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Carta abierta a mis estrías

(Esta carta ha sido inspirada por las «rayas de tigre» de Iskra Lawrence y por las de todas las mujeres que hacen de las estrías un maravilloso mundo, el suyo.)

Queridas estrías:

No sé cómo sucedió pero un día me desperté y estabais ahí plantadas, en la mitad de mi nalga derecha (que digo yo que podríais plantearos salir unas pocas en la izquierda para compensar). Pero, sinceramente, no os di la más mínima importancia.

A los 18 años hablé por primera vez de vosotras. Fue en casa de una amiga aprovechando que había salido el tema. Cuando le comenté que tenía estrías no me creyó y tuve que enseñárselas para que viera que decía la verdad. Recuerdo que ella, asqueada como si en vez de unas rayitas me hubiera salido una segunda cabeza, me dijo que como eran rosas aún estaba a tiempo de enmendarlas.

¡Que aún estaba a tiempo! Como si las estrías, en vez de cuatro rayas en el culo, fueran la metralla que tiene Tony Stark en el pecho. Me comentó que su hermana utilizaba una crema buenísima que te las eliminaba totalmente (¿el precio de la cremita de marras, un botecito de 250 ml? Más de 20 euros).

Obviamente, no hice nada. Os dejé ahí. A fin de cuentas ¿qué mal le habíais hecho al mundo? Y sobre todo ¿qué mal le hacíais a mi cuerpo? Estábais ahí quietecitas y calladas sin molestar. Aguantando pacientemente mis subidas y bajadas de talla, de pantalones, de faldas, de bragas y de todo lo que me diera por ponerme y quitarme cada día.

#loveyourlines. INSTAGRAM

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Es curioso que fuera una mujer la única persona que criticó mis estrías. Más que nada porque, al ser algo que en algún momento de nuestra vida, nos sale a la mayoría de nosotras, cabría pensar que serían los hombres los que verían en ellas un problema. «Oye tía, mejor no hagamos nada, que acabo de quitarte la minifalda y veo que tienes estrías» dijo ningún hombre nunca en un momento de calentón.

De hecho, somos nosotras mismas las que hacemos de ello un problema. «¿Te importaría bajar un poco la luz?» dicen muchas pudorosamente para esconder los ‘defectos físicos’, «es que así es más romántico». MENTIRA, ¿qué tiene que ver la luz con que sea más romántico? Pedimos que se baje la luz para que no se fije en las estrías, la celulitis (que a ella le dedicaré otra carta) o en las axilas sin depilar.

Pero queridas estrías mías, si no mordéis, no atacáis, no discrimináis, no acosáis, no dañáis al medio ambiente, no emitís dióxido de carbono, no transmitís VIH, no desnutrís, no deshidratáis, no extinguís especies, no desahuciáis, no maltratáis, no robáis, no le quitáis el asiento en el autobús a las ancianitas, no ofendéis, no insultáis, no bombardeáis, no masacráis, no disparáis, no matáis, no conspiráis, no pirateáis, no lleváis pieles, no spoileáis…en definitiva, si no hacéis nada que se pueda considerar deleznable, ¿dónde está el problema?

El problema no está en el corto del pantalón, de la falda o de la manga que os dejan a la vista. El problema está en los ojos del que te mira y ve en las estrías un defecto.

Porque sois mías, soy yo. Formáis parte del regalo de un cuerpo. Y, de hecho, lectores, os recomiendo que miréis la tripa de vuestra madre: «De la estría vienes y en la estría te convertirás» Mara Mariño dixit.

Si yo os quiero, os acepto y os considero algo tan mío como mis ojos o mis manos, tengo claro que quién me quiera, sabrá también amaros.