Cada vez creo en menos cosas Un foro para pensar en lo divino y en lo humano

Archivo de septiembre, 2007

Nessun dorma

Cuando esta mañana oí la noticia temprana de la muerte de Pavarotti me abalancé sobre la radio para sintonizar Radio Clásica. Estarán con un especial Pavarotti a tope, me dije. Pero la Radio Clásica, Nacional para más señas, no había movido una sola nota de su programación clásica. El programa es el programa, habrá dicho el jefe funcionario de programas, y las cosas no se pueden improvisar: al fin y al cabo el tenor italiano sólo llevaba muriéndose una semana, y no daba tiempo para otra cosa.

Según transcurrían las horas, de vez en cuando sintonizaba la clásica por si el jefe de programas había despertado de la siesta. En un momento dado anunciaron un especial para la noche, quizá porque hay tan pocas cosas grabadas del tenor más mediático de la historia que había que buscarlas debajo de las piedras. Pasó la tarde sin rastro del italiano, y llegó, al fin la noche. Un especial. Y como siempre ocurre en la radio de música en la que más se habla de cuantas radios de música existen, recurrieron a un grupo de expertos para ir comentando la vida del tenor.

Los que seáis asiduos a esta emisora sabréis de la dosis de pedantería que debemos soportar a diario, entre músicas celestiales, por parte de alguno de sus comentaristas, abstrusos, lentos, de voz engolada, que hablan para su ombligo, escuchando cómo cada una de sus palabras geniales rebota en el cielo y vuelve a sus oídos, como dando a entender que lo único importante del arte son ellos, sus críticos, sus administradores. Creo que ellos son en buena medida culpables de que la música clásica permanezca en las catacumbas culturales, como esos profesores de literatura conjurados en una cruzada secreta para que los alumnos terminen odiando la lectura.

Se alabó al artista (quizá no nazca una voz igual en todo un siglo) y se hizo con él y su vida un poco de salsa rosa en la que se rieron de sus escarceos comerciales con los otros dos grandes tenores de su generación, Domingo y Carreras, y sobre todo, se mofaron de su afición a compartir su insuperable timbre de tenor con los cantantes pop más famosos del mundo. Mientras ellos ridiculizaban de esa afición de Pavarotti por compartir escenario con los representantes de la música ligera, en el 20Minutos pudimos recordar ayer su faceta pop, con trozos de sus actuaciones con James Brown, Barry White, Brian May, Bono, The Edge, Brian Eno, Lou Reed y Mariah Carey. Y en medio de la emoción pensaba en cuánta gente, gracias a actuaciones como éstas, pudo alcanzar el placer de escucharle, sin el estorbo y la chicharra pseudo culta de los críticos “abstrusos, lentos, de voz engolada, que hablan para su ombligo, escuchando cómo cada una de sus palabras geniales rebota en el cielo y vuelve a sus oídos”.

Luciano Pavarotti había nacido en la ciudad italiana de Módena, como el vinagre balsámico más famoso del mundo, balsámico como su voz que, por fortuna, queda atrapada para siempre en los discos y fonotecas de todas las emisoras, incluida, espero, la de nuestra gloriosa Radio Clásica. Nessun dorma, ni el jefe de programas, que ha muerto alguien irrepetible.

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Meditación para hoy: después de esto, el que Mariano Rajoy se auto postule como candidato de su partido a la presidencia del gobierno en las próximas elecciones ya no me parece una desgracia.

España va mal, estúpido

Volvía George Bush, padre, de su gran victoria en la primera guerra del Golfo contra Irak en el verano de 1991 con el pecho henchido, dispuesto a encarar las elecciones para alzarse con un segundo mandato, cuando un atractivo y bien asesorado candidato demócrata le cortó el paso con una campaña a ras de suelo. Bush volaba en su globo de patriotismo guerrero mientras Clinton descendía a las cloacas de los asuntos económicos, los gastos desmesurados de la guerra y el desempleo galopante. Acuñó entonces la famosa frase “es la economía, estúpido” para indicar que lo que de verdad mueve a la gente es la pela, y que la guerra lejana se la pela (siento el juego de palabras, pero me lo había puesto a huevo; disculpen las molestias).

Ahora, con el nuevo curso, que no es un curso cualquiera sino una campaña electoral continua, al fin el PP tendrá asuntos que nos preocupan de verdad con los que hacer oposición. Ahora que ya no hay rendición ante ETA (algo que sabe todo el mundo, menos la San Gil, pero hay que disculpárselo porque estuvo fuera con problemas de salud), el Partido Popular podrá hacer presa en la “economía, estúpido”, que al parecer ya no va tan bien como antes del verano, según el ministro Solbes.

Y por una vez, y sin que sirva de precedente, me alegro de que la economía no vaya tan bien, aunque sólo sea para escuchar de ahora en adelante otra letra aunque sea con la misma música apocalíptica. El empleo, la carestía de la vida, la vivienda, serán, entre otras, las cuestiones sobre las que los grandes partidos deberían debatir y arrimar imaginación. Según el ministro de Economía y Hacienda, Pedro Solbes, “no es que tengamos problemas de solvencia en las entidades financieras”, sino de liquidez, y “no porque no haya dinero, sino por desconfianza e incertidumbre (…) a la gente que tiene dinero lo que menos le gusta es la incertidumbre”.

El dinero es conservador, “no le gusta la incertidumbre”. Ese, y no otro, es el espíritu que anima a las Bolsas de todo el mundo. Suben y bajan movidas por los estados de ánimo de los inversores, más que por datos reales la mayoría de las veces. Como decía ayer la imponente torre de un banco en la viñeta de El Roto en el diario El País, “a veces hacemos como que nos tambaleamos para provocar vuestra compasión”.

Hay pues algo que me preocupa en el estilo de oposición del Partido Popular: si los gays y lesbianas se casan, la familia está en peligro; si el PSOE pacta con Nafarroa Bai es que ha vendido Navarra a ETA; si Zapatero no cumple con los acuerdos pactados con los terroristas le pondrán bombas, y si no hay bombas es porque ha cedido; la asignatura de Educación para la Ciudadanía es una idea fascista, similar a la asignatura franquista de Formación del Espíritu Nacional; y si te ha salido un grano, cuidado chaval que puede ser un cáncer.

Como todo en este partido es apocalíptico, como el PSOE todo lo que toca lo deja al borde del abismo, me inquieta saber cómo va a ser la oposición del PP con los asuntos económicos, porque no hay nada más contagioso que el pesimismo, y esta oposición sólo tendrá éxito en la medida en que se cumplan sus malos presagios.

Ayer las bolsas europeas se dieron un “batacazo”, con un IBEX 35 que cerró el día con una caída preocupante del 2,4%, acusando así las malas perspectivas para la construcción. Una construcción que en Andalucía pretenden activar con la promoción de pisos baratos y ayudas económicas a los titulares de las rentas más bajas, lo que ha provocado por cierto, un pequeño rifi rafe entre Solbes, la reciente ministra de la vivienda Carme Chacón que necesita dar sentido a su ministerio, y la Junta de Andalucía. Chaves propone un anteproyecto de Ley del Derecho a la Vivienda que garantizaría a los andaluces una casa, en alquiler o en propiedad, sin que el coste supere un tercio de los ingresos familiares. Suena muy bonito, suena muy utópico, pero suena a algo.

Solbes, al que le tienen que cuadrar las cuentas del Estado, no está muy convencido de que el proyecto andaluz se pueda llevar adelante. Todavía no he oído a nadie del PP mediar en esta reyerta, y me pregunto a estas horas en qué lado se pondrán, a qué enemigo elegirán, a Solbes o a Chaves, para estrenar el eslogan, el lema atronador de la próxima temporada otoño-invierno: España va mal, estúpido.

Ya que acepta sugerencias…

Mariano, que dice estar mejor que nunca, “nunca he estado mejor”, ha dicho que acepta “sugerencias” para la contienda electoral que se avecina.

Como me siento aludido, he decidido poner mi experiencia al servicio de España (¡Paña!) y aportar mis sugerencias. Para que luego no ande diciendo por ahí que sólo hago crítica destructiva. A saber.

– Proponer al Vaticano la destitución inmediata del presidente de la Conferencia Episcopal, por rojo, por darle la razón a la Federación Española de Religiosos de Enseñanza (FERE) que se niega a sumarse al boicot contra la asignatura de Educación para la Ciudadanía, y nombrar en su lugar al vicepresidente de los obispos colegiados, el ultra cristiano Antonio Cañizares, arzobispo de Toledo, modelo de pasarelas de moda eclesiástica, dueño de una capa de siete metros de longitud que han de llevar dos curitas con cara arrobada de damas de honor.

– Instaurar los primeros viernes de mes, tras la misa, una manifestación que partiría de la madrileña plaza de Colón contra cada ley aprobada en el Parlamento, al tiempo que se remite al Tribunal Constitucional una copia para su trámite de inconstitucionalidad.

– Establecer una campaña feroz en sus medios de cabecera contra los componentes de los cuerpos y fuerzas (siempre que lo digo me suena a eso de los vascos y vascas) de seguridad del Estado involucrados en las detenciones de etarras, y que tanto están entorpeciendo que ETA cometa sus atentados y el consiguiente advenimiento de los salvapatrias.

– Deberán acompañarle en su lista (por favor se lo pido) para las próximas elecciones Esperanza Aguirre, Pujalte, Zaplana y Acebes, sin los cuales el centro parecería la izquierda, y España recordaría a Suecia.

– Sugiero que Aznar forme parte del comité electoral del PP, ahora que le han contratado hasta en México para dar lecciones de liderazgo (os lo juro, no lo leí en un cómic: exactamente es una Cátedra de Ciudadanía, Liderazgo y Desarrollo en el Instituto Tecnológico de Monterrey), en el mismo país cuya izquierda le llamó “delincuente electoral” y acabó pidiendo que se le declarase persona non grata por injerencia en la política interna mexicana.

– Celebrar con fuegos artificiales y cóctel de gambas con salsa rosa y champán (jamás el cava) cuando las cosas nos vayan mal a los españoles, como, por ejemplo, si el paro sube en agosto más que en el agosto anterior, si hay más muertos en la carretera, si el tsunami de las hipotecas basura norteamericanas inunda nuestro sistema de ahorro, si el euribor sube un poquito más.

Todas estas sugerencias, así, a bote pronto, hechas con urgencia, porque seguro que ni se les había pasado por la imaginación, y con mi despiste luego se me olvida. Veré qué más puedo hacer por Mariano en los próximos días.

¿A quién quiere más Manuel Fraga?

Si no estás acostumbrado a Fraga, hasta las puntillas te hacen llaga. Eso es lo que ha debido de pensar Mariano Rajoy cuando ha comprobado este fin de semana que el patriarca del partido no le tiene en cuenta en su testamento político. Porque lo de Fraga Iribarne ha sonado a maldita herencia, a certificado de últimas voluntades antes de partir a mejor vida, es decir, al Senado de Madrid, que es donde mejor se duerme la legislatura.

Oyendo a Manuel Fraga uno piensa que el presidente honorario del PP está para poco más que para sopitas (aunque por la manera de hablar parece que «siempre» está con las sopitas en la boca, el muy glotón). Como Fraga habla raro, Rajoy lleva unos días pensando qué habrá querido decir cuando en el acto del PP que abría el curso político en Pontevedra el patriarca justificaba su ausencia con la disculpa tonta de que tenía trabajo. No sé Rajoy, pero yo a Fraga le he entendido hasta con las sopitas en la boca.

Para rematar la faena viene la SER del grupo PRISA con su conocido (y temido) pulsómetro a echar una mano a su favorito en las filas del PP: Alberto Ruiz Gallardón. La encuesta de ayer, aparte de tomar nota de la diferencia, casi una constante en los últimos tres años, entre el PP y el PSOE, a favor de este último partido, constata una sospecha que no es más que un secreto a voces en las filas de la derecha: que Mariano Rajoy es el líder peor valorado en toda la historia de la democracia, y, lo que es peor, que su rival y sin embargo amigo Ruiz Gallardón, el auto postulante para acompañarle en su lista en las próximas elecciones generales, goza del triple de favor entre los votantes naturales y declarados del Partido Popular: un 15% de Rajoy contra el 44% del alcalde de Madrid.

Detengámonos a pensar en el panorama que se le abre a Mariano Rajoy. Una Esperanza Aguirre, la jefe de filas de la extrema derecha ultraliberal del partido, que difícilmente estaría capacitada para pescar en ese hipotético caladero (2-4 millones) de votantes de centro, sin los que es imposible alcanzar los suficientes votos para obtener la mayoría. Un Fraga Iribarne que insiste, aviso para navegantes, desde el diario La Razón, en que “a lo mejor Gallardón tiene que ofrecerse porque no le ofrecen nada”. Un Rodrigo Rato que por ahora piensa dedicar sus ratos libres a llevar a sus hijos al kárate. Unos votantes naturales que prefieren con mucho a Gallardón. Un grupo mediático de prestigio, “independiente de la mañana” (por las tardes, no tanto) que estaría dispuesto a no estorbar la llegada del faraón de Madrid a Génova 13, o a la Moncloa si es menester.

Y por si fuera poco, un Mariano Rajoy abocado a acudir a las urnas con los mismos perdedores que le acompañaron en el último naufragio electoral del 14-M, con la misma oferta caduca, falta de imaginación, con el rencor, la venganza y el odio rancio enquistado en sus almas. Vaya panorama.

¿Alianza de Murdoch y Aznar contra el rey?

¡Qué extraño! El flemático diario inglés The Times, paradigma del periodismo concienzudo (nada que no sea trascendental para la vida del ser humano es digno de ser llevado a portada, ni siquiera el fútbol), dice que “hay señales de que la popularidad del Rey Juan Carlos está en peligro”, por su “estilo de vida”, y después de que la Casa Real haya creado la figura del interventor, un profesor de Derecho Administrativo que se encargará de gestionar las finanzas del Rey, para que ponga orden en los más de 8 millones de euros con que financiamos la casa real desde los presupuestos generales del Estado.

Una noticia que aquí en casa apenas debió de levantar un murmullo de aprobación entre los ciudadanos que se molestaron en leer más allá de la segunda línea, ocupa un lugar destacado en la edición digital del sesudo The Times. Añade la publicación, además, como síntomas del supuesto rechazo popular, el reciente lío de las caricaturas de los príncipes, y el incidente del oso, presuntamente borracho, que le pusieron al rey delante del punto de mira de su fusil, en una cacería en Rusia el año pasado. A nadie podría extrañar que fuese cierto, como rey directamente designado por el Franquito, al que, según cuentan las leyendas urbanas, los buzos guiaban milagrosamente el anzuelo de sus artes de pesca para que el dictador se sintiera un hombrecito mientras cobraba presas descomunales en las procelosas aguas de los océanos.

Todos sabemos que el nombramiento de un interventor para fiscalizar las reales finanzas no es signo alguno de transparencia, esa transparencia que muchos pedimos a gritos al jefe del Estado, y que la Hacienda Pública exige sin piedad a cada uno de los ciudadanos. Pero al menos, que un catedrático de Derecho Administrativo haga cuadrar sus cuentas, aunque el resto de los mortales desconozcamos los detalles -esas cuentas tantas veces bajo sospecha de utilización manirrota-, debería ser saludado como un alivio. ¿Por qué al Times le parece este paso adelante una pérdida de popularidad? ¿Por qué abre el Times un debate inexistente en España, o al menos en las catacumbas de las preocupaciones de los españoles? ¿En qué encuestas se basa el diario de Murdoch para conocer con tanta precisión nuestro estado de opinión popular (¿popular? Humm…)

¡Cielo santo!, ¿he dicho Murdoch? En estas cavilaciones me andaba yo cuando me asaltó la teoría de la conspiración: Murdoch, su consejero José María Aznar, el rey de las Españas… Y me acordé del odio soterrado del hombrecillo insufrible, que durante sus mandatos relegó groseramente a Juan Carlos a la figura de peón (“el Rey irá a Cuba cuando toque”), que no soportaba que el jefe del Estado fuera rey en su ADN mientras él era el interino de la presidencia en su DNI, pero que reinaba en sus sueños de gloria inconfesables, apenas realizados cuando montó aquella zarzuela vergonzosa de la boda de su hija (¡vaya princesa!) en El Escorial, con jefes de Estado, de Gobierno y restos de la realeza casposa como invitados.

Sólo me jodería que fuese cierta esta historia de venganza, y que por culpa del hombrecillo insufrible y sus complejos de inferioridad tuviese que ponerme a defender la existencia de la monarquía española a estas alturas del siglo. Creo que no se lo perdonaría nunca.

Bastante tengo ya con mi contradictorio amor por el foie gras de oca.

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Meditación para hoy: quisiera darle a ETA el protagonismo justo de lo periodísticamente correcto. Los terroristas han vuelto a atentar, afortunadamente con escasos resultados, después de que el día anterior se hubiese vuelto a producir otro milagro de los que hablaba Rajoy: las policías española y francesa, que sólo aciertan de milagro, según la teoría puesta en circulación por el presidente del PP, habían dado un golpe colosal a la cúpula de ETA. Todo hace pensar que el de ayer parece un atentado precipitadamente preparado, sólo para demostrar que ETA mantiene operativa su capacidad de provocar terror. Además de la constatación de su debilidad y de que la policía puede hacer milagros.

Se corta el pene para que su alma no pene

Reconozcamos que un pene no es gran cosa, al menos durante la mayor parte del día, y que los varones solemos sobrevalorar su importancia, quizá por estar excesivamente extendida entre nosotros la costumbre de pensar con la polla. Muchos estaríamos dispuestos a reconocer que la tenemos pequeña, pero ¡ah!, un cerebro pequeño, de ninguna manera. Así que la noticia de que alguien se había cortado el pene y lo había tirado por el retrete me pareció una forma sofisticada de suicidio, de auto decapitación, que precisaba de una buena dosis de valor y desesperación, a partes iguales.

Ocurrió en Salamanca, y el pene pertenecía a un joven de 30 años harto “de pecar” con él, según confesión propia. El pobre no debía de saber, como nos recuerdan Woody Allen y la medicina, que el cerebro es el órgano sexual por excelencia y que por lo tanto tiene la doble función: la de pensar y la de pecar. La agencia no dice cómo pecaba el joven, si solo o en compañía de otros, pero si a los 30 años ya estaba harto de utilizar su varonil cerebrito es que ni se imaginaba el pobre la travesía del desierto que le esperaba al llegar a una edad como la mía. Se lo cambiaba sin ver.

Me recordó inmediatamente cuando en mi tierna adolescencia, esa edad en la que nunca me hartaba de utilizar manualmente mi cerebro, los curas me relataron el ejemplo virtuoso de la niña María Goretti que murió asesinada a golpes y cuchilladas por el hombre que intentaba violarla. Como ella sólo tenía un cerebro, y no dos como su violador, en lugar de actuar fríamente y hacerse la muerta, prefirió perder la vida antes que verse mancillada. Con el relato todavía fresco en mi memoria, llegué a casa y le largué a mi madre una de esas preguntas jesuíticas con que me gustaba ponerla a prueba, creo que copiada de otra vida virtuosa, la del niño Domingo Savio: Si te dieran a elegir entre un hijo en pecado o muerto, ¿qué elegirías?

Mi madre que, como María Goretti, sólo tenía un cerebro virtuoso, cayó en el laberinto jesuítico y me aseguró muy solemne que prefería verme muerto que en pecado. Creo que fue uno de los primeros indicios por los que empecé a sospechar que la religión era una creencia enfermiza, al ver a mi madre, un ser maravilloso que me adoraba, rebosante de ternura, de una inteligencia natural sobrenatural, con una parte de su único cerebro secuestrado por la irracionalidad de la filosofía de sacristía.

Claro que eran tiempos de nacionalcatolicismo, en los que los principios sobre los que se regía la sociedad no se debatían entre la legalidad o ilegalidad, la justicia o la injusticia, sino entre la virtud o el pecado. Por aquellos días, una íntima amiga de mi madre fue a consultarle a su confesor, un viernes de vigilia, si había cometido pecado porque se había tragado, sin querer por supuesto, una fibra de carne de la cena del día anterior que le había quedado entre los dientes. Esos eran los estrechos márgenes entre los que se movían las almas piadosas como mi madre y sus amigas en aquellos años ominosos en que reinaba la clerigalla.

En estos casos es cuando pienso que las religiones son como el alcohol, que en pequeñas dosis pueden ayudar al ser humano (incluso al hombre) a sobrellevar las adversidades, a buscar consuelo ante la certeza de la muerte, pero que en dosis elevadas producen verdaderos estragos en sus mentes, a menudo de manera irrecuperable. Y al igual que ocurre con la sobredosis de alcohol, la sobredosis religiosa no afecta a todos de igual manera: unos se hacen santos y ayudan a cruzar los pasos de cebra a los ancianos, y a otros les emborracha y les lleva a perder el sentido, a inmolarse con un cinturón de bombas adosado a su cuerpo o a secuestrar y estrellar aviones contra las torres de Nueva York.

O a cortarse el pene. Con los buenos ratos que te puede proporcionar un cerebro bien utilizado durante toda una vida…