No nos gusta lo vintage. Gustar se nos queda corto. Lo vintage nos encanta, nos flipa, nos enamora, nos mola mil, nos chifla hartar. Vamos a un mercadillo y enloquecemos por un teléfono con forma de labios, un sofá huevo o una cuchara de hace décadas.
Está comprobado que hoy en día, con la velocidad que le ha dado la tecnología e Internet a nuestras vidas, la instantaneidad y caducidad de todo lo que vemos, que solo con postearlo en Facebook ya nos da la sensación de que huele a antiguo, el pasado es el refugio.
Cocooning es como se llama este fenómeno de retirarnos a la seguridad del hogar que viene de cocoon, cáscara. A quien buen árbol se arrima buena sombra le cobija. Lo mismo pasa con lo que sacamos de puestos callejeros o mercados de anticuarios. Nos sentimos a salvo en esa ‘casa’ hecha de reliquias que nos transportan a otros tiempos más seguros.
Últimamente oímos mucho eso de que en la moda todo vuelve, y el éxito de que lo haga es que inconscientemente queremos sentirnos protegidos.
Los dos últimos accesorios de deseo que nos transportan a los tiempos de cuando la abuela nos hacía el bocata en la merienda son los bolsos de malla y los de plástico rígido o sun jelly.
Si tienes uno por casa, este verano es el momento de sacarlo del baúl de los recuerdos.