Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

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Las mentiras del PP no son -hoy- de este Mundo

Titular de portada de El País sobre el caso Díaz de Mera:

Cuatro columnas:

Titular de portada de El Mundo sobre el caso Díaz de Mera:

Cero columnas.

Hay días en los que el juicio del 11-M me sosiega. Otros, me saca de quicio.

El caso histriónico del máximo jefe de la Policía de Aznar aún me perturba. No se si Agustín Díaz de Mera (a quien conocí personalmente como alcalde de Ávila, y me pareció entonces un buen hombre) es malo, por seguir sin rechistar las consignas miserables de su jefe Aznar sobre ETA en el 11-M, o si, simplemente, es tonto, por encubrirle delinquiendo, y a costa de tan descomunal y espantoso ridículo.

Los predicadores de la teoría de la conspiración de ETA en el 11-M me dan pena. A veces. Otras, me sublevan. Y no hablo de su posición política o ideológica conservadora (yo presumo de tener buenos e inteligentes amigos en el PP) sino de su catadura moral, de su poca vergüenza.

Si estos embusteros redomados son católicos, y no quieren ir a su infierno, se tendrán que confesar sus mentiras y hacer propósito de enmienda. Supongo.

¿Mienten estos católicos o practican la «taquiyya» musulmana?

Tengo (o tuve) una buena formación religiosa (10 años en el Colegio La Salle de Almería no son moco de pavo) y aún sigo con interés obras y debates teológicos. He leído casi de un tirón el inmenso libro “Una historia de Dios”, de la teóloga Karen Amstrong, y estoy terminando ahora la lectura intrigante del “Tratado de ateología”, de Michael Onfray, que me ha regalado mi amigo Manuel Saco.

Soy ateo, gracias a Dios, pero me siguen interesando los fenómenos fronterizos entre la razón y la fe y hasta los casos paranormales, en los que algún día, de seguir así, tendremos que recluir al propio Acebes.

Hace tiempo que mi razón, por escasa que fuera, sustituyó, en buena hora, a la fe, pero aún conservo conocimientos de religión, de historia sagrada, de formación del espíritu nacional y de otros vestigios tribales que me permiten afirmar que, aplicando sus propias doctrinas, las filas nacional católicas del PP están llenas de hipócritas o de miserables embusteros que, de no arrepentirse, sufrirán su condenación eterna..

¿Por qué los más honestos del PP –que son muchísimos- no se rebelan contra tantos pecadores que, a sabiendas, faltan públicamente a la verdad y les alejan de la oportunidad de volver pacíficamente al poder y de recuperar el afecto de tantos ciudadanos conservadores moderados que se sienten huérfanos de liderazgo?

Los meapilas artífices de la mentira masiva que colocaba a ETA como autora o cómplice del 11-M, para ganar tan sólo tres días, y de paso, ganar con trampa las elecciones del 14-M, han venido practicando su particular “taquiyya”, como hacen los fanáticos islamistas que están acusados de la mantaza de Atocha.

Sus embustes no son fruto de la “reserva mental” jesuítica ni de la “mentira piadosa” franciscana.

Son fruto -en mi opiníón- de mentes miserables, turbias y mezquinas –quizás, enfermizas- que desprecian la madurez política y la responsabilidad de millones de ciudadanos libres.

Y lo más grave: no aceptan la derrota democrática. O sea, las reglas del juego. Sólo las aceptan cuando ganan. Si no, rompen la baraja.

Y así llevan tres años, sin apreciar que el propio recuerdo que hacen de sus mentiras masivas del 11 al 14-M están haciendo recordar (refrescando) a muchos ciudadanos que tenemos que ir a votar otra vez, sin falta, en las próximas generales de 2008 para que nos tomen el pelo de nuevo.

¿Por qué persisten en el «sostenella y no enmedalla»?

¿Son malos o son tontos?

Hay algunos síntomas de raciocinio en el caso de Mariano Rajoy, el más alejado de las teorías conspirativas del trío Pinocho (Aznar, Acebes, Zaplana). Anteayer le pidió al ex jefe de la Policía de Aznar que dijera la verdad y colaborara con el Tribunal que juzga el 11-M.

Incluso veo algún brillo de sensatez en las últimas portadas y editoriales de Pedro Jeta Ramírez, a quien nunca situaría yo entre los tontos de este Mundo.

Hoy, por ejemplo, no hay en su portada ni rastro de las mentiras masivas de ETA en el 11-M ni de su queridísima teoría de la conspiración, que tantos lectores y euros le han dado en estos tres últimos y pecaminosos años del PP.

El gran titular de El País, a cuatro columnas, no ofrece lugar a dudas:

La cúpula policial del PP desmiente la acusación de Díaz de Mera sobre ETA

Sumario:

Los cargos que investigaron el 11-M no hallaron nexos entre islamistas y etarras

El Mundo, por su parte, no ha considerado hoy interesante para sus lectores investigar este asunto, que ha ocupado miles de páginas y cientos de portadas de su diario desde que comenzó la gran mentira masiva del pobre y desmelenado Aznar. Creo que Pedro Jota se está cayendo (o tirando) del caballo en su camino de Damasco. Si es así, bienvenido sea a la orilla de la razón. En la portada de hoy no hay ni una sola línea sobre Díaz de Mera . Ya no es asunto de este Mundo. Vivir para ver.

Frente a las tres medias columnas interiores que El Mundo dedica hoy al escandaloso caso Díaz de Mera, El País le dedica un total de 19 columna (cuatro en portada y 15 en páginas interiores).

Zapatero paga su café, pero eso no va en primera

Arsenio Escolar ha escrito en su blog de aquí al lado que los cien ciudadanos “normales”, seleccionados para entrevistar a Zapatero, habían dado en TVE una lección a los periodistas. Ya lo creo.

Casi todos ellos fueron al grano. Me gustó la chica (creo recordar que se llamaba Rocío) que le recordó aquel célebre “no nos falles” del día de su victoria sobre los mentirosos del PP.

Zapatero estuvo bastante regular: pesado, lento, soso, bastante rollo, pero se sabía la lección y dijo todo lo que tenía pensado decir. Ha tenido mejores tardes. Lorenzo Milá estuvo correcto y Antonio Casado, el realizador, fue el mejor al pinchar los primeros planos de quienes hicieron las preguntas mientras escuchaban las respuestas del presidente. Sus caras eran todo un poema.

En televisión, los políticos y predicadores se saben bien la lección. Cualquiera que sea la pregunta que les hagan, ellos dicen, primero, lo que van a decir; luego, lo dicen y, al final, dicen lo que han dicho. Así se aseguran el mensaje por triplicado.

En todo caso, el resultado fue extraordinario, seguramente por la identificación del público con los entrevistadores: ¡casi seis millones de espectadores!

Ya no podemos decir que los españoles no se interesan por la política real, es decir, por sus propios problemas. No se interesan ý hacen bien- por los malos políticos que sólo van a lo suyo, tomando por todos a sus votantes.

Al día siguiente, las portadas de los principales diarios de pago vuelven a dar la razón a los entrevistadores de TVE`pues sólo titulan con la anécdota de los 80 céntimos del café que todos conocemos. O sea, una frivolidad insignificante, una gracieta que da, a mi juicio, para una columna, pero no para ir a cuatro columnas como en El País, antaño tan sobrio:

Antetitulo:

CIEN CUIDADANOS EXAMINAN A ZAPATERO

Títular:

«¿Cuanto vale un café? Unos ochenta céntimos»

O a tres columnas en El Mundo:

Un «muy optimista» Zapatero dice que un café «cuesta 80 céntimos»

Lo que ninguno destaca es que el precio del café que suele tomar Zapatero en la cafetería del Congreso -o sea, en su principal lugar de trabajo, después de su despacho en La Moncloa– parece ser de 80 céntimos.

También tiene otro significado, que nadie destaca: Zapatero paga sus cafés en el bar del Congreso pues sabe lo que cuestan.

Fuera máscaras

IGNACIO SÁNCHEZ-CUENCA en El País

28/03/2007

Tres años después de la derrota del PP, su estrategia está meridianamente clara. La derecha introduce ruido y furia en ciertos temas que debilitan el voto a la izquierda. El Gobierno del PSOE, con unos resultados económicos excelentes, con reformas sociales de gran calado y gran aceptación entre la ciudadanía, debería tener unas perspectivas razonables de ganar cómodamente las próximas elecciones. De ahí que el PP trate, por todos los medios a su alcance, de que no se hable de esos temas. El objetivo es ensombrecer esos logros y dirigir la atención hacia otros asuntos, como el juicio del 11-M, los nuevos Estatutos de autonomía y, sobre todo, la política antiterrorista. Si la gente se harta de la bronca permanente, si algunos se persuaden de que verdaderamente este Gobierno amenaza la supervivencia de España, si muchos se creen que este Gobierno es débil con los terroristas, la derecha no lo tiene todo perdido por buena que sea la situación del país.

En su empeño por recuperar el poder cuanto antes, la derecha ha llevado a cabo estrategias peligrosísimas para la convivencia y las instituciones. Vale la pena repasarlas sumariamente. El PP ha alentado una teoría conspirativa y paranoica sobre el atentado del 11-M para erosionar la legitimidad del Gobierno socialista. Ha recurrido al insulto de forma sistemática. Ha transformado las Cortes en un gallinero. Ha lanzado acusaciones gravísimas con harta frecuencia: que si este Gobierno se ha arrodillado ante ETA, que si ha triturado la Constitución, que si ha roto el Estado de derecho, que si ha traicionado a las víctimas, que si ha balcanizado España, etcétera. El PP, además, ha hecho del terrorismo un asunto electoral. Ha profundizado en el enfrentamiento entre territorios mediante una campaña histérica contra el Estatuto catalán. Ha organizado un boicoteo contra el Grupo PRISA. Ha promovido el resurgir de un nacionalismo español que parecía superado. Ha realizado maniobras indignas con grave daño para el Tribunal Constitucional y el Consejo General del Poder Judicial. Ha solicitado la convocatoria de un referéndum populista. Y ha llevado la crispación a la propia sociedad. En algunos lugares se advierte un odio político que no se corresponde con la situación objetiva del país.

Por supuesto, que la situación política haya degenerado tanto no es sólo mérito de la oposición. Es verdad que en ocasiones el Gobierno, con su incapacidad para establecer una estrategia política clara ante la ciudadanía, ha contribuido a enrarecer el ambiente. Ahí está el proceso errático del Estatuto catalán, las inexplicables palabras de Zapatero en la víspera del atentado del 30-D, la gestión vacilante del proceso de paz, o los sustos que dan de vez en cuando los socios parlamentarios de Esquerra Republicana.

Además, hay un ámbito al menos en el que la crispación del PP ha contado con el apoyo, quizá no pretendido, pero desde luego crucial, de asociaciones ciudadanas, grupos de presión e importantes intelectuales y analistas. Me refiero, evidentemente, al caso del terrorismo. Con la ayuda inestimable de colectivos como ¡Basta Ya!, el PP ha podido construir un discurso que divide el mundo en dos grupos: por un lado, quienes defienden la dignidad de la democracia, luchan por la libertad, respetan a las víctimas y son intransigentes ante el chantaje terrorista; por otro, quienes, huérfanos de principios morales, no valoran la libertad, ceden ante el chantaje terrorista, humillan a las víctimas y pretenden alcanzar la paz, ese concepto afeminado propio del pensamiento débil de los progresistas. Los primeros quieren la derrota de ETA; los segundos quieren satisfacer las demandas de ETA.

Para dar verosimilitud a un relato tan atrabiliario, se utiliza un lenguaje grandilocuente («la paz es la Constitución», «no queremos una paz sin libertad», «no dejaremos que se mancille la memoria de las víctimas», «una mesa de partidos es una traición a la democracia», etcétera) y se manipulan las emociones a cuenta del tremendo sufrimiento que los terroristas vascos han producido en España durante décadas. Sin ir más lejos, al PP, a la AVT, al Foro de Ermua o a ¡Basta Ya! nunca, en todos estos años, se les había ocurrido montar homenajes a los caídos en la plaza de la República Dominicana de Madrid en el atentado del 14 de julio de 1986. Hemos tenido que esperar más de veinte años, cuando ETA está planteándose de una vez su final, para ver esos homenajes en los que sus promotores sobreactúan como los peores actores de una tragedia convertida en astracanada.

Las asociaciones que en los años noventa se constituyeron para luchar contra el terrorismo y contra el nacionalismo obligatorio, y que desempeñaron un papel decisivo en el acorralamiento civil de ETA, hoy siguen actuando, pero no ya para combatir a una ETA en estado terminal, sino para arremeter contra el Gobierno y para dar plausibilidad a los argumentos desquiciados de la derecha. Al situarse contra el Gobierno y no contra el terrorismo, se exponen a críticas no menos furibundas que las que ellos realizan, perdiendo el aura de pureza y desinterés con que se presentaron inicialmente ante la sociedad.

No estoy diciendo que no se pueda estar en desacuerdo con la política antiterrorista del Gobierno. Hay gente sensata que lo está y que expresa sus reparos y objeciones de manera razonable. Aquí estoy hablando de otra cosa. Me refiero a ese lenguaje duro en las formas y en el contenido que cada semana eleva las exigencias (suspensión de la autonomía vasca, rebelión cívica contra un Gobierno claudicante, manifestaciones espontáneas contra decisiones judiciales…) y que, por muchos aspavientos que hagan sus autores negando lo evidente, no hace sino favorecer a los elementos más reaccionarios de la derecha española.

El contraste entre tanta gesticulación y la realidad es elocuente. En los últimos tres años ha habido menos asesinatos terroristas que en cualquier otro periodo de nuestra historia democrática. Hay síntomas, todavía confusos tras el atentado de la T-4, de que ETA está interiorizando la inutilidad de la violencia. Batasuna ha dado muestras de su voluntad de hacer política. El PNV ha rectificado los errores del Pacto de Estella y hoy se muestra firme frente al chantaje de la violencia.

En estas condiciones, resulta sencillamente incomprensible que quienes encabezaron una iniciativa cívica de rebelión contra ETA ahora marchen contra el Gobierno. Han generado un nuevo fundamentalismo, de signo contrario al nacionalista, que en estos momentos no ayuda sino a quienes desde posiciones interesadas tratan de utilizar el terrorismo para acabar con el Gobierno socialista.

Ignacio Sánchez-Cuenca es profesor de Sociología de la Universidad Complutense y coautor, con José María Calleja, de La derrota de ETA.

Polanco «alega»; el PP «atiza»
¿Volverán banderas victoriosas…?

He pasado cuatro días trabajando en Noruega (en una convención de directivos del Grupo Schibsted al que pertenece 20 minutos) y, al regresar, me encuentro con estas fotos anacrónicas en las portadas de los dos primeros diarios de pago de España. La foto de El País (con la gallina de Franco y el cangrejo de Falange, como lo llamábamos en plena Dictadura) me da repelús.

En este tema de las «banderas victoriosas al paso alegre de la paz» (de los cementerios), que tantas veces canté de niño, no me tengo por hipócrita, pese a lo que ha dicho esta mañana mi admirado y amoratado Fernando Savater.

Esas banderas que se ven en la foto me dan miedo. Y deberían darle miedo a todos los demócratas, porque representan lo peor, lo más denigrante e ingnominioso, de nuestra historia reciente.

Nuestra democracia les permite, por supuesto, hacer con los símbolos fascistas lo que su dictadura nunca permitió hacer a los españoles. Los fascistas tienen, desde luego, derecho a ondear sus símbolos por siniestros que sean, pero lo veo como un mal presagio.

No sabe el PP (o la banda de los cuatro que lo controla) donde se está metiendo con tan malas compañías. A la derecha le parecerá fácil y útil dejarse llevar ahora por ese camino de la demagogia fascista. Incluso puede creer erroneamente que todo aprovecha para el convento.

Sin embargo, les será muy difícil salir de ella y, además, se lo ponen muy difícil a los futuros dirigentes demócratas del PP para recuperar el poder por medios pacíficos. No olvidemos que la base de la democracia es la alternancia en el poder. Si no hubiera alternativa conservadora a Zapatero a la vista estaríamos perdidos. Pobre democracia.

Bajo estas fotos centradas en las dos portadas van estos titualres:

En El País a tres columnas y con un verbo («atiza«) que no era habitual en su anterior cultura periodística:

El PP atiza su agitación en la calle contra Zapatero por el «caso Otegui»

En El Mundo, a dos columnas

Polanco alega que es «muy difícil ser neutral» cuando el PP «desea volver a la guerra civil»

Así aparecen estos titulares, más ampliados, en las páginas interiores de ambos diarios.

Por cierto, que yo recuerde, es la primera vez en la historia de El País que Juan Luis Cebrián, ex director del diario y consejero delegado de PRISA, no sale en ninguna foto de la Junta General. Sólo es una señal para estudio y regodeo de polancólogos y cebrianólogos.

Una invitación a la prudencia

JOSÉ JIMÉNEZ VILLAREJO en El País

23/03/2007

La locura colectiva que parece haberse apoderado de un sector importante de la sociedad española a raíz de la concesión a De Juana Chaos de un régimen de prisión atenuada en la ejecución de la última sentencia dictada contra él, concesión acordada por la Dirección General de Instituciones Penitenciarias, ratificada por el juez competente y asumida por el Gobierno, aconseja en mi opinión repasar la breve historia del proceso que concluyó con la citada sentencia. Comencemos por el antecedente inmediato del proceso.

De Juana Chaos cumplió, según tengo entendido, en agosto de 2005 las penas que se le impusieron en varias sentencias de la Audiencia Nacional por múltiples delitos de asesinatos y de otra índole. Las penas que le fueron impuestas sumaban una cantidad muy superior a los dieciocho años y medio que realmente cumplió pero hay que tener en cuenta que el Código Penal (CP) de 1973, aplicable al caso porque era el vigente cuando se cometieron los hechos, no permitía que el tiempo de cumplimiento de penas acumuladas excedieran de treinta años y que, por otra parte, el mismo CP establecía la posibilidad de que los condenados redimieran parcialmente las penas con el trabajo, beneficio penitenciario desaparecido en el CP 1995 pero al que pudo acogerse De Juana Chaos también en razón de las fechas de comisión de sus delitos. Quiere esto decir que la extinción de la responsabilidad penal de este sentenciado en agosto de 2005, si es que fue entonces cuando la misma se declaró, fue legalmente irreprochable aunque naturalmente pueda pensarse que las autoridades judiciales y penitenciarias del pasado debían haber sido más rigurosas en la concesión de reducciones de pena a un individuo que tenía antecedentes tan sangrientos como De Juana Chaos.

Como no lo fueron a su debido tiempo, llegó el día del cumplimiento definitivo cuando tenía que llegar.

En los últimos meses de 2004 trascendió que la excarcelación del etarra estaba próxima -en un primer momento se previó por error una puesta en libertad a principios del año 2005- y la noticia provocó una tormenta política y mediática orientada a impedir que semejante asesino saliese tan pronto a la calle. Estoy convencido de que desencadenar dicha tormenta -y actuar bajo su impulso- fue un grave error pese al rechazo social que lógicamente suscitó la noticia. No sólo porque la excarcelación era inevitable en cuanto legalmente correcta, sino también porque nuestro derecho penal, como el de todos los Estados democráticos, no es un «derecho penal de autor» sino un «derecho penal del hecho» con arreglo al cual, y por exigencia del principio de legalidad, no se castigan las personalidades criminales sino sólo los crímenes que éstas cometen. Entre nosotros, pues, no se puede extraer consecuencia jurídico-penal alguna, a salvo la eventual apreciación de la agravante de reincidencia, de la condición de asesino atribuida a una persona cuando ya ha extinguido la responsabilidad penal derivada de los asesinatos que cometió. Únicamente en los Estados totalitarios, como ocurrió en la Alemania nazi, se concibe un «derecho penal de autor».

El hecho es que, habiendo publicado De Juana Chaos en diciembre de 2004 dos artículos cuyo contenido se estimó podía ser constitutivo de delito, le fue incoado un procedimiento en el que se decretó su prisión provisional, situación en la que permaneció hasta que recayó sentencia por lo que no pudo ser puesto en libertad en la fecha prevista. Merece la pena destacar algunos puntos relevantes del devenir de este proceso porque quizá pueda deducirse de ellos alguna enseñanza útil:

1. Inicialmente el juez instructor del sumario acordó su conclusión sin procesar al inculpado; fue la Audiencia Nacional la que, a instancia del ministerio fiscal y de la acusación popular, ordenó al juez que acordase el procesamiento.

2. En sus conclusiones provisionales el fiscal calificó los hechos como varios delitos de amenazas terroristas por los que solicitó la imposición de noventa y seis años de prisión. Conviene recordar las durísimas advertencias que se hicieron al fiscal general de Estado por el Partido Popular y los medios de comunicación que le son afines cuando se supo que el fiscal de la causa se proponía corregir en el acto del juicio oral aquella disparatada petición.3. En sus conclusiones definitivas el fiscal modificó efectivamente las provisionales y calificó los hechos, alternativamente, como un delito de coacciones y otro de enaltecimiento del terrorismo, por cada uno de los cuales procedería imponer dos años de prisión, o como un delito de amenazas terroristas al que correspondería una pena de trece años de prisión.

4. El Tribunal acogió la calificación más grave y condenó al procesado, como autor de un único delito de amenazas terroristas, a la pena de doce años y siete meses de prisión.

5. La Sala Segunda del Tribunal Supremo (TS), resolviendo los recursos interpuestos por el procesado y la acusación popular contra la anterior sentencia, estimó parcialmente el recurso del primero y desestimó el de la segunda, condenando a De Juana Chaos, como autor de un delito genérico de amenazas no condicionales, en concurso ideal con uno de enaltecimiento del terrorismo, a la pena de tres años de prisión. Esta sentencia lleva incorporados cuatro votos particulares discrepantes: en dos de ellos se dice que la sentencia debió apreciar un delito de amenazas condicionales en concurso real con el de enaltecimiento del terrorismo, debiendo haber sido la pena, como mínimo, de cinco años y tres meses de prisión; y en los otros dos se dice, por el contrario, que los hechos no son constitutivos de ninguno de los delitos apreciados y que por tanto el procesado debió ser absuelto. Como es sabido, esta sentencia del TS fue objeto de una protesta en la vía pública, en Madrid, en la que estuvieron presentes algunos dirigentes del Partido Popular.

¿Tiene algún significado esta secuencia procesal? ¿Nos puede ayudar a calificar como correcto o incorrecto el especial modelo de ejecución de la sentencia que tan desaforada reacción ha provocado? En mi opinión, sí. Como hemos visto, los jueces y fiscales que han intervenido en la causa han sostenido las tesis más dispares. Esto, en principio, no debería extrañar porque el derecho no siempre proporciona una respuesta unívoca que sus operadores acojan con unanimidad pero, en este caso, hay que reconocer que la disparidad ha sido demasiado llamativa. Basta reparar en que unos hechos por los que el fiscal solicitó, en un primer momento, nada menos que noventa y seis años de prisión, no fueron considerados constitutivos de delito -al menos, no del delito denunciado- ni por el juez instructor ni por dos magistrados del TS. El proceso se ha desarrollado, además, en un clima de extrema tensión política determinada básicamente por las continuas interferencias del grupo político, las asociaciones y los medios de comunicación partidarios de que los hechos se sancionaran con la máxima severidad. Este clima se ha reflejado en ciertas actuaciones judiciales, algunas realmente insólitas, como la momentánea asunción, por el pleno de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional, de la competencia para conocer de la causa con la finalidad, según todos los indicios, de que la Sección competente no alterase la situación de prisión provisional del procesado. Puede decirse que la imparcialidad judicial, siempre amenazada cuando las implicaciones políticas de un caso se cruzan con las inevitables inclinaciones políticas de los jueces, ha estado en grave y permanente riesgo a lo largo del proceso.

Las anteriores circunstancias no restan un ápice de legitimidad a la moderada sentencia de la Sala Segunda del TS, pero introducen un nuevo factor en el debate sobre el modelo de ejecución elegido, si es que puede llamarse debate a la dialéctica entablada entre razones e improperios. Un factor sumamente importante porque aconseja ejecutar la sentencia con toda la prudencia que permite la ley. A esta conclusión se llega cuando, tras el examen de la historia del proceso, se leen atentamente los votos particulares partidarios de la absolución que acompañan a la sentencia -votos carentes de potestas pero no de auctoritas- a cuya luz aquella historia, con sus vaivenes y desmesuras, aparece como una invitación a la prudencia en la fase de ejecución por la sencilla razón de que la misma acaso pudo ser absolutoria en un entorno de mayor racionalidad, tranquilidad y respeto a la tarea judicial.

José Jiménez Villarejo es ex presidente de las Salas Segunda y Quinta del Tribunal Supremo.

«Zapatero feminista» y «el PP faltó a la fiesta»

Las portadas únicamente coinciden hoy en el precio, en la fecha y en la foto de portada, pero los titulares de la foto noticia tienen sus matices político-festivos.

El Mundo:

“¡Ista, ista, ista, Zapatero feminista!”

El País:

Sólo el PP faltó a la fiesta por la Ley de Igualdad

Tango la impresión de que El Mundo huye de las noticias sobre el terrible atentado islamista contra las Torres Gemelas de Nueva York como del diablo. El País le da un tratameinto mucho más amplio.

¿Por qué las noticias del 11-S van a tres columnas en El País y en un sumario a una columna en El Mundo?

¿Acaso no es noticia que el Gobierno legalice las asociaciones de guardias civiles?

Van dos columnas mandando en El País y nada de nada en El Mundo.

¿Por qué manda El Mundo a cuatro columnas con Batasuna y en El País no aparece ni una sola línea de ese asunto?

Cuestión de verbos:

El País manda con el verbo «legaliza» mientras que El Mundo lo hace con el verbo «espera», intrepretando un ojalá de Zapatero.

La iglesia católica tiene lugar de honor en la primera de El Mundo, arriba de salida:

Los obispos exigen «responsabilidades legales» por las fotos «blasfemas» publicadas por la Junta extremeña

Si es como dicen, esas fotos son inadecuadas y de muy mal gusto. ¿Presentarán los obispos una demanda en los juzgados ordinarios como cualquier hijo de vecino?

El País no da ni una línea sobre la protesta de los obispos pero se acuerda de la Iglesa con este titular:

El Vaticano impuso el cambio de hospital de Inmaculada Echevarría

Y sobretodo con este chiste-crónica del genial El Roto que indica muy bien lo que está pasando… por la mente de muchos ciudadanos demócratas.

Y ahí va un artículo de la vicepresidenta del Gobierno en desagravio por el machismo que todos llevamos dentro:

De camino hacia un sueño

MARÍA TERESA FERNÁNDEZ DE LA VEGA en El País

16/03/2007

Decía Gerardo Diego que lo que un día intuimos o soñamos es la sola verdad. Durante siglos, las mujeres hemos sido relegadas a la invisibilidad pública, limitadas al espacio doméstico y privadas de toda autonomía. Frecuentemente exaltadas como objeto puramente estético, y más a menudo simplemente ignoradas como verdaderos sujetos, las mujeres hemos sido durante demasiado tiempo las grandes olvidadas de la historia, de una historia que también nosotras hacíamos pero que no se nos permitía escribir y en cuyo relato no aparecíamos. Durante casi toda nuestra historia, para muchas mujeres la igualdad no pasaba de ser eso, una verdad encerrada en un sueño hermoso, tan hermoso que valía la pena luchar por él.

Hace ya casi un siglo que se conmemora esa lucha de las mujeres por la igualdad celebrando, en este mes de marzo, el Día Internacional de la Mujer, y justo es reconocer que en estos casi cien años hemos avanzado mucho. Las mujeres hemos obtenido los derechos políticos y sociales que nos corresponden por naturaleza, nos hemos incorporado al mercado laboral, hemos logrado que se reconozca legalmente nuestro derecho a la igualdad. También hemos visto extenderse la convicción de que el futuro pasa por el reconocimiento pleno de los derechos de las mujeres.

Desde la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Contra la Mujer, aprobada en 1979 por la Asamblea General de Naciones Unidas y ratificada por España en 1983, hasta las conferencias de Nairobi en 1985, El Cairo en 1994, Beijing en 1995, o el propio Tratado de Amsterdam que convirtió la igualdad en un principio fundamental de la UE, son incontables las cumbres, encuentros y acuerdos internacionales que dan prueba del enorme avance en el reconocimiento del derecho a la igualdad. Todo ello ha generado un nivel de autonomía y un grado de libertad como nunca antes habíamos disfrutado.

Y sin embargo, pese a ese enorme avance, la desigualdad y la discriminación persisten de un modo inaceptable. En nuestro propio país, las mujeres seguimos enfrentándonos a tasas de desempleo superiores a las de los hombres, salarios más bajos, escasa presencia en los puestos de responsabilidad, mayor precariedad laboral. Seguimos soportando la carga principal de conciliar actividad profesional y familiar y sufriendo la infamia de la violencia de género.

Nos encontramos así ante la evidencia de que no basta con proclamar la igualdad para que ésta se convierta en realidad. Sin embargo, también es una evidencia que la discriminación y la desigualdad no son algo natural, sino que son el producto de situaciones y estructuras sociales, de normas y pautas de comportamiento, profundamente injustas, son el fruto de la acción humana y por tanto está en nuestra mano ponerles remedio.

Hace unos días nuestro país ha acogido el Segundo Encuentro de Mujeres Españolas y Africanas, y había un denominador común en todas y cada una de las intervenciones: para que la igualdad sea una realidad no basta con que figure en las Constituciones, «hay que actuar» -se oía una y otra vez-, hay que tomar medidas, hay que usar las herramientas que nos proporciona la política.

En España contamos hoy con un Gobierno que ha hecho de esa convicción, la de que hay que trabajar por la igualdad, una de las premisas de su acción política. Resulta significativo que la primera ley de este Gobierno fuese la Ley Integral contra la Violencia de Género, y desde entonces hemos avanzado mucho.

Hacer balance de las iniciativas adoptadas en esta legislatura excede con mucho el espacio de este artículo, ya que van desde medidas para favorecer el acceso y la estabilidad en el empleo femenino, hasta el aumento de fondos destinados a formación e investigación, el acceso a las nuevas tecnologías o la importantísima Ley de Dependencia, con la que hemos profundizado enormemente en nuestro compromiso con la plasmación real del derecho a la igualdad.

Ayer, con la aprobación en el Congreso de la Ley Orgánica para la Igualdad Efectiva de Hombres y Mujeres, nuestro país ha dado un paso histórico en ese compromiso. El propio enunciado de la ley ya señala su vocación de hacer realidad el derecho a la igualdad consagrado por el artículo 14 de nuestra Constitución.

Se trata, por tanto, de una ley ambiciosa que tiene una intención eminentemente práctica: busca crear las condiciones materiales para la realización efectiva de la igualdad de género proyectando ese principio de igualdad sobre toda la sociedad, incidiendo especialmente en los ámbitos educativo, sanitario, artístico y cultural, la sociedad de la información, el desarrollo rural, la vivienda, el deporte, la ordenación del territorio o la cooperación internacional para el desarrollo, así como haciendo de la igualdad un principio esencial en la formulación de políticas, la actuación de todos los poderes públicos y la interpretación de las normas.

Y en ese compromiso con el logro de la igualdad real, la propia norma establece instrumentos adecuados. Una de sus grandes innovaciones es el denominado principio de presencia equilibrada. Este principio, que implica que la presencia de hombres o mujeres no supere el 60% ni sea inferior al 40%, es esencial en el logro de que el derecho a la igualdad encuentre una plasmación efectiva. Se garantiza así la igualdad en los órganos directivos de la Administración General del Estado y en las candidaturas políticas. Se asegura así una representación equilibrada de ambos sexos en los órganos y cargos de responsabilidad, del mismo modo que en el Parlamento.

También en el ámbito laboral supone esta ley un gran avance. Como resultado del diálogo con los interlocutores sociales, la norma dedica una atención especial a la lucha contra toda forma de discriminación de género, contra el acoso y contra la desigualdad en el ámbito de las relaciones laborales, promoviendo la presencia equilibrada en los consejos de administración de las empresas, estableciendo el deber de las empresas de más de 250 trabajadores de negociar planes de igualdad y fomentando su implantación en las pequeñas y medianas empresas.

Son poderosas herramientas que nos permitirán actuar inmediatamente contra toda forma de discriminación y que en un corto plazo contribuirán de un modo fundamental a convertir el derecho a la igualdad en una realidad cotidiana y al progreso de nuestro país, ya que la equidad de género es una exigencia de principio, es una exigencia ética de justicia, pero también es una política inteligente y rentable desde el punto de vista económico y social.

Hay quienes han dicho que esta norma es intervencionista y quienes consideran que es innecesaria, ya que «dando tiempo al tiempo» alcanzaremos la igualdad real. Creo sinceramente que cometen una enorme injusticia. ¿Cuánto tiempo más habría que esperar?, ¿cuántas generaciones más de mujeres sufrirían discriminación, desigualdad y violencia? Cuando se habla de derechos fundamentales no caben puntos suspensivos. Las mujeres ya hemos esperado bastante, hemos esperado demasiado, llevamos siglos esperando. La igualdad de las mujeres hay que construirla, podemos construirla, desde aquí y desde ahora. Tenemos las herramientas y la voluntad para ello.

Sin embargo, somos conscientes de que eliminar los prejuicios, las costumbres y las injusticias históricas requiere cambios profundos en pautas de pensamiento que en muchos casos se encuentran arraigadas en estructuras sociales profundamente desiguales. Por ello, esta ley contempla actuaciones decididas en ámbitos como la educación, la creación artística e intelectual, o los medios de comunicación. Haciendo del principio de igualdad un elemento central en los currículos y en todas las etapas educativas, eliminando contenidos sexistas, promoviendo la paridad en los órganos consultivos, científicos y de decisión, fomentando una imagen igualitaria en los medios de comunicación, avanzamos en el cambio de esas pautas de comportamiento, de esa estructura profunda que es el vivero de la discriminación y la violencia contra las mujeres.

Actuando así estamos extendiendo derechos, ampliando los espacios de libertad e igualdad de los hombres y mujeres de nuestro país. Por todo ello, ésta es una ley histórica que sitúa a nuestro país en la vanguardia mundial de la lucha contra la discriminación de género y nos convierte en un referente internacional en la construcción de una sociedad más justa, en la que hombres y mujeres puedan desarrollarse plena y libremente.

Clara Campoamor, defendiendo el voto para las mujeres, dijo que se enorgullecía «con la idea de que sea mi España la que alce esa bandera de liberación de la mujer». Hoy, 75 años más tarde, podemos decirlo de nuevo. Hoy España vuelve a alzar la bandera de la igualdad ante el mundo entero. Creo que podemos sentirnos orgullosas y orgullosos de ello.

María Teresa Fernández de la Vega es vicepresidenta primera del Gobierno.

FIN

No hay respiro ni para recordar a los muertos

De banderas e himnos

LUIS YÁÑEZ-BARNUEVO en El País

12/03/2007

El reciente abuso de los símbolos comunes de España, como la bandera y el himno, y de la propia palabra de nuestro país, en concentraciones partidistas de carácter político, ha despertado polémica y el lógico descontento e incomodidad a quienes no compartimos ese modo de usar nuestros símbolos para arremeter unos españoles contra otros.

Es inevitable que nos retrotraigan a épocas oscuras de nuestro pasado. Recordemos las concentraciones convocados por el Caudillo en la Plaza de Oriente, la última en septiembre de 1975, siempre en contra de una imaginaria conjura «judeo-masónica-marxista» y siempre con un millón de personas presentes, ni uno más ni uno menos, cuando todo el mundo sabe que en dicha plaza, incluyendo sus aledaños, ¡no caben más de cien mil! No, no es que oficial ni públicamente las convocatorias de ahora hagan referencia a tal conjura, sí a alguna otra, ni se aclame al Caudillo, afortunadamente desaparecido, pero el clima, los gritos, las pancartas e incluso el aspecto físico de los asistentes, además de los citados símbolos, recuerdan a millones de españoles aquellos mal llamados tiempos.

Cuando murió el dictador y se inició tímidamente el proceso que luego se conoció como «transición democrática», no fue tema baladí el de las negociaciones entre los reformistas del tardofranquismo y los representantes de la oposición democrática para ponernos de acuerdo sobre si la democracia que íbamos a recuperar iba a ser una monarquía o una república, si ello debería ser sometido a referéndum de los españoles, si la bandera roja y gualda iba a ser la oficial o por el contrario recuperábamos la tricolor de la II República y con ella el himno de Riego, aquel general patriota que fue fusilado en defensa de la libertad. La oposición entendió que lo importante era garantizar que la nueva democracia lo fuera de verdad, no tutelada, no heredera del franquismo, que tuviéramos una nueva Constitución, lo que no estuvo claro hasta después de las primeras elecciones del 15 de junio de 1977 y una vez que se despejaron esas incógnitas, gracias sobre todo a la actitud del propio rey Juan Carlos, que lo que se instauraba era una monarquía parlamentaria, sin poderes ejecutivos. Los demócratas procedentes de la lucha antifranquista y del exilio fueron los más generosos, nunca pidieron venganza, ni siquiera justicia histórica. Entendieron que había que mirar hacia delante y construir un sistema institucional garantista, en el que no sólo se reconocieran las libertades y derechos sino que éstos estuvieran protegidos y salvaguardados de cualquier contingencia.

La Constitución, no confesional y por tanto laica, consagró la separación de la Iglesia y el Estado, la profesionalización y despolitización de las fuerzas armadas y de seguridad y la independencia del poder judicial. Los demócratas terminamos cediendo en lo referente a la bandera y al himno, lo que no fue fácil de explicar a los antiguos republicanos y gente de la izquierda en general, para los que la bandera bicolor se había identificado hasta la náusea con Franco, que consideró a España, la bandera y el himno como propios y a sus enemigos políticos como enemigos de España. Durante las primeras décadas de la democracia los símbolos pudieron, poco a poco, ir siendo asumidos por todos y no patrimonializados por nadie, salvo las cada vez menos nutridas convocatorias de Fuerza Nueva y Blas Piñar, de manera que la bandera y el himno se utilizaron, como debe ser, en los actos comunes y no partidistas, en los oficiales y solemnes, y en las victorias deportivas, culturales o artísticas internacionales.

Muchos contribuyeron a ese clima de convivencia, sin discutir los símbolos comunes, empezando por el Rey, siguiendo por los sucesivos presidentes del Gobierno, hasta que llegó Aznar, y terminando por el protagonista de todo, el pueblo español, que con gran sentido práctico, los respetaba y los respeta, aunque no los utilizara ni los utiliza para cualquier cosa. El primer síntoma de ruptura de ese consenso implícito llegó con la decisión del presidente Aznar, que a la vuelta de un viaje a México, donde había visto una bandera monumental del país azteca en la Plaza del Zócalo de México DF, mandó poner una rojigualda igual o más grande en la Plaza de Colón de Madrid. La historia no pasaría de ser una anécdota freudiana si no es porque en democracia los equilibrios del subconsciente colectivo no deben tocarse sin riesgo de provocar reacciones contrarias. Y éstas vinieron de la mano de manifestaciones izquierdistas en las que, cada vez en mayor número, ondeaban banderas republicanas.

El retorno a la politización de la jerarquía eclesiástica, la quiebra de la independencia de determinados sectores del poder judicial, la eclosión de programas de extrema derecha en algunos medios de comunicación con actitudes que creíamos superadas después de la desaparición de diarios como El Alcázar o Arriba, y sobre todo la estrategia opositora de la cúpula del PP desde que perdiera las elecciones de 2004, y todas las que la han seguido, han hecho emerger comportamientos revanchistas en ciertos colectivos que ahora ven la oportunidad de expresarse en la calle con la parafernalia descrita. Quizá sin darse cuenta, ¿o sí?, de que están despertando paralelismos revanchistas de otro signo que, si no lo evitamos, tarde o temprano se manifestarán también con idéntica agresividad y sectarismo.

Pero lo que más me preocupa es el uso y abuso de la palabra y el concepto de España. Con motivo del agrio debate sobre el Estatuto de Cataluña, un eurodiputado del PP español me dijo: «¿No crees que deberíamos defender a España?». Me quedé perplejo y le contesté: «España se defiende sola». Y es que la imagen de España, en el mundo y entre la inmensa mayoría de los ciudadanos españoles, no está en cuestión, cuenta con un prestigio y un reconocimiento acorde con su historia y con su presente de país pujante, emprendedor, que avanza y es admirado por muchos. Sólo los inseguros de sí mismos necesitan envolverse en la bandera y gritar «España, España»; pero nuestro país no lo necesita, es más, lo creo contraproducente. Decía Molière que «la amistad exige un poco de misterio, nombrarla a cada momento es profanar su nombre». Sin tanta grandilocuencia, pienso que en España hay que pensar y actuar para hacerla más fuerte y solidaria, pero no nombrarla en vano porque eso es justamente lo que la debilita.

Eso sí, algunos españoles, y en particular los políticos, necesitamos grandes dosis de mesura, de sensatez y de voluntad firme para cortocircuitar esa tendencia cainita que de vez en cuando nos asalta. No dejemos que esa minoría de exaltados de uno u otro signo se imponga a la inmensa mayoría. Que todos puedan defender sus ideas o expresar sus críticas sin agredir a los demás.

Luis Yáñez-Barnuevo es eurodiputado socialista.

No lo toquéis más, que así es el himno

La polémica sobre el uso o abuso del himno nacional o de la bandera de España en saraos partidistas me trae el recuerdo de aquel poema («¡Que lástima!») de León Felipe, el poeta que nos advierte siempre de los riesgos que tiene desenterrar el hacha fratricida, siempre el hacha.

¡Que lástima! Que lástima que yo no tenga una casa solariega con el retrato de un abuelo que ganara una batalla… Y añado: ni un himno ni una bandera…

También a mi me dan envidia esos otros países que ya superaron la guerra de himnos y banderas o que aún no han entrado en ellas.

Alguna vez he contado (por lo menos a mis hijos) una anécdota que me ocurrió durante la transición política de la dictadura a la democracia.

Iba yo camino de Castellana 3, donde trabajaba a las órdenes del entonces vicepresidente del Gobierno, Fernando Abril Martorell, y crucé, no sin cierto temor, por una manifestación que transcurría ruidosamente por la plaza de Cristo Rey de Madrid.

No me asustaron las personas que gritaban sus consignas sino las banderas que tremolaban con el aguila franquista y los colores rojo y gualda.

Proseguí, triste, mi camino. Cuando entré en el despacho de Abril Martorell -que antes fue de Carrero Blanco y de Manuel Azaña-, le comenté mi desazón por aquel espectáculo de corte fascista, aderezado con los colores de la que debería ser la bandera de España o sea, la mía y la de mis hijos. Le dije que había sentido miedo al verme rodeado por esas banderas rojo y gualda y que eso no debía ser bueno para la democracia que tratábamos de construir entre todos y para todos.

A los pocos días, el vicepresidente me pidió que leyera un decreto recién publicado en el BOE. Por primera vez, se regulaba el uso no partidista de la bandera de España. Sentí, en aquel momento, la emoción y el orgullo de haber contribuido, al menos en una parte mínima, a la concordia entre los españoles.

¡Que lástima que no tengamos hoy políticos activos de la talla de Fernando Abril que trabajen por la concordia!. Momentos extraordinarios, como el que vivimos, exigen el concurso de personajes también extraordinarios.

¡Anímense!

Metodología

ENRIQUE GIL CALVO en El País

05/02/2007

«Éste es un país de locos», declaró el lehendakari al tener que acudir a declarar como imputado de desobediencia a la Ley de Partidos ante el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco. Y al margen de las consideraciones que también pueden hacerse sobre su misma locura y la de su propio partido, al convocar desafiantes manifestaciones de protesta ante los tribunales que violan al menos en espíritu el imperio de la ley, lo cierto es que Ibarretxe tiene razón. Esto parece una locura, pues la actual espiral justiciera que anima a los intransigentes partidarios de la línea dura en materia de firmeza antiterrorista está dando cada día que pasa una nueva vuelta de tuerca en la misma dirección desprovista de cualquier sentido común, dada su obsesión por rizar el rizo de la persecución inquisitorial a los «culpables» de favorecer el diálogo y la negociación. Y hasta tal punto extreman su postura paranoica que han llegado a caer en el más espantoso de los ridículos. ¿Cómo se puede perseguir judicialmente el simple hecho de dialogar con la izquierda abertzale? Somos el hazmerreír de Europa, en ninguno de cuyos tribunales podrían representarse espectáculos semejantes. Y si no fuera tan trágico, ya que hay muertos por medio, esta farsa delirante resultaría cómica. ¿Acaso han perdido el juicio?

No, no lo han perdido, pues en su locura hay un método. Y como en toda metodología, cabe distinguir entre medios tácticos y fines estratégicos. Respecto a los recursos empleados, la táctica es hacer mucho teatro para escenificar un artificial enfrentamiento melodramático lleno de ruido y de furia que permita llevar la iniciativa, romper la agenda gubernamental (distrayendo la atención con falsos problemas que tapan las cuestiones prioritarias, como la especulación urbanística) y arrinconar a Zapatero contra las cuerdas. Y en este sentido, dada su aureola fatídica, los Tribunales brindan un escenario más melodramático que nuestro redundante Parlamento, donde la crispación y la bronca están a la orden del día. De ahí que a estos «locos» les guste tanto llevar a sus adversarios a los tribunales con razón o sin ella, haciéndoles pasar por la ley del embudo de sus horcas caudinas.

Y respecto al objetivo que pretenden alcanzar estos montajes judiciales, hace ya mucho tiempo que su estrategia política está demasiado clara: es la de hacer un juicio de intenciones ad hóminem, a fin de sembrar la sospecha sobre la legitimidad de nuestros gobernantes, destruyendo así la confianza que depositó en ellos la ciudadanía. Aunque luego la acusación sea falsa y todo quede en nada, el caso es imputar, inculpar y calumniar, con objeto de sembrar la desconfianza y el descrédito sobre los acusados en falso. Es la misma estrategia política seguida por la oposición contra Zapatero: mientras se mantuvo el llamado proceso de paz, se le acusó sin pruebas y en falso de pagar precio político a ETA; y cuando la ruptura del «proceso» ha demostrado que no hubo pago alguno, se le acusa sin pruebas y en falso de seguir negociando en secreto con ETA la forma de reabrir el «proceso». Todo para poder declararlo sospechoso número uno ante la ciudadanía.

Estrategia de la sospecha que se beneficia de su complicidad con la cúpula judicial que comparte sus intereses. Es uno de los grandes fallos de la transición a la democracia, que logró depurar a los militares golpistas pero no supo hacer lo mismo con la judicatura franquista. Y de esos polvos surgen estos lodos, como se demuestra con la negativa del Supremo a revisar los crímenes judiciales del franquismo. De ahí que a nuestra derecha se le llene la boca hablando de la independencia judicial, que aplican de forma sui géneris a la española. Dime de qué presumes y te diré de qué careces, pues sólo son independientes del Gobierno para interpretar las leyes al servicio de la oposición, demostrando así por la vía de sus autos que dependen políticamente de quién les nombró. Una independencia judicial que se reclama no para garantizar la imparcialidad de sus decisiones, como corresponde, sino para inmunizar su sectaria parcialidad a discreción.

Aznar ¿doctor «horroris causa»?
El Supremo «declara» o «establece»

Estoy en Almería, con los Amigos de la Buena Mesa, rodeado de platos deliciosos y alejado de Internet. He intentado conectarme varias veces, sin éxito hasta ahora, con objeto de incluir en el blog este chiste de Forges, con sus demonios relamiéndose tras el discurso catastrofista de Aznar, –Aznar ¿doctor horroris causa?- durante su investidura en la Universidad Católica de Milán .

También tenía interés en pegar los comentarios editoriales de El País y El Mundo.

Son días muy importantes para reflexionar sobre nuestra convivencia pacífica y sobre quién es quién en la vida política española. Por eso, siempre que puedo, procuro copiar y pegar aquí las opiniones de ambos diarios en materia de lucha antiterrorista.

Quien no quiera saber lo que está pasando, después del criminal atentado de Barajas , que puso fin al proceso de paz, tendrá que atenerse luego a las consecuencias de su ignorancia voluntaria o su inacción.

Son tiempos difíciles y cargados de alto riesgo, sí, pero también pueden llegar a ser muy clarificadores para nuestro futuro en libertad y en paz (en este orden).

El Supremo ha revisado una sentencia de la Audiencia sobre grupos que practican la violencia callejera a favor del terrorismo de ETA. Ambos diarios consideran la noticia de primera página -con razón- y mandan con ella con el mismo sujeto (El Supremo) aunque con distinto verbo.

El matiz está entre “declarar” (¿por esta vez?) y “establecer” (¿para siempre?).

Tengo la impresión de que El Mundo quiere dejar bien sentado (“establecer”) que los miembros de esos grupos violentos serán considerados terroristas de manera permanente. Y así será, por la jurisprudencia que ha fijado el Supremo, mientras la Ley de partidos esté en vigor.

Desde luego, la Ley es la Ley, hecha por el Parlamento e interpretada por los tribunales de Justicia.

Mientras la Ley de Partidos –fruto del acuerdo entre el PP y el PSOE en la ominosa era Aznar– siga vigente, las sentencias del Supremo , que emanan de ella, fijarán jurisprudencia. La policía no tendrá más remedio que perseguir y detener a los miembros de esas organizaciones consideradas ahora como terroristas. Bastará con que tales miembros abjuren de estas prácticas violentas y condenen los actos terroristas para escapar de los efectos de esta Ley.

Si el Parlamento no deroga la Ley de Partidos –que fue tan polémica en su día, por las razonables sospechas de inconstitucionalidad que plantea, ya que criminaliza ideas además de comportamientos- los jueces tienen que aplicarla.

Por tanto, no debe sorprendernos que, mientras está vigente, el Supremo la interprete en la forma en que lo ha hecho. Y no es motivo para que el PP lance al vuelo sus campanas, bastante envenenadas de oportunismo partidista, ni para que Batasuna tache la decisión judicial de venganza por el atentado de Barajas. Los extremos -como hemos vistos en el Pais Vasco con la abstención del PP y de EHAK– vuelven a tocarse.

Otro gallo nos cantaría si Batasuna y sus organizaciones afines condenaran el terrorismo de ETA.

La Ley de Partidos perdería su dudosa razón de ser. Yo siempre estuve en contra de la aprobación de esa Ley, aunque reconozco que sirvió, en su momento, para quitarle financiación pública Batasuna y forzarla a debatir (y elegir) internamente entre terrorismo y democracia. Aún no se si ese precio era el adecuado para zarandear la Constitución.

Hoy es sábado y podemos soñar. Si Batasuna optara ahora por condenar el terrorismo, esa Ley podría ser derogada por el Parlamento, pues quedaría inservible, y Constitución volvería a brillar inmaculada. Batasuna podría ser legalizada, presentarse a las elecciones, recuperar ingresos procedentes de las arcas del Estado y vivir en paz, tratando de convencer a sus compatriotas de las bondades de sus ideales independentistas o anexionistas mediante palabras y sin meterles el miedo –o algo peor- en el cuerpo.

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Vicenc Fisas nos da algunas claves más en El País:

¿Una salida para el conflicto vasco?

VICENÇ FISAS en El País

20/01/2007

Inevitablemente, y para ser sinceros, hemos de partir de la base de que se ha roto un proceso esperanzador y de que han fallado varias cosas a la vez, sin que ello signifique que se puedan repartir las culpas por igual. Lo primero que hay que señalar es que ETA ha incumplido su compromiso de mantener un «alto al fuego permanente», puesto que dicho término significa e implica, por una parte, no realizar ningún atentado mortal ni utilizar (o amenazar con usar) ningún tipo de arma o explosivo, ni tampoco rearmarse. En segundo lugar, el término «permanente» no es sinónimo de temporal o indefinido, sino que implica continuidad sin fin. El haber roto este principio de compromiso le resta a ETA toda legitimidad y credibilidad para realizar nuevas propuestas que se presten a una ambigüedad. Su nuevo mensaje tendrá que ser en otros términos y para poner punto final a una parte importante del conflicto.

A mi entender, y a pesar de la profundidad de la crisis actual y el desánimo colectivo, el conflicto vasco podría finalizar a medio plazo si concurriesen en el tiempo, y de forma más o menos simultánea, las siguientes tres condiciones: La primera se refiere al momento en que ETA tenga la voluntad manifiesta de autodisolverse en un plazo lo más breve posible a cambio de favorabilidad jurídica sobre sus presos, lo que implica una decisión tomada desde la misma organización, a partir de un debate interno que analice la realidad exterior y que llegue a la conclusión de que la actividad armada no tiene sentido para lograr ningún tipo de objetivo. La duda actual es si ETA está suficientemente unida o tiene fracturas internas que dificultan tomar esta decisión de forma unánime.

El segundo elemento es el compromiso de Batasuna de renovar y ampliar el contenido de su propuesta manifestada en Anoeta de trabajar por las vías políticas existentes, colaborar para poner fin a todo tipo de violencia, incluida la callejera y participar en un diálogo multipartidista en igualdad de condiciones, aceptando que los temas de calado político necesitan de mayorías suficientes y muy amplias para ser implementadas.

El tercer punto, finalmente, se refiere al compromiso del Gobierno de realizar gestos humanitarios y de distensión, como el acercamiento de presos, y de reformar los artículos 2 (párrafo 1), 5 (6), 9 (3c), 12 (1b) y 13 (Disposición Adicional 2ª, 4) de la Ley de Partidos, que impiden que las personas relevantes de Batasuna puedan hacer actividad política en el futuro, porque si Batasuna no puede participar en política, ya asumiendo todos los postulados democráticos, no hay salida posible al conflicto.

Ante la ausencia actual de condiciones y de serenidad para que todos estos pasos puedan producirse a corto plazo, y a partir de la experiencia de analizar todos los procesos de negociación que existen en el mundo y de contrastar opiniones con numerosas personas que facilitan procesos de paz en diferentes continentes, creo que nos encontramos en un intermedio donde lo importante es mantener y fortalecer aquellas iniciativas civiles, sociales, culturales o políticas que intentan establecer y mantener lazos de comunicación entre personas de diferentes sensibilidades políticas que, a pese a ello, están unidas por el deseo de ver finalizada cualquier expresión de violencia, y por la convicción de que la paz y la reconciliación sólo será posible mediante el diálogo continuo, el respeto a la diferencia, la defensa de todos los derechos humanos, el rechazo a las violencias y el fortalecimiento de un sistema democrático que sea capaz de responder a las demandas de la ciudadanía.

En este sentido, es de destacar de manera especial el valor que ha supuesto, supone y supondrá, la iniciativa de las mujeres vascas unidas en torno al colectivo Ahotsak, cuyo manifiesto inicial del 8 de abril de 2006 establecía las bases para un acuerdo de mínimos que ya debería haberse superado en la proyectada pero inexistente Mesa de Partidos.

Mientras los partidos reflexionan su estrategia futura, me parece imprescindible apoyar la continuidad de esta clase de iniciativas unitarias, aunque sean a título personal, en el entendido de que son una muestra de que es posible contrastar opiniones y proyectos, debatir situaciones e imaginar un futuro en paz y los caminos que pueden conducir a ella. En momentos de crisis como la presente, necesitamos más que nunca tender puentes, fortalecer la participación ciudadana para el reinicio de un proceso nuevo y diferente que sea realmente definitivo, animar a algunos sectores dubitativos a que den los pasos necesarios para abandonar, desligarse o desacreditar el uso de la violencia, estar dispuestos al contraste, al diálogo, al acercamiento y a la negociación, sin prejuicios y sin condiciones, porque éste, y no otro, es el camino para lograr un día la paz, una palabra que evidentemente implicará la autodisolución de ETA, pero también otros componentes señalados por Ahotsak, como la democracia, la justicia social, concluir conflictos históricos y respetar los derechos y las libertades de toda persona, sin excepción alguna.

Vicenç Fisas es director de la Escuela de Cultura de Paz, UAB

FIN

Me acabo de conectar (intentaré pegar todo esto) y he leido las interesantes declaraciones de Imaz a La Vanguardia, en el blog vecino de Arsenio Escolar.

Si Otegui y los suyos perdieran el síndrome de Yoyes… y se convirtieran en demócratas… podrían, desde luego, desarmar a ETA. Ya lo creo.

Ojalá.

PP y Batasuna se quedan en casa
¡Qué pena! Los extremos se tocan

La verdad es que hoy sólo me apetecía pegar aquí la viñeta-pancarta que el genial Forges publica en El País: No matarás.

Sin embargo, luego lo he pensado mejor y me ha parecido que valía la pena copiar y pegar aqui también el inusual comentario editorial que hoy publica el diario El Mundo . Es una rareza que merece la pena ser leída e, inlcuso, alabada. Es sabido que Pedro Jota Ramírez no es santo de mi devoción ni compartimos los mismos criterios sobre la ética ni la estética periodística. Pero valoro las novedades, las rarezas, las noticias. Por eso, incluyo el editorial de Pedro Jota junto al artículo del catedrático Javier Perez Royo .

Creo que es la primera vez que El Mundo va por un camino distinto (¡y más moderado!) que la dirección del Partido Popular a quien tanto tutela e inspira.

El mundo (y El Mundo) al revés.

¡No me lo podía creer! El ala de extrema derecha del PP cautiva al pobre Rajoy y se lo lleva al monte y, sin embargo, el director de El Mundo se modera y baja al valle con un mensaje de integración de todos los demócratas contra ETA.

Aquí está pasando algo.

Claro que una cosa es el comentario editorial y otra el sesgo de opinión que destila la primera página de El Mundo. Por supuesto, las manifestaciones de Madrid y Bilbao contra ETA -las primeras que se convocan en varios años después de asesinatos terroristas- no son tema que merezca abrir su portada. El Mundo lo destina al faldón inferior de su portada, a dos columnas, con titular a tres, no vaya a ser que sirva de convocatoria para quien aún no se haya enterado de ambas marchas. Y elige un sujeto (El Gobierno) y un verbo bastante relevantes para su cultura corporativa:

El Gobierno descalifica…

El País, en cambio, manda con las manifestaciones y titula a cuatro columnas, arriba, con el PP como sujeto y otro verbo también muy relevante para su cultura corporativa:

El PP boicotea…

La lucha contra ETA

El encanallamiento de la política

JAVIER PÉREZ ROYO en El País 13/01/2007

Cuando el principal partido de la oposición, que además ha sido el partido de gobierno en las dos pasadas legislaturas, considera que el Gobierno actual carece de legitimidad de origen porque ganó las elecciones de manera espuria, el encanallamiento de la vida política resulta prácticamente inevitable. La legitimidad de origen domina la política en el Estado democrático, aunque la política no se reduzca a ella. Hay más que legitimidad de origen en la vida política democrática, pero toda ella tiene que tener su fundamento de manera directa o indirecta en dicha legitimidad.

En el PP, tanto entre los militantes y una muy buena parte de sus votantes como en la dirección, se tiene la convicción profundamente arraigada de que el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero carece de legitimidad de origen, que no ganó en buena lid las elecciones y que es, en consecuencia, un presidente legal, pero no legítimo. De ahí que el presidente no pueda reclamar a la oposición el respeto de las formas exigible en democracia, sino que contra él valga todo.

Nos guste o no nos guste, esto es así. En consecuencia, en lo que queda de esta legislatura no cabe esperar ninguna rectificación por parte del PP y, por lo tanto, tampoco una mejora en el clima encanallado en que se desenvuelve la vida política. Más bien, dado que 2007 va a estar marcado por la celebración de elecciones generales territorialmente, aunque sean municipales y autonómicas, y por la perspectiva de las elecciones generales en los primeros meses de 2008, lo que cabe esperar es un empeoramiento de las condiciones meteorológicas.

Quiere decirse, con ello, que los problemas que se van a poder abordar son aquellos en los no se necesite el concurso del PP. No va a ser posible situar en la agenda política la reforma de la Constitución, no se va a poder renovar casi con seguridad el Consejo General del Poder Judicial, a pesar de que con ello este órgano va a quedar más deteriorado de lo que ya está, es probable que no se encuentre salida para la reforma del Estatuto de Galicia… Y ya veremos qué pasa con la política antiterrorista.

2006 terminó mal con el atentado terrorista del 30 de diciembre, pero 2007 ha empezado peor, porque peor que el atentado -políticamente hablando, por supuesto, pues peor que la muerte de dos seres humanos no hay nada- ha sido la forma en que se ha reaccionado tanto en el sistema político español como en el subsistema político vasco. Todos los partidos coinciden, como escribía ayer Soledad Gallego-Díaz, en que ETA se ha puesto a sí misma fuera de juego, pero la impresión que se ha transmitido a la ciudadanía es que son los propios partidos democráticos los que están en esa posición. La sensación de desbarajuste ha calado en estas dos primeras semanas posteriores al atentado.

Esta sensación es la que resulta urgente corregir y para ello debería servir la sesión parlamentaria del próximo lunes. No se le pueden pedir peras al olmo, aunque intentar habrá que intentarlo, y esperar que el PP se pueda apuntar a un acuerdo no con el Gobierno, sino con todos los partidos del arco parlamentario, para definir una estrategia antiterrorista común, pero, con el PP o sin el PP, se tendrá que definir una línea clara que ponga fin a esa sensación a la que acabo de referirme.

2007 va a ser un año políticamente muy sucio, en el que el aire va a estar sumamente contaminado. Con esto tiene que contar toda democracia a medida que va cumpliendo años. De estas situaciones se sale bien y el sistema político se fortalece o lo contrario. Y eso depende en gran medida de cómo actúen los dirigentes de los partidos políticos, pero en mayor medida todavía de nosotros mismos, de los ciudadanos, que como cuerpo electoral, tendremos que ser los que acabemos poniendo a cada uno en su sitio.

FIN

Nos vemos en la Plaza de Colón a las 18:00 h.

POR LA PAZ, LA VIDA, LA LIBERTAD Y CONTRA EL TERRORISMO

Y también: ¡No matarás!

Gracias, Forges.

La calle es suya (de El Mundo) y de Batasuna

(Actualizado a las 01:04 h.:

A través del correo de contacto del blog me ha llegado un enlace sorprendente a este otro blog que reenlazo aquí. Pensaba que estos plagios tan descarados ya no se hacían en la prensa española. Gracias, Luis.)

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En busca de la noticia que la justifique, he mirado y remirado esta grandísima foto de portada de El Mundo. Sin éxito.

Título:

La calle vuelve a ser suya

Tampoco encuentro rastros de noticia en el texto del pie de foto en el que describen que esos dirigentes de Batasuna «pasearon ayer por las calles de Usurbil (Guipúzcoa)»

El titular de portada de El Mundo «El PSE pide ayuda al PNV…» tampoco tiene explicación en el texto presuntamente informativo. Habrá que leer las páginas interiores.

Los islamistas detenidos en Ceuta «planeaban» (según El Pais) y «pensaban» (según El Mundo). Hay matices en los verbos y, naturalmente, en los tamaños tipográficos.

Con Zaplana se retratan también los matices. El País lleva como sujeto «El tribunal «, mientras que El Mundo prefiere al sujeto Zaplana«.

Por una vez, y sin que sirva de precedente, estoy de acuerdo con una frase de El Mundo: la última del comentario sobre Fraga y el sanguinario Pinochet:

«Sus palabas son un insulto a las víctimas de la dictadura. Debe retirarlas cuanto antes.»

Amén.

Recuerdo a todos los blogueros que deseen participar en el II Concurso 20Blogs que el plazo de presentación de candidaturas termina el próximo dia 20 de diciembre.

Hay varios premios interesantes, con derecho a la estatuilla de Eneko, entre ellos algunos dotados con 3.000 euros y la posibilidad de publicar columnas y blog durante 2007 en 20 minutos y en 20minutos.es.

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«Vuelve el Rajoy de las grandes ocasiones…» ¿Información u opinión?

Cada día disimulan menos algunos colegas a la hora de separar los hechos (que son «sagrados») de las opiniones (que son «libres«). A mi me lo enseñaron así, pero parece que esta regla de oro del buen periodismo está pasando de moda.

Me consta que, tarde o temprano, el lector inteligente percibe cuando un periodista mete la cuchara, por muy sutil que sea, a favor de sus intereses personales o de su empresa.

Todos tratamos de guardar las formas separando, más o menos claramente, los hechos de las opiniones.

Y cuando necesitamos apoyar nuestra visión o interpretación de los hechos con alguna opinión contundente, buscamos a alguien que opine como nosotros, e incluimos su frase entre comillas con nombre, apellidos y cargo de quien la dice.

Durante años, he sido el típico español «hombre de la calle» más citado por el New York Times, el Wall Street Journal, el International Herald Tribune, etc.

Los colegas de mi mujer, que aterrizaban en España en busca de historias, necesitaban atribuir las opiniones -que muchas veces resumen un acontecimiento mejor que una ristra de hechos- a alguna fuente local.

Y ahí estaba yo, citado por todo lo alto, cuando opinaba como ellos. Si mi opinión no coincidía con la del periodista en cuestión, sencillamente buscaban otra fuente que cuadrara mejor con la historia que querían contar. Quien esté libre de citas precocinadas que tire la primera piedra.

La lectura de esta presunta información de la portada de El Mundo de hoy me ha recordado, por contraste, el esfuerzo que hacían los colegas extrajeros por parecer objetivos y por separar los hechos de las opiniones. Aquí parece que esa regla ya no se lleva.

Ni el titular ni los dos primeros párrafos sobre «el Mariano Rajoy de las grandes ocasiones» tienen desperdicio.

Cármen Remírez de Ganuza empieza así su fervoroso artículo de opinión con apariencia tipografica de fría crónica informativa (léase en tono de arenga castrense):

«Volvió ayer a la política nacional el Mariano Rajoy de las grandes ocasiones. El orador parlamentario contra el plan Ibarretxe, el protagonista de la concentración patriótica y liberal de diciembre pasado en la Puerta del Sol reapareció ayer en Madrid para solemnizar, a cuatro días del 28º aniversario de la Carta Magna, su mayor apuesta de Estado y de reforma constitucional.

El líder del PP no se limitó a presetnar una alternativa a la política territorial de Zapatero. Ni siquiera se entretuvo en enumerar la relación de «retoques» o «ajustes`parciales» de la Carta Magna y de reoformas legislativas propuestas en la Conferencia del PP clausurada ayer como «correciones» necesarias sobre los «desajustes» del Estado autonómico». Sigue en página 16. Editorial en página 5.

Y ahí acaban las tres columnas de primera página dedicada «al Rajoy de las grandes ocasiones» sin que me haya enterado de qué es lo que ha dicho. Sólo sabemos que el orador «reapareció«, que «no se limitó a…» y «ni siquiera se entretuvo en…».

Desde luego, a mi me enseñaron que lo más sabroso, o lo que más engancha al lector, de un acontecimiento (el qué, quién, cómo, cuando, dónde y por qué) debía ir en el primer párrafo, ni siquiera en el segundo. El segundo debería contener el resumen de todas las historias anteriores relacionadas con el suceso en cuestión.

Lleva -eso sí- un dato en el sumario:

«Propone 17 cambios constitucionales…»

En cambio, en el titular de portada de El País se quedan en 14:

Rajoy propone 14 retoques a la Constitución ante el «Estado residual» de Zapatero

Además del editorial sobre la reaparición del «Rajoy de las grandes ocasiones», El Mundo dedica este segundo editorial a temas tan de su agrado como el mismo titular:

«Montaje», «Conspiración» y Goma 2

Su retórica vale tanto para un roto que para un descosido. Se puede leer a gusto del lector.

Basta con cambiar el nombre de los diarios: donde dice El País, ponemos El Mundo y donde dice ABC ponemos la COPE.

La vehemencia del editorialista -y la hemeroteca- le traiciona.

En página interior, El Mundo ilustra su tesis conspirativa sobre la conspiración de la conspiración con reproducciones de los diarios citados, tratados, como yo hago a veces, con el photoshop.

Como la reproducción se lee muy mal, copino y pego los titulares:

Los «siameses» atacan de nuevo

Naturalmente, lo que han hecho con el photoshop es una chapuza. Es posible que, con las prisas, hayan utilizado un bligrafo y fotocopia. Pero no seré yo quien les de clases técnicas de algo que acabo de aprender de mis hijos.

El País:

La policía destapa un nuevo montaje para alimentar la teoría conspirativa del 11-M

ABC:

Detenidos cuatro policías por tráfico de drogas y explosivos y por simulación de delitos

Sumario:

Dos de los agentes de la trama estaban en contacto desde meses con un diario nacional para elaborar un montaje conspirativo que encubriera sus delitos

——

Por ser domingo, te tenido tiempo de ir al cine («El Perfume») y de leer los diarios. Dos artículos recomiendo. Uno es éste de Santos Juliá, publicado en el suplmento Domingo de El País:

Víctima y verdugo

Santos Juliá

03/12/2006

«UNA UTILIZACIÓN de la memoria histórica’ guiada por una mentalidad selectiva abre de nuevo viejas heridas de la Guerra Civil y aviva sentimientos encontrados que parecían estar superados»: así se expresa la Conferencia Episcopal en la Instrucción pastoral aprobada en su última sesión plenaria. Nada más justo, a primera vista: todas las memorias selectivas de acontecimientos traumáticos avivan sentimientos encontrados. El problema es que todas las memorias son, por definición, selectivas: no hay memoria sin olvido, memoria de lo que consuela, olvido de lo que desasosiega.

¿Cuál es la memoria y cuál el olvido de los obispos españoles en relación con esa Guerra Civil cuyas heridas ven ahora a punto de reabrirse? Por lo que se refiere a lo segundo, la cosa está bien clara. Los obispos han olvidado que fue la Iglesia católica la que elaboró, a las pocas semanas de iniciarse la guerra, el sagrado relato de la cruzada contra el invasor. Las palabras con las que se describe una guerra nunca son inocentes, y cruzada no lo fue. Significó que se combatía en nombre de Dios y que para el infiel no quedaba más destino que el exterminio. El alcance de las matanzas ocurridas en la zona bajo control de los militares que se rebelaron contra la República se debe precisamente a que desde las primeras semanas actuaron como cruzados de una guerra santa.

En su administración de la memoria, la jerarquía católica ha olvidado además que, por celebrar el fin de la guerra como triunfo de la cruz y al recibir -también en la abadía de Montserrat- al caudillo de aquella guerra como salvador de la religión y de la patria, la represión sobre los vencidos se aplicó a conciencia y sin respiro. Liquidar, exterminar, erradicar, limpiar, barrer, depurar: ése fue el léxico empleado por los obispos en sus cartas pastorales. Es por completo seguro que sin ese aliento sagrado empujando sus velas, el nuevo Estado construido tras la victoria no habría podido acometer una represión tan cruel y duradera. Quizá convendría recordar a los autores de esta Instrucción pastoral que el cura delator que lleva a la muerte al protagonista de aquel memorable relato de Ramón J. Sender, Réquiem por un campesino español, no fue un personaje de ficción, sino una figura repetida cientos, miles de veces en la España de la guerra y de la inmediata posguerra.

Sobre estos olvidos ha construido la jerarquía de la Iglesia católica su más reciente memoria. En los pontificados de Pío XII, Juan XXIII y Pablo VI, el Vaticano resistió las presiones procedentes del Estado católico español encaminadas a beatificar a sacerdotes y religiosos asesinados durante la Guerra Civil. En la transición, los obispos pasaron de puntillas sobre el pasado, sacudiendo el polvo de su identificación con lo que ahora denominan púdicamente «régimen político anterior». Luego, la memoria comenzó a hacer de las suyas y lo único que la jerarquía católica ha recordado ha sido a sus muertos, elevados a los altares. Cada vez que un religioso asesinado durante la guerra es beatificado, la Iglesia ejerce una memoria, como no podía ser menos, selectiva y recuerda su papel de víctima, la hecatombe que sufrió durante los primeros meses de la guerra, cuando miles de católicos fueron asesinados por el mero hecho de serlo.

Haciendo buena la definición de Carl Schmitt, que veía en la Iglesia universal una complessio opositorum, la Iglesia católica española fue durante la Guerra Civil víctima y verdugo. Su memoria selectiva la lleva a olvidar lo segundo para celebrar ritualmente lo primero. Podría, si no quiere seguir desempeñando un papel principal en este peligroso juego de las memorias enfrentadas, recordar lo segundo sin olvidar lo primero. En ese caso, tendría que publicar otra Instrucción pastoral reconociendo haber bautizado como cruzada la Guerra Civil y haber impulsado, invocando a los mártires de una guerra santa, el extermino del enemigo por un Estado que se definía a sí mismo como católico.

Entonces, a lo mejor, los obispos españoles -que han cerrado bajo siete llaves la memoria del Concilio Vaticano II- podrían recuperar algo de autoridad para impartir «orientaciones morales ante la situación actual de España». Mientras no lo hagan, la memoria selectiva de los demás -cada cual tiene derecho a la suya- sólo recordará que de los males que han afligido a la nación española durante los dos últimos siglos, el más terrible fue el de la represión del laicismo y de otros venenos similares ejercida por los clérigos en la Guerra Civil y en los años sin fin de aquel Estado católico que con tanta euforia emprendió los trabajos de depuración una vez la guerra terminada.

FIN

Y el otro es de Javier Pradera, publicado en el mismo suplemento:

Borrar el pasado

Javier Pradera

03/12/2006

DOS AÑOS Y MEDIO DESPUÉS de abandonar el poder ejercido a lo largo de dos mandatos, el PP continúa embelleciendo su etapa de gobierno y satanizando la actuación socialista durante el periodo inicial de esta legislatura. Todavía vivos los ecos de la cinta de FAES que atribuía a ETA el atentado del 11-M, el vídeo del PP sobre la inseguridad ciudadana bajo el Gobierno de Zapatero -en contraste con los idílicos tiempos populares- tal vez podría haber sembrado «la conmoción y el pavor» en la sociedad española si no fuera porque dos de sus secuencias corresponden a violentos conflictos callejeros de 1996 y 2002 (filmados cuando eran ministros del Interior Mayor Oreja y Rajoy, a las órdenes del presidente Aznar) y otra tercera reproduce una refriega entre narcotraficantes colombianos en Medellín. Por lo demás, el instrumento de comunicación preferido por los populares para glorificar su pasado y borrar las máculas que pudieran afearlo son las intervenciones parlamentarias, las declaraciones a la prensa y los discursos a los militantes de sus satisfechos líderes.

El lenguaje reconciliatorio de Aznar -paz, diálogo, generosidad- durante la tregua de ETA en 1998 contrasta con las diatribas lanzadas desde la oposición por el PP en el actual alto el fuego terrorista

El vídeo -esta vez del PSOE- sobre «cómo actuó el PP cuando estaba en el Gobierno» durante el anterior alto el fuego de ETA ha sido una piedra lanzada a las cristalinas aguas de ese inventado pasado. Por supuesto, hay obvias diferencias entre las treguas de 1998 y 2006: junto al pacto de ETA con el PNV y EA firmado en secreto hace ocho años, la principal desemejanza es que el PSOE dio entonces su apoyo a José María Aznar y el PP se lo niega ahora a Zapatero. El reconciliador lenguaje utilizado por los populares desde el Gobierno también choca con sus feroces diatribas desde la oposición -directamente o por intermedio de los portavoces de la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT)- contra la política socialista. El vídeo resucita las melifluas declaraciones del presidente Aznar -en actos públicos o en entrevistas de prensa- sobre «el proceso de paz», las exhortaciones a «la generosidad, la comprensión y el perdón» para favorecer la reconciliación, el final dialogado de la violencia, la discreción y la reserva en los contactos con la banda, la eventual reinserción de los presos sin necesidad de que hagan una condena explícita de sus crímenes, el reconocimiento del Movimiento Vasco de Liberación, etcétera. Hasta Miguel Ángel Rodríguez sostuvo -antes de la tregua- que «no debería haber ni vencedores, ni vencidos»; Mayor Oreja tampoco consideraba indispensable para el diálogo con ETA la entrega de las armas.

La redomada doblez de los dirigentes del PP les lleva ahora a reprochar al presidente del Gobierno el incumplimiento de algunos requisitos establecidos por la resolución del Congreso de mayo de 2005 para iniciar un final dialogado de la violencia con ETA; en aquella ocasión, sin embargo, Rajoy consideró una traición a los muertos esa moción y votó en contra. La hipocresía del PP no se manifiesta sólo a la hora de borrar el propio pasado; también le facilita la tarea de lanzar a la vez pronósticos contradictorios sobre el futuro.

De un lado, los populares expresan o respaldan la paranoide convicción según la cual estaría todo el pescado vendido; las manifestaciones organizadas al alimón por la AVT y el PP denuncian que Zapatero se ha rendido ya ante ETA: el presidente del Gobierno y la banda habrían suscrito un compromiso formal para poner en marcha un proceso que significaría la capitulación del Estado democrático de derecho ante el terrorismo, y que acabaría ineluctablemente con la anexión de Navarra al País Vasco, la ruptura de España y la independencia de Euskal Herria. De otro lado, la dificultad de mantener esa hipótesis conspirativa tras el desmentido dado por los hechos durante los meses transcurridos desde la declaración del alto el fuego aconseja al PP hacer también suya de manera oportunista la alternativa opuesta: la ruptura de la tregua sería un fracaso personal del presidente Zapatero que arruinaría sus oportunidades electorales. Se diría que el PP, desbancado del poder tras el atentado terrorista del 11-M, apuesta por reconquistarlo como una consecuencia lateral de la reanudación de los atentados mortales de ETA.

FIN