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Cuando nos pegan sus virus

Ayer no hubo post. No lo hubo porque me pasé el día con fiebre y vomitando. Hoy todavía ando a medio gas.

El mismo virus que tuvo el peque me atacó la tarde del martes con todo su arsenal.

Normalmente el que suele caer en solidaridad con el peque es mi santo. Pero esta vez me ha tocado a mí.

Sólo espero que Julia se mantenga al margen. De momento parece aguantar bien todos los virus que entran en casa.

Y pasa con frecuencia que a nosotros nos arrea aún más fuerte. Lo que en ellos es un poco de flojera a nosotros nos deja desmadejados. La fiebre que a ellos les atonta, a nosotros nos machaca.

Seguro que sabéis por vuestras propias carnes de qué hablo.

Efectos secundarios de la paternidad. ¡Qué se le va a hacer!

Mañana más y mejor. Espero.

Cuando a nuestros hijos les pasa algo

Mi peque tiene una salud de hierro. Tocaré madera para que siga así, pero no ha tenido apenas fiebre, ni mocos, ni gastroenteritis… el gasto en medicamentos es cero.

No sé si es cosa genética, tanto su padre como yo fuimos (y somos) también de lo más saludable de momento. Puede ser el pecho que estuvo tomando hasta pasados los dos años. O tal vez que no ha ido a guardería.

Probablemente sea un buen cóctel de todo.

Pero eso no quiere decir que no nos lleváramos un buen susto con él.

Subluxación de la cadera izquierda. Eso es lo que me dijeron que tenía mi peque cuando apenas había cumplido seis meses.

Pocos días antes habíamos hecho una ecografía rutinaria. La hacen a todos los niños que nacen de nalgas, ya que es un factor de riesgo importante.

Y me dejaron de piedra, llorando en casa, con un disgusto existencial que ni imaginaba.

Menos mal que se trabata de algo pasajero y perfectamente solucionable.

Tuvo que estar hasta el año con un arnés de Pavlik que le forzaba a tener las piernas abiertas y flexionadas y a pasar varias veces por el traumatólogo infantil, hasta que en la última ecografía comprobaron que el problema estaba subsanado y nos dieron el alta.

Tardó algo más en andar y no gateó, pero nada preocupante.

Mañana tendremos que volver al hospital a hacerle una radiografía y luego a la consulta del traumatólogo: ha pasado un año desde ese alta y quieres asegurarse por última vez que todo está en orden.

Yo estoy tranquila. Creo que así es y lo considero un trámite. Ya os contaré.

Pero no se me olvida hasta qué punto puede afectarme lo que le suceda a mi hijo.

Es con toda seguridad la única persona del mundo por la que me cambiaría sin dudarlo lo más mínimo fuera cual fuese la enfermedad y el pronóstico.

Tal vez también me sacrificaría por otras personas que me rodean, pero no sería tan instantáneo y ya habría unos cuantos «dependes» sobrevolando por ahí.

Antes de tenerle no podría haber imaginado la intensidad de ese impulso.

Queda prohibida la guardería

a00477850 5796Me consta que mi pediatra así se lo ha dicho a algunas madres recientes después de que su bebé no levantara cabeza en la guardería.

Incluso conozco a un caso directamente: el niño no paraba de enfermar, el pediatra le desaconsejó la guardería y sus padres tuvieron que organizarse para atender al peque en casa.

Es una buena faena para los padres.

Dejar a nuestros hijos en una guardería es algo a lo que nos vemos obligados. Yo creo que el razonamiento de que se hacen más fuertes es una manera de justificarnos por dejarlos ahí.

Y es un gran trastorno buscar una solución alternativa.

Mi peque tiene una salud de hierro, toquemos madera.

Imagino que se conjuga el hecho de que no acuda a una guardería (aunque nosotros hemos caído enfermos y no le hemos contagiado), que aún tome el pecho a sus casi dos años y que tanto su padre como yo también fuimos niños sanos que apenas pisaron la consulta del médico.

Pero si fuera a una guardería y viera que no para de enfermar probablemente también haría lo posible por evitar lo que lo provoca.

El otro día comentando esta teoría mía me dijeron que si no enfermaba ahora, lo haría más tarde cuando fuera al cole. Que todos acaban cayendo.

No sé yo. No es lo mismo el sistema inmunológico de un niño de un año que el de uno de cuatro.

¿Tú que opinas?

Sobre si espabilan más o no, si os parece, hablamos mañana…

Esas noches toledanas de los padres recientes…

Mi peque, por suerte, tiene una salud casi de hierro. Apenas se ha puesto enfermo: el verano pasado tuvo una leve gastroenteritis, esta primavera algo de mocos y para de contar.

Tuvo cólicos del lactante durante los primeros meses, que regateamos como pudimos con ayuda de la campana extractora, algo de dermatitis atópica, que por lo que he visto les toca a casi todos los bebés, y la primera vacuna que le pusieron le provocó unas décimas. Eso ha sido todo.

Jamás hemos tenido que ir a urgencias ni al pediatra más allá de las revisiones y las vacunas.

¿Cómo se toca madera cuando se escribe desde un blog?

Imagino que el cóctel responsable de tanta fortuna es que sigue tomando el pecho con casi 22 meses, no va a guardería y sus papás también fueron niños sanos.

Por cierto, que enfermedades no habrá pasado, pero nadie se libra de algún susto: entre los seis meses y el año tuvo que llevar un arnés de Pavlik por una subluxación congénita de cadera que afortunadamente ya está corregida.

Hubiera preferido unos cuantos resfriados. Pero no es algo que se pueda elegir.

Volviendo a las enfermedades, la cosa es que el peque nos ha dado muy pocas noches toledanas. Se pueden contar con los dedos de una mano. Y creo que sobran.

Menos mal. Rara vez me han tenido que ver zombi en el trabajo. Con lo difícil que resulta recuperar el sueño si eres padre o madre reciente…

Pero lo peor de esas noches toledanas no es tener que salir a trabajar con los ojos pegados y la intuición de saber cómo te sentirás físicamente a los 80 años.

Lo peor es saber que tu hijo no está bien, escuchar su llanto sin poder calmarlo y, muchas veces, sin tener claro qué le duele.

Lo peor es tener que ir a trabajar con sentimiento de culpa dejándole enfermo en manos ajenas.