Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

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Muerte en Pamplona: La España bárbara recorre el mundo

¿Qué padre o madre quiere ver a su hijo corriendo junto a los toros bravos en Pamplona?

¿Por qué la prensa oculta el lado oscuro y siniestro de los sanfermines?

Estas dos preguntas me las hacen en casa, cada año, por San Fermín. La primera tiene fácil respuesta: ninguna madre, en su sano juicio, (y casi ningún padre, me atrevería a decir) quiere ver a su hijo corriendo junto a los toros bravos de San Fermín. De hecho, hasta que mis dos hijos varones pasaron los delirios de la adolescencia (esa terrible enfermedad que suele curarse con el tiempo), la fiestas de San Fermín en Pamplona han sido una pesadilla familiar. Y aun ahora no estoy seguro de que alguno de mis hijos no haya acudido algún año a la exaltación de la borracherra de adrenalina y alcohol de los sanfermines. Menos mal que se les pasa con la edad.

Hoy he sentido una mezcla de pena y vergüenza por la cobertura que la prensa extranjera y española hacen de los encierros de San Fermín en Pamplona y de la trágica (y evitable) muerte de un hombre de 27 años corneado por un morlaco de 500 kilos en plena calle.

La foto de la «muerte en Pamplona» va en primera página de muchos diarios del mundo y las imágenes del encierro de toros de San Fermín abren los telediarios por doquier. ¡Menudo morbo! Copio y pego aquí, como muestra, la portada de International Herald Tribune de hoy que manda con una gran foto, a tres columnas, del encierro de ayer y este titular:

Death in Pamplona

A la histórica visita de Obama al lugar de Africa de donde partían los esclavos negros apenas le dedica el IHT una columnita de salida.

¿Quién puede competir con la imagen de «muerte en Pamplona?

Ahí tenemos, en el morbo adolescente, una parte del secreto del éxito de esta bárbara y recientísima tradición (sólo desde 1924) de exponer la vida ante los toros, una vez al año, por si el destino te toca con su guadaña.

Menos mal que, para compensar, la segunda foto de portada del IHT es del grandísimo Alberto Contador triunfando en el Tour de Francia.

Tanto El Mundo como El País (y el IHT) mandan en su portada con la foto de Daniel Jimeno, «El Nene», moribundo, recién empitonado en el cuello por un toro de 515 kilos que le reventó la aorta y la vena cava. Ambos diarios dedican cuatro y cinco páginas cada uno al trágico y bábaro espectáculo. Pero sólo he visto en la prensa una opinión crítica, que copio y pego: la de Lucía Etxebarría en El Mundo, cuya lectura recomiendo.

Ojalá sirva la muerte de este joven para que las autoridades de Pamplona se tomen en serio la salvajada de los encierros y -en el caso de que quieran conservarla por el turismo y la pela- la conviertan en un espectáculo realizado sólo por profesionales registrados, no alcohólicos, y con las mayores garantías (como los trapecistas que trabajan con red). Ciudadanos arriesgados e irresponsables hay muchos, y en todas partes, pero los gobernantes de una ciudad moderna y maravillosa como Pamplona deben tener la madurez suficiente para poner orden en esta borrachera pueril y morbosa de tetosterona y muerte. Algún día, tarde o temprano, el Ayuntamiento de Pamplona tendrá que enfrentarse a un pleito, que hará historia, planteado por los padres extranjeros de algún corredor muerto en los sanfermines. Los pamploneses más civilizados, enemigos de esta moderna «fiesta», huyen del ruido, de los vómitos, de la pesta a orina y de la violencia callejera, glorificada por el alcohol, en cuanto se acercan los sanfermines. Supongo que también estarán en contra de dedicar sus impuestos a las previsibles indemnizaciones millonarias derivadas de tal eventual pleito.

Como fundador, director y presentador del primer informativo de la mañana en Televisión Española, «Buenos Días», (de 7 a 9 de la mañana) me tocó el dudoso honor de emitir las imágenes de los sanfermines de 1986, en directo, por primera vez en su historia. No me gusta recordarlo y aún me siento culpable. Mea culpa, mea maxima culpa.

¿Saben por qué me siento culpable?

Pues, sinceramente, porque disfruté comentando, y televisando por primera vez en directo, alquella barbaridad. Me gustó hacerlo y me emocioné y me regodeé cada mañana con el riesgo y el peligro de muerte que asumían los corredores. Ahora veo que eso mismo hacen los colegas que me han seguido en esas tareas informativas. Se relamen con el peligro y exaltan -como yo hice- la valentía y el heroismo, casi épico, de los bravos corredores. Todos sabemos que sin el riesgo de muerte, los encierros no son lo mismo. Pero ¿es necesario mantener hoy ese riesgo cierto de muerte (como vimos ayer) por un puñado de turistas y de euros?

Ayer vimos la muerte de un hombre sano de 27 años. Mañana veremos su entierro en Alcalá de Henares. Pero los encierros, las borracheras y los vómitos continuarán hasta que terminen las fiestas de San Fermín con los himnos de rigor:

«¡Pobre de mi, pobre de mi!…»

o bien:

«Uno de enero, dos de febrero, tres de marzo… etc.»

¿Qué sentirán, en estos días, los familiares y amigos de Daniel Jimeno , corneado hasta morir, cuando escuchen los coros de borrachos roncos que cantan saltando por las calles de Pamplona, durante toda la noche y hasta el amanacer, bravuconadas como ésta:

«Si te ha «pillao» el toro, ¡jódete! ¡jódete!

Si te ha «pillao» el toro, ¡jódete! ¡jódete!»

¡Qué gran sarcasmo!

Como la vida misma. Sí, como la muerte. En Pamplona.

El País:

Por fin, una buena noticia: brotes verdes en el horizonte económico español de 2010. Me lié con la muerte en Pamplona y olvidé comentar esta gran noticia de la OCDE. Ahora me toca ir al cine (que es sábado) y mañana hablaremos de la economía y del lado más oscuro de los sanfermines que la prensa española se empeña en ocultar. ¿Por miedo a qué?

El Mundo:

Vamos razonablemente mal

«Ya hemos tocado fondo, pero seguimos escarbando», me dijo un colega pesimista de la prensa de pago.

El optimista le replicó:

«Yo voy bien, sin entrar en detalles».

Y el presidente de un gran agencia de publicidad cerró el debate con esta sentencia:

«Nosostros vamos razonablemente mal».

Desde luego, cada uno habla de la feria según le va en ella. Y hay que tener mucho cuidado con lo que nos dice la competencia. A menudo oímos decir:

«A mi me va bien, pero el sector va fatal».

Como es habitual, El Roto nos ilumina con su sarcarmo, ácido y lúcido, para que no nos creamos las noticias; sólo las profecías.

Y mucho ojo con los economistas: son muy buenos para predecir el pasado.

Ahora que está remitiendo el pánico por la nueva gripe A , porcina o mexicana, la crisis económica vuelve a ser el centro de las conversaciones de ascensor, superando incluso al tiempo.

También ha vuelto la crisis a la primera página de El Mundo, a cuatro columnas, con este gran titular:

Salgado ve «brotes verdes» en la economía española

Elena Salgado recurrió a las bellas metáforas primaverales de Bernanke, presidente de la Reserva Federal de EE.UU, en su anuncio/profecía de los «brotes verdes» y en su indumentaria, pues vestía un estampado llamativamente florido.

Me ha sorprendido el silencio de El País en su portada sobre el Consejo de Ministros extraordinario de ayer y la posterior rueda de prensa de las dos vicepresidentas insuflando prudente optimismo sobre la marcha de la economía.

El País ha preferido una gran imagen del machego Iniesta con este pie de foto:

El Barça llega a la gran final en el último suspiro

Entre Elena Salgado y Andrés Iniesta, no se quién de los dos contribuirá más a animar la actividad económica. Me dicen que el fútbol es corazón. O sea, como la economía. Quizás, por eso, anoche más de media España estalló de júbilo, espontáneamente, al ver o escuchar el excelente golazo de Iniesta.

Han sido dos días fantást¡cos para el buen humor (y, por supuesto, para la economía) de los españoles, gracias al lehendakari Patxi López y al Barça extraordinario de Guardiola.

A la hora del partido, estaba con unos amigos en Madrid , sin televisión ni radio. Me enteré de gol al instante (¡digo en Madrid!) por el inmenso grito de júbilo que salió de las ventanas de las casas que nos rodeaban. Aunque, desde niño, soy del Atletic de Bilbao, me alegré enormemente de ese gol del Barça que lo llevó de golpe a la final de Roma. Soprendido por el ruido, los gritos y la fiesta de los vecinos me pregunté:

¿Acaso puede haber tantos seguidores del Barça en este barrio madrileño tan castizo?

La mayoría serían del Real Madrid o del Atlético de Madrid. Sin embargo, la alegría era extraordinaria. Así somos en Madrid, en Barcelona o en Bilbao.

Luego, de pronto, me preocupó la idea de que un Barça tan crecido podría caer en la tentación de querer acaparar los tres grandes trofeos del año: la Liga, la Copa de Europa y (hasta ahí podíamos llegar) la Copa del Rey. Para conseguir esta última tendría que ganar la final contra el Atletic de Bilbao el próximo 27 de mayo. Eso ya me parece demasiado. Lo digo por darle otra alegría al nuevo lehendakari López y un disgusto al honorable president Montilla y al presidente Zapatero.

Al final, el fútbol -derrochando júbilo- va a reaminar más a la economía española que las profecías de la vicepresidenta económica.

Como dice El Roto, el virus del miedo sí que es contagioso. Tanto como el de la felicidad. Yo llevo ya dos días razonablemente felices, sin entrar en detalles. Gracias a Patxi López y al gol de Iniesta.

Mañana será otro día.