Digitales, de galinstano, con contacto, sin él… ¿qué tipo de termómetros debemos usar con nuestros hijos?

No tengo demasiada fe en los termómetros. Confieso que en mi casa no hay en este momento termómetros operativos. Cuando mis hijos parecen estar calientes, siempre he confiado más en un beso en la frente para comprobar si tenían poca fiebre, mucha o ninguna, los grados exactos nunca me han preocupado. Si es poca y no hay malestar, pues la medicina es estar tranquilos en casa. Si me parece mucha o sí que se sienten mal, el ibuprofeno y el reposo obran milagros. Respetando en ambos casos su apetito y su sueño. Tampoco son niños que caigan fácilmente enfermos.

Sí, sé bien que comienzo con una afirmación absurda. El uso de termómetros para medir la fiebre no es algo en lo que creer o no, son simplemente herramientas que hay que saber utilizar.

Aunque usarlas no es tan fácil como parece. Hace tres años publiqué en este periódico un tema titulado ¿Qué se considera fiebre en adultos o en bebés? ¿Cómo tomar la temperatura? en el que un apartado entero estaba dedicado a este segundo aspecto y qué tipo de termómetros emplear, porque desde que se prohibieron en 2016 los fiables pero desaconsejables termómetros de mercurio de toda la vida, han aparecido todo tipo de variantes en las farmacias, especialmente amplia entre los destinados a los niños.

Térmómetros de oído, de frente, con contacto, sin contacto, con aplicaciones asociadas al móvil para hacer gráficas, digitales, semejantes a los viejos de mercurio, con voz para cantarnos la temperatura, etc.

(GTRES)

Hablé por aquel entonces con la pediatra Irene Maté, la farmaceútica, nutricionista, óptica y estupenda divulgadora Boticaria García y Amalia Arce, médico pediatra en la Fundació Hospital de Nens de Barcelona, donde ha coordinado el Servicio de Urgencias y que también es autora de varios libros sobre salud infantil y del blog Diario de una mamá pediatra.

Las tres coincidían en no obsesionarse tomando la temperatura cada poco y en evitar los termómetros que no son de contacto, que coincide que suelen ser los más costosos. Un termómetro digital flexible puede salir por menos de 10 euros y uno sin contacto cuesta entre 40 y 50 euros.

Repesco el fragmento en el que resumía la charla con ellas:

Amalia Arce prefiere y recomienda los termómetros de galinstano. Se trata de una aleación de galio, indio y estaño, líquida a temperatura ambiente. «Tiene el inconveniente de que tarda tanto como el mercurio y hay gente que parece que no es capaz de aguantar tres minutos, pero da una temperatura más fiable. También se rompen, pero no son tóxicos».

Respecto a los distintos tipo de termómetros digitales, los que menos le convencen son los de frente y oído, aconseja en todo caso los que tienen forma de termómetro convencional, «pero mi sensación es que el grado de fiabilidad es justito, que al principio funcionan y con el tiempo se descalibran. Y la primera medición no es la fiable, tienes que ponerlo varias veces hasta que ves que no cambia el nivel de temperatura».

Boticaria García coincide en no recomendar los termómetros sin contacto, de frente o de oído, que “a veces nos vuelven locos». «Tampoco soy especialmente partidaria de las aplicaciones de smartphones que te hacen gráficas porque generan obsesión», añade.

En cambio ella aconseja los digitales normales, los de pila que usan en los hospitales. Preferiblemente de una buena marca y los de detección rápida que apenas necesitan diez segundos. “Tienen una buena relación calidad precio y en principio son precisos, lo que pasa es que medimos mal. Me devuelven muchos termómetros porque no funciona bien y es que no saben usarlos, aunque parezca una tontería. Hay que ponerlo en vertical apuntando al cielo y solemos ponerlo en paralelo al suelo. Los de galinstano son muy lentos; cuanto más tiempo necesite un termómetro, peor”.

La doctora Maté coincide en la poca fiabilidad de los termómetros de oído y frente y en recomendar los termómetros digitales, «con los de galinstano no he trabajado». Añade además que «siempre es mas fiable una temperatura rectal que una axilar».

(GTRES)


En cualquier caso no hay que obsesionarse con la fiebre y sí tener presentes las recomendaciones de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria.

1. La fiebre no es una enfermedad, es un mecanismo de defensa del organismo contra las infecciones, tanto las causadas por virus como por bacterias.
2. La fiebre por sí misma no causa daño cerebral, ni ceguera, ni sordera, ni muerte.
3. Algunos niños predispuestos (4%) pueden tener convulsiones por fiebre pero el tratamiento de la fiebre no evita estas convulsiones. Nunca se deberían dar medicamentos para bajar la fiebre con este propósito.
4. Hay que tratar los niños febriles sólo cuando la fiebre se acompaña de malestar general o dolor. El ibuprofeno y el paracetamol tienen la misma eficacia para tratar el dolor y su dosificación debe realizarse en función del peso del niño y no de la edad. La combinación o alternancia de ibuprofeno y paracetamol no es aconsejable
5. El uso de paños húmedos, friegas de alcohol, desnudar a los niños, duchas, baños… para el tratamiento de la fiebre está desaconsejado.
6. No abrigar ni desnudar demasiado al niño con fiebre
7. El niño con fiebre debe estar bien hidratado. Hay que ofrecer frecuentemente líquidos y procurar que éstos tengan hidratos de carbono (zumos de frutas, batidos, papillas, etc.).
8. No es aconsejable el uso de paracetamol o ibuprofeno tras la vacunación para prevenir las reacciones febriles o locales.
9. Ni la cantidad de fiebre ni el descenso de ésta tras administrar ibuprofeno o paracetamol sirven para orientar sobre la gravedad de la infección.
10. Debe vigilar signos de empeoramiento clínico y consultar con carácter urgente si su hijo presenta:
Manchitas en la piel, de color rojo oscuro o morado, que no desaparecen al estirar la piel de alrededor.
– Decaimiento, irritabilidad o llanto excesivo y difícil de calmar.
– Rigidez de cuello.
– Convulsión o pérdida de conocimiento.
– Dificultad para respirar (marca las costillas y hunde el esternón, se oyen como silbidos cuando respira, respiración muy rápida, agitada, etc.).
– Vómitos y/o diarrea persistentes o muy abundantes que causen deshidratación (lengua seca, ausencia de saliva, ojos hundidos, etc.).
– Si no orina o la orina es escasa
– Siempre requiere consulta urgente la fiebre en un niño menor de 3 meses.

1 comentario

  1. Dice ser LaCestitadelBebe

    Hola,

    nosotros usamos de todo tipo, digital ultrarápido casi sin contacto, siempre hay unas décimas de diferencia, los digitales de contacto y hasta un tete termometro… si tenéis niños pequeños, que son muy movidos e inpacientes, lo mejor es el ultrápido, pueden no ser tan precisos pero nos bastan para saber si tienen fiebre.

    Besos!

    Anabel

    23 septiembre 2019 | 07:46

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