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Nacer en el desastre

Hace un mes un blog de la casa, Sexta Columna, publicó en dos posts los Premios Pulitzer 2011 de fotografía.

En el primero explicaban que la mayoría de las fotos premiadas son durísimas. Muestran muerte, desesperación, destrucción…

En el segundo recogía las únicas imágenes de esperanza. Y claro, esas imágenes tenían que ser de niños. Un recién nacido en una tienda de campaña en Haití y un bombero español rescatando a un bebé.

También hay dolor, desastres y desesperación detrás. Probablemente un futuro como poco muy complicado. Pero es cierto que lo que resplandece es lo positivo.

Mucho ha cambiado las cosas el que tantas y tantas mujeres podamos elegir si ser madres y cuando serlo. Resulta curioso pararse a pensar en las generaciones que nos precedieron y en otras muchas mujeres que nos rodean que no han dispuesto de esa opción. Han sido madres en medio de guerras, hambrunas, revueltas y desastres naturales. Y nosotras muchas veces no lo somos salvo que exista la cuadratura del círculo.

Elegir es lo que debería ser, está claro. Pero tal vez si todas esas generaciones de mujeres hubieran podido hacerlo ni yo estaría aquí escribiendo ni vosotros ahí leyendo.


NIKKI KAHN/THE WASHINGTON POST


CAROL GUZY/THE WASHINGTON POST

A 1,20 metros, los derechos de la infancia vistos desde su altura

Al ir y al volver del trabajo paso por la estación de cercanías de sol. Allí han puesto una exposición fotográfica que llevo varios días queriendo ver. No he tenido éxito (mis prisas de madre reciente trabajadora y la llegada del tren me lo ha impedido) hasta ayer.

Ayer pude acercarme y echarle una ojeada, más rápida de lo que hubiera deseado eso es cierto. Y la verdad es que todas las fotos me parecieron muy buenas y muchas altamente impactantes.

En definitiva, muy recomendable si tenéis la oportunidad de verla y os gusta la fotografía.

Esto es lo que he encontrado sobre esta exposición:

Los derechos de la infancia vistos desde su altura es una exposición fotográfica que quiere remarcar la importancia que tiene ver el mundo desde el mismo punto de vista de los niños. Tras el éxito obtenido en su paso por Madrid la exposición tiene pensado recorrer toda España parando en un total de 47 poblaciones.

La muestra ha sido el resultado de la colaboración de la ONG Espíritu Social, la Escuela de Fotografía EFTI y el Consejo General de la Abogacía Española. 1,20 metros intenta transmitir la visión que al crecer hemos ido perdiendo, nos muestra las dificultados que pueden encontrar los niños, su vida diaria o simplemente su forma de ver el mundo, todo desde su altura.

A veces, para solucionar problemas, dilemas y/o conflictos hace falta verlo desde otra perspectiva. Todas estas ideas, son las que intentan transmitir las fotografías expuestas en 1,20 metros. Los derechos de la infancia vistos desde su altura, porque una imagen vale más que mi palabras.

La Exposición recoge el trabajo de los 20 finalistas del concurso 50 Aniversario de la Declaración de los Derechos del Niño que tuvo lugar el año pasado (en 2009). Además, se incluyen obras de fotógrafos importantes que han cedido algunas de sus fotografías, como Cristina García Rodero, Ciuco Gutiérrez, Gervasio Sánchez, José Cendón, Ouka Leele, Walter Astrada, Javier Bauluz, Álvaro Ybarra o Enrique Meneses.

Las fechas y lugares en los que estará 1,20 metros. Los derechos de la infancia vistos desde su altura podéis consultarlo en www.espiritusocial.org y www.abogados.es,

No déis comida a los animales de los zoo

Los carteles no pueden ser más grandes ni más claros. Y abundan por todas las instalaciones. Unos se limitan a prohibir alimentar a los animales. Otros se toman la molestia de explicar que hacerlo puede desequilibrar su dieta y ocasionarles graves problemas de salud.

Da igual. Siempre hay alguien arrojando patatas fritas, gusanitos, trozos de pan.. Jirafas, chimpancés, elefantes, monos… y sobre todo los osos pardos, los payasos oficiales del zoo.

Me enferma. Me pone mala.

Y muchas veces lo hacen padres recientes en compañía de sus niños pequeños, sin importarles un bledo el nefasto ejemplo que están dando. Enseñándoles que más importante su mínima diversión al ver al oso ponerse en pie que el bienestar del animal.

Mira que hay algunas instalaciones en las que consienten alimentar a los animales. Con los flamencos o cabras por ejemplo, por 50 céntimos obtienes pienso específico para ellos que poder darles.

No parece ser suficiente para esos alimentadores obsesivo compulsivos de todo bicho viviente.

Recuerdo leer a Gerald Durrell, en sus libros de adulto como director de un zoo, quejarse amargamente de esta manía por lanzar comida a los animales que los enferma, engorda e incluso hiere (no sólo les lanzan comida, Durrell contaba que incluso en una ocasión dieron cuchillas de afeitar a los chimpancés).

El acuario también está repleto de carteles prohibiendo hacer fotos con flash. Incluso lo recuerdan constantemente por megafonía. Y siempre hay algún destello de algún idiota que además tendrá que tirar esas fotos a la basura. En un entorno casi sin luz y lleno de cristales, si hay alguna oportunidad de hacer una foto digna será precisamente sin flash y con muy buen pulso.

En fin, será que hoy tengo el domingo gruñón…

El alzheimer

Tres de mis cuatro abuelos aún viven.

La que falta era la madre de mi madre, una extremeña lista que se enorgullecía de sus bonitas manos y siempre llevaba las uñas pintadas, que nunca se tiñó el pelo, que fumaba pese a que en su generación pocas mujeres lo hacían, que manejó su dinero y tomo sus decisiones en la vida sin depender de ello para nadie, que a veces juzgaba a la gente demasiado rápido pero siempre tuvo buen corazón. Era creyente, no perdía una misa, y le encataba el ver baloncesto en televisión. Tenía mucho carácter, aunque no un pronto explosivo. Simplemente iba por la vida teniendo claro lo que quería y actuando en consecuencia. Se equivocó muchas veces, como cualquiera que se atreve a afrontar la vida, pero acertó al menos otras tantas.

De esa mujer heredé las manos, aunque yo no las adorno con oro ni con esmaltes. Tal vez también los ojos negros. Mi madre, que salió más dócil, dice que saqué en parte su personalidad. Puede que sí, aunque también puede ser sencillamente que a mi madre le consuela recordar a su madre en su hija.

Teníamos en común el gusto por las fotografías. Cuando quería complacernos a ambas le pedía que me sacara su caja de viejas fotos. Ella me iba narrando los paisajes y los protagonistas y yo la escuchaba.

En total sumó seis hijos, tres niños y tres niñas. Pero como madre no tuvo mucha suerte. Sus dos primeros hijos murieron siendo muy pequeños. Nadie sabe de qué. Al segundo le puso el mismo nombre que al primero. Y al tercero el mismo que a los dos anteriores. Pocas madres lo hubieran hecho, pero ella parecía querer desafiar al destino.

Tampoco tuvo suerte al final de su vida. Sus últimos años los pasó sucumbiendo al alzheimer. Olvidando quien era, olvidando los nombres de sus seres queridos, las palabras cotidianas, convirtiéndola en un apagado reflejo de la enérgica anciana que fue.

El alzheimer, que no siempre elige los mismos frentes, atacó con fuerza la expresión oral. Logró lo que nadie ni nada antes: la enmudeció

Si hubiera visto su caja de fotos, no habría reconocido a nadie. El alzheimer no sólo la enmudeció, también la borró.

En algo fue clemente el alzheimer. Ganó la partida definitica a los pocos años. No padeció tanto como otros enfermos de esta maldición.

Murió pocos meses después de que naciera mi hijo, su primer bisnieto.

Las veces que acudimos a visitarla sé que fue feliz tomando, con ayuda, a ese bebé en brazos. Cuando veía a mi madre sonreía y movía los brazos como si acunara un bebé. Lo recordaba. El alzheimer no pudo anular del todo el amor que despierta un recién nacido.

Este fin de semana su bisnieto ha metido unas moneditas en una hucha que recaudaba fondos en nombre del alzheimer.

Y yo he recordado a mi abuela.

Padres recientes, fotógrafos habituales

Todos somos fotógrafos. ¿Quién no ha hecho alguna foto alguna vez? Los hay con más afición que otros, con más cualidades que otros. Los hay incluso con formación.

Pero creo que hay algo en lo que coincidimos todos, fotógrafos amateurs y profesionales: cuando somos padres recientes la cámara echa humo.

Debe de ser la etapa de nuestra vida en la que más fotos hacemos. Es maravilloso capturar a nuestros hijos siempre bebés.

Y desde el otro punto de vista, es la etapa de nuestra vida en la que más fotos recibimos.

Al menos en mi caso mis padres tienen bastante documentada mi infancia. En cambio a partir de los doce o trece años comenzaron a perder la afición a lanzarme fotos.

Tal vez no les apetece tanto recordar nuestra adolescencia.

¿Por qué traigo hoy el tema de las fotos? Pues por que me escribió hace ya unos cuantos días Gerardo García, un fotógrafo profesional especializado en embarazadas, bebés, niños y familias.

Me invitó amablemente a que conociera su trabajo en kidyart.com y en el blog kidyart.com/blog.

Ya os he dicho alguna vez lo mucho que me gusta la fotografía. Lo he visitado y sus fotos me han encantado. Me resultan, muy frescas, muy naturales. Momentos espontáneos que todos hemos vivido. Nada posado y artificial.

Particularmente las fotos de bebés y niños me gustan con luz natural (algo que comparto con él) y a todo color (pero sus muchas fotos en blanco y negro también me parecen preciosas).

Os dejo con algunas. En su web hay muchas más.

Por cierto, en noviembre tiene tres talleres en Madrid, A Coruña y Vigo sobre cómo fotografias a nuestros hijos. Si os interesa aprender y queréis más información, aquí la hay.

Los monstruos que hay entre nosotros

Cuando era niña tuve pocas pesadillas, mis padres me tranquilizaban siempre diciendo que los monstruos no existen.

No es verdad. Hay muchos monstruos que acechan a los niños.

Mis padres volvieron de vacaciones esta semana contando que habían apresado en Gijón a un hombre que se dedicaba a hacer fotos con el móvil a los niños desnudos mientras les duchaban para librarles de la arena y la sal de la playa.

Lo hacía en las duchas de la escalera 13 de la playa de San Lorenzo, las mismas que usamos nosotros.

Cuando la policía fue tras él le dió tiempo a tragarse la tarjeta que las almacenaba.

Mi santo no es un hombre violento. Todo lo contrario. Es grande y fuerte, y como muchos hombres grandes y fuertes nunca ha necesitado serlo.

Pero al oir la historia lo que dijo es «si le agarro yo lo que se hubiera tragado es el móvil entero, eso para ir abriendo boca».

Coincido con él. No soy creyente. Lo único verdaderamente sagrado para mí son nuestros niños.

¿Cómo decirles que no existen los monstruos?

Otra madre, otros tiempos

La fotografía que os muestro siempre me ha conmovido. Me sacudió emocionalmente hace ya unos años, cuando la vi por vez primera y la recordé la semana pasada a raiz de PhotoEspaña.

Siempre me hace recordar una novela espléndida: «Las uvas de la ira» de Steinbeck.

La madre de la imagen se llama Florence Owens Thompson y no recogía uvas, sino guisantes.

Cuando la inmortalizaron en 1936 Florence tenía 32 años, siete hijos y vivía en la indigencia. Se tomó en California.

Me resulta imposible no establecer comparaciones: yo cumplí hace poco los 33 años, tengo dos hijos y mi hipoteca y mis problemas dan risa comparados con los de esta mujer.

Es la imagen más conocida de la fotógrafa Dorothea Lange. Esta imagen de una madre contribuyó a concienciar al público de la difícil situación de miles de familias durante la Gran Depresión y a que se generaran mayores ayudas gubernamentales.

Aquí os dejo esta fotografía genial. Creo que merece la pena mirarla con detenimiento al menos una vez en la vida.

De propina os dejo otra fotografía de la misma serie mucho menos conocida.

Los hijos póstumos y el Pulitzer

Por pura casualidad he dado con una fotografía que ganó el Premio Pulitzer 2006.

En la imagen se puede ver a Katherine Cathey presionando con su vientre embarazado el ataúd de su marido.

Los responsables de la foto son Todd Heisler y The Rocky Mountain News.

Entiendo perfectamente que la captura de ese gesto espontáneo de una mujer embarazada se llevara ese premio.

Independientemente del color de la bandera, me parece una foto que impresiona.

Es una foto universal y ajena a cualquier momento histórico.

Me hace pensar en la ingente cantidad de mujeres que desde el principio de los tiempos y aún hoy tienen que pasar por una experiencia parecida: por gestar y críar un hijo póstumo de su marido.

Tiene que ser tremendo. Pero también tiene que ser un consuelo.

Y me ha hecho recordar que cuando aún quedaba mucho para ser madre pero ya tenía claro que había encontrado al hombre con el que quería envejecer, alguna vez pensé que si él tenía que faltarme antes ojalá al menos me dejara acompañada por su hijo.

Vete a saber porqué me daba por pensar cosas así con veinte años.

Los hijos del pecado

Ya os he hablado en el pasado de nuestro precioso Museo Virtual de Viejas Fotos, hecho con las fotos anteriores a 1970 que nos envían los lectores.

Hoy quiero recordarlo por una foto en concreto con una historia detrás.

Data de 1910, en Buenos Aires, y nos la envió Enrique Trotta, que cuenta:

Mi abuela con su traje de novia. En la cola del mismo está mi padre, nacido meses antes. (Escándalo para la sociedad argentina de esa época).

Y eso me hace pensar lo rápido que han cambiado las cosas, afortunadamente. Al menos en países como el nuestro.

No soy tan mayor, tengo 32 años, pero recuerdo perfectamente haberme quedado de piedra al conocer siendo niña a otros niños cuyos padres no estaban casados.

Y algún caso he visto de cerca de embarazo por penaltis, como la victoria de España en la Eurocopa, que comenzó como escándalo, acabó en embarazo forzado de un par de adolescentes y acabó como el rosario de la aurora.

Imagino que todos tenemos presente algún caso.

En apenas generación o generación y media han cambiado tanto las tornas que parece increíble.

Y creo que las grandes beneficiadas en este caso hemos sido las mujeres.

Ya no hay hijos del pecado.

¿O estoy siendo demasiado optimista?

¿Tienes miedo a mostrar en Internet fotos de tu bebé?

He recibido varios comentarios aconsejándome que no ponga fotos de mi bebé aquí. La mayoría no dan otro motivo más que un miedo inasible, pero los hay que apuntan a que Internet está llena de pedófilos.

Y también las playas y los parques, me dan ganas de contestar. Y no por ello voy a dejar de llevar a mi hijo a bañarse este verano con su precioso bañador de tiburones o a subirse al columpio.

Pero no es sólo en los comentarios, también de viva voz me lo han recomendado, y me consta que hay a mi alrededor padres y madres recientes que se guardan muy mucho de tener fotos de sus bebés en Internet al alcance de todo el mundo.

En noviembre inauguré este blog afirmando que uno de los peores descubrimientos de la maternidad consiste en saber que vas a vivir con miedo la vida que te quede.

Miedo a muchas cosas: a que se caiga, a que se atragante, a que le hagan daño, a que enferme, a que se junte con malas compañías…

Pero me niego a tener miedo al coco digital a mis años.

Es verdad que no tengo visibles para todo el mundo fotos en las que aparezca desnudo. Pero no creo que mostrar una foto de un bebé en Internet, vestido y feliz, pueda ocasionarle ningún mal.

Si a esos monstruos les interesaran esas fotos, tendrían la casa llena de catálogos de moda infantil. Ojalá se conformasen con eso, pero por desgracia lo dudo mucho.

¿Tú tienes miedo a mostrar en Internet fotos de tu bebé?