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#HastaSiempreLeia, la única princesa que siempre quise ser

No me interesó nunca ninguna princesa Disney cuando era pequeña. ¿Quién querría ser Aurora pudiendo ser Felipe y pelearse a caballo con zarzas y dragones? ¿Quién querría ser Cenicienta o Blancanieves y pasarse la vida limpiando? Yo no, desde luego.

Mas tarde llegó La sirenita, que ya podía haberse lanzado a dar un beso al príncipe en lugar de quedarse esperando como una pavisosa y hubiera ahorrado a todos muchos problemas. Bella luego al menos leía, pero me pilló entrando en la adolescencia y tampoco llegue nunca a entender del todo su sindrome de Estocolmo.

Dejando a Disney de lado, también teníamos a Sissi. En Televisión Española en los años ochenta  insistían en repetir las andanzas de la emperatriz austriaca. Tragedia lacrimógena que no invitaba a envidiar a la realeza.

Cuando yo era niña la única princesa que quise ser lo mismo disparaba a los soldados imperiales que pilotaba una moto como Ángel Nieto entre los árboles o que estrangulaba a un monstruo con la fuerza de sus brazos.

La única princesa por la que me habría cambiado acababa rescatando a sus rescatadores, no tenía pelos en la lengua, mandaba como un general, se pasaba por el arco del triunfo estelar las diferencias de clases y no tenía el menor problema en dar el primer paso con un hombre.

La única princesa a la que yo hubiera querido como amiga se despojó de las faldas largas a la menor oportunidad (pero se las volvía a poner cuando le daba la real gana), le gustaba y era diestra con la tecnología y la mecánica, prefería unas botas con las que correr como alma que lleva el diablo antes que unos tacones y era lista como el hambre.

Y todo eso en los años ochenta, en los que no sobraban precisamente los modelos femeninos fuertes a los que las niñas pudiéramos aferrarnos.

Detrás de aquella princesa había una mujer, una actriz de la que nunca supe mucho. Leia brilló tanto que eclipsó a Carrie Fisher. Pero sé bien que sin Carrie Fisher la princesa Leia habría sido otra muy distinta, tal vez una princesa que yo tampoco habría querido ser.

Gracias Carrie por la parte que te toca en la alquimia de Star Wars, gracias por haber sido la única princesa que me interesó, la única que molaba. Gracias por habernos regalado esa otra princesa que muchas de nuestras hijas pueden seguir descubriendo.

Cuando llamo a mi hija de siete años «princesa», estoy pensando en aquella que tú creaste.