Archivo de julio, 2018

Semana de la Moda: más moda y menos cuento

Si algo consigue la Semana de la Moda de Madrid es que me vuelva a entrar el sentimiento de melancolía.

GTRES

He venido a trabajar, como tantas otras veces y con tantas o más ganas. Sabría definirte a la perfección el tipo de asistente al pabellón 14 solo con ponerle el ojo encima.

Sigue siendo un evento precioso pero sigue siendo un evento con mucho cuento. «Esas solo vienen a que les hagan fotos» dice una de mis compañeras periodistas de las chicas que pasean delante de la entrada, sin aparente prisa por entrar, y pendientes de los medios en los que van a salir las fotos.

Las hay también a quienes no podría importarles menos porque viven el estilo que llevan puesto, que no se ‘disfrazan’ para acudir a la pasarela, que por mucho que su cita sea un desfile se pondrían lo mismo para un cumpleaños familiar.

La gente ha cambiado, igual que la pasarela. Muchos diseñadores optan por hacer sus presentaciones fuera de los veintiocho metros de longitud del pasillo de Ifema, para que sea «menos frío», buscando el abrigo de otros focos que no sean los del recinto ferial.

Pero no quiero pasarme de dura. En lo que respecta a los invitados, hay que entenderlo. Quizás están en el camino de descubrir su amor por la moda. Incluso recuerdo que yo, cuando era más pequeña aprovechaba la cita para arrasar con todo lo que me ofrecieran por los stands.

Y ahora, años después de ese momento y dedicándome a ello, soy de esas que llega a casa después de doce horas trabajando sin parar delante del ordenador y de la pasarela, y se pone en streaming el último desfile del día porque no se quiere perder ninguna colección.

Me siguen fascinando los que, en lugar de ocupar su asiento en las gradas para ver el desfile, se quedan discretamente tras las bambalinas, sin hacer ruido, observando de cerca las prendas e incluso tocando al vuelo algún tejido para luego escribir una crónica más detallada.

Somos los que nos negamos a sacar el móvil en el carrusel final y aplaudimos con fuerza porque nos negamos a que el reconocimiento que reciban los diseñadores, al final de la exhibición, sean las pantallas iluminadas y el silencio.

Mascarilla de ducha para el cabello: una idea «engorrosa»

Cuando sacan productos de belleza hago como cuando estrenan una nueva película de Jurassic Park, me subo al carro y a mitad de la experiencia me doy cuenta de que no ha sido buena idea y de que tenía que haber esperado las opiniones.

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PIXABAY

Un gorro de ducha mascarilla para hidratar y reparar el pelo sonaba bien, veinte minutos (¿os dais cuenta que todo lo bueno se hace en veinte minutos? Calentar una pizza, una mascarilla…) dejando cubierto tu pelo como si fuera un gorro de ducha normal y después a aclarar. Que no hacía falta resolver una ecuación, vaya.

Pues ahí estaba yo, emocionada con mi gorro con patatas fritas estampadas, lista para terminar con la melena de ángel de Victoria´s Secret sin pasar por peluquería ni nada. Qué ingenua que soy y qué bien le vengo a las empresas de cosmética.

Ya la logística me parecía poco práctica debido a que tienes que ponerte el gorro una vez tienes el pelo limpio (con el champú aclarado y escurrido con la toalla), pero yo, que soy de dar muchas oportunidades, estaba dispuesta a llegar hasta el final.

Como tengo el pelo largo, lo de meter toda mi melena en el gorro no fue sencillo. Además que, una vez cerrado, había que masajearse la cabeza para que el producto nutriera bien el cuero cabelludo. Pero claro, si te frotabas la cabeza el gorro se movía.

El gorro, al descolocarse, dejaba pelos por fuera y al final terminabas peor que cuando vas con el casco de la moto puesto sin hacerte una coleta primero.

Lo peor es que pasados los veinte minutos tienes que volver a entrar en la ducha ya que, a no ser que seáis muy habilidosas o que contéis entre la ducha y el bidé con un lavabo de peluquería, el grifo no termina de apañar y necesitas tanto la alcachofa como espacio.

El resultado final, que como os digo, me esperaba digno de un anuncio de acondicionador, parecía más bien digno de un reportaje de Callejeros, con todas las raíces sorprendentemente grasas y el pelo liso nivel «pasaba por aquí una vaca y me ha lamido la cabeza».

Pensé que podía ser cosa de la mascarilla o de mi pelo, pero una amiga que se dejó enredar con el otro tipo de mascarilla, terminó exactamente igual.

Entre que el producto no se repartía bien, era complicado de aclarar y que terminas necesitando una hora para hacerlo bien (un arroz con leche y una mascarilla son dos cosas que no puedes hacer con prisas) dudo mucho que repita del asunto.

Prefiero esperar a que salgan más opciones de otras marcas y, en todo caso, volver a probarlo cuando sea, si lo consiguen, una inversión que merezca la pena.

El día que a Dior se le tendría que haber caído la cara de vergüenza

Artistas del mundo de la música, literatura o artes pictóricas han tomado nota y traducido lo que les rodeaba en arte. De la misma manera los diseñadores de las grandes casas siempre han bebido de referencias externas como fuentes de ideas.

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DIOR/BIHOR COUTURE

Un ejemplo claro es John Galliano y su inspiración por el teatro o, más a mano por cercanía, Palomo Spain y sus mangas abullonadas que bien podría haber usado Shakespeare.

Pero hay una gran diferencia entre “inspirarse en” y “copiarse de”. Algo que ya nos aclararon en el colegio cuando teníamos que entregar aquellos trabajos comentando el libro de turno y Wikipedia resultaba la más fuerte de las tentaciones.

Por lo visto, en Dior, no era algo que les preocupara especialmente. Lo que la casa francesa ha hecho ha sido un “copiar y pegar” en toda regla, de esos que llegaban a descubrirnos por lo descarados que resultaban (¿por qué no admitirlo?) en el colegio o la Universidad.

La diferencia es que, en nuestro caso, estaba penado. El trabajo o el examen era automáticamente invalidado, ya que se habían usado los conocimientos de otra persona. Esto servía para varias cosas: no solo se respetaba el trabajo original sino que se enseñaba al culpable a desarrollar herramientas para ser capaz de realizar este tipo de tareas lo que hacía que aprendieras.

En el caso de presentación de la nueva línea de otoño de la maison, se ha encontrado no ya un parecido, sino prácticamente, clones desvergonzados de prendas de Bihor, una comunidad que se enorgullece de las prendas que realizan artesanos de la tradición rumana. La única diferencia que ha añadido la firma ha sido la de multiplicar sus precios hasta llegar a las cinco cifras, la verdadera aportación de Dior y muy en su línea: los desorbitados precios.

Me gustaría que pasara algo parecido a lo que viví durante mis años en el colegio, que quedara al descubierto la incapacidad creativa de una marca respecto a una colección concreta, que el proyecto presentado fuera invalidado y le tocara repetirlo, como nos exigían hacer a nosotros.

No ya solo para respetar la cultura de la que se han apropiado sin permiso y de manera insolente al no reconocer la autoría, sino para que las marcas sigan esforzándose y dando trabajo a creativos diseñadores que están ahí fuera esperando su oportunidad de aportar algo a la industria de la vestimenta. Personas que, después de carreras, cursos y másteres en escuelas privadas, lo más cerca que les llevan de una gran firma es a coser botones antes de un desfile (y gratis, claro).

Las otras soluciones, alternativas sin duda, que buscan la compensación económica o la citación a la fuente de inspiración, me saben a poco. Pero, por lo pronto, “Al César lo que es del César” dice el refrán. En este caso “A Rumanía lo que es de Rumanía”, o en otras palabras, el reconocimiento, el beneficio y la disculpa por parte de los ‘plagiaDIORes’.

El bikini del revés: la tendencia que solo queda bien si te has operado las tetas

¿Os acordáis cuando a las blogueras de moda les dio por el underboob, el escote que dejaba la parte de abajo del pecho a la vista en vez de la de arriba? Bien, ha llegado la versión veraniega.

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UPSIDEDOWN BIKINI FACEBOOK

Los estilismos estivos, compuestos muchas veces por bikinis, sumados a la enésima reinterpretación de un escote han dado lugar al «upside down bikini«, una manera de colocarse las tiras de la parte de arriba del traje de baño que te resultará muy familiar.

¿Te has dado cuenta? Correcto, es lo mismo que hacía tu madre cuando quería ponerse morena en la piscina para evitar las marcas de los tirantes: un nudillo en el centro y los extremos por detrás de la espalda (en este caso por dentro de la copa).

La idea de darle una segunda vida al bikini, es buena, no seré yo quien diga que no como firme defensora que soy de reciclar ropa. Es buena, sí, pero especialmente si tienes el pecho operado.

A mí la idea me estaba gustando. Incluso con cierta esperanza he visto el vídeo tutorial de Instagram que explica cómo puedes hacerlo.

Sin embargo, a la hora de mirar los ejemplos que daba la cuenta de la tendencia, me costaba encontrar mujeres con el pecho sin operar.

Fijaos que de las primeras cien fotografías que muestran el bikini hacia abajo solo he contado cinco de mujeres cuyo pecho fuera al natural. Y sí, podéis creerme cuando os digo que sé diferenciarlos.

Entonces, ¿qué pasa? ¿Es para todas esto? Pues honestamente, no. Los intentos que he podido hacer a la hora de atar el bikini de esa manera, me dejan el pecho espachurrado y con parte del pezón al aire, lo que me horroriza ya que es una piel extremadamente delicada y no debería estar al sol.

Por otro lado, los casos de las mujeres con pecho grande y natural, al perder la sujeción del tirante anudado al cuello, terminan con las tetas desparramándose por fuera. Igual aguanta bien puesto los dos minutos que posas para la foto, pero nada más levantarte aquello va a caer por su propio peso.

En definitiva, que las tendencias, ideas, propuestas y maneras alternativas de llevar una prenda están muy bien, pero me gustarían más si fueran algo que pudiéramos disfrutar todas en vez de una cosa que solo resulta favorecedora si has pasado por el quirófano.

Es el momento de romper con el sujetador de aros

(Y da igual cuando leas esto.)

Desde tiempos inmemoriales las mujeres hemos sometido a nuestro cuerpo a torturas absurdas fruto de la estética de la época: miriñaques, polisones (los culos postizos estilo hermanastras de la Cenicienta), el corsé… Y todavía seguimos usando los nietos del último.

VICTORIA´S SECRET

Los sujetadores con aros son el mal y lo sabes, ya que nada más llegar a casa es lo primero que te desabrochas, peores incluso que el hilo de suciedad que se queda sin barrer entre el recogedor y la escoba. 

Mi madre me lo decía cuando vivía mi hormónica adolescencia: “No te pongas ‘sujes’ con aros”. Pero yo, cabezona, insistía en sumergirme en el mundo de los aros y las almohadas de relleno de los push ups. Hasta que llegué un día a casa y, sin decirme nada, se los había quitado a todos ellos. Menudo trauma.

Quizás no fue, no, quizás no, mamá, quitárselos sin mi consentimiento no fue la mejor manera de hacerlo, pero ahora sé que solo te preocupabas.

Y con razón, porque los aros metálicos del sujetador hacen un daño impresionante. Y vamos a ser realistas, a diferencia de cuando tu monitor de spinning quiere que le des más caña a la bici, si hace daño NO está funcionando.

Pero además de resultar molestos, provocan que los músculos de la zona se atrofien y, por tanto, no se desarrollan, lo que logra que el pecho quede sujeto de manera natural.

Pero eh, ¡eh! No te me lances al cuello ni corras a esconder tus sujetadores a un lugar más seguro (por si tu madre lee esto y tiene la ocurrencia de la mía). 

Existe todo un mundo de posibilidades más allá de los aros y, gracias a la tendencia de buscar un pecho más natural, las firmas lenceras cada vez ofrecen más variedad, lo que se traduce en que hay sujetadores sin aros más allá del típico color carne.

Así que si eres de esas que no pueden salir de casa sin sujetador o que simplemente te encanta la prenda, atrévete a buscar las más cómodas y, por tu bien, pasa de la tortura (innecesaria) de los aros.

Si el pelo largo es de chicas, ¿el pelo corto es de los bulldogs?

Hace unos años, mi abuelo le dijo a mi hermano que se cortara el pelo, que parecía una niña. Pese a tener ya 80 años (mi abuelo, claro, no mi hermano), y aunque por lo general, tenía una mentalidad muy abierta para alguien de su generación, se le notaba la educación.

GTRES

Como os decía, puedo llegar a comprenderlo, que no a compartirlo. Porque además, lo grave del asunto no es que se diga «Córtate el pelo largo porque pareces un desgreñado», se dice «Porque pareces una chica», como si que un hombre se parezca a una mujer fuera algo malo.

Y que encima hoy en día, y personas «jóvenes», sigan pensando de esta manera, es lo que realmente me preocupa.

Quería reflexionar sobre este tema porque los hijos de la actriz Megan Fox sufrieron este tipo de comentarios vía online por la foto que compartió su madre en Instagram.

«Son muy monos, pero Meghan el pelo, por favor, es importante para los niños» decía una usuaria.

Babes

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«Los niños no siempre saben lo que quieren. Les puede gustar algo y a los dos minutos querer otra cosa. Es nuestro trabajo guiarles correctamente y dejarles ser ellos mismos cuando sean lo bastante mayores para tomar sus propias decisiones».

«Esfuérzate por no confundirles así en el futuro ellos sabrán realmente qué quieren ser porque tendrán una definición clara de todas las cosas. Pero por ahora, si es un chico es un chico, si es una chica es una chica» decían otros en la red social. Algunas opiniones, incluso, venían de mujeres que declaraban saber bien de lo que hablaban por ser madres de dos o tres hijos.

Bastante malo es que madres (o quien sea) se dediquen a juzgar a otras madres por su manera de criar a los hijos y que además se dé el hecho añadido de que se mantenga esa idea tan estereotipada.

A mi abuelo no le dio tiempo a desaprender aquello que le habían enseñado de que el pelo corto es para hombres y el largo solo lo llevan las mujeres. Y digo «desaprender» porque lo que tiene crecer en una sociedad machista es que cuando identificas este tipo de comentarios, que no son otra cosa que una discriminación, como si «parecerse a una mujer» por llevar el pelo largo fuera algo malo, darse cuenta y rectificar es de gente sabia.

No pudo desaprenderlo, pero quienes leéis esto sí que estáis a tiempo de hacerlo.