De todo corazón

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Una explicación de lo inexplicable: petrificada en París

Ya me está empezando a dar yuyu. Los pies del cadáver sobre el que estoy situada en el panel de blog huelen a queso de Normandía, y el comentario de Europe me ha conmovido. Y del ultimátum de Armiño Negro no digamos. Tengo que dar una explicación de lo inexplicable.

Ni me he muerto, ni me he caído al Sena, ni me he fugado con un francés. Estoy congelada, rehén de las circunstancias, inactiva tras un maleficio. Aquí estoy, disfrazada de maniquí de tienda conceptual.

No respiro para que los guardas de seguridad de la boutique Colette no se percaten de mi presencia. Intenté robar una peluca diseñada por Nagi Goda/ Shinji Konishi o Asami Nemoto para cambiar la foto de Maria Callas chamberilera y a punto estuvieron de pillarme con las manos en los pelos nipones lacados. Sólo puedo disimular y no hacer ruido. Se me han quedado las piernas dormidas.

Las noches son muy largas. He aprendido a tejer medias de 800 euros con tomates. No necesito una aguja de ganchillo, con un palito de boj que arranqué de un seto antes de entrar en el 21 del Boulevard Saint Germain me apaño perfectamente. Os dejo una foto con los diseños, las medias y estos zapatos sadomaso de Christian Loboutin.

También os dejo los precios.

En Colette, una de las tiendas favoritas de Elton John y Carolina de Mónaco, están de reformas, como yo . Este es el escaparate actual, el 25 de agosto se verá que hay de nuevo.

Ya os contaré que va a pasar con mi vida. Gracias por visitarme y traer noticias al blog. La comparación con el Cid me ha encantado, Armiño Negro. Actualmente me identifico más con Juana de Arco. Es más francés y más realista. Y yo, como ella, sospecho que muy en el fondo siempre fui monárquica, una monárquica tan pringada como lo fueron Hernán Cortés o el Gran Duque de Alba. Aunque igual cambio de dinastía. Y si no, me convertiré en república independiente. Podéis encontrarme de momento en http://www.martacibelina.com/

La herencia de Vilallonga

Dedica esta semana la revista Diez Minutos su portada a un supuesto enfrentamiento entre Begoña Aranguren y Sylianne Stella cuando tan sólo faltan unos días para que se abra el testamento de José Luis de Vilallonga. Si alguien se merece cobrar lo poco o mucho que haya dejado el aristócrata, es Sylianne. Ni siquiera, tras su separación, cuando José Luis le dedicaba adjetivos que harían enrojecer a un descargador de muelles marsellés, dejó la francesa/argelina/monegasca de quererle. Ella ha sido quien le ha cuidado en sus últimos momentos. Quien ha demostrado, como decía Rochefoucauld, que se perdona en la medida en que se ama. ¿En la medida en que se ama o en la medida en que se odia? Begoña Aranguren, según la revista, no es probable que impugne el testamento, que a todas luces favorecerá a Sylianne y a los hijos del escritor, pero estaría molesta por la actitud de ésta, que ha mostrado a Vilallonga a las televisiones en toda su decrepitud antes de morir. Ella y su hijo John lo mostraron en toda su ignominia al escribir de él.

Este asunto podría tener otras lecturas:

Dijo Josh Billings: «No hay venganza tan completa como el perdón». Y Oscar Wilde algo así como «Perdona a tus enemigos, no hay nada que les enfurezca más».

¿Habéis visto Lunas de Hiel de Roman Polanski? Es mi película favorita. ¿Es Sylianne, como en cierto modo lo fue durante un tiempo la viuda del torero Julio Robles, Lilianna María, una encarnación real del personaje que interpretara Emmanuelle Seigner ?

Una venganza cruel

Escucho el viernes en Aquí hay tomate una frase de una contundencia atroz: «`Mi padre es un maricón». Era John de Vilallonga, el hijo que el escritor tuvo con su primera esposa, Priscilla Scott Thomas, autor de la biografía Vilallonga, mi padre, tal como lo conocí, editado por La Esfera de los libros. Se anunciaban para hoy informaciones relativas a la ¿Extraña? relación que mantuvieron siempre Fabrizzio, el hijo de Syliane, y su padrastro. Se insinuaba incluso un incesto. Ejercer la venganza sobre una persona que agoniza y ha manifestado que está deseando morir no es propio de un aristócrata británico, como se autoproclamama John de Vilallonga, lo suficientemente crecidito como para perdonar los agravios que su papá hubiera podido inflingirle de pequeño.

El llanto de Maricampa. Parecía Letizia a la salida de la Ruber con su Jesusín en brazos. ¿Por qué lloraba? Tal vez se acordaba de cuando la abucheaban a ella y a su familia al entrar y salir de los juzgados por el asunto del fraude a la Seguridad Social. !Qué voluble es la opinión pública!