Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

Bush contra el calentamiento global. Lagarto, lagarto.

Regreso al progreso

FERNANDO SAVATER en El País 04/08/2007

Incluso antes de que Leo Strauss cuestionase el término, el progreso había criado mala fama. Sonaba a ingenuidad ilustrada apoyada en un automatismo optimista, que inyectaba en el decurso histórico las funciones salvíficas anteriormente reservadas a la Providencia divina. A trancas y barrancas, todo debe avanzar hacia lo mejor: es una rueda de molino difícil de tragar, sobre todo para quienes han padecido los avatares del siglo XX. Sin duda el conocimiento científico y sus aplicaciones tecnológicas mejoran gradualmente, pero tanto en sus logros beneficiosos para la industria y la comodidad humanas como en sus potencialidades destructivas. Los derechos humanos han sido proclamados internacionalmente sobre los holocaustos de dos atroces totalitarismos, pero siguen careciendo de recursos internacionales de garantía y son más retóricamente predicados que eficazmente defendidos en gran parte del mundo. La noción de «modernidad», que para algunos equivale a progreso, envuelve en demasiadas ocasiones el simple despliegue arrollador de las conveniencias de un capitalismo que maximiza beneficios pero se desentiende de las efectivas mejoras sociales para la mayoría. Oímos vocear lo que como beneficio de algunos se consigue pero se silencia o minimiza lo que pierden tantos en riqueza de convivencia o de protección ante los abusos plutocráticos. Etcétera… para qué seguir.

Sin embargo, purgado de automatismos y dotado de voluntad política, el término progreso tiene pertinencia como ideal. El progreso no es un destino en el que se cree, sino un objetivo ilustrado al que se aspira y hacia el que se lucha por avanzar, en la incertidumbre de la realidad histórica. Será progreso cuanto favorezca un modelo de organización social en el que mayor número de personas alcancen más efectivas cuotas de libertad: es decir, son progresistas quienes combaten los mecanismos esclavizadores de la miseria, la ignorancia y la supresión autoritaria de procedimientos democráticos. Hablando el lenguaje que hoy resulta más próximo e inteligible, la sociedad progresa cuando amplía y consolida las capacidades de la ciudadanía. Ser progresista es no resignarse ni conformarse con las desigualdades de libertad que hoy existen, sino tratar de superarlas y abolirlas. Y es reaccionario cuanto perpetua o reinventa privilegios sociales, descarta los procedimientos democráticos en nombre de mayor justicia o mayor libertad de comercio, propala mitologías colectivas como si fuesen verdades científicas, etcétera…

En la interpretación política actual creo que el eje progresista-reaccionario tiene mayor capacidad movilizadora que la tradicional división entre izquierda y derecha. No se trata de que ya no existan izquierdas o derechas, como se dice a veces. Esta división sigue siendo operativa, siempre que no se absolutice, es decir, que no se pretenda la hemiplejia social de abolir la mitad complementaria. En el reparto de la intencionalidad política es necesaria la visión que prima los espacios y servicios públicos, la redistribución y la protección social tanto como la que estimula la iniciativa individual junto a los derechos adquiridos de propiedad. De la pugna leal entre ambos polos surge la vitalidad comunitaria. Pero ni los unos ni los otros tienen la exclusiva de las virtudes sociales: ni los unos monopolizan la justicia ni los otros monopolizan la libertad. Y desde luego tanto desde la izquierda como desde la derecha pueden venir propuestas progresistas o esclerotizarse cautelas o imposiciones reaccionarias. Por eso resulta quizá este último índice el más inspirador para quien no se aviene sencillamente a la militancia ciega en las formaciones políticas tradicionales.

Respecto a la noción de progreso existe un acrisolado prejuicio que lo liga a la política de izquierdas (simétrico al que llama «modernización» a cuanto aligera de trabas de protección social para facilitar la extensión del capitalismo internacional). Pero cuando se hace inasumible la vinculación entre progreso e izquierda, como en los totalita

rismos comunistas, se decreta que allí no se trata de una izquierda «verdadera». Sin embargo, Stalin era de izquierdas, qué otra cosa podía ser, aunque también profunda y radicalmente reaccionario. Y los gerifaltes del comunismo español que disfrutaban de la hospitalidad de Ceaucescu o Kim Il Sung se portaban como correctos miembros de la izquierda aunque también como cómplices de los gobiernos más reaccionarios de la época. Aún no hace mucho, en nuestro Parlamento, se presentó una moción para solicitar a la dictadura cubana que liberase a sus presos políticos: sólo tres partidos de derechas -PP, PNV y CIU- adoptaron la actitud progresista de apoyarla, mientras que los grupos de izquierda se unían para rechazarla con reaccionario entusiasmo. Etcétera…

Uno de los más notables enigmas de la actual política española al constituir los consistorios de ayuntamientos o comunidades autónomas es el empeño en llamar «gobierno de progreso» a cualquier combinación que incluya a nacionalistas y partidos de izquierda, con tal de que excluya al PP. Es difícil imaginar por qué regla de tres semejantes contubernios pragmáticos -sin duda muy convenientes para los intereses particulares de quienes los protagonizan- representan un «progreso» para todos los demás. No soy de los que ven el futuro de un radiante color de rosa, pero aceptar que el país «progresa» hacia Javier Madrazo o Joan Tardà me parece francamente un pesimismo excesivo. Y ¿por qué diablos va a ser «progresista» que los socialistas formen gobierno en Navarra con NaBai, ese indudable frente nacionalista, con el que poco deberían tener que ver? A no ser que estén intentando retomar alguna de las cochinadas que tenían medio apalabradas el pasado noviembre con Batasuna y el PNV. Por cierto, ya vamos sabiendo cuál era el lema más despótico que ilustrado de las falsamente negadas negociaciones del aún más falsamente llamado proceso de paz: «todo para ETA pero sin ETA». Pues bien, de progreso nada. La tradición nacionalista, separatista y disgregadora, es uno de los dos chancros reaccionarios que infectan el desarrollo democrático español desde el siglo XIX (el otro es el tradicionalismo clerical, que también sigue tristemente vigente como demuestra la polémica en torno a la Educación para la Ciudadanía). Nada hay de progresista en romper la igualdad legal o fiscal del Estado de Derecho ni en fórmulas de inmersión lingüística educativa y social que no sólo atropellan la lengua materna de los castellano hablantes sino que también amenazan la necesaria existencia de una lengua política común (véase Appiah, La ética de la identidad, ed. Katz), indispensable para el funcionamiento de una comunidad democrática plural. Este último abuso (negado con desfachatez por los cuentistas de turno, ya saben ustedes) es tan avasallador y dañino que sólo el desinterés de la mayoría de la población por cuestiones educativas y culturales explica que no haya una sublevación cívica masiva contra tales prácticas.

La izquierda devalúa la noción de progreso cuando la esgrime legitimadoramente en casos tan inverosímiles. Lo cual no deja de volverse a veces contra ella: Madrid ha pasado a ser -en su Ayuntamiento y su Comunidad- de «rompeolas de todas las Españas» a rompepelotas de todas las izquierdas, entre otras sutiles razones que los analistas estudian, porque en esta capital se han refugiado muchos de los damnificados por «gobiernos de progreso» periféricos que no están dispuestos a colaborar con su voto en la repetición de nada ni remotamente parecido. En el futuro inmediato, con una situación económica de bonanza decreciente y gran parte de la población acosada por la voracidad del Euribor como Baskerville lo fue por el célebre sabueso infernal, no serán los que llamen progreso a dificultar aún más las cosas segmentando estatutaria e insolidariamente los mercados o estableciendo barreras lingüísticas quienes van a conquistar la simpatía de los votantes… Y si no, al tiempo.

Algunos creemos que un enfoque progresista de la política sigue teniendo hoy sentido: es decir, que no compartimos la pataleta de quienes por indignación con los reaccionarios de izquierda se hacen reaccionarios de derechas o viceversa. Más bien se trata de buscar planteamientos de progreso que escapen al mero maniqueísmo partidista: quizá hoy se esté intentando también algo parecido en el nuevo Gobierno francés y en otros espacios de la Unión Europea. Merece la pena intentarlo en España, no como mera cuestión de debate académico, sino en el terreno de la representación parlamentaria: en ello estamos.

-Fernando Savater es catedrático de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid.

12 comentarios

  1. Dice ser j. sanz

    Yo me considero progresista en los mismos términos que indicaba Savater. En cuanto a su intervención, señor David Malaguita, me gustaría apreciar dos cosas:La primera, que ha llamado a España un reino de taifas. Quiero felicitarle, porque es una de las definiciones que más me gusta, un lugar en donde nadie se pone de acuerdo porque todos, como usted, pretenden tener la razón y nunca jamás de los jamases bajo ningún argumento y en ningún momento dan la razón a aquellos que no piensan como usted. Por eso, intuyo, y espero equivocarme, que usted es uno de esos españoles que haga lo que haga Zapatero, está mal hecho, y haga lo que haga el PP, está bien hecho.En segundo lugar, querría hacerle notar a usted que toda la crítica hacia el nacionalismo reaccionario, que es cierta y en la que estoy de acuerdo, aunque no me crea una palabra de la idea de España que pueda usted defender, como decía, toda esa crítica, no deja de ser a su vez reaccionaria.En muchas ocasiones, nos vemos al espejo, y lo que miramos es a la gente que está detrás de nosotros sin acertar a ver que nosotros también salimos reflejados.Una cosa más. Llamazares, a mi modo de ver, aunque no comparto la mayoría de las ideas que tiene, me parece uno de los políticos más decentes de lo que queda de este país, porque es de los pocos que dice las cosas que quiere decir sin dar ningún rodeo. Y considero malas maneras el insulto, ya sea hacia Zapatero, hacia Llamazares, Rajoy, o cualquiera, cosa que veo que usted no acierta a comprender, supongo que por la misma ecuación de que usted siempre tiene razón y los demás siempre estamos equivocados.Si esa ecuación es la base de España, como me parece intuir que es, cada día me siento un poquito más decepcionado de pertenecer a lo que se llama la nación española.Un saludo.

    30 noviembre -0001 | 00:00

  2. Dice ser pericles

    El cambio climático es un problema real. Puede que por un lado sus causas sean naturales y parte de su origen se encuentre en los ciclos naturales de calentamientos y enfriamientos que nuestro planeta ha sufrido, sufre y sufrirá como algo vivo y en continua evolución que es. Pero tampoco creo que exista ninguna duda, y muchos científicos se han pronunciado en este sentido, que la incidencia que el ser humano lleva realizando sobre el mismo, debido a una población cada vez mayor que incide sobre un espacio limitado, y a un gran avance en la industrialización desde el siglo XIX, que a su vez incide sobre unos recursos también limitados, esté acelerando los cambios climáticos debido a la sobrexplotación de los recursos naturales, la cada vez mayor deforestación, la cada vez mayor emisión de materiales nocivos a la atmósfera, la cada vez mayor generación de residuos y basuras altamente contaminantes, etc. etc. etc. Esta es una situación que ha sido denunciada por muy diversas organizaciónes científicas o ecologistas desde hace muchos años, a los que se ha tratado como locos, iluminados o agoreros. Ahora, parece que las grandes corporaciones, con sus representantes políticos neoconservadores a la cabeza, aparentan tomarse este asunto más en serio. Cuando JAMS dice, lagarto, lagarto, interpreto que lo hace por temor a que estas iniciativas, protagonizadas por quienes su única pretensión es el máximo beneficio económico y el mantenimiento de un orden social injusto en el que se mantengan sus privilegios de siempre, sea algo diseñado con el único fin de seguir con el mismo status quo y que nada cambie. O para explotar nuevos recursos en otros lugares. Y si no, véanse los intereses norteamericanos en explotar los recursos de Alaska o los rusos de hacerlo en la plataforma oceánica del Polo Norte. Yo opino lo mismo que JAMS, lagarto, lagarto, ¿Qué pretenderán y que consecuencias pagaremos todos? De todos modos, cualquiera iniciativas para un desarrollo sostenible, siempre serán bienvenidas (esto no me lo creo ni yo).Sobre el artículo de Fernando Savater, me ocurre con él últimamente que comparto muchas de sus apreciaciones, pero no otras. Comparto el significado sobre lo que es progresismo y lo que es reacción. Incluso en parte, lo que es derecha e izquierda, y como, en muchos casos, a partir de ciertas actuaciones, lo conservador puede convertirse en progresista y lo aparentemente progresista en conservador e incluso en reaccionario. Lo que no comparto es su fijación especial por los nacionalismos centrífugos y su comprensión por los centrípetos. De alguien de su nivel intelectual esperaría una crítica hacia ambos y un posicionamiento más internacionalista o simple y llanamente humanista. Pero como bien ha apuntado Esteban Rosador, los hechos que nos rodean nos pueden fijar de forma inconsciente nuestras filias y nuestras fobias. Así, puedo entender perfectamente que por su situación personal y las amenazas que sufre a su integridad física tenga aversión por los nacionalismos periféricos y se encuentra más cercano a uno, españolista, que parece que le da más cobijo y protección. Todo aparente, claro, porque no debería olvidar el cobijo que le daba el españolismo nacional-católico obligatorio del franquismo. Y por otro, creo que a mí me pasa algo parecido a Esteban cuando dice que su aversión a la bandera rojigualda le viene por la utilización que hicieron de la misma tanto el franquismo como los fachas (estos sí, de los de verdad) durante nuestra Transición. En mi temprana juventud tuve algunos enfrentamientos con estos elementos, en uno de los cuales me sacaron de una discoteca a punta de pistola. Si le sumamos a esto el 23-F, haber hecho la mili en 1983, sirviendo en una oficina con oficiales y suboficiales absolutamente profranquistas y golpistas, esto, creo que marca. Porque objetivamente hablando, el tema de las banderas y los signos, como que ni me va ni me viene y ninguna consigue emocionarme. En fin, supongo que se trata de traumas de la adolescencia y juventud.Por cierto, preferiré seguir siendo un “progre de salón”, a ser un “liberal de pandereta”.Saludos.

    30 noviembre -0001 | 00:00

  3. Dice ser Manu

    O sea, que si Bush dijera que invadir Irak fue un error significaría que estuvo bien hecho ¿no?Vamos que se reedita aquello de que cuando una mujer dice no quiere decir sí, pero adecuado a la política y al porvenir del mundo.Si no se hacía nada en contra del cambio climático, era porque no existía. Si se hace, no es más que charlatanería…Periodisto de calidad.

    04 agosto 2007 | 20:52

  4. Dice ser j. sanz

    Con respecto al artículo de Savater. En algunas cosas estoy de acuerdo, como en su concepto de progresismo, pero en otras… yo no me apego a la idea de una España unida, porque lo que me demuestra la realidad cada día, es que por mucho que se emperren los idealistas de cualquier lado en alterar la conciencia colectiva, si es que existe, y en promover el discurso de la unidad frente a los disgregadores y separatistas, España no es una unidad, España no es un grupo de gentes plurales con algo en común. España no es. Y ya está. No hay que buscarle más las vueltas. Simplemente, la idea de España, al no regarla y abonarla con la dosis patriótica que tanto criticamos de las banderitas y los himnos, como en EEUU, se ha ido diluyendo, hasta no conformar más que un espacio en el que la mayoría intenta buscar la forma de oponerse al vecino, separarse de lo central, y purificar su cultura e identidad nacional.Tanto los nacionalistas periféricos como los nacionalistas centrales no hacen más que alargar el problema típico de «yo no me pongo de acuerdo porque tu no eres capaz de ponerte de acuerdo con migo», que traducido, viene a ser » estaremos de acuerdo cuando hagas exáctamente lo que yo te digo que debes hacer».Pero bueno, esta actitud es la manera que tienen los políticos de perpetuarse. Es como lo de los toros de lidia y las corridas de toros, y esa sandez de argumento que dice que si no existieran las corridas de toros, se extinguiría la raza de toro bravo.Un saludo.

    04 agosto 2007 | 21:15

  5. Dice ser Esteban Rosador

    El problema de Savater es que para acercarse a su tierra, tiene que ir con escoltas. Naturalmente, eso marca a cualquiera, por muchas entendederas que tenga. Eso hace que Savater afine mucho y acierte frecuentemente en sus críticas a los nacionalismos periféricos. Naturalmente, el nacionalismo central del PP no es ni mejor ni peor que los otros. Simplemente Savater está menos afectado por ellos. A mí me pasa algo parecido, pero al revés y de menor gravedad. Cuando iba al instituto, los fachas nos provocaban con una pegatina de la bandera rojigualda en el pecho. Era peligroso enfrentarse a ellos pues nunca salían solos cuando querían provocar jaleo. Por eso cuando veo las manifestaciones del PP llenas de banderitas, me parece que salen a provocar y a agredir con la «bandera nacional» a los que no piensan como ellos y les importa un bledo que sean también españoles.Viene al caso una frase que he puesto en la bitácora de Manuel Saco hace poco: «Detrás de cada bandera, incluida la tuya, hay una pistola escondida, y te está apuntando a ti.» ( no es anónima,pero no conozco el autor)¡Salud y República!

    04 agosto 2007 | 23:21

  6. Dice ser David malaguita

    La verdad es que el artículo de Savater es todo un señor pescozón en los pastueños cuellos de los progres de esta España de hoy comandada por el muy progre e inane Sr Zapatero.Viene a decir lo que yo, con más modestia de medios y capacidades, vengo diciendo desde hace ya mucho, batiéndome, dialécticamente, con el ganado progre zapateril (y zascandil) que pasta tan a sus anchas en estos pastizales que los jams, sacos y escolares les tienen dispuesto para su uso y disfrute, el cual podría ser más completo (aunque también más aburrido) si algunos «aguafiestas» no nos empeñáramos en denunciar las hipocresías e iniquidades de este gobierno progre que nos desgobierna.Y es que efectivamente la política de maridaje (más allá de lo necesario para cerrar pactos de gobernabilidad en ese vasallaje que todo partido sin mayoría absoluta debe rendir a los nacionalismos si quiere gobernar sobre este reino de taifas) con la más reaccionaria de las concepciones políticas surgidas al amparo del romanticismo decimonónico como son los nacionalistas que sobreviven hoy día como auténticos dinosaurios prehistóricos de la política, a esa coyunda, digo, a esos encuentros tórridos de aquí te pillo aquí te mato entre socialismo y nacionalismo lo llaman pergueñar «gobiernos de progreso»…jejeje…¡madre mía! No solo esto, sino que además los super mega progres zapateriles/zascandiles consideran que ya es la leche, en cuanto a gobierno de ese jaez, si la cosa se convierte en cama redonda, en un «menage a trois» (creo que se escribe así) dando cabida a los casposos y muy reaccionarios chicos del mirmidón narizotas, el ínclito Llamazares, ese tipo que siguiendo los pasos del abuelito genocida Carrillo (dígalo Savater, diga que es carrillo quién pasaba temporadas con los Ceucescus en calidad de invitado y amigo, no se corte hombre) siente debilidades inconfesas por el castrosaurio Fidel.Sí, a estos cócteles molotov, tan reaccionarios como lo fuera el secuaz a las órdenes de Stalin de quién ha tomado el nombre el dicho cóctel, lo llaman «gobiernos de progreso», y claro ,los progres, que si por algo se caracterizan es por su fobia a no parecer «moderno» o suficientemente progresista, se aupan al travía con tanta presteza como pueden, no vaya a ser que el auriga del carro que lo guía por el empíreo progre, Pepiño, el mirlo Blanco (por la singularidad del personaje), lo dejen en tierra y puedan ser acusados…atención, de fachas…¡aaaa, horror!Y ahí andan en la rebatiña, los pobres, pugnando por hacerse con uno de esos «carneses» de super mega demócratas…y gilis.Saludos.

    05 agosto 2007 | 10:19

  7. Dice ser David malaguita

    Una cosa divertida es calibrar la reacción de algún ejemplar progre cuando alguien de los considerados como gurús intelectuales de su tribu, Savater, les sonroja. Si este mismo artículo lo escribiera, pongamos por caso, losantos, Moa o De la Cierva, que pefectamente podrían haber escrito una crítica al zapaterismo zascandil del PSOE actual parecida, no igual, a la hecha por Savater, lo habrían denostado a puntapies. Pero claro, Savater…Hoy tenemos el caso de Esteban «Rosicler» Rosador. Dice este muchacho que claro la visión de los nacionalistas que tiene D. Fernando está alterada o distorsionada por su experiencia con el nacionalismo-socialista asesino de ETA, que él cuando era pequeñito tenía que vérselas con los fachas de su instituto que les pegaban pegatinitas en el pecho y que por eso cuando ve una manifestación del PP «llenas de banderitas, me parece que salen a provocar y a agredir con la «bandera nacional» a los que no piensan como ellos y les importa un bledo que sean también españoles.»Pobre chaval! Qué experiencias tan terribles le tocaron vivir, ¡él puede comprender perfectamente a alguien que como Savater esté obligado a llevar escolta para que no le vuelen la cabeza!!Eso sí, si a alguien se le ocurre setirse orgulloso de su bandera nacional española (como un socialista francés -tan patriotas ellos- pongamos por caso, lo está de la suya) y sacarla a la calle a que le de el aire…eso es provocar…(ya sabemos como provocar a un progre: estoy impaciente para que sea lunes y comprarme mi bandera nacional, que no tengo, para provocar a los progres, que me encanta)¡Dios mio qué nivel!El nivel de Pepiño y Zapatero, ese es el triste nivel.Saludos.

    05 agosto 2007 | 10:36

  8. Dice ser David malaguita

    Por cierto, Esteban Rosicler, el PP no es un partido nacionalista español, es un partido nacional, el único que nos queda por desgracia después de que el carcunda Zapatero se echara al monte con los nacionalistas…arrastrando a su pintoresca tropa con él.

    05 agosto 2007 | 10:38

  9. Dice ser Fran

    Como casi siempre encantado de saber lo que piensa Savater.Que me recuerda un artículo del socialista (he dicho socialista? ) Santesmases en El Mundo hablando de la bondad del gobierno de Zapatero en unión con izquierda unida y los NACIONALISTAS DE IZQUIERDA.Rápidamente le mandé una nota para indicarle que, por definición, algo tan reaccionario y egoista como el nacionalismo tenía poco o nada que ver con el concepto generoso, igualitario y compasivo de la izquierda.Yo como socialista sin partido que decía Muñoz Molina no lo puedo «de entender»Saludos

    05 agosto 2007 | 12:17

  10. Dice ser Esteban Rosador

    ¡Qué ilusión! Hacía mucho que no me llamaban muchacho. Es lo que tiene el universo de internet, que las edades se distorsionan. Claro que el error del (posiblemente) más joven que yo David es comprensible si viene de alguien que puede decir cosas como: «el PP no es un partido nacionalista español». Posiblemente esta idea sea debida a que en la época (ya empieza a ser lejana) en la que yo me tenía que defender de los «patriotas españoles» que más tarde han terminado (casi) todos como militantes, simpatizantes o votantes del PP, a él no le ocurría lo mismo. Es incluso posible que fuera de los que iban repartiendo «leña». Por eso a él le parece poca cosa, aunque estoy seguro de que él ha experimentado menos violencia que yo por razón únicamente de sus ideas. De todas formas le recuerdo que entre esos «patriotas españoles» que llevaban a gala la bandera rojigualda los había realmente violentos (pregúntele a JAMS, tiene experiencia de primera mano sobre el mido a que te vuelen la cabeza).He dejado claro mi desprecio por todos los nacionalismos (por TODOS, no sólo por algunos). Sin embargo, hay algo que tengo claro. Este país que llamamos España es mucho más diverso (plural dicen ahora) de lo que quieren reconocer algunos. La negación de esta diversidad, como hizo Aznar cuando gobernaba, no puede ser buena. De hecho nunca han crecido tanto los nacionalismos periféricos como durante los gobiernos de Aznar (sobre todo durante la segunda legislatura). Y es que los nacionalismos se alimentan entre ellos.P.D.: Yo he visto manifestaciones del PP con multitud de banderas rojigualdas. Puedo jurar que no las ondeaban para unir a los españoles, sino para precisamente diferenciarse de los que no estaban (ni querían estar ) allí. Y si no, que se lo pregunten a Bono, una persona de acendrado patriotismo asimilable al que preconizan en el PP, cuando intentó asistir a una de estas manifestaciones de «patriotas españoles» llena de banderas rojigualdas. Lo primero que hicieron es agarrar una de ellas para (al menos intentar) darle un garrotazo con el palo.¡Salud y República!

    05 agosto 2007 | 13:02

  11. Dice ser Diego Fernández

    Hay cuestiones en las que Bush no tiene la menor credibilidad. Sin duda, una de ellas es el cambio climático. No hay ninguna actitud suya en este asunto que nos lleve al optimismo.

    05 agosto 2007 | 13:53

  12. Dice ser Fran

    A mí esas protestas que abundan aquí hoy de ciudadanos que están contra TODOS los nacionalismos me trae como inconsciente asociación de ideas a quienes, al hablar del nazismo vasco, dicen que están a favor de las víctimas precisando de TODAS las víctimas.Yo creo sentir la misma opinón respectoa a todos (TODOS) ellos.Saludos a la espera de la bajada de temperaturas desde Madrid

    05 agosto 2007 | 14:49

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