Cada vez creo en menos cosas Un foro para pensar en lo divino y en lo humano

Archivo de julio, 2007

Las actas de la negociación con ETA

Ha terminado la primera parte del debate sobre el Estado de la Nación. Un debate que estuvo a punto de no celebrarse, pues horas antes supimos que la policía francesa había detenido a tres etarras armados de explosivos hasta los dientes, a los que se les suponía la tarea de cometer un atentado “sonado” con la intención de acaparar, protagonizar, si no anular, el debate parlamentario anunciado.

Y ya que la bomba de los etarras ayer no explotó (todavía) gracias a la diligencia policial, la onda expansiva del discurso de Mariano Rajoy volvió a golpear el Parlamento. Su discurso estuvo trufado de una mezcla de agresividad y desprecio hacia el presidente del gobierno, tal como viene haciendo en esta legislatura, aunque según él “he estado extraordinariamente prudente”. Como muestra de su prudente talante le espetó a Zapatero que se comportaba como “un Subsecretario, que es lo que debería ser usted”. Si no llega a ser por su actitud extraordinariamente prudente, lo rebaja a bedel de la tercera planta del ministerio de Agricultura.

En mi post de ayer me preguntaba, os preguntaba, qué ocurriría si Mariano rompiera el guión que le escribe la extrema derecha de su partido. La respuesta está en el viento, así que en tiempos de tempestades nunca llegaremos a conocerla, porque no es que la lucha antiterrorista forme parte de su acción de oposición, es que se ha desvelado como el único argumento que conoce, abrumado por las cifras de bonanza de la economía, por las leyes de marcado carácter social y de defensa de los más débiles, agobiado porque ha fallado en todas sus profecías apocalípticas. Tan seco está su pozo argumental que por primera vez no llegó a agotar el tiempo del uso de la palabra en su última réplica, vacío de ideas, tras dar vueltas mareantes al único argumento de su oposición.

El cenit, en su delirio obsesivo con el asunto de ETA, fue la pregunta con la que insistió hasta el final: “Entregue usted las actas de su negociación con ETA”. Alguien podría pensar que se trataba de un conejo sacado de la manga en el último momento. Pero no. Lo repitió al menos tres veces a lo largo del discurso, como el matón que te suelta a la cara aquello de “eso no me lo dice usted en la calle”. ¿Actas de la reunión con ETA? ¿Como las que habían desaparecido del ministerio del Interior cuando los socialistas llegaron al poder? ¿En qué cajón de qué residencia de lujo están las vergonzosas actas del gobierno de Aznar que reflejaban su ya famoso plan de bajada de pantalones ante la banda terrorista? ¿Cómo alguien que pretende ser la alternativa de gobierno puede pedir que se hagan públicas unas actas con materia tan sensible, secretas por su propia naturaleza, por elementales razones de seguridad?

El debate del Estado de la nación era la última posibilidad para Rajoy de presentarse como un hombre de Estado en esta legislatura. Una plataforma magnífica para haber expuesto a los españoles todo un ideario político alternativo, como un adelanto electoral de lujo. Pero lo dilapidó leyendo disciplinadamente de nuevo ese guión cansino y adulterado de la FAES, con la mirada fija en el pasado, como si hubiese llegado al convencimiento de que él ya no será el candidato del PP para unas próximas elecciones, cuyo adelanto suplicó insistentemente a Zapatero.

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Primera meditación para hoy: ¿No tenéis la impresión de que esa estrategia de quemar las naves es una forma resignada de dar la bienvenida a Rodrigo Rato?

Segunda meditación: Zapatero anunció una subvención de 2.500 euros por cada hijo nacido desde ayer mismo, como una medida más para favorecer la natalidad. Creo que fue una oferta estupenda en el lugar equivocado. El discurso de Zapatero ayer en el Parlamento, documentado, incisivo, contundente, no necesitaba de esa guinda con un tufo electoralista que apesta. No era el lugar adecuado ni añadió más enjundia a su sólida intervención. Me atrevo a decir que sólo metió ruido en una intervención desusadamente bien estructurada.

En fin, en cualquier caso, para celebrarlo voy a ver si mi chica sigue despierta y nos marcamos una paga extraordinaria para dentro de nueve meses.

¿Y si Mariano rompiera el guión?

Ayer, Ángel Acebes, miembro de la secta de los Legionarios de Cristo (la palabra legionario ya me pone los pelos como escarpias) integrada dentro de esa otra secta judaica llamada cristianismo, hizo un repaso muy particular de los tres años de gobierno de Rodríguez Zapatero. Horrible. No sé a dónde vamos a ir a parar, concluye más o menos. De su análisis, lo que más me ha llamado la atención es el hecho de achacar al PSOE la crispación y el enfrentamiento entre las dos españas en esta legislatura “por haber promovido la Ley de la Memoria Histórica”.

A ver si lo pilláis, que me estáis muy distraídos: pedir la restitución legal del buen nombre de los españoles inocentes que fueron torturados y asesinados por los sublevados, después de aquellas parodias de juicios sumarísimos, con la bendición cómplice de la clerigalla ensotanada, armada de hostias y crucifijos, es crispar a los herederos políticos de los asesinos. Y a los asesinos y sus herederos no hay que estar molestándoles por tonterías.

El día anterior, otro miembro cualificado de esa secta judaica, el arzobispo de Valencia Agustín García-Gasco, anunciaba el proyecto de una iglesia exclusivamente para honrar a los que ellos llaman “mártires del 36”, es decir, los muertos del bando franquista. Que la Iglesia haga su particular memoria histórica, añadiendo más inquina a la injusticia cometida desde el bando de los golpistas durante décadas, no significa lo mismo para el secretario general del PP; eso no es ahondar en la crispación, porque dios pertenece al bando de los vencedores.

Pero todo esto es hojarasca comparado con lo que hoy nos espera en el debate del Estado de la Nación, una ocasión más para que Mariano Rajoy (a ver si lo adivino) nos hable por sorpresa y sin previo aviso de la política antiterrorista criminal llevada a cabo por el gobierno de Zapatero.

Pensando en ello, me acordaba con envidia de lo ocurrido hace unos días a una presentadora de la televisión americana NBC, que protagonizó un gesto heroico ante las cámaras, impensable por estos pagos donde lo único que triunfa es la fama de la gente de mala fama, el famoseo. La periodista tuvo la valentía de romper ante su audiencia millonaria el guión que le habían preparado sus compañeros, harta de dar noticias sobre la vida de Paris Hilton, la bobalicona niña rica heredera de un imperio hotelero, enviada a la cárcel por un juez durante un mes por conducir borracha en dirección prohibida.

¡Cómo nos gustaría que cundiese su ejemplo entre nosotros! Aquí, en España, desde hace años nuestro caso/ladilla es el monotema del Partido Popular sobre De Juana Chaos/Hilton, que si come o deja de comer, que si folla o deja de follar con su novia en la ducha. Para hoy habrá ración doble de tortura psicológica con el asunto de la rendición de Zapatero ante ETA (aunque ayer mismo detuvieran a tres etarras más cargados de explosivos hasta los dientes –no importa, no dejes que la realidad te estropee una buena sesión parlamentaria-), a cargo del locutor Mariano Rajoy, al que le faltan agallas suficientes para romper en el atril el guión preparado por la extrema derecha de su partido. Sería todo un detalle que su amigo, el centrista Rodrigo Rato, sabría agradecer el día de mañana.

Pero, como diría desde Casablanca el hombrecillo insufrible que todavía teledirige a Mariano: “¡Siempre nos quedará Paris!” (Hilton)

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Meditación para hoy: Hablando de ÉL, el hombrecillo insufrible acaba de inaugurar los cursos de verano de la FAES (Falange Española) con unas declaraciones que me da vergüenza reproducir. Cuando las oí por la radio me asaltó un pensamiento (los pensamientos son así, como salteadores de caminos) que me gustaría incorporar como meditación del día, hasta que Rajoy acabe de amargárnoslo a media tarde. Dice así: cuando los muñecos que te parodian son más inteligentes, más ingeniosos y más humanos que tu personaje… entonces ha llegado el momento de cerrar la boca para siempre.

Están acampados ante nuestras murallas

Entre los efectos más graves del cambio climático que nos hemos ganado a pulso, lo peor no es que en Dinamarca puedan hacer vino o cultivar café el día de mañana, ni que las costas del norte de la Gran Bretaña, bañadas de un espléndido sol, lleguen a hacer la competencia al turismo español de playa. Serán los cambios mucho más profundos en las economías más pobres, como sequías y avance de la desertización, los que dejarán a muchos lugares del planeta como campos de desolación en los que será imposible continuar viviendo por la falta de los elementos más básicos para la subsistencia, como el agua y las cosechas.

En el primer mundo miramos a esa otra humanidad miserable, que nos contempla con envidia, con la altivez de los señores del castillo que se sienten amenazados por hordas invasoras acampadas a las faldas de sus murallas. Con las despensas bien provistas y los aljibes repletos de agua, estamos estudiando cómo contener su envite, soñando tontamente que tenemos las provisiones suficientes para aguantar el asedio hasta el fin de los tiempos. Son cientos, quizá miles de millones de seres humanos, sin nada más que perder que la vida, los que irremediablemente irán a buscar la comida donde se encuentre, sea en los campos del señorito del primer mundo, sea asaltando sus supermercados, en un movimiento migratorio de dimensiones colosales.

Es curioso que buena parte de la comunidad científica esté volcada en el estudio de los efectos devastadores de ese próximo cambio climático mientras la clase política de las primeras potencias mundiales sólo se preocupe de cómo electrificar las murallas, y de cómo sintonizar los radares de detección de pateras. Ahora que tenemos tiempo, ¿no sería bueno pensar que nos hallamos ante un problema que se podría resumir en que empieza a ser más valiosa el agua que el petróleo? ¿No sería mejor que llegáramos lo antes posible al convencimiento de que la presión del hambre hará reventar nuestras murallas, por mucho que las fortifiquemos, y que, por lo tanto, más nos valdría emplear la imaginación en políticas más solidarias y de reparto de la riqueza?

Sabemos desde Darwin (ese científico al que tanto odian los creacionistas) que sólo los mejor adaptados al medio subsisten, y que pequeñísimos cambios en el entorno pueden provocar catástrofes de extinción. Dejar sin las presas naturales a los buitres, por ejemplo, con el entierro de las reses muertas por miedo a la gripe aviar, ha provocado un cambio en su comportamiento, lo que se traduce en ataques nunca vistos hasta ahora al ganado recién nacido y a sus madres parturientas. Y acabo de leer que en la India, numerosos grupos de simios están bajando de las selvas a la ciudades para competir con el hombre por el escaso alimento. “Los monos se han organizado y se están apoderando de las ciudades indias”, rezaba el titular alarmista.

Todo eso no es nada comparado con el ingenio del ser humano para cambiar de dieta. Primero es el hombre el que provoca el cambio climático y luego es el cambio climático el que acaba alterando nuestras vidas. El efecto llamada de los subsaharianos o de los mexicanos no es otro que el olor a hamburguesas y beicon a la plancha con huevos fritos que les llega desde el norte. Una brisa exquisita que anuncia grasas y proteínas. Por ahora es sólo su problema. Pero que no os quepa la menor duda de que mañana será el nuestro.