Desde el caso Añoveros, en 1975, el obispado de Bilbao y las diócesis de San Sebastián y Vitoria han marcado un territorio propio en la política eclesiástica sobre terrorismo o nacionalismo. Las consecuencias eran siempre las mismas: lo dicho en el Norte por los prelados enturbiaba en Madrid las relaciones entre el Gobierno y la Iglesia romana. Cierto es que muchas veces la jerarquía sostenía oficialmente lo contrario que Añoveros, Setién, Uriarte, Cirarda o, ahora, Blázquez, por citar nombres representativos en las últimas décadas, pero a la postre salía en su defensa, como una piña. Lo hizo la Conferencia Episcopal cuando el dictador Franco usó contra Añoveros la amenaza inminente del destierro; cuando Suárez les mortificaba expulsando de su lado a ministros afines -«demócratacristianos con puñal», se quejó-; o cuando Felipe González terminó por no recibirles en La Moncloa, y el católico José María Aznar llegó a llamarles, a todos ellos, «inmorales» por no suscribir el pacto antiterrorista entre el PSOE y el PP, por rechazar su idea de que Roma debía excomulgar a todo el entramado etarra, y, sobre todo, por la pastoral de los obispos vascos pidiendo en 2002 una solución dialogada al «conflicto».

Estamos, por tanto, ante la primera ocasión en que el Gobierno español recibe con regocijo una iniciativa del obispado de Bilbao. La desgracia de Blázquez es que su convocatoria incitando a moverse por la paz -«esquiva paz»-, coincide en fecha y hora con la manifestación convocada en Madrid para mojarle las orejas al Ejecutivo de Zapatero tras el fracaso del diálogo con ETA y el atentado de Barajas.

Católicos de la órbita del PP, que apoya la manifestación de Madrid, sostenían ayer que la coincidencia no ha sido fortuita, sino un favor más del episcopado vasco al socialismo gobernante. La entusiasta adhesión del Partido Socialista de Euskadi y del PNV a la convocatoria diocesana permitió incrementar la sensación. A lo largo de la jornada, la COPE insistió en que todo era una fatal coincidencia. Pero, de continuo, la cadena episcopal llamaba a acudir a Madrid desde toda España. La Conferencia Episcopal no se pronunció. Su línea fue aireada en la COPE mediante la lectura de un editorial reprochando al Gobierno la ruptura del consenso y su empeño en dialogar con terroristas.

Blázquez, prelado de Bilbao pero, sobre todo, presidente de la Conferencia Episcopal, es partidario del diálogo con ETA como medio para acabar con el terrorismo. La línea COPE y, sobre todo, los documentos oficiales de la propia Conferencia no avalan esa posición. «ETA no puede ser considerado como interlocutor político de un Estado ni representa políticamente a nadie», sostiene la Instrucción pastoral de noviembre de 2000, titulada Valoración moral del terrorismo en España, de sus causas y de sus consecuencias.

Esa idea, que en su momento fue criticada por varios obispos vascos y catalanes, ha sido reiterada por el episcopado en la Instrucción pastoral que acaban de publicar con sus llamadas Orientaciones morales ante la situación actual de España. En el apartado sobre terrorismo y nacionalismo se sostiene que «para que llegue cuanto antes el fin del terrorismo, todos están obligados a anteponer la unión a sus legítimas diferencias políticas o estratégicas». Añaden los obispos: «A nadie le es lícito buscar ninguna ventaja política en la existencia de esta dura amenaza».

Se pensó que el liderazgo de Blázquez suavizaría ahora el calificativo de un posible diálogo con los terroristas. No ocurrió tal cosa. Suscribió la Conferencia Episcopal el 23 de noviembre pasado: «Una sociedad que quiera ser libre y justa no puede reconocer explícita ni implícitamente a una organización terrorista como representante político legítimo de ningún sector de la población, ni puede tenerla como interlocutor político. Los eventuales contactos de la autoridad pública con los terroristas han de excluir todos los asuntos referentes a la organización política de la sociedad y ceñirse a establecer las condiciones conducentes a la desaparición de la organización terrorista, en nuestro caso, de ETA».

FIN

Eso: ¡cuánto odio!, José María. ¿Hasta cuando?