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Cuando fui al cine solo para ver el vestuario de ‘La chica danesa’

Las razones para ir al cine son inescrutables. Puede ser que quiera ver la interpretación que hace el actor o actriz de un personaje, puede ser que me apasione la dirección de fotografía o puede ser porque Ennio Morricone le ponga banda sonora a la película, pero, en el caso de La chica danesa, fue por el vestuario.

La chica danesa. TUMBLR

Eddie Redmayne caracterizado como Lili. TUMBLR

Nada más ver el trailer hablé con mi madre: «Hay una película inspirada en los años 20 con una ropa que nos va a encantar». No necesité decirle más para que me acompañara. Y es que cada uno va al cine movido por unas cosas o por otras. A mí esta vez me pudieron las prendas, al igual que sé que a mi hermano le pueden, de Fast and Furious, los deportivos de lujo (amén de las correspondientes dosis de tiros y adrenalina).

Allí estábamos las dos, a punto de seguir una trama de retal en retal: desde los trajes de bailarina que parecían salidos de cualquier cuadro de Degas a los vestidos de las flappers que habrían convencido al mismísimo F. Scott Fitzgerald.

«¿Has visto qué bonita la bata?» me preguntaba mi madre en voz baja como si hubiera sabido lo que estaba pensando. Y no solo la bata de seda con flores estampadas con la que Gerda Wegner (Alicia Vikander) se pasea por su casa, sino los vestidos, y las faldas, y los zapatos

Cuando su marido Einar Wegner, interpretado por Eddie Redmayne, desliza su mano por los vestidos que cuelgan en el perchero del backstage del teatro me recuerda a ese día que, creo habremos vivido todas, aprovechando la ausencia de mamá, corríamos a su armario a curiosear. La textura de los tejidos, el peso de las prendas, el olor… así es como Einar descubre su feminidad y se convierte en Lili.

La chica dansa.TUMBLR

Escena de La chica danesa.TUMBLR

Si Gerda es la discreción, la working girl de los años 20, Lili es todo lo contrario. Es la curiosidad que nos entra cuando nos encontramos frente al tocador de nuestra abuela. Una mezcla de ganas de tocarlo todo y al mismo tiempo un respeto reverencial por cada objeto. Lili empieza su ‘infancia femenina’ tímidamente, pero en poco tiempo crece y se vuelve color, diversión y luz. Es un pavo real que, a falta de plumas, se engalana con todo pañuelo que pilla por delante. Mientras que el vestuario de Gerda es más sobrio y sencillo, el de Lili siempre parece salido de una fiesta.

El reto al que se enfrentó el diseñador Paco Delgado, de vestir a una mujer que se siente encerrada en el cuerpo de un hombre, se supera en cada volumen y forma femenina que crea con sus diseños en un cuerpo recto.

Independientemente de si el diseñador se lleva o no el Oscar por el vestuario, en mi opinión, La Chica Danesa, tiene tres protagonistas: Redmayne, Vikander y la moda.