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«Todos los niños con necesidades educativas especiales se han visto afectados»

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El día 24 de octubre el Colegio permanecerá abierto y funcionando con normalidad. Si bien, nos gustaría señalar que estamos de acuerdo con los motivos de la huelga del día 24 de octubre. Estamos en contra de los recortes y las políticas educativas del Ministro Wert.

Ese es el mensaje que hemos recibido del colegio de Jaime a comienzos de la semana. Me consta que los colegios de educación especial o específica, a los que acuden niños con distintos tipos de discapacidad que no se pueden dejar con cualquier en casa y a los que la interrupción de las rutinas puede afectar bastante. Se agradece la consideración con los niños y sus familias. Sobre todo porque estos profesionales están concienciados no solo con el cambio en las políticas educativas sino con otro tipo de recortes que afectan directamente a las personas con discapacidad.

Jaime ha ido al colegio. Es lo mejor para él, pese a que yo también estoy de acuerdo con los motivos de la huelga igual que su centro. Julia, en cambio, no irá.
Su colegio es público y está lleno de camisetas verdes. El día de hoy están obligados a atender a los niños que acudan, ya sea porque sus padres no están de acuerdo con la huelga general conjunta de profesores, padres y alumnos o porque no pueden organizarse para dejarles ese día en casa o al cuidado de alguien de confianza. Su colegio además es un colegio con un aula específica para niños con Trastorno Generalizado del Desarrollo. Es muy probable que esos niños tampoco vayan hoy, ya que necesitan muchos apoyos y personal especializado que probablemente hoy no esté.

Pocos recuerdan mirar cómo afecta a los niños con discapacidad las distintas leyes educativas. Por algo son una (gran) minoría. La EGB que tanto añoran muchos, para ellos era un erial. La nueva Lomce, por lo que he estado leyendo (el PDF de la ley), se olvida completamente de ellos. Podría pensar que, dadas las cosas, mejor que les dejen como estan. Pero es que no les dejan como estan: si se reduce el personal de apoyo y los recursos en general, se incrementan ratios en las clases y no se da un paso adelante e imprescindible en la integración real en el sistema educativo de aquellos niños con capacidad para hacerlo y se ofrece una educación especial de calidad y adecuada para las distintas capacidades, también se les está perjudicando. Y mucho.

No sé si tenéis niños en edad escolar o bebés a los que les tocará la Lomce. No sé si estáis informados de lo que supone esta legislación. Os recomiendo leer sus 77 páginas. Aunque aquí tenéis un resumen.

También os recomiento el artículo de mi compañera Amaya Larrañeta con 24 razones por las que padres, profesores y alumnos apoyan la huelga en Educación. Aquí tenéis uno de los motivos de Begoña Yagüez:

Soy presidenta de Ampatt (asociación de madres y padres de niños con diversidad funcional) en Toledo y madre de un niño que nació ciego, que está empezando a ver gracias a una operación, pero aún sufre retraso madurativo. He conseguido el apoyo escolar de mi hijo, pero he tenido que pelear mucho. He tenido que ir a inspección y todo, pero hay mucha gente que no sabe cómo actuar cuando se quedan sin apoyos en el aula. El año pasado, Castilla La-Mancha metió el tijeretazo reduciendo el personal de apoyo un 33%, demostrable con informes. Es imposible cumplir con la escuela inclusiva cuando se está bajo mínimos. Todos los niños con necesidades educativas especiales se han visto afectados.

Por último la imagen de la portada de la edición impresa hoy de 20minutos con sus declaraciones:
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Manteniendo la motivación, manteniendo la ilusión

CAZO LORENZO4Es habitual en el deporte encontrar vídeos, historias, pósters, publicidad (Nike es experto) e imágenes con lemas que buscan motivarte: que no dejes de correr, que levantes más peso, que no te queden en casa sentada en el sofá, que aspires a más, que salgas de tu zona de confort.

Funcionan. No siempre, no todas las veces. Pero sí, funcionan. Ayudan a mantener o avivar la motivación, la ilusión.

Cuando tienes un niño con una discapacidad o con dificultades de algún tipo, pero también cuando tienes niños que no tienen ningún handicap, también viene bien a veces encontrar herramientas externas que te ayuden a centrarte de nuevo, a ponerle más ganas, a trabajar con más fuerza, a no tirar ninguna toalla.

No deberíamos necesitar de nada ajenos a nosotros mismos. Todos sabemos de sobra lo que hay, lo que nuestros hijos necesitan en tiempo y dedicación. Pero la inercia del día a día es poderosa, también lo son las decepciones cuando algo no va como esperamos. Cualquier revulsivo es bueno en esos momentos.

Ya os he hablado en el pasado de El Cazo De Lorenzo, un hermoso cuento de Isabelle Carrier, mujer de Jérôme Ruillier, el autor del también muy recomendable Por Cuatro Esquinitas De Nada sobre la aceptación y la integración.

Sí, es simplemente una metáfora adaptada a los niños, pero a mí me ayuda cuando necesito una chispa de motivación extra. Igual que me ayuda pensar en otras personas que han recorrido caminos similares al mío antes que yo.

Os dejo con un montaje hecho con la música del hermoso arranque de la película ‘Up’que le pongo a Julia en la tablet para leerle este cuento antes de dormir.

Si no lo conocéis, no imagináis la pequeña gran joya que os perdéis.

Y aquí Por Cuatro Esquinitas De Nada:

El autismo es una putada, no es ninguna bendición

Si no habéis leído 'De ratones y hombres', ya estáis tardando.

Si no habéis leído ‘De ratones y hombres’, ya estáis tardando.

Hay un blog que os recomiendo de todo corazón. Se llama De retrones y hombres (solo por esa referencia a Steinbeck ya me ganaron de entrada), lo escriben dos retrones como ellos se llaman, dos personas con discapacidad, Raúl Gay y Pablo Echenique Robba, y cuya visión y líneas de pensamiento casi siempre comparto (tanto, que asusta). Durante el mes de agosto no leí sus posts, así que tras volver de las vacaciones me he estado poniendo al día. Y he elegido uno de esos posts veraniegos para traerlo aquí porque sé que me leéis muchas personas relacionadas con la discapacidad (padres, madres, tías, terapeutas, afectados..), creo que es una reflexión que merece la pena hacer y refleja perfectamente lo que yo también siento.

Hace muchos años, en clase de religión, el cura nos hizo escribir en un papel una petición para Dios. Mis compañeros desearon la paz mundial o la erradicación del hambre en el mundo; yo pedí, lo recuerdo perfectamente, “ser normal”. El cura me afeó la petición: “Eres un egoísta”, me dijo. Por entonces no tenía asentado mi ateísmo pero ya me sonó raro que un deseo tan normal fuera censurable.

Al parecer, no es un deseo tan normal. A lo largo de estos meses, en este blog hemos debatido mucho sobre la discapacidad y han surgido visto puntos de vista diferentes. A mí me resulta bastante extraño pero hay personas que están contentas de ser retronas. No es que acepten no poder caminar o escuchar o ver; es que casi están orgullosas de ello.

Bien, cada uno se enfrenta a la realidad como quiere o puede pero una cosa es aceptarla y otra muy diferente retorcerla.

1.-Para empezar: ¿es posible estar orgulloso de una situación impuesta, no elegida? En mi opinión, no. Siempre me ha parecido un tanto vacuo enorgullecerse de ser español, catalán o aragonés; más todavía enorgullecerse de ser retrón. El orgullo nace de un logro, de una realidad modificada por uno mismo, no de una situación dada.

El teólogo estadounidense Reinhold Niebuhr escribió la siguiente oración: “Dios, concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor para cambiar las cosas que puedo cambiar y la sabiduría para conocer la diferencia”. Si quitamos a Dios, la frase puede servir para cualquier persona. Yo no soy creyente y me gusta. Hay cosas que no se pueden cambiar, hay que aceptarlas de forma tranquila. No hablo de resignarte a ser retrón, es un verbo que connota tristeza; hablo de mirar a la realidad con los ojos abiertos y comprenderla sin adornos.

En más de un caso he leído o escuchado que la discapacidad no existe, que todos somos discapacitados en uno u otro grado. Que es lo mismo no poder caminar o escuchar que no poder volar. Es un fabuloso autoengaño. Es muy difícil hacer ver la realidad a las personas que se engañan a sí mismas, ya se sabe que no hay peor ciego que el que no quiere ver… Pero hay que decirlo a las claras: la discapacidad existe, no es positiva y no afecta a todos. Queda muy bonito decir que la discapacidad está en la mirada del otro o, como escribí en su momento, en la propia mirada; pero lo cierto es que la discapacidad está ahí, sin importar quién mire ni cómo. Otra cosa es la forma de gestionarla (que es a lo que me refería en aquel primer artículo).

Es solo el arranque y el primer punto del post. Hay mucho más por leer. Con todo lo que dicen estoy de acuerdo. Su visión es la mía. Y su conclusión también:

Yo lo tengo claro: si pudiera tomar una pastilla y me nacieran brazos y piernas, la tomaría. ¿Significa eso que soy un amargado? No. ¿Pienso todo el día en ello? Tampoco.

Que cada uno gestione su situación como quiera, pero sería bueno que no trataran de imponer sus autoengaños.

Yo también lo tengo claro. Yo también compraría esa pastilla que curaría el autismo de mi hijo. Yo también me he encontrado a muchas personas que han desarrollado un orgullo del autismo, a las que he oído decir que es un regalo del cielo o que odiar el autismo sería odiar a sus hijos. Que su hijo sería otro sin su autismo y es como decir que no aceptan a su hijo.  Las entiendo. Pero no lo comparto. No es así como yo lo siento.

No es palabrería fácil. Os aseguro que daría sin dudar todo lo que tengo, mi vida entera, por esa pastilla milagrosa. No pensando solo en mi hijo, sino en los cientos de miles de personas con autismo que respiran por ahí.

Estoy de acuerdo con tener una visión positiva del autismo. Normalizar el hecho de tener una persona con discapacidad en la familia es mi bandera. Vivir feliz y hacer felices a los míos es mi objetivo vital. Pero el autismo es una putada. Una persona con autismo no es un ángel. El autismo no es ninguna bendición.

La delgada línea verde

Adi Holzer: Life (1997). Wikimedia Commons.

Adi Holzer: Life (1997). Wikimedia Commons.

Expectativas realistas de un lado. Ilusión y esperanza del otro. Cuando tienes un niño con autismo, o con cualquier otra discapacidad cuya evolución es desconocida, tienes que aprender a moverte por una delgada línea verde. Una línea más difícil de encontrar cada año que pasa.

No puedes engañarte a ti mismo, creer que se curará, que llegará el soñado milagro.

De ser así podrías podrías acabar haciendo caso de los cantos de sirenas, podrías acabar en arenas movedizas.

Tampoco puedes tirar la toalla, asumir que no hay nada que hacer, perder la confianza en que mejorará.

De ser así es posible que cunda el desánimo en tu día a día, que no ofrezcas a tu hijo todas las herramientas para que mejore, para que desarrolle todo su potencial.

Es un complicado equilibrio. Creedme.

Somos padres funambulistas que, por nuestra salud mental, debemos seguir esa guía, esa línea verde a veces casi invisible, que se retuerce y en ocasiones parece incluso retroceder.

Cuando Jaime tenía dos, tres e incluso cuatro años miraba a otros niños con autismo que habían tenido una evolución envidiable y soñaba en que mi niño dorado también llegaría a algo semejante.

Ahora queda poco más de un mes para que cumpla siete años y ya sé que no será así. Veo a otros cuyo diagnóstico llegó al tiempo que el de Jaime. No quiero comparar, no va de eso, pero verles me hace más consciente de mi realidad, una realidad que no quiero negar.

Ya estoy mentalizada de que será dependiente toda su vida, ya vislumbro que no siempre será un precioso cachorrito al que se podrá manejar con mi limitada fuerza física y cuyas travesuras harán gracia a todos. Tal vez tenga la parte más dura del camino por delante, tal vez hasta ahora haya sido lo más fácil. Puede que no. Es imposible saberlo y es imposible no planteárselo.

Y al mismo tiempo que asiento mis pies sobre una tierra incierta, sé que hay que seguir peleando por él, porque aún no sabemos hasta dónde puede llegar, todo lo que puede ofrecernos.

Esa delgada línea verde, ese serpenteante camino que nunca hay que perder.

El Síndrome de Down y la especial sensibilidad de la serie de televisión Glee

Hoy es su día, 21 de marzo, 21 del 3, el día de la trisomía del cromosoma 21. Así que antes de nada aquí tenéis su manifiesto:
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  •  Tengo síndrome de Down pero no estoy enfermo, sólo tengo un cromosoma de más. Por eso me cuesta hacer algunas cosas.
  • Tómate tiempo para conocerme. Detrás de mis rasgos hay un ser humano único lleno de emociones y experiencias. Aunque nos parezcamos físicamente, no hay dos personas con síndrome de Down que sean iguales.
  • Respeta mi espacio y mi intimidad, son importantes para mí.
  • Tengo muchas cualidades y muchos defectos… como tú.
  • Si quieres saber algo de mi, habla conmigo primero. Me siento fatal cuando le preguntas a la gente cosas que yo debería contestar. Aunque sea un niño, también sé responder. Y si soy un adulto… no me trates como a un niño. ¿A ti te gustaría que lo hicieran?
  • Tener síndrome de Down no hace que esté siempre de buen humor ni sea simpático con todo el mundo. Si me ves feliz es que lo soy.
  • Tengo amigos y familia, como tú. Pido respeto para mí y para ellos. Si me discriminas no sólo me haces daño a mí sino a todos los que me quieren y apoyan. Al igual que tú me gusta cuidarlos y hacerlos felices.
  • Tengo sueños y proyectos que quiero realizar. Es posible que necesite un poco de apoyo para conseguirlo. Si es así, ayúdame.
  • Tengo derecho a equivocarme. Déjame hacer las cosas a mi manera aunque sepas que lo estoy haciendo mal.
  • Me gusta estar informado de lo que ocurre aunque a veces me cueste entender lo que pasa. Las noticias se dan de manera muy complicada.
  • En el trabajo, dame una oportunidad para hacer las cosas por mí mismo. Tardaré un tiempo, pero pronto te demostraré que soy un empleado eficiente y un compañero más al que también puedes contar tus cosas.
  • Me gusta ir a la moda, vestir ropa bonita y sentirme atractivo. ¿Por qué nunca salen en los anuncios chicos con síndrome de Down? Yo me siento bien tal y como soy.
  • Déjame elegir por mí mismo. Tengo derecho a tomar mis propias decisiones. Ayudame a decidir… si te lo pido. No me manipules.
  • No me mientas. El engaño no me hace bien.
  • Tengo sexualidad y me gusta disfrutar de ella. Me apetece lo mismo que a ti. ¿Te sorprende?.
  • A mí también me gusta vivir con mis amigos o con mi pareja. No todos queremos vivir siempre en casa de nuestros padres.

lauren_1Quiero hablaros de una serie que en casa nos encanta, y no me refiero solo a mi santo y a mí, también a Jaime le gusta mucho (la música le puede): Glee.

No ha tenido mucho éxito en España, incomprensiblemente para mí. En Estados Unidos triunfa de forma abrumadora. Ligera, absurda a veces, con números musicales estupendos, un reparto coral y una sensibilidad especial, me parece muy recomendable.

¿A qué me refiero con eso de la sensibilidad especial?
Pues por ejemplo a mostrar de manera ejemplar la homosexualidad adolescente, abarcando desde el bullying hasta las relaciones estables y satisfactorias pasando por el proceso de salida del armario o de las experiencias homosexuales puntuales sin mayor trascendencia.

Y también a su forma de integrar la discapacidad: uno de los protagonistas va en silla de ruedas, y canta y baila en números espectaculares. Otro pasa una temporada en una silla de ruedas. ¿Pero algo tendrá que ver con el Síndrome de Down si hoy la traigo a colación, verdad? Pues sí, desde la primera temporada uno de los personajes principales es la actriz Lauren Potter a la que podéis ver caracterizada y en la alfombra roja. La han mostrado alejada de todos los estereotipos: formando parte de las animadoras, siendo malvada como la quina y lista como el hambre con respuestas brillantes. La entrenadora de animadoras de la serie tiene además una hermana con Síndrome de Down a la que adora y atiende que vive en una residencia.

Me encanta lo que hace Glee, y me encantaría aún más que hubiera más series de televisión que recogieran la discapacidad en sus distintas variantes con el mismo espíritu, con buenos guiones, huyendo de mitos y lugares comunes, sin usarlos como elementos cómicos o fuente de lástima, acercando a esa ventana al mundo que tenemos millones de hogares las diferencias que existen entre seres humanos.

Si conocéis más series de televisión, nacionales o extranjeras, que lo hagan me encantará escucharos. A mí no se me ocurre ninguna más. Poco a poco, espero.

«¡Mira, ese señor va en una sillita como si fuera un bebé!»

sillarierJulia es parlanchina, curiosa y atenta. Justo como se debe ser a sus cuatro años recién cumplidos. Como son casi todos los niños pequeños, cada uno en su estilo más o menos deshinibido. Y como cualquier niño pequeño, las convenciones sociales no están aún asumidas. Todo es llamativo y todo es preguntable.  Está además en la etapa de los «porqués», algo que adoro.

Así que en los últimos seis meses ya nos hemos encontrado con situaciones como la siguiente: vamos por la calle, mochila infantil al hombro y niña de la mano. Nos cruzamos con un hombre en silla de ruedas y Julia pega tres buenos tirones de muñeca y comienza a decir medio riéndose: «¡Mira, ese señor va en una sillita como si fuera un bebé! ¿Por qué?».

Lo ha hecho más veces: «¡Mira mamá, esa señora es muy pequeñita, es como yo!» o «Papá, ese otro papá está lleno de pelo como un oso«. Eso último pasó en la piscina hace bien poco. Y mi hija habla muuuy alto. Podría ser una gran actriz de teatro.

Seguro que muchos de vosotros os habéis visto en situaciones parecidas con vuestros peques.

He visto a padres y abuelos en circunstancias semejantes regañar a los niños, hacerles callar apurados, enfadados o muy avergonzados. A veces las tres cosas al tiempo. Sinceramente, creo que esa reacción no es la apropiada.

Lo más lógico me parece, con un tono normal, explicarles lo que pasa de la manera más normalizada posible, sin transmitir lástima hacia la persona con una discapacidad ni compartir las risas por las personas que «visten como un payaso» (eso lo dijo una niña de una conocida diseñadora delante de ella) o están llenas de pelo.

Normalizar, que gran palabra.

Y si la persona de la que ha hablado el niño sigue ahí y procede, pues pedir disculpas. Normalmente no hará falta, ellos también entienden la naturalidad y falta de maldad infantil.

Recuerdo cuando, tras recibir el diagnóstico de autismo de Jaime, leí en un foro a padres de chavales con autismo capaces de hablar comentar con humor los momentos en los que sus hijos habían creado uno de esos momentos de «tierra trágame» con tipos completamente tatuados en la playa, con discapacitados físicos, con gente vestida de forma un tanto estrafalaria… Muchas veces se trata de chicos ya mayores, por lo que la gente se lo toma con menos sentido del humor.  Por eso hay que tener mucho cuidado con los juicios de valor rápidos. Las discapacidades no siempre son visibles. A veces es una ventaja, otras no.

La foto es del libro Imparable, un relato en primera persona en el que el piloto de Rallies Isidre Esteve narra los cambios que sufrió su vida tras sufrir un aparatoso accidente mientras participaba en el Rally de Almería que le supuso una lesión de médula espinal.

Isidre ama la vida por encima de todas las cosas y, por ello es capaz de ver el lado bueno de cualquier situación, incluso de las más difíciles sin rendirse nunca.  Gracias a esa actitud, y seis años después del terrible accidente que cambió su vida, en 2011 nació la Fundación Isidre Esteve cuyo principal objetivo es mejorar la calidad de vida de las personas afectadas por una lesión medular. En este libro, cercano y emotivo comparte con nosotros su historia, sus barreras, sus sueños y sus metas, y nos anima a superar los contratiempos y a que permanezcamos imparables.

Seguro que a Isidre no le habría molestado el comentario de mi hija…

Condenados por tener una discapacidad

En 20minutos tenemos una sección que merece la pena seguir de cerca si os interesa el arte. Se lama Artrend  y el 99% de los contenidos son propios, elaborados con mimo y muy buen ojo por mis compañeros blogueros  Helena y Anxel @HelenaAnxel.

Hoy han publicado un tema muy duro. Tan duro que se me han saltado las lágrimas. Es un tema que afectará a cualquiera con una mínima sensibilidad, pero es muy probable que les duela de un modo más personal a aquellos que amemos a una persona con algún tipo de discapacidad intelectual o a un enfermo mental.

Cuentan que el fotoperiodista Robin Hammond ha ganado un prestigioso premio por su libro de fotografías Condemned. Mental Health in African Countries in Crisis (Condenados. Salud mental en países africanos en crisis) que “muestra las condiciones de extremo olvido y maltrato de las personas consideradas locas por sus comunidades”.

Os dejo un pequeño fragmento de la noticia que va acompañada de una fotogalería imprescindible y terrible.

Desde hace diez años, Ahmed Adan Ahmed, que ahora tiene 13, vive atado a un poste de madera en una tienda del campamento de las Naciones Unidas para desplazados de Galkayo (Somalia), una zona con más de un millón de refugiados escapados de los conflictos bélicos, tribales y religiosos de los países limítrofes.

Ahmed sufre una enfermedad mental que ningún médico ha diagnosticado porque el chico nunca ha podido acceder a asistencia. Su madre, Fawzia, lo mantiene atado y encerrrado ya que de otro modo cree que se escaparía.

“En doce años de ejercicio del fotoperiodismo, nunca me había encontrado con una agresión tan brutal a la dignidad humana», dice el reportero neozelandés. «Algunas de las personas que he retratado sufrieron traumas severos que provocaron enfermedades; otros nacieron con discapacidades mentales congénitas. Sea cual sea el caso, en países donde las infraestructuras no existen o han sido destruidas y donde los enfermos mentales no tienen acceso a atención, el tratamiento es siempre el mismo: vivir encadenados».

La situación de las personas con algún tipo de discapacidad en países afectados por conflictos como el hambre, la guerra la falta masiva de infraestructuras… es algo que me preocupa desde hace tiempo. Soy consciente del infierno que viven todas esas personas. También soy consciente de los miles de niños que no llegan a convertirse en adultos.

Un amigo que viaja mucho por África me decía que nunca había visto allí a una persona con síndrome de Down. ¿Nacen? Por supuesto. ¿Sobreviven? Difícilmente.

¿Qué pasa con ellos y con los niños que nacen con discapacidades visibles? Muchos mueren por causas naturales a veces consecuencia de su condición, por falta de atención, otros directamente son ‘descartados’ con más o menos amabilidad. Y sé que no se puede juzgar a una madre que ve cómo hijos sanos mueren de hambre por deshacerse de un hijo que nace con problemas. Hay que verse en esa tesitura. Aunque lo realmente terrible es que haya tantas madres viéndose en esa tesitura en tantos países.

Luego están los niños cuya discapacidad no es visible hasta que no cumplen dos o tres años o los que nacen sanos pero por alguna enfermedad o accidente acaban teniendo una discapacidad. Muchos de esos son estos encadenados de Robin Hammond. No todos, tampoco vamos a engañarnos. No todos llegan a cumplir muchos años. Y no sé qué es mejor, la verdad.

Por último algo de lo que he hablado con algunas personas en confianza (Amalia Arce entre ellas, cuando nos vimos hace dos semanas).  Hace unos pocos años conocí a un niño que había tenido graves problemas de salud siendo bebé que la impidieron nutrirse bien. Le operaron a vida o muerte siendo muy pequeño, pero alcanzó un estado de desnutrición severo que le afectará toda su vida. Ese niño tendrá una discapacidad que le hará dependiente de por vida. Desde que le conocí no puedo evitar pensar en todos esos niños que se salva in extremis de la muerte por falta de alimento. Sí, les salvan. ¿Y luego qué? ¿Cuántos de ellos quedan afectados para siempre por la desnutrición que padecieron mientras su cerebro se estaba formando? ¿Se hace algún seguimiento posterior de esos niños? ¿Se les intenta ayudar de alguna manera si efectivamente ha sido así?. He intentado debatir con algunas personas vinculadas a ONGs sin demasiado éxito, la verdad. Se les salva porque no puedes dejar morir a un niño de hambre si está en tu mano evitarlo, pero lo que venga después tiene como respuesta muchos encogimientos de hombros, muchos silencios de «es lo que hay», algún «algo intentamos hacer, pero es muy difícil, no hay medios».

En días como hoy siento que vivo en un mundo con más sombras que luces. A ver si sale un poco el sol de una puñetera vez, que ya va siendo siglo.
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¿Cuándo nace en los niños el pudor por el cuerpo desnudo?

7795203712_2099e15332_oJaime va a la piscina desde que tenía los dos años. Primero acudió a matronatacion, bañándose con su padre o conmigo, lleva tiempo ya nadando solo con un monitor. Me habéis leído en el pasado lo mucho que le gusta y lo bien que se le da, tanto que confió verle en las paraolimpiadas.

Recuerdo que un día, cuando tenía unos tres años recién cumplidos y estábamos en el vestuario femenino cambiándonos, entró una señora con un chaval de unos 20 años con síndrome de Down y bastante afectación. Su madre, que ya superaba los 60, estaba ayudándole a vestirse cuando llegó personal de la piscina y le indicó que no podía estar en el vestuario de mujeres.

«Es como un niño», explicó ella.

«Ya es un hombre, y tenemos un vestuario inividual para discapacitados»
, respondieron amablemente pero con firmeza.

En su momento la reflexión que hice es sobre esa tendencia a tratar a las personas con discapacidad mental como niños eternos. Efectivamente, no lo son pero muchos les consideran y se dirigen a ellos como niños eternos. Pero no es de eso de lo que va este post.

Cuando es su padre el que lo lleva, van al de hombres. Pero este año, si voy yo como sucedió ayer, estoy utilizando ese vestuario para discapacitados con Jaime. Al comienzo del curso en octubre, la primera vez que entramos en el de mujeres, percibí un cambio importante. A la hora que vamos hay un grupito de niñas de unos 8 o 9 años cambiándose. Jaime apenas tiene 6 recién cumplidos, es aún un niño pequeño, pero tras el estirón de este verano es alto para su edad, delgado y muy fibroso. Ni se me había pasado por la cabeza que podría incomodar a alguien a sus seis años, pero noté a esas niñas incómodas, buscando ángulos muertos para vestirse, mirando de reojo. No se quejaron, nadie vino a decirme nada, pero no probé un segundo día

No me importa lo más mínimo estar en el baño de discapacitados. Tengo muy asumido que mi hijo tiene una discapacidad y que antes o después nos iba a tocar usarlo, igual que utilizamos ya muchas otras cosas.

Lo que me hizo pensar ese día en el vestuario es sobre cuándo nace en los niños ese pudor por el cuerpo desnudo del sexo contrario. Julia tiene tres y no lo tiene. ¿Con 7 y 8 años es muy pronto? Probablemente no. No lo sé. Yo no lo recuerdo. Crecí rodeada de primas, sin hermanos y en un colegio femenino, no tuve ocasión de experimentar el nacimiento de esa vergüenza.

No sé si Jaime desarrollará alguna vez ese pudor
. Me gustaría pensar que Julia tendrá esa actitud con los demás, pero no con nosotros, no hacia su padre y su hermano. Yo crecí viendo a mi padre desnudo, dejándome ver sin problemas, y asumiéndolo como algo natural. En casa procuramos normalizar la desnudez.

Y otro asunto es el pudor por mostrar la desnudez propia, incluso a tus iguales. Probablemente esa otra vergüenza nazca de la mano de los complejos, del deseo de ser más delgada, más o menos morena, tener menos barriguita o menos culo. Es decir, se genera cuando no nos aceptamos como somos, cuando no miramos nuestro cuerpo con amor y aceptación sino con deseos imposibles de ser como las modelos y las estrellas de cine. Eso sí que es una pena y ojalá no lo experimente nunca. No me engaño, sería raro que no le sucediese, pero espero que lo sienta de la manera más somera posible y que, cuando madure, aprenda a quererse y verse hermosa. Muchas mujeres lo consiguen con el tiempo, otras tantas no lo logran jamás. Y me da la impresión de que los padres podemos hacer mucho para plantar la semilla de esa aceptación futura. Os aseguro que haré todo lo que esté en mi mano para que mis dos hijos crezcan queriéndose a si mismos, que no significa no reconocer nuestros fallos o no querer mejorar.

La discapacidad existe

La discapacidad existe. Es muy fácil mirar hacia otro lado cuando no te afecta. Fingir, incluso creer, que vives en un mundo sin discapacidad. El problema es que nos afecta a millones de personas, nos afecta porque la padecemos nosotros o a una persona a la que amamos.

Yo viví mis primeros treinta años en esa burbuja. Nadie en mi entorno cercano tenía discapacidad. Esa suerte que tuve. Me rozaba tangencialmente con gente que la tenía, pero era fácil ignorar esa realidad. Eran personas que no formaban parte de mi vida.

Y luego la cosa cambió. Y desperté. Mi abuela desarrolló alzhéimer, la terrible niebla del olvido. Mi padre dejó de ver y vio su salud muy mermada. Mi hijo nació con un autismo que dio la cara cuando dejó de ser bebé y debería haber comenzado a jugar y hablar.

La discapacidad está ahí. Creedme. Y merece la pena luchar por reivindicar los derechos de las personas que las padecen, porque supone también reivindicar los derechos de todos.

Hoy es el Día Internacional de la Discapacidad http://www.20minutos.es/minuteca/discapacidad/

Os recomiendo la lectura de los siguientes temas que hemos elaborado en 20minutos.es:

Las fotos son de nuestro fotógrafo Jorge París.

El sueño de la integración en el Día de la Discapacidad

Hoy es el día de la discapacidad. Un día para recordar a millones de personas: discapacitados físicos, intelectuales, sociales y sensoriales. No deberíamos olvidar que la discapacidad, en sus múltiples formas, trata en realidad de los retos, problemáticas, sentimientos, necesidades y aportaciones de individuos, de personas con nombres y apellidos, muchos de ellos niños.

Sabéis de sobra los que me leéis que Jaime, a sus cinco años, tiene una discapacidad importante a consecuencia del autismo. Pero hoy quiero recordar en general a todos los niños que se enfrentan a un mundo que no está pensado para ellos sea cual sea la causa: un mundo lleno de gente que anda, habla, se relaciona con facilidad, ve, oye… un mundo que para ellos supone un muro tras otro a saltar, rodear o soportar. También en los colegios.

No estaría de más recordar en estos tiempos de recortes que estos niños necesitan de apoyos especiales que les son imprescindibles. Necesitan profesionales cualificados, adaptaciones curriculares, cambios arquitectónicos… los necesitan y los merecen.

Todos son unos pequeños campeones que trabajan muchísimo, que tienen que demostrar más, a los que les exigimos sin tregua. Y eso va a ser así inevitablemente ya que tienen que adaptarse a situaciones en las que no está contemplada su discapacidad-

Lo menos que podemos hacer es procurar que sean las menos posibles, facilitarles todo lo que podamos el camino.

Todos tenemos que hacer esfuerzos en tiempos de crisis, pero ellos ya están haciendo muchos.