Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

Adiós al «cardenal» Luis Valls

Buen titular el de José Luis Gutiérrez en el obituario de Luis Valls Taberner que publica en El Mundo:

Luis Valls Taberner

El último “cardenal” de la Banca española

El titular de El País, en las áridas páginas de Economía, es descriptivo, frío y, conociendo al personaje que se nos ha muerto el sábado, es muy pobre, aunque vaya a cuatro columnas:

Fallece Luis Valls, artífice del crecimiento y la consolidación del Banco Popular

En cambio, la foto-retrato de Valls que publica El País nos aporta más datos sobre el fallecido que la de El Mundo.

Valls, el último príncipe de la Iglesia

Siempre tuve un gran respeto (y afecto personal) por Luis Valls Taberner, un gigante de la banca y de la iglesia católica (aunque no necesariamente en este orden).

He sentido su muerte y no me gustaría despedirle aquí únicamente con el “corta y pega” de los recortes de prensa. Se lleva con él muchos y grandes secretos y deja buenos amigos de todos los colores y algún que otro enemigo de su misma cuerda.

Me hubiera gustado asistir a su entierro, pero se murió en sábado y me enteré tarde.

Desde luego, uno no se muere del todo si alguien le recuerda. Y a don Luis Valls –por su talento y su talante- le recordaremos muchos y bien.

Para mi ha sido uno de los personajes más interesantes que he conocido durante mis más de treinta años de ejercicio profesional como periodista. Y eso que él era un mandamás muy importante en el Opus Dei y yo era ya un joven ateo respetuoso antes de conocerle de cerca.

Alfonso Escámez, cuando era presidente del Banco Central y número uno de la Banca Española, seguramente bromeando, me definió a Luis Valls como un “fabricante de misterios”. Pero era mucho más.

José Luis Gutiérrez, que parece que le conoció bien, lo ha definido en su obituario como “el último `cardenal´ de la Banca española”. Yo hubiera recortado ese titular para dejarlo, simple y llanamente, así:

Luis Valls, el último cardenal

Por sus formas, pensamientos, palabras y obras, Luis Valls se comportaba como un auténtico príncipe de la Iglesia. Por su austeridad y sus votos de castidad, pobreza y obediencia –éste debió ser para él, desde luego, el más duro de todos- no era un cardenal al voluptuoso y licencioso estilo renacentista. Era un banquero eremita.

Hablar con él sin prisas -como banquero y como persona- era un lujo asiático. Cuando yo salía del Banco Popular, después de una larga charla o un almuerzo o desayuno distendido, nunca supe muy bien si Valls era tan sabio por lo que decía o por lo que callaba.

Todo el mundo –amigos y enemigos- le tenía por muy inteligente, quizás porque escuchaba, dejaba hablar y mantenía sonoros silencios, más propios de una partida de ajedrez que de una entrevista periodística, que siempre concedía, naturalmente, “off the record”.

No he conocido a nadie que manejara mejor las artes de la adulación elegante, imperceptible, casi inofensiva. Para debilitar a cualquier negociador que tuviera enfrente, nunca le faltaba lápiz y papel para anotar sutilmente alguna de sus frases, que luego le repetía y celebraba para comprobar que le citaba correctamente. Tenía buen sentido del humor y abría sus orejas ante cualquier innovación por nimia que pareciera.

Durante décadas movió los hilos de la banca española –y de una parte de la política- con gran habilidad y magistral disimulo. Doy fe de que siempre cultivó una buena relación con los periodistas, especialmente cuando perdían el empleo o el poder de influir. (Reconozco que me emocionó un detalle de Valls o de su inseparable Fernando Soto: me enviaron a casa un jamón serrano por Navidad, cuando yo ya estaba cobrando el paro, tras haber sido despedido de la TVE después de la entrevista preelectoral que le hice a Aznar. Por sí sólo, ese jamón ya justifica mis piropos de hoy, en este improvisado obituario; pero hay más).

Con su generosa atención, supongo que sembraba para el largo plazo o, quizás, lo hacía para la otra vida, en la que tuvo la suerte de creer. Fue siempre una fuente solvente y –aunque florentino y misterioso- nunca me sentí engañado o manipulado por él. Y eso que subía los peldaños de cualquier debate de tres en tres, y había que correr tras él para alcanzarle.

Solo una vez me quejé seriamente de que había utilizado, con ventaja, a uno de mis jóvenes redactores (yo era entonces redactor-jefe de Economía de El País) dándole una mercancía que debía llevar su firma, a cara descubierta, y no la del redactor que había tomado las notas.

Asumió mi crítica, se disculpó, como un señor, y me envió imediatamente un artículo con todo aquel género pero, esta vez, firmado por él mismo. Este era el título de su artículo –uno de los poquísimos firmado por él- que hizo historia para la banca de entonces:

Los banqueros caminan hacia la reserva

La televisión estaba dando entonces la serie “Centenial” y cada personaje de la banca recibía en ese artículo, no sin cierto sarcasmo, el nombre de un personaje de la serie del Oeste.

Creo recordar que el entonces presidente de la patronal bancaria, Rafael Termes, que falleció el año pasado, llevaba el nombre del jefe de la tribu india que caminaba hacia la reserva. El todopoderoso gobernador del Banco de España, Mariano Rubio (o, simplemente, Mariano) llevaba el nombre del jefe de los federales que hacía escabechina de indios.

Su más desagradecido discípulo, y luego enemigo acérrimo, José María Ruiz Mateos no entendió bien aquel mensaje de Luis Valls. Y así le fue.

Ruiz Mateos perdió Rumasa y fue de los primeros que acabó recluido en la reserva india, que Luis Valls anticipaba para toda la banca y muy especialmente para quienes no sobrevivieran a la crisis bancaria más grande de nuestra historia.

(De 150 bancos, 50 desaparecieron y sólo 100 quedaron vivos y en vías de fusión o absorción, como vimos más tarde).

Por discreción y secreto profesional, no debo dar detalles de asuntos sobre los que prometí guardar silencio. Pero he tenido el privilegio de conocer, de primera mano, análisis agudos, filosóficos o mundanos, no desprovistos de socarronería y fina ironía, así como informaciones certeras sobre acontecimientos de la vida bancaria y política española que, sin la ayuda impagable de Luis Valls, no hubiera podido comprender y, menos aún, comunicar a mis lectores.

Me consta que el papa Juan Pablo II – a quien Luis Valls conocía muy bien desde cuando era un simple obispo en Polonia- le tenía una altísima consideración y estima. Si Luis Valls hubiera sido cura, el anterior Papa le habría nombrado, antes que yo, príncipe de la Iglesia. Y -¿quién sabe?- a lo mejor lo hizo en secreto antes de morir.

Por mi parte, creo que es de justicia mencionar dos episodios de Luis Valls –uno personal y otro institucional- que me impresionaron en su momento y que hoy recuerdo con afecto, admiración y agradecimiento.

El 2 de marzo de 1976, a los tres meses de la muerte de Franco, y siendo yo director del semanario económico Doblón, fui secuestrado, a punta de pistola y metralletas, y fui torturado, cerca del Alto de los Leones, por unos encapuchados que buscaban el nombre de mis fuentes de información en un artículo determinado.

(Quiero que quede claro que no soy ningún valiente. Si no delaté a mis fuentes, bajo tortura, fue seguramente porque no las sabía. Mis fuentes utilizaron nombres falsos para pasarme el material oficial sobre una purga de altos militares moderados, destinados en la Guardia Civil, durante la última enfermedad del dictador y los dos meses que siguieron a su muerte. Por tanto, sinceramente no se si hubiera sido capaz de guardar en secreto tales fuentes si hubiera conocido su identidad real. Mis fuentes anónimas sabían lo que hacían y se protegían).

Desde que salí del hospital, tuve el apoyo directo e indirecto de Luis Valls para sobrevivir y superar los traumas de aquel secuestro. Junto con otro banquero, casi paisano mío, Valls fue de los pocos que conocieron con detalle los entresijos de aquella acción terrorista de los últimos residuos de la dictadura franquista.

Por eso, y por la confianza que siempre me demostró, le estaré eternamente agradecido. Claro que él valoraba mejor que yo eso de “eternamente”.

La segunda anécdota comenzó en la tarde del golpe de Estado del 23-F de 1981. Yo era entonces redactor-jefe de Economía de El País y estaba en mi mesa cerrando páginas, como de costumbre a esa hora.

En cuanto oímos los disparos de metralleta en el Congreso de los Diputados, el corte de la imagen de TVE y la posterior música militar en la radio, nos movilizamos todos para sacar información de debajo de las piedras.

En la jaula de cristal de Martín Prieto, nos reunimos, en un salto, los redactores-jefes presentes en la redacción en aquel dramático instante. Al momento, bajó Juan Luis Cebrián y nos repartimos el trabajo de emergencia, con el fin de sacar una edición extra de El País, antes de que llegaran los militares golpistas dispuestos a tomar el periódico, como hicieron con RTVE.

A mi me tocó llamar al ministerio del Ejército, al palacio de la Zarzuela y a los siete grandes de la banca. Casi nada. No tengo tiempo ahora de relatar aquí la experiencia imborrable que me causaron las llamadas telefónicas al cuartel general del Ejército y a la residencia del Rey. Por lo que viene hoy al caso, llamé también a los siete grandes de la banca.

Las dos primeras respuestas, a favor de la democracia y contra el golpe, me llegaron de Luis Valls (por un colaborador suyo, pues creo que estaba retirado cerca de Segovia) y de Alfonso Escámez (que andaba por Nueva York con Luis Blázquez).

Fracasado el golpe, le pedí a Luis Valls un gesto público y claro que mostrara que la banca española condenaba el golpe y apoyaba la democracia. (Había rumores que apuntaban a banqueros golpistas en la trama civil). Valls transmitió mi encargo a los siete grandes, que acordaron que el presidente de la patronal bancaria (AEB), Rafael Termes, acudiera personalmente a la manifestación del día 27 de febrero, en nombre de toda la banca.

Un viejo amigo –hoy director general de Prisa– y yo recogimos personalmente a Termes y le acompañamos durante toda la manifestación para asegurarnos una buena foto del presidente de la AEB que, al día siguiente, publicamos en la contraportada de El País.

El 23-F publicamos un titular espléndido, inolvidable, en la portada:

El País, con la Constitución

El 28-F publicamos otro, también inolvidable, al menos para mí, para Luis Valls y para sus colegas banqueros, siempre tan cautos y miedosos con las cosas de comer.

No tengo a mano esa página pero el espíritu de la foto de Termes y el texto que yo hice se resumían con este titular:

La banca, con la democracia

Ahora, a los jóvenes, este titular les parecerá una tontería. A mí, aquella última página de El País me produjo un enorme sosiego. Y se la debemos principalmente a Luis Valls y a Alfonso Escámez.

Hace unos años, me encontré con José María Ruiz Mateos en Casa Poli, un restaurante madrileño. Me saludó –siempre sonriente, aunque sarcástico- diciendo, a voces y en tono acusatorio:

“¡Hombre, mirad quien está aquí! Martínez Soler, uno de los “vallses”

El heterodoxo que desafió a toda la banca, que hizo, perdió y ahora reconstruye Rumasa creyó ofenderme o afrentarme entonces públicamente con ese calificativo, uniéndome así a quien él tomó como su mayor enemigo. Le respondí:

¡Qué más quisiera yo que ser uno de los “vallses”

Pero no le di las gracias. Un fallo. Debí haberlo hecho porque Ruiz Mateos me había brindado un gran cumplido.

Luis Valls creía en la otra vida. Si es que la hay, el último «cardenal» de la Iglesia y de la banca se merece lo mejor en esa otra vida.

Descanse en paz.

Última voluntad de Luis Valls: «Lo que tengo, quemadlo: no vale nada»

7 comentarios

  1. Dice ser Erik

    Muy bien, más historias de estas tendrías que sacar.Un abrazo,Erik

    30 noviembre -0001 | 00:00

  2. Dice ser potato

    Gracias por esta cronica. Impagable.Y a ver si te estiras mas a menudo y nos cuentas mas historias de «abuelo cebolleta» ;-)Y aunque fuera banquero, despues de leer lo que has escrito sobre él,D.E.P Luis VallsUn Saludo y gracias de nuevo.

    27 febrero 2006 | 10:07

  3. Dice ser Johnymepeino

    Cierto que se ha ido «in pectore» 😉

    27 febrero 2006 | 10:38

  4. Dice ser Johnymepeino

    Como envicias a comparar portadas…Periodista Digital.- Lo que ya dio en portada hace un año y medio vuelve a ser este lunes el tema estrella de El País. No es que haya novedades en el asunto sino que, sin aportar nada nuevo, «retitula» y «republica». Eso sí, ahora acusando ya directamente al PP.En su nota de este lunes,con la que el diario de Prisa abre en primera, titula así:»Una treintena de implicados en el 11-M fueron investigados antes de los atentados de Madrid»Y explica lo siguiente en su entradilla:»El día en que los investigadores del 11-M vieron qué se ocultaba tras las primeras pistas del atentado se llevaron las manos a la cabeza. Desde mucho antes de la tragedia que acabó con 191 vidas, al menos una treintena de quienes han resultado implicados estaban siendo investigados, unos por cuestiones de terrorismo, otros de drogas e incluso de tráfico de armas.El sumario que está elaborando el juez Juan del Olmo incluye todas las pesquisas previas que se llevaron a cabo de forma inconexa y parcial por miles de agentes de las fuerzas de seguridad, a los que ahora sectores del PP, el mismo partido que los mandaba entonces, les vinculan a una conspiración interior para llevar a cabo el atentado.»Prácticamente la misma nota, aunque sin acusaciones tan directas al PP, se publicaba ya el 18 de octubre de 2004, según ha conseguido recordar Mª del Carmen Martínez de Castro en Herrera en la Onda:»Interior desoyó las demandas de ayuda del CNI para buscar al ‘emir’ del 11-M»»»Saber que estábamos en la pista correcta no es ningún consuelo. Al contrario. Lo cierto es que no fuimos capaces de evitarlo», afirman fuentes próximas al servicio secreto. El pasado viernes, el Ministerio del Interior confirmó lo que el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) venía asegurando hace tiempo: que el séptimo suicida de Leganés y presunto emir (jefe) del comando del 11-M era el argelino Allekema Lamari.Durante meses, antes y después del 11-M, Interior ignoró las reiteradas peticiones del servicio secreto para que se ordenara la «urgente y prioritaria» localización del argelino.»

    27 febrero 2006 | 13:39

  5. Dice ser maria

    Me ha encantado

    01 marzo 2006 | 11:35

  6. Dice ser Ciudadano K.

    Su comentario sobre Luis Valls me ha impresionado. Lo he leido de un tirón , sin pestañear. La talla moral demostrada por usted en este caso me ha hecho considerar que cuando le he criticado duramente por algunos de sus escritos deconocía esta perspectiva suya de persona agradecida, lo que le ha hecho ganar muchos enteros ante mis ojos.Ultimamente han fallecido varios miembros mayores del Opus Dei ( Luis Valls, Rafael Termes, Federico Suárez…). Son personas que dejan detrás la impresión de haber sido honrados, trabajadores, personas con sensibilidad y bastante abiertas , que han tratado bien a los que no coinciian ideológicamente con ellos: hay algo que hace pensar: creo que a veces somos injustos con muchas de las personas del Opus y no debería ser así. Veo que la opinión que con frecuencia semanifiesta sobre esta institución consiste en repetir los tópicos que se difunden de medio en medio sin mediar la más elemental reflexión. Después te encuantras con las personas concretas que pertenecen a la Obra y en la mayoría de los casos te dejan una buena impresión.Por esta vez , y espero que sirva de precedente, un fuerte aplauso por la sensibilidad demostrada en elejercicio periodístico, dejando a un lado prejuicios y yendo al fondo de la noticia y de la persona. Enhorabuena.

    01 marzo 2006 | 12:42

  7. Dice ser Antonio

    Cómo me alegra ver que las personas están encima de las ideas. Qué bien saber que puedes tener en alta estima a alguien tan opusino. Enhorabuena

    12 marzo 2006 | 18:03

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