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Todos los colegios e institutos deberían tener aparcamientos para bicis (y los padres deberíamos fomentar su uso)

Yo fui una niña a una bicicleta pegada. Mi orbea amarilla y azul, con gruesas ruedas de tacos, fue mi fiel compañera muchos años. Recuerdo que cuando era más pequeña imaginaba que era un caballo o el coche fantástico, siempre fue mi manera de acercar distancias entre mi casa y las de mis amigos. Nunca me fallaba, los pinchazos los arreglaba eficazmente mi abuelo y los trastazos contra las zarzas los sufrimos juntas. Fui una niña ágil, sana y resistente, y estoy convencida de que en parte fue por mi vieja orbea.

La usé hasta bien usada la adolescencia, no quise heredar la vespino de una prima mayor, preferí seguir dando pedales. Y ojalá pudiera volver a encontrarme con ella, porque pocos objetos me provocarían tanta dulce morriña. Iría a parar a algún primo pequeño u otro niño, que tampoco es mal destino para una bici. Espero que quién fuera la disfrutase tanto como yo.

Pero todo eso pasó en mis veranos asturianos. Tres meses ciclistas de una aldea en la que todas las casas estaban desperdigadas, con cuestas arriba en las que sufrir y cuestas abajo en las que sentir que volabas.

Pese a lo que me gustaba mi bici, jamás nos planteamos usarla durante el curso escolar en la ciudad madrileña en la que vivía el resto del año.

Ahora la pienso y no tiene mucho sentido. Una ciudad llana, con amplias aceras e incluso parte del trayecto peatonal, un colegio que estaba a quince o veinte minutos andando. La bicicleta hubiera sido un medio de transporte ideal, para llegar en cinco minutos habiendo hecho ejercicio.

Jamás se nos pasó por la cabeza. Y eso que en la tele no dejábamos de ver películas y series en las que los niños se movían en bici, desde Los goonies a E.T. Parece que en aquella España urbana de los ochenta solo nos cabía en la cabeza lo de Verano Azul, esa mentira de que las bicicletas son para el verano.

Nadie en mi colegio iba en bicicleta al colegio. No había, por supuesto, aparcamiento de bicis para fomentar ese tipo de desplazamiento. Que fuera un colegio de niñas en el que había que llevar uniforme con falda hasta los dieciséis años imagino que tampoco ayudaba. Pero enfrente teníamos un colegio de chicos en el que no llevaban uniforme y tampoco se veían alumnos acudiendo en bici. Un colegio grande, con cuatro líneas de cuarenta en clase y buenas instalaciones deportivas en el que tampoco había aparcamiento de bicis, al que nadie iba dando pedales.

Viniendo de aquellos lodos, es lógico pisar aún fango.

Ayer pregunté en Twitter cómo está el tema de los aparcamientos de bicicletas dentro de los recintos escolares. Sin esa facilidad es complicado animar a los chicos a ir en bici. contestaron 54 personas, en menos de la mitad de los centros escolares había un aparcamiento de bicis.

En el colegio de mi hija sí que lo hay. Este último curso, ya con ocho, ha estado acudiendo muchos días en bicicleta. Aún acompañada, pero me encantaría que cuando llegue el momento de ir sola, pueda hacerlo en bici, haciendo ejercicio, moviendo el corazón.

No hay muchas bicicletas en el parking. Es pequeño, el que veis en la imagen, y suele haber dos o tres bicis, como mucho cuatro, para un colegio de dos líneas de más de veinte alumnos cada una. No es mucho, pero ya es un avance respecto a lo que recuerdo. Pocas veces, todas las que he podido, he acudido con mi bicicleta plegable a buscarla para volver dando un paseo.

Sería preciso mejores instalaciones,  aparcamientos seguros y accesos fáciles en bicicleta  a todos los colegios. También, por supuesto, buenos accesos en bici a todos ellos. Pero mientras llega o no llega la voluntad política y privada y los recursos para impulsar esa manera saludable de moverse, los padres podemos poner de nuestra parte. Creo firmemente que, siempre que sea posible, deberíamos apoyar este modo de desplazarse.

Vale, es cierto que es un rollo tener que guardar bicicletas en casa, que ocupan un espacio que no nos sobran. Bajar con ellas por ascensores o escaleras es un dolor, lo sé. Es mucho más cómodo el coche, el transporte público o incluso ir andando, aunque lleve más tiempo.  Andar está bien. El transporte público al menos no colapsa y contamina. El coche no deja de ser un mal necesario. Pero la bici mola mucho más.

Bien podríamos las familias hacer ese esfuerzo. Entrar en las AMPAS o solicitar facilidades. Y esas facilidades también son cursos que enseñan a los niños a moverse en bici, a conocerla.

¿Os recuerdo el creciente problema de obesidad infantil que tenemos encima? La mitad de los niños españoles de entre 6 y 9 años tiene algún grado de sobrepeso.

Hay distintas asociaciones que fomentan el uso de la bicicleta dispuestísimas a echarnos una mano, que ya están acudiendo a los colegios. Yo he podido echar un ojo a lo que está haciendo La ciclería en Zaragoza. También CicloEscuela en Madrid. Suyo es el vídeo con el que termina este post (también un tema publicado hoy sobre cómo enseñar a los niños a montar en bici).

¿Nos apuntamos a pedalear hasta el cole?

Juegos Paralímpicos: correr, nadar, pedalear, bailar, ser feliz…

Una de las cosas que más le gusta hacer a Jaime es nadar en la piscina. Probablemente se trate de su actividad favorita. Comenzó a ir a matronatación con nosotros cuando tenía dos años y ahora, con seis recién cumplidos, está hecho un sireno. Bucea, se lanza, cruza la piscina en diagonal a braza… disfruta en el agua como una sardinilla y, desde luego, ya nada mejor que yo. Tenéis prueba gráfica en este post.

Pese a ser de carácter tranquilo, le gusta moverse. Le gusta correr, escalar, saltar, bailar… por eso este año en cuanto bajen un pelín más las temperaturas vamos a llevarle a una pista de atletismo bien vallada que hay a diez minutos de casa abierta para todo el mundo, para que corra allí feliz y contento. Este año también voy a llamar a un club de escalada, a ver si podemos iniciarnos también con eso, que seguro que le encanta. Y la bici está esperando,  no olvidada. Todo como un juego obviamente, no es un entrenamiento sino una manera de estas más conectado y que su tiempo libre transcurra de manera constructiva.

El deporte en los niños siempre es recomendable, esencial. Ya me habéis oído contarlo más veces. A Julia también la animaremos a practicarlo. Pero con Jaime, por su autismo, tiene además muchos beneficios adicionales, al menos en potencia, así que hay que intentarlo.

Aquí tenéis a James Hobley. Tiene autismo diagnosticado desde los cuatro años y es un bailarín excepcional. Ha llevado la antorcha olímpica. En un momento del vídeo explica que bailando es cuando se siente «normal».

Tommy Des Brisay tiene 19 años y autismo. No pronunció su primera palabra hasta cumplir los siete años. Corre y participará en estos Juegos Paralímpicos.

Como ellos hay muchos más. Con autismo y con muchos otras discapacidades muy diferentes. Os aseguro que yo seguiré sus éxitos en Londres. ¿Quién sabe? Tal vez en los que se celebren en Madrid pueda ir a animar a mi hijo.

Aquí tenéis varios vídeos promocionales/inspiradores de los Juegos Paralímpicos.

18.000 kilómetros en bicicleta por los niños con fibrosis quística

Escribe a 20minutos.es Félix Burgos, un joven de Madrid que junto con a un amigo francés, Guillaume, van a recorrer 18.000 kilómetros y 22 países durante un año en bicicleta por una buena causa: los niños y niñas con fibrosis quística de Francia y España.

El proyecto se llama Voluntour, les apoya la Federación Española de Fibrosis Quística y quieren arrancar el 11 de marzo de 2012. Ahora están en la fase de difusión del proyecto y búsqueda de patrocinadores y materiales.

La idea de este viaje, que une la pasión por la bicicleta y las ganas de ayudar a los niños y niñas con fibrosis quística. Quieren que este viaje les permita soñar y descubrir el mundo a través de sus ojos ya que estarán constantemente en contacto virtual con ellos. También recaudar fondos, concienciar y visitar otros proyectos solidarios en su viaje.

Cualquiera que quiera recibir más información puede contactar con ellos en voluntour@hotmail.es y en el teléfono 690 09 68 79 .

La Fibrosis Quística es una enfermedad crónica y hereditaria que representa un grave problema de salud. Es una enfermedad degenerativa que afecta principalmente a los pulmones y al sistema digestivo.

Para mantener controlada la enfermedad, las personas con Fibrosis Quística necesitan un cuidado permanente con continuos tratamientos para las complicaciones pulmonares y digestivas, con controles periódicos en el hospital y una dedicación plena por parte de las personas y de su familia.

Un diagnóstico precoz puede prolongar la esperanza de vida de las personas con Fibrosis Quística y mejorar la calidad de la misma. En la actualidad se están desarrollando planes de diagnóstico precoz en varias comunidades autónomas. La técnica es extremadamente sencilla y con escasos costes económicos. Dicha prueba se denomina cribado neonatal.

En los últimos años se ha avanzado mucho en el conocimiento y tratamiento de la enfermedad pero, a pesar de eso, sigue siendo una patología sin curación. Cuando la enfermedad se encuentra en un estadio muy avanzado, existe la posibilidad del trasplante pulmonar y/o hepático.

Se estima que la incidencia de la Fibrosis Quística en nuestro país es de un caso de cada 3500 nacidos vivos, mientras que uno de cada 30 habitantes son portadores sanos de la enfermedad. Se trata de una enfermedad de gen recesivo, es decir, si se hereda el gen defectuoso de ambos padres se padecerá la enfermedad, si se hereda un gen normal y un gen defectuoso es portador de la enfermedad sin padecerla pero con la posibilidad de transmitirla a la descendencia.

El tratamiento de la Fibrosis Quística se basa en tres pilares fundamentales: conseguir una nutrición adecuada, utilizar medicamentos que luchen contra la infección e inflamación respiratorias y realizar con regularidad la terapia física consistente en fisioterapia respiratoria, ejercicios de fortalecimiento de la musculatura del tórax para prevenir deformidades y la práctica de algún deporte.

¿Cuáles son los síntomas? Los síntomas característicos de esta enfermedad son sabor salado de la piel, frecuentes problemas respiratorios, falta de peso y problemas digestivos.

En los años 30 se describió la enfermedad y por aquel tiempo, menos del 50% de las personas con FQ superaba el año de vida. Con el paso del tiempo y gracias a la puesta en marcha de unidades FQ especializadas y a la utilización de nuevos tratamientos y técnicas, la supervivencia ha ido mejorando claramente aumentando de forma constante el número de personas adultas con Fibrosis Quística.

Sobre esas sillitas para llevar en tu bici a los niños pequeños

Hace ya un par de meses que salgo todos los domingos por la mañana con mi cuñada en bicicleta. Pedaleamos hasta un verdecora en el que sirven unos desayunos estupendos por euro y medio y regresamos a casa dando pedales. Es decir, que llevo dos meses siendo una dominguera de la bici. Globeros me ha dicho algún ciclista más veterano que conozco que es nuestro nombre oficial, aunque no me ha sabido explicar bien el porqué.

Hasta los quince años pasé todos los meses de verano con la bici arriba y abajo por el pueblo de mis abuelos en Asturias, todo cuestas. Iba con una Orbea amarilla y azul a la que adoraba. Ahora, por pura casualidad, llevo una Orbea de montaña verde que era de un primo de mi santo y llevaba quince años acumulando polvo. Tras pasar por un taller de bicis ha quedado fantástica.

En la foto se puede ver antes de la reparación y con el sillín muy alto (ahora está abajo del todo).

Y ahora mi cuñada y yo, que nos vemos más sueltas en materia ciclista, andamos barruntando si instalar en nuestras bicis una de esas sillas que tanto se ven para llevar a nuestras niñas de dos años con nosotras en esas excursiones.

El otro día me acerqué a una tienda de deportes y me estuvieron explicando que hay dos modelos de sillas: las que se adaptan al portaequipajes de la bici (que nuestras bicis no tienen, habría que añadir) y las que van directamente al cuadro. Sinceramente no sé cuál será más recomendable, allí me dijeron que daba igual. En ambos casos las sillas iban atrás, aunque luego he visto por ahí sillitas que se colocan por delante, tal vez para niños más pequeños, no sé…

Y mi principal duda para atreverme a intentarlo es si será realmente seguro. Si Julia, que es una lombricilla inquieta, se pone a moverse será capaz de desequilibrarme y hacer que caigamos.

Imagino que los trece o catorce kilos que pesa ya se notarán también en las cuestas arriba, pero eso no me preocupa especialmente.

¿Alguno de vosotros usais o habéis usado esas sillas? ¿Podéis aconsejarme?

Y aquí un tipo de bicicleta pensada para llevar niños con la que me he encontrado por Internet, pero que no entra en mis planes.

Las (primeras) bicicletas son para el verano

Hoy hemos tenido una tarde especial. Los abuelos han decidido regalar a Julia y Jaime sus primeras bicicletas.

Todo ha venido después de que las terapeutas que tratan a Jaime en el centro de atención temprana y que llevan algunas semanas sentándole en la bici nos lo recomendaran. La de Julia ha venido de añadidura ya que tenemos la certeza absoluta de que en cuanto vea a su hermano subido en una va a querer la suya. Y también le viene bien la verdad. En mi familia tenemos el hacer deporte en muy alta consideración.

Así que el otro día estuvimos mirando bicicletas y descubriendo lo mucho que ha cambiado el ciclismo infantil.

En nuestra época las bicicletas eran tremendamente crecederas. Manillares y sillines se estiraban casi hasta el infinito. Aún recuerdo a mi primo pequeño en Asturias pedalear en una pequeña BH roja en la que el sillón estaba tan elevado que parecía un monociclo. Y yo casi no recuerdo otra bici de mi propiedad que no sea mi Orbea amarilla y azul.

Ahora te colocan al niño frente a un metro y en función de su altura te aconsejan el tamaño de la bicicleta: doce, catorce, dieciseis o dieciocho pulgadas. Los sillines y manillares apenas pueden adaptarse. La idea de los fabricantes es mejorar la ergonomía del niño mientras pedalea. Eso dicen. Y no dudo de que tengan razón. Pero es obliga a cambiar de bicicleta cada dos o tres años o a que el niño vaya encogido.

Lo otro que hemos descubierto era fácil de imaginar: las bicicletas con pegatinas de héroes infantiles tipo Pocoyo, Buzz Lightyear, Barbie, Mickey Mouse o Bob Esponja cuestan entre un 20% y un 40% más.

Como decía, hoy hemos ido a comprar las bicis. Julia ha elegido una «rofa de Pocoyo» de doce pulgadas y para Jaime, que le dan igual estas cosas, una negra de dieciseis. Ambas con ruedines claro.

Ahora queda montarlas y procurar que se diviertan con ellas mientras aprenden a usarlas.

¿Alguna recomendación? ¿Alguna anécdota?