Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

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Navarra: El PSOE «pide» o «aborta»

Los verbos son habitualmente muy expresivos. Delatan el sesgo del autor de la portada. Estarán de acuerdo conmigo en que no es lo mismo «pedir» que «abortar«. Sin embargo, los complementos también juegan un papel relevante. En este caso, «a la desesperada» encubre una intención muy clara que complementa, en El País, al verbo «pedir«.

En el caso de El Mundo, hay un juicio de intenciones evidente: «por miedo a pagarlo en las generales«. Este es un titular digno de un comentario editorial o de una columna de opinión pero nunca de una información sobre hechos.

Es una pena que nos acostumbremos a esta mezcla nefasta de opinión e información, como la rana que muere en agua hirviendo porque la temperatura le fue subiendo muy poco a poco.

Ya que el periodismo atraviesa esta crisis fatal, es muy saludable estar en posición de alerta para distinguir hechos de opiniones.

Que no nos den gato por liebre.

Los obispos y los mártires tampoco son de este Mundo. Ni una línea en portada. Ni ayer sacó en portada a los curas pederastas de Estados Unidos ni hoy saca a los presuntos beatos o santos de la guerra civil.

El País, en cambio, no pierde de vista a los curas. Por si acaso.

Quién y por qué perderá en 2008

ANTONIO ESTELLA en El País 17/07/2007

Las elecciones las gana el partido que conecta mejor con la sociedad y que proyecta un modelo que, aunque no sea exactamente el que la gente tiene en la cabeza en un momento determinado, sí que lo quiere imitar. En ambas dimensiones, el contraste entre el Partido Popular y el Gobierno socialista es realmente significativo. Comenzando por el Partido Popular, parece claro que cada día que pasa este partido va perdiendo su capacidad de conectar con las preocupaciones de la mayor parte de la sociedad. Para empezar, la gente, al menos la gente que no es de extrema derecha, no se siente crispada. Ve que las cosas funcionan razonablemente bien y no encuentra demasiados motivos para estar instalada en el enfado permanente. Por ello, es incapaz de entender por qué el Partido Popular le dice que debe estar enfadada. Además, la gente no ve los riesgos apocalípticos de los que constantemente habla el PP. Incluso aunque a muchos ciudadanos no les gustó la operación del Estatut, todos han podido comprobar que España sigue intacta. La familia parece haber corrido una suerte similar: sigue como estaba, no se ha roto, ni se romperá. Por último, la gente no conecta con un partido que insulta permanentemente a las más altas instituciones del Estado. El PP no parece haber entendido que los españoles sienten que el presidente del Gobierno, sea del color político que sea, es su presidente. Por ello no ven con buenos ojos que se le tilde de subsecretario. Eso sí que les enfada, y mucho.

La capacidad del PP de proyectar un modelo de sociedad está, también, bastante tocada. En realidad no sabemos muy bien qué es lo que haría el PP si llegara a gobernar en 2008, porque este partido nunca habla de futuro, sólo de pasado. Sus líderes, Rajoy, Zaplana y Acebes, son los líderes del pasado. Su discurso es un discurso auto-justificativo de las decisiones del pasado, en particular, de una decisión: la de intervenir en la guerra de Irak. Y su insistencia en recordar que ellos lo hicieron mejor con ETA también nos remite al pasado.

Por mucho que algunos se empeñen en decir lo contrario, la estrategia del PP para hacerse con el poder es completamente irracional. Crispar solamente habría tenido sentido, como máximo, si en un momento determinado, una vez las filas del PP prietas, este partido hubiera girado hacia el centro. Este último debate del estado de la nación era la última oportunidad que tenía el PP para mandar a la sociedad una señal de moderación. Sin embargo, fue y será incapaz de hacerlo, porque el PP se encuentra psicológicamente enganchado a la droga de la venganza.

El Gobierno socialista ha desarrollado más ampliamente su capacidad de conectar con las preocupaciones de la sociedad. Después, sobre todo, de los últimos cuatro años de Aznar, la gente sentía una necesidad infinita de modernidad, de quitarse la caspa que le había caído encima durante ese periodo, de poder decir lo que quisiera, de liberarse, de salir del armario, y de varias cosas más. Cuando el Gobierno aprueba la ley de matrimonio homosexual no solamente se da cuenta a una reivindicación histórica de un colectivo determinado, sino que, además, nos hace sentir a todos que tenemos más libertad para elegir nuestra forma de vida de la manera que queramos. Cuando el Gobierno aprueba leyes de igualdad, no solamente cumple con una parte de su programa, sino que además hace que todos sintamos que vivimos en un país mejor. Cuando el Gobierno adopta medidas de conciliación entre la vida familiar y laboral no solamente persigue que todos tengamos un poco más de tiempo para dedicarlo a la familia, a los amigos o a lo que nos dé la gana, sino que además hace que nos sintamos mucho más protegidos en esta sociedad, en la que parece que todo gira en torno a la vida laboral. Muchos querían un cambio, y el Gobierno socialista ha sabido dárselo.

El modelo que intenta proyectar el Gobierno socialista es, por ahora, algo incierto, pero desde luego en esta dimensión también le saca distancia al Partido Popular. En el último debate del estado de la nación, el presidente repitió hasta diecinueve veces, ¡diecinueve!, la palabra «futuro». La parte más polémica de su discurso fue el anuncio que hizo el presidente de que cada familia recibirá una ayuda de 2.500 euros por cada hijo que nazca a partir de ahora. Sin embargo, y a pesar de las críticas que ha recibido, casi ninguna otra medida habría sido capaz de enlazar mejor con la idea de que, mientras que el PP solamente ve la realidad a través del espejo retrovisor, el Gobierno tiene puestas las luces largas: ¿qué mejor modelo que uno que apuesta con esperanza por la familia?

La capacidad de un actor político de conectar con la sociedad, y de proyectar un modelo determinado de cara al futuro, está en función de su capacidad de comunicación. Éste ha sido uno de los puntos más flacos del Gobierno socialista, como muchos analistas se han encargado de recordar. Zapatero dijo, cuando ganó las elecciones de 2004, que sabría escuchar a la sociedad. Parece que el presidente está empezando a cumplir su compromiso de pegar los oídos a lo que la gente está diciendo en este terreno, porque en las últimas semanas ha tomado toda una serie de iniciativas que permiten pensar que habrá rectificaciones en su forma de comunicar las medidas que adopta. Primero, el presidente ha decidido la creación de un Centro de Prensa en Moncloa. La medida llega algo tarde, pero más vale tarde que nunca. Segundo, el Gobierno está evitando el error de hacer que la gente «piense en elefantes». Por ejemplo, a pesar de que el PP ha calificado lo ocurrido a nuestras tropas en el Líbano de acto de guerra, el Gobierno no ha entrado en el juego de negarlo. Finalmente, está la medida de los 2.500 euros a la que he hecho alusión antes. A pesar de que la izquierda más timorata ha criticado la falta de oportunidad de hacer este anuncio en el debate del estado de la nación, el momento y el lugar no podían ser más adecuados. Si el Gobierno no aprovecha los pocos resquicios que le quedan para lanzar sus mensajes y medidas, ¿cómo se enterará una persona que ha tenido hoy un hijo de que tiene derecho a 2.500 euros?

Al Gobierno le faltaba querer dar la batalla por la comunicación; ahora parece que lo va a hacer. Esto, unido a su capacidad de conectar con la gente y de proyectar un modelo en el que la sociedad quiera sentirse reflejada, además de a la irracionalidad manifiesta en la que el PP está instalado, hará que este partido pierda en 2008.

Antonio Estella es profesor de Derecho Administrativo de la Universidad Carlos III de Madrid.