Archivo de septiembre, 2016

«Llevar un tatuaje es como quedarse calvo, te acabas acostumbrando»

Javier González Campos, alias Tallahassee Tattoo, prepara las agujas de diferentes grosores mientras miro los libros de pintura que se acumulan en su librería, una base de datos que sería la envidia de cualquier pinacoteca.

El artista, que compatibiliza el grado de Restauración con clases de dibujo, se ha reciclado como tatuador. «Un tatuaje es un dibujo, pero hay que dominar la máquina» dice mientras prueba el pedal y el zumbido chirriante alcanza mis oídos por primera vez. Será el comienzo de una sinfonía metálica de varias horas. «En un cuadro el error hasta enriquece, en un tatuaje no. Te tienes que ceñir a una idea y hay que ser preciso».

MARA MARIÑO

MARA MARIÑO

«Todos empezamos con piel sintética o piel de cerdo para hacernos un poco a la máquina, pero como aprendes es tatuando en gente, con el típico amigo un poco inconsciente que se deja». Le pregunto por qué con gente y me hace saber que las ‘pieles’ humanas somos lienzos que, además de respirar, podemos estar moviéndonos sin darnos cuenta: «La gente se mueve cuando siente el dolor y hay veces que tienes que parar. Alguna vez me ha pasado que se han mareado y han llegado a caerse».

Son el menor número de casos, y, por suerte, el mío no es uno de ellos. Los movimientos o las ‘pieles complicadas’, son algunos de los mayores retos para los tatuadores «pieles ya tatuadas, cicatrices, pieles de gente más mayor…» enumera.

Mientras me habla voy notando los trazos en el costado. Aunque la mayoría producen un dolor soportable, los que se acercan a la axila me hacen sentir como si estuvieran siendo trazados con un bisturí. Procuro distraerme leyendo los cantos de los libros de pintura.

¿Qué hay que hacer para ser tatuador? «En España no hay una formación oficial como tal, lo que hay son cursos pero a nivel privado» aclara. El precio de estos oscila entre 3.000 y 5.000 euros por uno o dos meses con clases de todo tipo que incluyen desde técnicas y prácticas hasta Historia del tatuaje. «Para trabajar en un estudio tienes que tener el Curso Higiénico Sanitario, además de estar dado de alta como autónomo, aunque haber hecho uno de esos cursos es opcional». A eso hay que sumarle que hay que tener las vacunas del tétanos y de la Hepatitis B al día «por lo que te puedan contagiar» dice el tatuador.

El ex-estudiante de Bellas Artes «no imaginaba que un tatuaje sería tan creativo, tan artístico. Antiguamente los tatuadores cogían una imagen y la calcaban una y otra vez, ahora se llevan diseños personalizados. Que haya tatuadores que vienen de haber estudiado Artes es algo que se nota».

Aunque en Oriente tatuarse tiene una historia de miles de años, en Occidente forma parte de la cultura más reciente: «Creo que ya está aceptado, aunque en otros países más que en España. El arte en España no se valora una mierda. Por ejemplo, por un cuadro que te ha llevado uno, dos o los meses que sean, la gente se lleva las manos a la cabeza cuando pides una cantidad de dinero, mientras que, por un tatuaje, está más asimilado y hay más predisposición por parte de la gente a pagar».

I hope in some days i'll be back to Sardinia… #gvlifestyle

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Aunque el tatuaje está totalmente integrado no solo en la moda actual sino en nuestra propia cultura, «hay gente que insiste en que el tatuaje ha de ser profundo y significar algo. Yo en cambio estoy a favor del tatuaje meramente estético, veo peor las operaciones de estética, que hay gente que acaba con la cara totalmente deformada».

«Llevar un tatuaje es como el que se queda calvo, estás acostumbrado a una percepción de ti mismo y tienes que hacerte a algo que va a estar ahí para siempre«.

Comprar, usar, tirar

A raíz del último tema que escribí de tendencias otoñales, mi madre hizo búsqueda intensiva en su armario (una cápsula del tiempo que guarda desde encajes de mi abuela de 1950 hasta su vestido de novia ochentero) y encontró casi todas las tendencias que mencionaba en aquel post.

Todo vuelve, lo sé, no fue esa mi sorpresa. Lo increíble era que las prendas que sacó parecían compradas anteayer y no de hace casi 30 años. Me llamó especialmente la atención una camisa blanca con flores bordadas que habría sido la fantasía sexual de Amancio Ortega como inspiración para la colección de este otoño. Os lo digo de verdad, estaba todo como nuevo.

Viendo la cara de ilusión de mi madre no pude evitar pensar en mí dentro de veinte años. En el caso de que tenga hijos, ¿habrá alguna prenda que pueda dejarles cuando llegue el momento de que vuelvan a llevarse?

Pienso automáticamente en el contenido de mi armario, compuesto de: camisetas cedidas/encogidas de los lavados, vestidos con pelusillas de cuando el bolso hace roce con la tela, vaqueros desgastados que acaban con agujeros en los lugares más insospechados, sudaderas con el color apagado…

La ropa cada vez es de peor calidad para que podamos prescindir de ella una vez que ha pasado la temporada. Comprar, usar y tirar son básicamente los principios que podemos ligar a la moda de hoy en día. Y no sucede solo con la ropa: los electrodomésticos cada vez se estropean antes, la batería del móvil nos dura menos según compramos dispositivos más modernos, la comida cada vez es menos natural y tiene mayor acción de la mano del hombre…

@PEPECAPELAN

@PEPECAPELAN

La sociedad de consumo, base de la economía mundial, hace que estemos demasiado centrados en disfrutar de lo nuevo, del día del estreno, cuando quitas la etiqueta y te sientes especial por lleva algo por primera vez. Sensación que al poco se pasa y debes comprar otra cosa para volver a experimentar.

Si te paras a pensarlo, ¿cuántas prendas conservas de hace cinco años? ¿Y de diez? En mi caso pocas y cada año me vuelven la ganas de querer tirarlas.

Y de todas formas, aunque quisiéramos guardar algo para nuestros hijos, ¿qué les dejaríais de la moda de ahora? ¿Los pantalones cortos que dejan media nalga al aire o las camisetas de tirantes anchas que hace que los chicos vayáis con los pezones al aire?

 

«Si trabajas de imagen es porque solo vales para eso»

[Lugar: una conocida discoteca madrileña. Hora: entre las dos y las tres de la madrugada.]

Llevo dos horas subida a unos tacones de 10 centímetros dentro de un vestido que escandalizaría a todas y cada una de las monjas de mi colegio junto a tres compañeras. Trabajamos como azafatas de imagen en una acción promocional de una marca de cerveza cambiando las consumiciones por botellas de tercios y realizando sorteos de entradas dobles para un festival.

MARA MARIÑO

MARA MARIÑO

Por la puerta entra todo tipo de gente: rebotados de la Oktoberfest del Palacio de los Deportes, guiris, cuarentañeros, amantes de la música indie… y en ocasiones, todo junto.

Encontramos gente en todos y cada uno de los estados de ebriedad posibles: desde los más amigables hasta los que se nos quedan mirando con cara de pez mientras se tambalean. No nos queda otra que echarle paciencia y ganas, que se note la proactividad de la que presumimos tanto en los currículos.

En una de estas, me habla una de mis compañeras (cuando digo «hablar» me refiero a hablar a voz en grito, la única forma de comunicarse en una discoteca). Uno de los clientes de la discoteca le ha soltado que si trabajamos de azafatas de imagen es porque solo valemos para eso. Me mira dolida y reconozco en ella la cara que he puesto alguna vez cuando me han dejado caer comentarios del estilo trabajando en otras ocasiones.

Le pregunto qué le ha respondido y me dice que se rió y lo dejó pasar. Me duele pero la entiendo. No queda otra, estamos trabajando, no nos representamos a nosotras, sino que representamos a la marca que haya pagado a la agencia esa noche y no podemos tomarnos la libertad de reaccionar como lo haríamos fuera y dejar mal a nuestros jefes con los clientes.

«Para otra dile que estamos trabajando y que si te faltan al respeto tendrás que llamar a seguridad» le digo mientras la cojo del hombro para reconfortarla. Asiente y se va algo cabizbaja mientras me hierve la sangre por dentro no solo por ella sino solo por el hecho de que tengamos que aguantar este y otro tipo de improperios sin perder la sonrisa. Como cuando trabajando nos piden el teléfono y si dices que no lo das es, según algunos, «porque te estás haciendo la interesante con eso de que estás en horario laboral». Parece que a estas alturas, muchos siguen sin comprender que un «No» es un «No». E incluso sacan el teléfono y te dicen que disimuladamente les vayas dictando los números. No, no y no.

Otro se me acerca y me pregunta qué hago además de trabajar de azafata. «Soy periodista» afirmo convencida. Trabajo de azafata pero no es lo que me define, porque decir que solo servimos para estar de imagen en una discoteca es como decir que un basurero solo sirve para limpiar mierda.

De todos los años que llevo trabajando de esto no he conocido a ninguna azafata que no tuviera claro que era un trabajo temporal. Algo que te apaña por unos años por lo fácil que es compatibilizarlo con la vida universitaria. Pero si tenemos algo claro es que no es una profesión de la que puedas vivir a largo plazo. Al menos no mucho tiempo a no ser que termines en una compañía de transporte, por lo que todas tenemos unos estudios u otros trabajos al tiempo que trabajamos de azafatas.

Quitando que es algo que hacemos en un momento concreto de nuestras vidas, he conocido mujeres preciosas, pero preciosas de verdad. Pero no solo preciosas por fuera, sino por dentro y además, algunas de ellas, brillantes. Una de mis amigas más queridas, a la que conocí trabajando de azafata para un equipo de fútbol, estuvo seis meses en Nueva York en un voluntariado levantando casas, la misma que, además de arquitecta sobresaliente, tiene de lectura ligera los libros de Stephen Hawking. Y es solo un ejemplo.

He compartido uniforme con futuras doctoras, ingenieras, publicistas, maestras, diseñadoras, activistas… Mujeres fuertes, amables, educadas, alegres, y todas y cada una de ellas me han parecido que valían para algo más que para hacer un pase de micrófonos o entregar regalos en un evento.

Quiero pensar que muchos todavía se dejan llevar por los tópicos fáciles, por el «las guapas son tontas» y «si lleva gafas es lista», porque juzgar una apariencia es y será más fácil y rápido que molestarnos en conocer a la persona que tenemos delante.

Y si no quieren conocerla, bien. Están en su derecho, pero para otra, que no falten al respeto, que a fin de cuentas mientras ellos están disfrutando de su tiempo de ocio nosotras estamos en nuestro horario de trabajo.

No confundas mi sonrisa falsa y mi lenguaje corporal profesiona. Te golparía en la garganta si no fuera porque sé que perdería mi trabajo. SOMEECARDS

«No confundas mi sonrisa falsa y mi lenguaje corporal profesional. Te golpearía en la garganta si supiera que no perdería mi trabajo». SOMEECARDS

Las ocho tendencias en las que debemos invertir este otoño

Entre que toca volver a la universidad o a la mesa de la oficina, y que por la calle has dejado de ver los ‘braga-shorts’ empezabas a sospechar que el verano llegaba a su fin.

Después de entrar oficialmente en la temporada más confusa del año (porque no sé los vuestros, pero mis estilismos de entretiempo parecen formados por un grupo de diseñadores de Pokémon: «Ahora ponemos unas chanclas…y unos calcetines debajo por si hace frío. Una falda corta, jersey de lana para el fresquillo en los brazos y…¡listo!) estas son las tendencias que se convertirán en algo más deseado que Brad Pitt estando soltero:

Flores bordadas: inspiración setentera en todas y cada una de las prendas. Para las más apañadas (y ecológicas) un parche termoadhesivo o incluso una abuela ágil con las agujas, en el caso de que aún se te resista el hilo, es una tendencia que podemos versionar de forma casera.

TOPSHOP Y ASOS.

TOPSHOP Y ASOS

Satén: el aliado de las noches más salvajes. Eso sí, procura combinarlo con medias tupidas o abrigos gruesos ya que es un tejido cuyas propiedades de abrigo brillan por su ausencia. Si quieres lucirlo al 100% olvídate de sentarte, ya que es un tejido que se arruga solo con mirarlo.

ASOS, TOPSHOP Y BERSHKA

ASOS, TOPSHOP Y BERSHKA

Bodies: vinieron en verano y resistirán el invierno. El colectivo de madres de fashion victims se encuentra muy agradecido a esta tendencia en particular ya que protege la barriga y los riñones del frío (y ya sabemos como se ponen con lo de llevar los riñones al aire).

TOPSHOP Y H&M

TOPSHOP Y H&M

Hombros al aire: bueno, vale, no es una tendencia nueva nueva, pero como si lo fuera. Las camisetas sin hombros, aunque llegaron para primavera/verano, se apuntan a colores más otoñales y son perfectas para conjuntarlas en nuestro día a día.

JENNYFER

JENNYFER

Terciopelo: el más agradecido (y calentito). En clave nocturna es un aliado perfecto para cuando caigan las temperaturas sobre todo si lo llevas en manga larga.  Combinado con unas zapatillas o vaqueros en estilismos más informales, se dejará llevar también a la luz del día. Y si a eso le sumas el plus de que estarás más suave que un peluche, es imposible que no te seduzca.

TOPSHOP, BERSHKA Y H&M

TOPSHOP, BERSHKA Y H&M

Metalizados: para no pasar desapercibido (otra tendencia que llevamos arrastrando desde… no sé… ¿2014? ¿Qué pasa? ¿Se les han acabado los tejidos?). Volverá a tentarnos en prendas a partir de lúrex, el tejido que entró el año pasado sin mucha pena ni gloria y en accesorios. Antes de comprar bolsos o zapatos de estos colores, recomiendo mirar la fabricación, ya que en este tipo de accesorios el color se cuartea enseguida con el uso y su vida útil es muy limitada.

ZARA Y PRIMARK

ZARA Y PRIMARK

Bailarinas con lazo: o las deseas o las aborreces porque no levantan pasiones a medias. En mi caso es aborrecimiento total, porque los zapatos que son de llevar anudados 1. siempre se me acaban bajando y tardo media hora más en llegar a los sitios, ya que tengo que rehacerme el nudo cada tres pasos y 2. cuando ya me canso y los aprieto más fuertes que el corsé de Rose en Titanic acaban gangrenándome las piernas y dejándome los pies hinchados.

JENNYFER, ASOS Y ZARA

JENNYFER, ASOS Y ZARA

Folklore: de los países europeos más fríos viene esta tendencia con la que te sentirás como Anna y Elsa en los días de entretiempo de Arendelle. Para darle el contrapunto al toque romántico puedes combinarla con botas militares o bikers (chaquetas de cuero de toda la vida).

ASOS, ZARA Y JENNYFER

ASOS, ZARA Y JENNYFER

¿Cómo ves la que se nos avecina? ¿Te ha volado la cabeza alguna de las ‘nuevas’ tendencias?

Cinco alimentos que deberás incluir en tu dieta para estar más guapa (o guapo)

¿Sabes cuando te levantas después de la típica noche de fiesta, en la que hubo más cubatas que en las bacanales romanas, y tienes la piel apagada y cetrina? Eso que te muestra el espejo es en realidad cómo se siente tu hígado a través de las células epiteliales.

Y no solo el alcohol pasa factura: «Lo primero que noté cuando me mudé a Carolina del Norte fue que me salieron granitos en la cara por la alimentación. Yo, que a lo largo de mi adolescencia jamás había tenido» declara Carla Zaplana, dietista y nutricionista que presentó ayer en el Hotel Petit Palace de Santa Bárbara una línea de desayunos sanos para la cadena.

Zaplana es una gran defensora de la alimentación consciente o eat clean, es decir saber qué estamos consumiendo desde sus orígenes hasta los efectos que tiene en nuestro cuerpo, ya que, según la nutricionista «la piel es un reflejo de lo que sucede dentro del organismo».

Teniendo en cuenta que uno de sus lemas es «Come limpio para tener energía, belleza y salud» no pude evitar preguntarle por el equivalente a los cinco ‘cosméticos alimentarios’ básicos para invertir en nuestra belleza natural con algo tan sencillo como añadirlos al plato:

Aguacate: «Es rico en ácidos grasos poliinsaturados, mantiene la piel y cabello hidratada». Se puede tomar en una tostada en el desayuno simplemente untado en el pan o mezclado en una ensalada.

Cúrcuma: La especia «sirve para prevenir inflamación, es anticancerígena y antioxidante». Es perfecta como condimento de carnes o verduras.

Vegetales de hoja verde: «Muy ricos en clorofila ayudan a depurar la sangre y tienen un efecto detox y alcalino en el organismo»

Semillas: Ya sean de chía, cáñamo, de girasol o calabaza, son «excelentes ya que son ricas en minerales embellecedores como selenio, potasio, fósforo y magnesio». Se pueden tomar como merienda entre horas o como complemento de ensaladas.

Bayas de goji: «Conocida como el alimento de la longevidad. Son antioxidantes, ricas en vitamina C y tienen todos los aminoácidos esenciales por lo que nos aportan proteína completa». Perfectas para recetas más dulces como tartas o para añadir al desayuno ya sea en batidos o cereales.

Comer sano, el ejercicio… ¿Cuidarse es una moda que acabará pasando? Le pregunté a Carla. «Si está de moda estar sanos, bienvenida sea» dijo ella, a lo que añadió con seguridad: «Además sentirse bien es una gran adicción«.

Mara viste y calza un traje de electroestimulación

Los que me conocéis sabéis que, para mí, el ejercicio y una alimentación equilibrada y saludable forman parte de la belleza. De hecho resaltan más la belleza natural que un corte de pelo o la última paleta de cualquier firma de maquillaje, ya que todo lo que nos hace sentir bien por dentro se nota por fuera.
Aunque el traje de electroestimulación no sea precisamente uno de los básicos del año sí que es tendencia dentro del mundo del fitness y así fue mi experiencia probando uno.
Ros comprobando que no hubiera ningún cable suelto.

Rosa, monitora de Electro-body Center en Ponzano 99.

Es por eso que cuando de una agencia de azafatas me preguntaron si tenía disponibilidad para la inauguración de un gimnasio confirmé sin pensarlo. Era un centro de electroestimulación, para los que no estáis familiarizados con el término, es un sistema de entrenamiento que consiste en activar los músculos con pulsaciones eléctricas gracias a unas placas que van dentro de un chaleco que son las que transmiten la señal. Lo sé, dicho así da un poco de miedito.

aab¿Y por qué no podemos activarlos de manera ‘normal’ como llevamos haciendo toda la vida? Pues poder, podemos. La diferencia es que con la electroestimulación trabajamos más la fibra muscular, por lo que es perfecto para aquellos que tienen menos tiempo. Con una sesión de 25 minutos a la semana complementándolo con la alimentación y algo de ejercicio se pueden lograr todo tipo de objetivos como pérdida de peso, reducción de grasa focalizada o tonificación en menos tiempo.

Yo era la primera que iba un poco asustada, no os voy a engañar. Porque, a fin de cuentas, en el gimnasio el esfuerzo lo decides tú eligiendo las mancuernas más o menos pesadas, pero si es un peso con el que no puedes trabajar, es tan fácil como soltarlas, mientras que aquí iba a ser otra persona la que controlara el nivel de trabajo de mis músculos.
Cuando llegué y vi que Rosa, la entrenadora de Electro-body Center, empezaba a rociarme la ropa que va debajo del traje con agua para que la señal de las placas no fuera directa al músculo (y es que mi madre siempre me ha infundido ese miedo atroz a la electricidad y al agua cada vez que me veía descalza en el baño con el secador funcionando), me vi por un instante más electrocutada que un árbol al que le cae un rayo.
Afortunadamente son solo miedos tipicos de probar cosas nuevas y desconocidas, ya que Rosa estuvo pendiente de mí en todo momento (y no hay riesgo de electrocución). Cuando encendió la máquina y empezó a explicarme los niveles a los que pondría las pulsaciones, empecé a sentir una suave vibración por el cuerpo. No eran pellizcos, calambres ni nada de lo que mi desatada imaginación había pensado. Cuando le dio mayor intensidad empecé a sentir con más fuerza la pulsación sobre mis músculos, una sensación curiosa pero para nada molesta.
Pero claro, no podía ser tan fácil. Y cuando quise darme cuenta estaba sudando en la elíptica y subiendo y bajando hasta 30 veces del step con aquel traje que, para lo ceñido que debe ir, es bastante más flexible de lo que parece.
Lo realmente extraño fue salir después totalmente relajada. Normalmente uno sale del gimnasio con las endorfinas, dopaminas y otras hormonas por las nubes, pero también con la sensación de haber sido atropellados por un tren de alta velocidad. En mi caso no, de hecho llegué tan descansada que hasta me planteé hacer más ejercicio después. Aunque como tampoco quería abusar esperé a ver cómo reaccionaba mi cuerpo al día siguiente.
Rosa insistió en que la llamara si tenía agujetas. Pues bien, tras despertarme como nueva, solo puedo pensar que o estoy yo muy en forma o necesito descargas de nivel de intensidad «tormenta eléctrica» para la próxima.

No quiero una mujer real, quiero una mujer normal, común y habitual

«Quiero una persona normal» me comentaba el otro día un amigo quizás cansado de estridencias. Creo que vivir en un mundo tan condicionado por la apariencia gracias a las redes sociales empieza a pasarnos factura y acabamos queriendo un cambio. Que normal no significa que no sea extraordinario, simplemente que sea común e incluso lógico.

OYSHO

Modelo de la nueva campaña Soft Basics de OYSHO

Os diré qué me cansa a mí. Me cansa que durante septiembre tengan lugar las semanas de la moda y que las modelos que usan para desfilar juntando las dos piernas, no lleguen a ser tan gruesas como una sola de las mías. No me cansa por ellas, que son de constitución fina, me cansa que solo se vea un único tipo de físico sobre la pasarela.

Me cansa que desfilen serias. El acting, las indicaciones que les dan los diseñadores para desfilar, me transmiten incluso tristeza, que, si lo unes a lo delgadas que las veo, que casi parece que desfilan sin desayunar, la pasarela me resulta más lánguida que un pasillo de hospital.

El problema de la moda es que aún tiene muy arraigado eso de que la mujer necesita ser frágil y delicada para ser elegante, y nosotras, borregas de nosotras, seguimos viendo esas campañas publicitarias en las que las modelos aparecen tiradas, desmayadas, con la vista perdida en el infinito y los brazos caídos en gesto de sumisión, y seguimos comprando a las marcas.

¿Cómo no van a perpetuarse estereotipos si somos las primeras que, como consumidoras, no lo frenamos? Quiero modelos no de verdad, que todas somos mujeres reales, pero sí normales, comunes y habituales. Modelos con las que pueda sentirme identificada, a las que vea en una valla publicitaria y no piense: «Bueno, eso ni de coña me quedaría bien a mí».

La campaña de Oysho Soft Basics ha apostado por este concepto y el resultado no podría gustarme más. La modelo elegida para la colección es una mujer de talla 40-42 como tú, tu amiga de la universidad, tu compañera del trabajo o tu madre.

No sale en ningún escenario más especial que una casa. Un sofá blanco y una pared de madera como marco de unas fotos en las que la modelo sale en pijama o con un conjunto de andar por casa de zapatillas y bata, como el que puede tener cualquiera de nosotras. Aparece sin maquillar (tendrá base, pero el aspecto es totalmente natural), relajada y cómoda.

Después de ver las fotografías varias veces, me doy cuenta de que solo le faltarían el portátil y las gafas, para que fuera un robado mío en casa. Solo puedo pedir que otras firmas se animen a seguir esta línea.

Por más modelos frecuentes, comunes y corrientes, porque las frecuentes, comunes y corrientes también somos extraordinarias.

‘Instagram husband’, alquiler de maridos para la Semana de la Moda

Desde que el mundo es mundo, el ser humano trata de relegar las tareas que no quiere hacer a otros, ya sea haciendo la ‘táctica de la comadreja’, es decir, mirando a otro lado y dejando que los proyectos de tecnología los haga el resto del grupo mientras tú solo compras los palillos de dientes para la maqueta, o pagando por ello.

Esto último va desde cuando le ofreces unos céntimos a tu hermano pequeño por que haga algo que te da mucha pereza hasta a pagar grandes sumas como cuando necesitas que te monten ese mueble de Ikea o que te instalen la caldera.

Un 'marido' de Instagram con las manos en la cámara. TASKRABBIT

Un ‘marido’ de Instagram con las manos en la cámara. TASKRABBIT

Uno de los nuevos empleos que podíamos encontrar en la web TaskRabbit era el de Instagram husband, es decir, un ‘marido’ (o mujer) que te hace fotos en la Fashion Week de Nueva York.

¿Y por qué iba alguien a necesitar eso? Os explico. ¿Sabéis cuando vais de viaje y empezáis a pedir a los amigos que os hagan una foto en cualquier lado y acaban mandándote a paseo a la milésima foto? Y eso si vas con gente, que cuando viajas solo no queda otra que pedírsela a los desconocidos que van tranquilamente por la calle, lo que resulta en unas fotos que nunca, nunca, NUNCA, salen bien.

Pero claro, todos somos educados (en mayor o menor medida), y ya que ha hecho el esfuerzo de pararse y disparar no te vas a poner con exquisiteces cuando ves que sales medio bizca o que tendrás un trozo del dedo de tu fotógrafo improvisado de recuerdo. Al final acabas recurriendo al selfie y tu álbum es una sucesión continua de primeros planos de tu cara ojerosa.

Por 45 dólares la hora la web te permitía contratar a un profesional que además del servicio de fotografía, se encargara de las bolsas. Algo que puede parecer una tontería, pero cuando vas a una semana de la moda, entre revistas que gorroneas, muestras y regalos aleatorios que pueden ir desde una caja de pañuelos hasta una botella de agua de edición especial, acabas más cargada que unos padres primerizos en el primer día de playa.

Para aquellos que tienen una pareja que les suele echar una mano (y mucha paciencia para hacerles fotos hasta que salga una que les guste) puede parecer una tontería de trabajo. Para todos los demás, y hablo también en mi caso, no me parece una mala idea.

El otoño de los hombres con sombrero

Si te piensas que la barba es el único complemento que te puedes permitir, estás muy equivocado. Que no, que no tengo nada en contra de las barbas, pero si es con lo único que arriesgas desde que se pusieron de moda en 2013, quizás es el momento de que abras el corazón (y el armario) a otras tendencias.

Harrison Ford en Indiana Jones, Leonardo DiCaprio en Django Desencadenado, Macaulay Culkin en Solo en Casa, Ryan Gosling en El Diario de Noa, Daniel Radcliffe en su primer día en Hogwarts con el Sombrero Seleccionador, la gorra de Ash Ketchum… son solo algunos ejemplos que nos demuestran cómo un sombrero puede cambiarlo todo.

¿Pero cuál es el que mejor te va? ¿Por dónde empezar? Si estás más perdido que los calcetines en una lavadora de ciclo largo, toma nota de estas claves para atreverte con los gorros este otoño.

Gorras, la eterna juventud. Llevar una gorra te quita automáticamente entre tres y cuatro años de encima. Además de protegerte contra el sol puedes llevarlas también en tus conjuntos nocturnos, como el caso de mi amigo Alfonso que no sale de fiesta sin ella porque es más chulo que las zapatillas con leds en la suela.

Gorras. TARINGA Y POLINESIA

Gorras. TARINGA Y POLINESIA

Beanies, el suaj hecho lana. Los verdaderos ‘suajers’, llevan los beanies hasta en verano con los 40 grados a la sombra, que es lo que les diferencia de los que no son auténticos y solo lo llevan en invierno porque se les enfría la frente. Unos pantalones pitillos (cuanto más skinny mejor) combinados con una camisa/sudadera ancha de tres tallas más o camiseta por la mitad del muslo, son los mejores complementos del gorro.

Beanies. EL PAÍS Y SPRINGFIELD

Beanies. EL PAÍS Y SPRINGFIELD

Sombreros, elegante madurez (ya titulo mejor que los que hacen los catálogos de El Corte Inglés). El sombrero, dependiendo de cómo lo combines, te servirá para citas más distendidas, si lo acompañas de una camiseta y unos vaqueros, como puede ser echarte un Fifa con los amigos, o para ocasiones más formales puedes llevarlo con una camisa y zapatos de cordones.

Sombreros. WIKIPEDIA, ASOS Y BERSHKA.

Sombreros. WIKIPEDIA, ASOS Y BERSHKA

Ryan Gosling fue el primero que logró que las boinas dejaran de parecernos una prenda exclusiva de nuestros abuelos. Con camisa o jersey, la boina es perfecta para un paseo en barca por un lago lleno de patos (o por el lago del Retiro en su defecto) o para reencontrarte con tu exnovia justo antes de su boda después de llevar años sin verla.

Boinas. PINTEREST Y ASOS

Boinas. PINTEREST Y ASOS

Por qué odiar a Kanye West (como diseñador)

Querido Kanye,

Me da igual con quién estés casado, tu música, tus canciones machistas, tus declaraciones provocadoras, tus insultos por las redes sociales o tus desplantes a la prensa. Me dan absolutamente igual porque en ninguna de esas facetas te sigo, lo que no te puedo perdonar es el desastre que estás haciendo en cada colección que presentas en el mundo de la moda. Por ahí no paso.

Kanye West. GTRES

Kanye West, el culpable. GTRES

Cuando organizas un desfile con tanto secretismo alrededor (y me estoy refiriendo a tu colección Yeezy Season 4), lo mínimo que puedes hacer es organizarlo bien y no dejar a tus modelos dos horas de pie bajo el sol neoyorquino vestidas con abrigos y botas altas hasta el punto de que más de una acabara desmayada. Y te lo digo yo, que me he hecho más eventos que tú conciertos de rap, que por mucho que fuera una acción al aire libre siempre había algún cliente pendiente de que estuviéramos bien hidratados.

Si hubieras sido puntual, tus modelos no habrían necesitado ninguna atención médica. Apareciste con todo tu séquito de K´s dos horas tarde, dos horas en las que tus asistentes, entre los que estaban, por ejemplo, Lewis Hamilton o Anna Wintour. Las grandes casas de la industria, esas con casi cien años de andanzas a sus espaldas y con nombres que ya forman parte de la propia historia de la moda, no se permiten en sus desfiles ese tipo de desplantes por muy famosa que sean.

Que digas que quieres que tu moda sea algo atemporal, algo que dentro de 20 años nos sintamos felices de haber encontrado en una tienda de segunda mano, cuando tu colección son prendas lisas en color carne que parecen bodies de abuela, me parece un poco complicado. ¿En qué se basa tu proceso creativo? ¿Te recorres las mercerías de Bravo Murillo en busca de inspiración? Si es así, felicidades, pon una tienda en Madrid, que vas a triunfar entre las señoras de la tercera edad. Eso sí, no pongas los abrigos a mil dólares ni los zapatos a seiscientos, que aquí las pensiones están mucho más bajas.

Y por último, si vas a hacer moda, y más si la vas a vender a esos precios demenciales, hazla bien. La vestimenta no es solo vestir, es llevar y comunicar. Si haces una colección cuyos zapatos no te permiten andar, no lo llames «moda», llámalo «arte» y que te lo expongan en algún museo para que nadie se rompa una pierna llevándolo puesto.

Apañado vas como tu música sea como esto.

Lots of shoes breaking today at #YEEZYSEASON4 – But the clothes look good!

A video posted by Zach Weiss (@zacharyweiss) on