Entradas etiquetadas como ‘abuelo’

Hoy es el día internacional de los buenos abuelos

Hoy es el día internacional de los abuelos. Un día para acordarnos de los que son buenos, que de todo hay. Conozco abuelos que pasan olímpicamente de sus nietos, que apenas los conocen ni tienen interés en hacerlo. Mejor esos abuelos desaparecidos que esos abuelos malignos que malmeten, critican, malcrían, siembran discordia y discusiones. Los abuelos son simplemente gente cuyos hijos tuvieron hijos, y hay gente de todo tipo como bien sabemos todos. Gente buena, mala y regular.

Pero os decía que hoy es el día de acordarnos de los buenos. Ojo, buenos pero humanos. Que incluso siendo buenos, incluso siendo los mejores, incluso siendo de los que nos sacan a diario las castañas del fuego de la conciliación (ya sabéis, la conciliación no existe, son los padres) a veces nos sacan de nuestras casillas y nos colocan al borde del ‘abuelicidio’, tal vez por prodigar chucherías sin freno, puede que por pasarse nuestros criterios educativos por el forro del chaleco de lana, por su poco cuidado con alergias alimentarias…

Insisto, los abuelos son gente; gente buena, mala y regular, nunca perfecta. Igualito que nosotros, que es una perspectiva que nunca deberíamos olvidar.

Esos buenos abuelos, nuestra familia, nuestra gente, nuestros recuerdos de infancia, la razón de que pisemos el mundo (aunque sea para capturar pokemons), con frecuencia sostén imprescindible, excesivo respecto a lo que les correspondería a su edad y circunstancias. Poca cosa es recordarles un día concreto del año y hacerles trending topic.

abuelosHe tenido suerte. Yo recuerdo los cuatro que tuve, a los cuatro los conocí. También conocí a dos bisabuelos. Aún conservo a un abuelo, a uno de los buenos, de los mejores. Tiene más de noventa años y es una sombra de lo que fue, ya no arranca a cantar viejas canciones asturianas en las sobremesas, camina con dificultad y olvida casi todo lo que se le dice al poco de haberlo escuchado, pero sigue siendo en esencia el mismo: alguien siempre dispuesto a echar una mano, que necesita sentirse útil, algo gruñón pero bondadoso, amante de los niños. Una vida en tiempo de descuento que no acaba de comprender el mundo en el que se encuentra de GPS, televisión bajo demanda y coches que van sin conductor. Mi viejo ferroviario, mi viejo segador en caída libre.

La primavera pasada murió mi abuela, su mujer, la de la risa abierta y mi libertad infantil en Asturias. Unos años antes el padre de mi madre, un extremeño pequeño que sobrevivió a la guerra y hacía a mano el helado más deliciosos que jamás he probado con leche de cabra. Cuando Jaime era un recién nacido, hace casi once años, murió mi otra abuela, la del carácter fuerte y las uñas rojas, tras pelear y perder contra el alzheimer. Todos ellos forman parte de lo que soy en más sentidos de los que soy capaz de abarcar.

Y ahora hay nuevos abuelos, los de mis hijos. También han tenido suerte. No hay abuelos desaparecidos ni malignos. Ojalá hubieran tenido algo más para contar a su lado con mi suegro, que hubiera sido un abuelo estupendo, de los manitas que te fabrican ranchos y casas de muñecas. Pero está su mujer, están mis padres. Abuelos de los buenos, de los que se meten con muleta en el mar en días grises del norte a cambio de un puñado de risas infantiles, de los que generan trending topics, de los que hay que cuidar y querer (y perdonar cuando nos sentimos ‘abuelicidas’) todos los días del año.