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Madrid Beauty Days: la feria de la belleza antinatural

Este fin de semana tuvo lugar en el Centro de Convenciones Norte de Ifema los Madrid Beauty Days, una feria definida por el propio Ifema como «el parque temático de la belleza». Más de setenta firmas de cosmética dedicadas al cuidado y a la imagen personal.

Cirugía Plástica. DRSAADARTI.COM

Cirugía Plástica. DRSAADARTI.COM

Dicho así puede resultar hasta agobiante para personas que, como yo, le dedican a la imagen el tiempo mínimo imprescindible.

Más que una feria, Madrid Beauty Days parecía un centro estético gigante. En cualquier sitio y separadas por unos metros encontrabas mujeres haciéndose la manicura, poniéndose cejas, bronceándose…y todo en tiempo récord.

Con deciros que al poco de llegar ya me había tocado una sesión gratis de depilación láser de ingles o medias piernas en un sorteo, os lo digo todo.
«Si pasas a dónde está mi compañera, te damos cita» me dijo una de las azafatas de Pelostop. Aquello iba con una rapidez que no me habría sorprendido que se hubiera sacado una máquina de debajo del mostrador y me depilara ahí mismo.

En el siguiente puesto, de una clínica estética, podías entrar en un sorteo de aumento de labios, tratamiento de botox, de eliminación de manchas, cicatrices o estrías. La chica me preguntó cuál de aquellos maravillosos tratamientos quería ganar.

«¿Sinceramente? Ninguno» pensé en mis estrías, que no solo me gustan, sino que me encantan esas líneas de tigre que me surcan las caderas. Pensé en mis cicatrices de la pierna, fruto de intervenciones que me recordaban lo fuerte que me había sentido por pasar dos veces por quirófano con apenas 18 años. Y como no me interesaba ninguno de ellos marqué «manchas» por inercia, por si podía apañarle a alguna mujer de mi familia que ya había oído quejándose del tema.

El parque temático de la belleza no tenía montañas rusas, pero, si querías, podías ponerte cejas o doblar el tamaño de tus pestañas hasta convertirlas en algo más frondoso que una selva tropical. Además de tratamientos podías adquirir todo tipo de productos: desde un ‘cubrecanas’ que tenía la forma de una maquinilla de afeitar hasta un guante depilador con cristales de silicio.

Y si no comprabas, había cosas que podías llevarte puestas. Tras dos horas recorriendo el Centro de Convenciones Norte sin más luz que la de los halógenos, me fui con un tono más de moreno después de probar un autobronceador orgánico que me aplicaron en la cara y el cuello con un spray.

Al salir, mi acompañante, con los brazos depilados y yo, con la cara de un moreno que habría pasado por playero, comentó acertadamente: “¿Te das cuenta que lo llaman la feria de la belleza y todo lo que hacen es cambiarte?”

Moraleja de los Madrid Beauty Days: solo quitándote pelos, poniéndote pestañas, bronceándote, rellenándote los labios o cubriéndote las canas eres guapa. Señores de Ifema, la feria de aceptarse a una misma, ¿cuándo y dónde decís que era? Creo que el año que viene iré a esa.

El ‘postureo’ de las semanas de la moda

La primera vez que pisé el Cibelespacio (o en otras palabras, el pabellón de Ifema en el que se celebra la Mercedes Benz Fashion Week de Madrid) era una cría. No me refiero que tuviera seis o siete años, porque había pasado con creces los 18, pero era una cría. Gané las invitaciones en un sorteo y acudí con una amiga a ese maravilloso mundo dónde todo el mundo parecía llevar lo último. Por azar de no sé qué destino mi amiga y yo conseguimos entrar a ver un desfile (ya que para entrar a los desfiles necesitas invitación y no te vale con la entrada del Cibelespacio).

Era el show que mostraba la colección otoño-invierno de Roberto Verino de hace siglos. Recuerdo entrar a la pasarela Mercedes Benz con la misma emoción con la que un madridista puede pisar el Bernabéu, un indio el Calderón, un beatlemaníaco The Cavern o un fan de la movida madrileña La Vía Láctea.

Carrusel de Jorge Vázquez. GTRES

Carrusel de Jorge Vázquez. GTRES

Veinte minutos más tarde bajé de aquellas gradas como si hubiera presenciado algo entre mágico y divino. Mi futuro se me reveló como si hubiera bajado el mismísimo arcángel Gabriel. Mis amigas soñaban con desfilar por una pasarela, yo soñaba con estar sentada en calidad de prensa analizando cada detalle de los modelos que se me pasaran por delante.

Desde ese año me las apañé para ganar siempre algún pase de Cibelespacio apuntándome a cuanto concurso que ofreciera entradas a ese mundo tan exclusivo. Y así hasta hoy. Hasta esta pasada edición que pude acudir por primera vez como prensa.

La cosa es que no sé si soy yo, que soy más mayor y me fijo en otras cosas, si es el Cibelespacio, que mucho ha cambiado o qué es, pero la Semana de la Moda madrileña no es lo mismo que era.

Es como si lo importante ya no fuera el hecho de que creadores españoles estén mostrando ideas que han desarrollado después de meses de trabajo. La importancia la tienen ahora los asistentes. La puerta giratoria del pabellón 14 ve entrar de todo: desde chándales exclusivos hasta tacones infinitos e incluso una que parece envuelta en un albornoz de baño. Cuanto más estrambótico mejor.

Estonoesotroblogdemoda. TUMBLR

Estonoesotroblogdemoda. TUMBLR

Si la primera vez que fui estuve durante dos horas pegada a la pantalla que emitía en directo los desfiles, bebiendo cada diseño sin tener apenas consciencia de que pasaba el tiempo entre los shows, ahora, las pocas que miran las pantallas están únicamente pendientes de cuánto les falta para acabar para conseguir su preciada Glamour o Vogue gratis, ya que los stands de las revistas las entregan al final de cada desfile.

La moda no ha cambiado. La moda sigue siendo emocionante y sorprendente. Hemos cambiado nosotros. Ya no estamos pendientes de verla. De los desfiles a los que pude asistir esta edición, me sorprendió encontrar como la mayoría de los asistentas lo seguían a través de la pantalla del teléfono. Demasiado ocupados en sacar la foto, video o snap de rigor para moverlo por sus redes sociales. Incluso alguna pedía una foto en medio del desfile. Un par hablaban, otros tecleaban contestando algún whatsapp… El respeto, la compostura y el saber estar se perdía en una espiral de documentar con la tecnología cada paso que vamos dando.

Solo algún que otro invitado, ya más cerca de la setentena, me maravillaba viendo como describía, emocionado, la forma o volumen que llevaba el maniquí que acababa de pasar por su lado. Y, más en concreto, aquellas que con papel y boli, como yo, tomaban nota de lo que iban viendo.

Es tal el ‘postureo’ que mientras muchas se aglomeraban en torno a una ex ‘triunfita’ para hacerse con ella una foto, el diseñador Roberto Torretta pasaba por su lado sin que supieran quién era aquel señor de jersey y bigote cano. Y no hablamos de un nuevo diseñador de EGO, hablamos del que lleva en la Cibeles desde 1996.

Cuando la mayoría de las asistentes al pabellón califican como más o menos satisfactoria la edición en función de lo que habían conseguido gratis de los expositores, en vez de por las creaciones de los diseñadores, es que algo está fallando.