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Lo que ellos quieran, lo que a ellos les haga ilusión

Hay una felicidad especial que solo se experimenta al ver felices a otros. La experimentas simplemente viéndoles disfrutar, pero sobre todo si tú has posibilitado que ese goce se produzca. Para mí es la más profunda, la que más se queda grabada.

Es la felicidad que se siente al ver a tu perro disfrutando como un loco a campo abierto, al regalar a alguien a quien quieres algo que desea mucho, al saber que a una persona querida le ha sucedido algo bueno (el fin de esa terrible enfermedad, encontrar un trabajo, lograr ese embarazo tan deseado) o al ver a tus hijos disfrutando y descubriendo el mundo que les rodea.

Por eso tantos padres nos esforzamos por procurar a nuestros niños esos momentos de deleite. Su absoluta alegría se refleja en nosotros como en un espejo. Y que nuestros niños descubran el mundo es además nuestra manera de redescubrirlo, de recuperar una parte de nuestra infancia.

Por eso este domingo hemos estado en la nieve. Rodando, tirándonos bolas, cayendo sin hacerse daño, construyendo muñecos de nieve y haciendo ángeles. Han descubierto la nieve y ha sido amor a primera vista.

Todo sea por esos pequeños momentos de alegría cotidiana.

¿Es que hay algo que merezca más la pena?

Descubriendo la nieve

«Mamá, quiero conocer la nieve»

jack_frost_by_lollilover18-d5n65w3Eso lleva varias semanas pidiendo Julia. Cuando estaba embarazada de ella y el año siguiente, cuando era apenas bebé, nevó en Madrid capital. Pero obviamente no lo recuerda. Tanto cuento, tanta película navideña blanca y nevada al mejor estilo de la costa este de Estados Unidos o del norte de Europa, la tiene loca por ver de cerca la nieve, probar que es eso de lanzar bolas, de levantar un muñeco con una zanahoria por nariz.

Y yo quiero complacerla. A ella y a Jaime, que no lo pide pero que probablemente también disfrute la experiencia. Yo nunca he sido de nieve.Vivimos en la zona sur de Madrid, muy lejos de la nieve.  Jamás he esquiado, es un deporte que no me llama la atención. Solo recuerdo  haber pisado la nieve tres días de mi vida, en uno de ellos porque tuve una nevada excepcional en la puerta de mi casa. Es el día al que corresponden las imágenes, tomadas en el Cerro de los Ángeles por mucho que parezca Oslo.

Llevo desde hace dos meses pendiente del tiempo, de las webcams de las estaciones de esquí, importunando a mi compañero Emilio Rey (@digitalmeteo) para ver si va a haber nieve de una vez. Julia ya estuvo pidiendo nieve el año pasado y no pudo ser, este año estoy empeñada en que la conozca. Pero no estamos teniendo suerte. «Jack Escarcha no quiere venir a vernos» me dice convencida de la existencia de la magia a sus casi cuatro años.

Creo que este fin de semana podremos intentarlo. He visto que en Valdesquí hay nieve, no la suficiente para abrir las pistas, por lo que puede ser el momento ideal para acudir y que no esté demasiado masificado.

Iremos abrigadísimos, con botas y ropas baratitas pero pensadas para la nieve.

Como novata absoluta que soy en estos temas, os pido ayuda: ¿Alguna recomendación para disfrutar más y mejor de la experiencia? ¿Dónde ir exactamente? ¿A qué horas  y días?

 

¿La mejor época del año para estar embarazada?

A mi peque lo tuve el 11 de agosto de un año especialmente caluroso en Madrid.

Cuando la gente me preguntaba cuándo saldría de cuentas y les comentaba que a primeros de agosto, era habitual que me dijeran algo del tipo «pobrecita, con todo el calor, ¡que mal lo vas a pasar!».

Y yo, inocente como una cordera, esperaba para ver cómo me las apañaría y si sería tan terrible.

Probablemente algo más de líquido retuve que si hubiera hecho frío. Siempre llevaba una botella de agua en el bolso que vaciaba continuamente.

Pero no fue para tanto.

A las horas de más calor no me iba a poner a pasear con toda la barriga por gusto. Pero tampoco lo hubiera hecho sin estar embarazada.

En casa había aire acondicionado, en el coche también, en el trabajo, incluso en el transporte público que solía coger. Y por supuesto, en el hospital.

Y para algunas cosas fue incluso ventajoso: la ropa de premamá es más barata y fácil de encontrar en verano: un vestido o un par de faldas y media docena de camisetas son suficientes.

Era tan obvio que estaba embarazada, que siempre me cedían el asiento en el metro y el bus o me dejaban avanzar algún puesto por la cara en las colas.

El peque, recién nacido. también andaba tan campante con un ligero body de algodón. Y muy era agradable salir a pasear con él en septiembre y octubre, cuando los días aún son largos.

Ahora me toca en una época del año completamente diferente. El día estimado para salir de cuentas es el 5 de marzo.

Es decir, que pasaré los últimos meses en pleno invierno.

Y me llama la atención que nadie me haga ningún comentario de esos en plan «pobrecita» tan habituales en el otro embarazo.

Mientras tanto rezo para que el plumas que llevo aguante todo el invierno sin reventar por la presión de la creciente barriga.

¿Qué creéis? ¿Cual es la mejor época del año para pasar el final del embarazo?