Archivo de septiembre, 2019

Pasar más tiempo ante una pantalla no se traduce necesariamente en hacer menos ejercicio físico

Estoy leyendo los resultados preliminares del Estudio PASOS (Physical Activity, Sedentarism and Obesity in Spanish Youth) de la Fundación Gasol.

Los datos que arroja, obtenidos de más de 3.000 niños de centros educativos de toda España, los tenéis en esta noticia perfectamente explicados, pero os resumo las tres conclusiones más obvias:

  • Casi el 65% de los niños y adolescentes españoles (entre 8 y 16 años) no llega al mínimo de 60 minutos diarios recomendados  de actividad física moderada o vigorosa.
  • Casi el 80% exceden en fin de semana y el 54% entre semana las dos horas diarias máximas recomendadas por la OMS ante las pantallas (teles, móviles, tablets, ordenador y consolas).
  • Casi el 35% de los niños adolescentes presentan sobrepeso u obesidad.

Más tiempo del debido dedicado a las pantallas y poco tiempo dedicado al deporte, a jugar, a moverse. Y, además, más kilos. No sorprende demasiado.

(GTRES)

Pero no se puede saltar precipitadamente a la conclusión de que las pantallas son causa de que hagan menos ejercicio y, por tanto, engorden más de lo saludable, como en esta gráfica:

Correlación no implica causalidad. Es un básico al leer cualquier estudio y mi compañero Javier Yanes lo explicaba maravillosamente en este post de su blog Ciencias Mixtas:

De hecho, si miramos los datos diferenciados por género, los que más actividad física hacen son los varones. Las niñas y, sobre todo, las adolescentes, se mueven bastante menos. Una constante que se repite desde hace años en todos los estudios que miran la actividad de los menores.

Por otro lado, los que más tiempo pasan ante pantallas son los niños y, sobre todo, los adolescentes.

Es decir:

  •  Los chicos adolescentes son los que más tiempo pasan ante las pantallas, más que las chicas (y que los niños y niñas más pequeños). Y son los que más ejercicio hacen.
  • Las chicas adolescentes son las que menos actividad física tienen, menos que los chicos (y que los niños y niñas más pequeños). También pasan menos tiempo ante las pantallas.

A lo mejor es que la obesidad de los chavales no la podemos achacar entonces únicamente (o por encima de todo lo demás) a consolas, móviles y demás. Lo digo sabiendo que también es una correlación y sin discutir la recomendación de la OMS de que haya un máximo de dos horas al día, ojo, pero también preocupada porque esas tres conclusiones del estudio hiladas (más obesidad, más pantallas, menos actividad física), deriven en demonizar injustamente móviles, tabletas, televisión o videojuegos. Lo nuevo, claro. Como siempre.

El sobrepeso y la obesidad tiene un origen multifactorial complejo.

También me preocupa que se asocie que sedentarismo es igual a pantallas. No es cierto. Leer libros, dibujar (que por cierto, pueden estar leyendo o dibujando en sus tablets), hablar sentaditos del chico o la chica que te gusta o de la última jornada de liga o estar en la academia de inglés, aprender guitarra o cualquier otra extraescolar, o jugar al Catán o al rol también son actividades sedentarias (y no necesariamente nocivas, sino incluso enriquecedoras, igual que pueden serlo las pantallas).

Hay que contrarrestar el sedentarismo al que nuestro mundo moderno nos empuja a todas las edades, cierto. Hay que controlar el tiempo que nuestros hijos pasan ante las pantallas. Por supuesto que sí. Pero tal vez dónde más habría que poner el foco es en la alimentación . Esa variable tan importante que protagonizó el informe global de la ONU en julio no se menciona en el estudio PASOS.

Y en la nuestra. La mejor manera de educar es dando ejemplo. Comiendo, bebiendo, haciendo ejercicio y limitando también nuestra exposición a las pantallas.

El ¿deseado? retorno a la rutina de la vuelta al cole

Terminó el verano, terminó un mes de provechosa desconexión en el que hemos jugado a muchos juegos de mesa de los que os iré hablando y también han caído un buen puñado de libros; en algún caso también aparecerán por aquí.

Un mes en el que hemos estado felizmente en familia y durante el que Jaime ha cumplido trece años, entrando oficialmente en la adolescencia. El mismo Jaime que, siendo un bebé y sin saber aún que tenía autismo, propició el nacimiento de este blog.

No pude elegir peor el nombre, no es la primera vez que lo digo. Enfilo la etapa de ser madre de adolescentes, porque Julia tiene ya diez largos, y tengo poco ya de madre reciente. Aunque una siempre se siente recién llegada a esto de acompañar a tus hijos en su crecimiento y estoy deseando compartir los próximos descubrimientos con los que me vaya encontrando.

Jaime ha tenido un verano estupendo, el mejor que recuerdo. Tranquilo, feliz, centrado, sin ponerse nervioso ni tener ninguna crisis. Y ha vuelto a casa contento. Tengo la convicción de que la vuelta al colegio, que será dentro de una semana, también la afrontará de manera positiva.

En nuestro caso la ruptura de la rutina no ha supuesto un problema, pero no es la norma para muchas familias con niños como el nuestro. Hay muchos casos en los que el retorno a la rutina, a colegios y trabajos, es una bendición.

No solo porque las dificultades para conciliar se incrementen.

También porque a muchos niños con autismo, a muchos niños con discapacidad, el cambio de horarios, lugares y actividades propio del verano les descentra mucho.

Aunque la vuelta al cole implique sus propios retos.

Y me consta que, a otro nivel, también en familias con niños normotípicos lo de volver a la rutina habitual es algo deseado. No es raro encontrar a padres y madres expresando en voz alta el deseo de retomar la rutina.

¿Es vuestro caso?

(GTRES)