Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

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¿Qué será de nosotros sin Losantos?

Sólo una noticia bomba como el relevo de Federico Jiménez Losantos en «La mañana» de la pecaminosa COPE podía despabilar y sacar a este blog del letargo fatal en el que había caído, por culpa de la crisis y de mi mala cabeza (y no precisamente en este orden).

Habrá quien quien se escandalice (y quizás no le falte razón) por la importancia que le doy a la caída en desgracia de este extraordinario predicador, que tanto ha hecho por el bien de España, destrozando al PP y dificultando su ascenso al poder.

Si yo fuera Zapatero estaría llamando ahora mismo al aprendiz de Torquemada, el cardenal Antonio Cañizares -a quien Losantos atribuye su exilio de maitines- para que reconsiderara su error y dejara al pico de oro de la extrema derecha en «La mañana» de la COPE.

Tanto Rajoy como Gallardón habrán caido en la vanidosa tentación de alegrarse por la gran lanzada con la que el mismísimo Vaticano Losantos dixit– ha descabalgado al locutor más mordaz, venenoso, incendiario, ingenioso y cínico de nuestro tiempo.

Sin embargo, deberían moderar sus muestras de alegría. El bicho aún dará mucha guerra, para deshonra de mi vieja y hermosa profesión. Por la misma razón, Esperanza Aguirre debería disimular su tristeza por la caída temporal de su adalid. No ha sido despedido sino trasladado desde el amancer a la medianoche; del despertar al dormitar.

A partir del 14 de abril -¡qué día tan señalado!-, los masoquistas ya no podremos recibir los merecidos latigazos que nos propinaba Losantos por atrevernos a sintonizarle en la COPE. Conectamos con su programa, creyendo que es de humor, y desconectamos despavoridos, al comprobar que se trata de un programa de terror. Tan sólo describe su realidad en términos de cielo y de infierno. Y lo hace magistralmente. Diabólicamente.

El fenómeno Losantos -como cualquier otro fenómeno religioso, deportivo o político- merece un análisis serio y detenido. Quizás un blog, escrito tan a vuelapluma, no sea el lugar adecuado. Precisa, a mi juicio, de una tesis doctoral.

¿Hay por ahí algún valiente doctorando que se atreva con tan descomunal proyecto de investigación?

Quien sí puede y debe alegrarse por el desplome de audiencia y salario sufrido por Losantos es el priopio Rey de España a quien el locutor no trataba con la merecida «humanidad«. Lo supimos tras la última cena real que produjo ciertas indecorosas filtraciones. Por algún deslenguado, conocimos el arriesgado e inmerecido apoyo que Esperanza Aguirre dió a su caballero Losantos en la mesa del Rey.

Debo reconocer que echaré de menos esos cinco minutos de horror que paso cada mañana conectado al veneno nacionalcatólico y fascistoide de Losantos.

Cuando mi cerebro está al límite, me paso entonces a la SER,donde mi corazón se llena del suero balsámico y dulzón de Francino.

Al cabo de otros cinco minutos de rigor –«equal time»– no lo puedo remediar y regreso, feliz, a mis orígenes:

¡Radiolé!

Sólo así puedo entrar, alegre y confiado, en la sede de 20 minutos y meterle mano a la crisis con cierto optimismo.

No se si podré cambiar mis hábitos: despertarme con el electroshock infernal de Losantos, adormecerme con la miel celestial de Francino para finalmente conducir, cantando y golpeando con mis dedos el volante, como si fuera un bongo o un yembé, al son de Radiolé.

¿Qué cadena y qué programa podré sintonizar, después del 14 de abril, para que me de un motivo diario por el que sobrevivir con dignidad para luchar contra el mal?

¿Qué será de nosotros sin Losantos?

¡No te vayas, Federico! Te necesitamos ahí, cada mañana, para que mantengas al PP asilvestrado muy lejos del poder; como sólo tú sabes hacerlo.

¿Nos definimos por lo que somos o por lo que no somos?

Recuerdo ahora la pregunta profunda -toda una tesis filosófica- que nos explicó, a su paso por Madrid, el viejo maestro italiano Norberto Bobbio, tras la caída del muro de Berlín:

«¿Qué será de nosotros sin los bárbaros?»

Y ahí van, por fin, la portadas -¡Ay!- de los dos primeros diarios de pago sobre el cambio de Gobierno:

«Estupor», en el titular de El Mundo.

«Eficaz», en el titular de El País

Nada nuevo bajo el Sol.

¡Alegraos y sosegaos!

Mañana comienzan unas breves vacaciones, Obama ha regado Europa de esperanza, el Euribor sigue cayendo, como el euro, la primavera tarda pero ha venido y, tras el gran desastre del 2008, ya no quedan tantos empleos por destruir. De hecho, se está desacelerando el ritmo de destrucción de empleo, algo imprescindible para que se empiece a recrear empleo.

Y además –last but not least– hay un nuevo Gobierno con mi paisano Chaves, templado y bonachón, y con otra vice económica que manda mucho. La conozco bien.

Ya se pueden echar a temblar todos los banqueros, incluido Botín. O los bancos comienzan a dar créditos o la Salgado les quita la licencia, que les dio la vida, como a los demás nos quitó el tabaco.

Me la imagino -mano de hierro en guante de seda- como a mi maestro y jefe, Fernando Abril Martorell, en la otra gran crisis, que nos alivió con los Pactos de la Moncloa) y poniendo firmes a los entonces «siete grandes» de la banca.

De los 150 bancos que había en España sólo 100 quedaron vivos. 50 bancos fueron abiertos en canal (yo estuve allí) y estaban infectados de células cancerígenas (autocréditos, autocarteristas, etc.) impropias de la segunda profesión más vieja del mundo.

La Salgado lo tiene más fácil que Abril Martorell. Para dar ejemplo, sólo tiene que poner firmes a los dos gigantes que se comieron a cinco de los grandes formando estas sopas de letras: BSCH y BBVA, o sea, Emilio Botín (¡qué gran apellido para un banquero!) y Francisco González (Miguel Sebastián no pudo con él y por eso hoy no es vice como la Salgado).

¡A por ellos, Elena!.

No no falles, como Zapatero.