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¿Los primos pueden ser mejores compañeros de juegos que los hermanos?

Hablar ayer de hermanos y perros me hizo recordar una conversación que he tenido a menudo con una amiga. Me cuenta que, cuando eres niño, los primos pueden ser mejores compañeros de juegos y confidencias que los propios hermanos.

Ella tiene varios primos que vivían muy cerca y a los que siente muy cercanos, sobre todo una prima de edad similar. También tiene una hermana con la que se lleva muy poco. «Mi prima y yo éramos inseparables. Los primos no son competencia, tus hermanos sí. Y no tienes que aguantarlos todo el tiempo».

No lo sé, la verdad. Miro a mi alrededor y veo que mi hija tiene la suerte de tener primas de sus mismos años con las que disfruta jugando y cuya compañía busca. Mi santo, de niño, también tuvo varios primos a mano. Y es curioso que yo le recuerde siendo un adolescente que estaba casi siempre en vacaciones en compañía de uno de sus primos y su hermano estuviera en la del otro.

Yo no tengo hermanos, pero tuve primas con las que también jugué mucho, a las que sigo apreciando mucho aunque las responsabilidades de la edad, la distancia y en algún caso las diferencias irreconciliables de nuestros mayores nos hayan separado.

Es posible que sí, que de pequeños los primos sean especiales porque son más que amigos y no llegan a generar conflictos fraternales. Aunque luego de adultos que aquello perdure depende de a dónde nos lleve la vida. Pero me inclino más por pensar en que todo depende. Hay demasiados factores en el aire.

Depende del carácter de cada niño, de las aficiones que compartan, del tiempo que puedan pasar juntos, de los años que los separen y del diferente momento de su vida en que se encuentre el niño.
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Va por los primos

Julia tiene suerte. El mismo año que ella nació nacieron también sus dos primas. Ella es la mayor, pero se lleva apenas tres meses con una y nueve con otra. Ambas viven a pocos minutos andando y es frecuente que nos veamos.

Ayer precisamente estuvimos con una de ellas, con la mayor, y era una gozada verlas bailar, andar de la mano y buscarse para jugar.

Lo cierto es que es algo que ha empezado a suceder ahora. Son todas muy pequeñitas. La única que tiene los dos años cumplidos es Julia. Y hasta hace poco pasaban largos ratos ignorándose y algunos minutos interactuando que solían acabar en disputas por los juguetes.

Jaime no tuvo tanta suerte. Cuando nació no tenía primos. Fue el único niño de la familia hasta casi los tres años.

Y sí, tenemos amigos con niños pequeños, más o menos de la edad de Jaime. Pero lo cierto es que quedamos con ellos menos de lo que deberíamos.

Sé que no siempre sucede, que hay para quien los primos son como tener un tío en Cuenca, pero me consta que también existen relaciones muy especiales en la infancia con los primos, ya sea por afinidad personal o por cercanía. Me consta porque así me sucedió a mí.

Casi como hermanos. A veces mejores ya que era raro llegar al grado de saturación.

Tal vez con los años, al hacernos adultos, nos distanciemos y la relación cambie o incluso desaparezca. Pero siempre llevaremos con nosotros esos años infantiles compartiendo vacaciones, horas de parque, excursiones en bicicleta, quedándonos a dormir unos en casa de los otros…