Parecía un torero de los de antaño antes de entrar a la plaza. Sólo le faltaba el capote, aunque la mano en el pecho, como si estuviera protegiéndose la cartera, le daba un aire de lo más napoleónico. Zaplana caminaba ayer por la Gran Vía madrileña acompañado por su asistente personal sin mirarla ni siquiera a los ojos mientras ésta le susurraba al oído. El gesto serio, la mirada preocupada. Apreté el paso para pegar la oreja por si hablaba de la última crisis sentimental de un miembro del PP, pero sólo pillé algo al vuelo sobre la OTAN. El que fuera presidente de la Generalitat Valenciana, considerado por algunas como uno de los políticos más atractivos de España –con permiso, por supuesto, de Duran i Lleida–, llevaba los pantalones media cuarta más arriba de lo que en él es habitual.

En EE UU ha desatado una enorme conmoción la publicación el día 11 en The national enquirer de unas fotos en las que se ve a John Travolta besando a un hombre en la boca en Canadá, donde rueda Hairspray. Ha comenzado de nuevo la pesadilla para John, a quien en los ochenta y noventa le salían casi más novios que a Tom Cruise, otro cienciólogo, como él.