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La marquesa de la babilla

gtres_a00529812_019Imaginaos una oficina, todos trabajando en sus cosas. De repente, desde el despacho de una de las jefas que está hablando por teléfono comienzan a oirse los siguientes gritos: «¡Le he dicho que a los niños no se les dan los filetes de babilla! ¡Los niños no saben apreciar los filetes de babilla! ¡Qué no vuelva a suceder, los filetes de babilla son para los señores!».

Lo peor sí, ya lo sé. Lo peor por el modo en el que se dirigía a su empleada del hogar. Lo peor también por esa manera de hablar de sus hijos. En justa venganza cósmica, le acompañará toda la vida el mote de «la marquesa de la babilla» por haber dado ese espectáculo.

En otra ocasión pude ver como en una casa se compraban bombones y tabletas de chocolate de cinco estrellas que no se les daban a los niños aunque lo quisieran probar. Para ellos había huevos Kinder, Lacasitos o tabletas de chocolate convencionales.

En su caso lo explicaban con buen tono y de manera comprensible, pero con el mismo argumento de fondo que «la marquesa»: los niños no apreciarían la diferencia, sería tirar el dinero, ellos se quedaban tan contentos con sus chocolates, no tenían necesidad de devorar los Lady Godiva.

Nosotros en casa no nos reservamos alimentos de primera calidad y dejamos para Julia y Jaime otros de inferior categoría. En absoluto. Si a veces no comemos lo mismo es básicamente porque a ellos no les gusta o no les apetece. Pero pueden probarlo todo y pueden comer de todo. Si hay rape para nosotros, a ellos no les damos panga.

Es más, cuando comemos lo mismo solemos reservarles los trozos más limpios, más bonitos, con menos espinas. Hoy mismo he estado seleccionando para comerme yo las fresas más machacaditas y feuchas para dejarle a Julia las que podrían haber salido en el anuncio de un súpermercado. Algo que hacemos muchísimos adultos en casas en las que hay niños.

Pero tampoco pretendo estar en posesión de la verdad absoluta. Hay quien me dice que sí, que hay alimentos de calidad que no tienen sentido dárselos a los niños.

¿Vosotros qué hacéis?

La anécdota que os cuento viene tras leer el post de mi compañero bloguero Juan Revenga en su blog sobre nutrición ¿Cuándo seas padre comerás huevos? Hoy ya no (creo) .

Os dejo un fragmento y su pregunta:

Esta expresión, “cuando seas padre comerás huevos” deriva tal y como explica a la perfección mi vecino Alfred López en su blog “ya está el listo que todo lo sabe” de otras épocas en las que no había ni mucho menos la disponibilidad alimentaria con la que ahora contamos. Afortunadamente, los tiempos han cambiado y ya no hace falta reservar unos recursos alimenticios escasos para mantener mejor nutrido al “cabeza de familia” con el fin de que este pueda asegurar el jornal.

Hoy en realidad lo que quiero es haceros partícipes de una duda, que no es otra que el saber quién en vuestras respectivas casas se lleva “la mejor tajada” de un plato o alimento, quién también se come el último trozo, porción o ración de un alimento concreto. Lo digo porque el otro día mientras comíamos surgió este tema de conversación entre mi mujer y yo.

En principio hay dos posibles escenarios. Por un lado, el de a quién se le sirve en el plato el mejor trozo, el más jugoso, el más “limpio”, en definitiva el más apetecible y; por el otro, quién se come el último trozo de algo que a todos o a varios les apetece.

En nuestro caso, en nuestra casa, en ambas circunstancias son las niñas las que tienen prioridad.

El arte de camuflar los alimentos

Es frecuente que los madres y padres recientes que cocinan aprendan a camuflar los alimentos que consideran saludables para sus hijos pero que ellos no quieren ni oler.

Mi suegra, sin ir más lejos, es una auténtica experta en hacer apetecible o directamente enmascarar verduras y pescados. De hecho, hasta que no eran ya adultos mi santo y su hermano no descubrieron que los riquísimos canelones de su mamá llevaban años escondiendo higaditos picados junto a la carne. Y hace poco una amiga confesaba que hacía con frecuencia tortilla de frutas.

Yo aún tengo mucho que aprender, pero estoy en ello. En las tortitas del desayuno aprovecho para batir plátano o manzana. Sobre todo si el plátano está empezando a pasarse y mi hija se niega a comerlo por estar «pegasoso» o si se han comido media manzana pero sobra otra media que hay que consumir pronto.

A Julia le chifla la fruta, pero con Jaime que no quiere ni verla estamos intentando meterle fruta con el arroz y la pasta.

¿Vosotros también sois de camuflajes alimentarios?

A partir del año, leche entera ¿pero qué marcas de leche entera son mejores?

Mi pediatra me dijo que a partir del año podía dar a mis hijos leche entera, igual que la que tomamos los adultos.

No es algo que me preocupase mucho ya que la leche entera que han tomado mis hijos hasta los dos años y pico ha sido la mía. Y ni Julia (que sigue tomando pecho para dormir) ni Jaime tomaron jamás biberones ni toman vasos de leche. Yogures, queso y otros lácteos sí.

El consumo de leche en edad infantil es un tema polémico que quiero tratar otro día, pero lo cierto es que sin entrar hoy en esos berenjenales hay muchos niños pequeños tomando mucha leche entera, así que me ha parecido interesante traer a este blog esta noticia que acaba de publicar la OCU: Bebemos peor leche que hace diez años, según la OCU. Os pego un fragmento:

La OCU ha denunciado que la calidad de la leche hoy es peor que la leche analizada hace diez años y que las marcas más caras no son necesariamente las mejores.

Esta organización ha analizado 47 marcas de leche entera que se venden en 222 establecimientos de quince ciudades, y ha concluido que las diferencias de calidad entre unas y otras son «abismales» y que la composición de algunos de estos productos puede calificarse como «fraude».

Fruto de su análisis, publicado en el último número de su revista «OCU-Compra Maestra», esta organización considera que en el mercado existen marcas de buena y mala calidad a precios de todo tipo, y que no es necesario gastar más dinero para beber una buena leche.

Respecto a los precios, la OCU ha señalado que el ahorro según la marca que se elija puede ser muy elevado, y cita que una familia de cuatro miembros con un consumo medio de 120 litros anuales por persona gastaría 422 euros si optara por Pascual -la marca que encabeza el ránking-, frente a los 244 euros que gastaría si optara por la marca Muu, que según esta organización ofrece la mejor relación calidad-precio (es para la OCU «compra maestra»).

Las diez firmas que han obtenido una mejor calificación por la OCU son, por orden descendente, Pascual, Hacendado, Consum, Kaiku, Gallega, Deleite, Carrefour, Muu, Dia y Covap.

Por el contrario, las últimas de la clasificación son, de mejor a peor, Altamira, Carrefour Discount, Condis, El Castillo, Llet Nostra, Puleva, RAM, Reny Picot, Rio y Poles.

Aprender a cocinar y disfrutar con ello

Ayer sacastéis el tema en los comentarios (gracias Cris por mencionar las chuches caseras) y me quedé con la copla.

Cocinar con los niños, manteniendo unas mínimas normas de seguridad, me parece una idea fantástica. No sólo porque ayude a que valoren los alimentos. También es fuente de creatividad, pueden aprender un montón si les contamos de dónde proceden y cómo se elabora la comida y es un rato estupendo para pasar en compañía.

El secreto es plantearlo como algo divertidísimo y no como una obligación. Algo complicado de hacer si perciben que para nosotros cocinar es algo tedioso y obligado.

Con los más pequeños
se puede simplemente hacer que te ayuden a untar el paté en el bocata, a cortar el plátano en trozos con un cuchillo sin filo o a decorar unas galletas con yogur, mermelada o nocilla.

Y de ahí al infinito.

Como despedida, una receta de gominolas de andar por casa extraída de guíainfantil.com.

Ingredientes:
– 2 sobres de gelatina neutra
– 1 sobre de gelatina con sabor
– 2 veces la medida de la gelatina con sabor de agua (aproximadamente 2 tazas pequeñas)
– 3 veces la medida de la gelatina con sabor de azúcar (aprox. 3 tazas pequeñas de azúcar)
– Azúcar granulado para rebozar las gominolas

Preparación:
La primera parte os corresponde a vosotros ya que es necesario utilizar el fuego. Introducir todos los ingredientes en un cazo y calentar a fuego suave removiendo constantemente sin que llegue a hervir.

Mojar con agua fría un molde rectangular y verter la gelatina. También podéis utilizar moldes para cubitos de hielo con diferentes formas. Se aconseja los de plástico blando porque luego será más fácil desmoldarla.

Introducir en la nevera y dejar que se enfríe. Cuando veáis que ha cogido la consistencia adecuada, es el momento de sacarla. Aquí entran en acción los niños.

Y ahora llega la parte más divertida que es rebozarlas con azúcar. Otra cosa que gustará a los niños es cortar con diferentes formas la que vertimos en la plancha rectangular, con cortadores de galletas formas distintas.

Tras esto sólo queda disfrutar del premio. Y los papás no dejéis de probarlas. Veréis como ha sido una buena idea preparar estas gominolas caseras.